domingo, 26 de enero de 2014

Adiós a las armas.

Lo que pasó, lo que se viene, nos tiene mal a muchos, entusiasmados a otros tantos.

Mal, estamos aquellos que adherimos (y seguimos adhiriendo) al liderazgo y al proyecto de la Presidenta; entusiasmados, estarán aquéllos que nunca la quisieron o la votaron desconfiados esperando que acaeciera lo que acaeció: un cambio inesperado, impuesto como una fatalidad que deja un sabor agrio a tantos y tantas, insisto.

Que se busquen otra Presidenta, si quieren una devaluación, había dicho semanas antes CFK, una dirigente que supo conciliar siempre la palabra con sus acciones. Y en efecto, no ha sido ella quien devaluó, devaluó "el mercado" y dejaron devaluar los funcionarios que ella nombró dejó tan contentos a los que aludía en segundo término, exultantes ante la salida de un funcionario que jamás hubiera consentido esta devaluación que me tiene tan perplejo y triste, Guillermo Moreno, por supuesto.

E insisto en que la Presidenta no devaluó, no decidió hacerlo. Que desde luego, conoció la movida y la consintió, pero esa fue una de las tantas razones de su salida de escena, aunque a horas de lo impensado, dio la cara, para dejarnos a quienes la apoyamos la impresión de que no se quiebra ni se dobla: con todo en contra no se olvidará de quienes más ha beneficiado (hasta ahora) desde que asumió la Presidencia, mediante un anuncio que prevé algo a quienes tienen menos que nada.

¿Por qué este cambio de rumbo?, intenta responderse Mario Wainfeld en la edición de "Página/12" hoy con la honestidad intelectual que le caracteriza, sin éxito, tal vez sorprendido como el boludo que escribe.

Quizás la han convencido, quizás se ha convencido CFK de que hay que salvar lo conseguido, debilitada como quedó luego de las elecciones del año pasado (y los incontables y definitivos golpes que personalísimamente sufrió a lo largo de sus mandatos).

Que al igual que Alfonsín, entendió que para avanzar hay que retroceder. Del modo menos pensado y querido.

Ahora entiendo el sentido del homenaje que CFK le tributó al primer Presidente de la democracia recuperada en 1983 (que hacía desorbitar los ojos de su hijo presente en ese acto).

Será como para ratificar aquello que los que la queremos pensamos de ella: nadie desde la Presidencia argentina ha sido tan consecuente con lo que dijo y lo que hizo.