sábado, 24 de julio de 2021

Comentario al libro "El General José Miguel Carrera en Argentina", de Julio César Raffo de la Reta.

 Al amigo Julio, con afecto y gratitud. 


La lectura del ensayo histórico escrito por Julio Raffo de la Reta me agradó muchísimo. No sólo por el estilo literario del trabajo sino, fundamentalmente por las razones que le motivaron a escribir sobre José Miguel Carrera: la defensa a la persona y a la obra de José de San Martín, injustamente mancillada en trabajos laudatorios del general chileno fusilado en Mendoza en agosto de 1821.

Ese interés se subraya habida cuenta la envergadura del autor, un dirigente político conservador de la provincia de Mendoza, con una actuación destacada en su lugar de origen y en el concierto político nacional.


El ejemplar que leí con delectación, impreso para la Librería y Editorial "La Facultad" en los talleres de la Compañía Impresora Argentina el 5 de septiembre de 1935, presenta al autor como: Presidente de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza; Miembro Correspondiente del Instituto Sanmartiniano de Buenos Aires, de la Asociación Argentina de Estudios Históricos de Buenos Aires, del Instituto de Estudios Históricos de Tucumán y Profesor de Historia Argentina del Colegio Nacional Agustín Álvarez de Mendoza.

Apunto, de acuerdo con la séptima edición 1958-1959 de Quién es quién en la Argentina. Biografías contemporáneas de Editorial Kraft, que el autor nació el 25 de abril de 1883 en Mendoza, con estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires; Profesor de Historia Argentina en el Colegio Nacional de Mendoza entre 1931 y 1946, de Introducción a la Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo entre 1939 y 1946 (de la cual fue miembro del Consejo Superior); Diputado a la Legislatura de Mendoza en dos oportunidades, presidiendo la Cámara en 1917 y Senador de esa Provincia; Diputado Nacional en tres  ocasiones (1918-1922; 1926-1930 y 1942-1943) e Interventor Federal en la Provincia de San Juan en 1941.

Menuda trayectoria que exige la escritura de una biografía, habida cuenta las notas particularísimas del tiempo de su actuación en el devenir político de su provincia de origen (y de la región, por cierto) desde la cual Raffo de la Reta desplegó una notable y extendida trayectoria. Déficit, entre tantos, de una historiografía porteño-céntrica que deliberadamente (con contadas excepciones) desdeña el análisis de lo acaecido en las provincias. 

Contrariamente a lo deseable y necesario, se cuenta y enseña la historia argentina (y regional) a la luz de sucesos (muchos de trascendencia banal) ocurridos en la ciudad-puerto, con las provincias y sus dirigencias reducidas a un rol partiquino, de mero acompañamiento de la dirección tomada por la elite porteña de turno.

Sobran los ejemplos y no quiero extenderme en una enumeración que me desvíe del objeto de la evocación de un ensayo trascendente que, desde luego, tributa a una tradición bien distinta de la que criticaba, al analizar el devenir de un político y militar nacido en Chile, bajo bandera española, formado en la metrópoli; con actuación decisiva en los acontecimientos que seguirían a la caída del imperio borbónico en esta región. 

Trayectoria similar a la de José de San Martín, su enemigo de todas las horas.

Como anticipé, el trabajo de Raffo de la Reta fue escrito en defensa de San Martín y su intervención en Chile una vez culminada la hazaña por él dirigida del cruce de los Andes, campaña torcidamente presentada por Carrera entonces y propalada por Benjamín Vicuña Mackenna, patriarca de los historiadores trasandinos, en una biografía laudatoria titulada El ostracismo de los Carrera, publicada a mediados del siglo XIX, génesis, en buena medida del sentimiento anti-argentino cultivado por décadas allende la cordillera. 

Tan injusta e ingrata consideración movilizó a nuestro autor al encontrar en 1934 en una librería de Santiago el ejemplar del libro de la biografía Augusto Iglesias Don José Miguel Carrera: "premiada por el diario 'La Nación' de Santiago, obra que figuraba con éxito en los escaparates de las librerías de Valparaíso y de la capital trasandina, que era leída con preocupación por el público", inspirada en un trabajo mistificador y falaz de Vicuña El ostracismo de los Carrera, presentando a José Miguel como "Dictador" en las Provincias Unidas del Río de la Plata durante los años de su novelesco paso por estas pampas, presentando a San Martín como un "hombre sin escrúpulos, sin moral y sin conciencia, que no retrocedía ante la perfidia ni ante el crimen".

Mediante una honestidad intelectual escasamente apreciable en las obras de Vicuña Mackenna y de Iglesias que aludí, Raffo de la Reta consigna una por una las durísimas acusaciones dirigidas a San Martín, que contesta con el método del abogado en un litigio: son reiteradas las citas de ambos trabajos como obrantes "a fs. x". Aserciones que responde con citas bibliográficas (la biografía San Martín escrita por Mitre y la Historia Argentina de Vicente Fidel López, entre tantas), como asimismo, con fuentes documentales y epistolarias. 

Entonces, el ensayo de Raffo de la Reta no es una retahíla de denuestos contra Carrera en defensa de la memoria de José de San Martín dado que, como acabo de consignar cada opinión es respaldada con la pertinente documental alguna incluso, reproducida facsimilarmente.

Antecedido por un saludo de Arturo Capdevila, luego de reseñar la biografía de José Miguel Carrera, se detiene en el tiempo vivido por el militar trasandino en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata al inicio de su exilio tras la rotunda derrota militar de las fuerzas patriotas chilenas en Rancagua (octubre de 1814) a manos de las fuerzas dirigidas por Osorio, enviadas por el virrey del Perú Abascal para sofocar el movimiento independentista de Chile.

Al redactar el capítulo dedicado al repaso de ese tiempo de Carrera y de sus dos hermanos, Juan José y Luis, el tono del relato es modificado drásticamente: "¡Ya está don José Miguel Carrera en mi país! Los escrúpulos y reatos que constantemente me han detenido para juzgar con plena libertad los acontecimientos en que este personaje interviene dentro de las fronteras de su patria, ahora que penetra en la mía, desaparecen por completo", párrafo que cierra con uno de los tantos giros propios del ejercicio del Derecho: "Los hechos en que actúa y las consecuencias de los mismos, caen de pleno derecho bajo la jurisdicción de mis juicios".

Puesto que, si Raffo de la Reta fue esmeradamente neutral al describir la actividad de José Miguel Carrera en las sangrientas disputas por el poder desatadas en Chile en tiempos de la Patria Vieja, mudará de tenor al analizar el extenso derrotero de Carrera en territorio de las Provincias Unidas, que comenzó mal y peor terminaría.

El primer conflicto suscitado entre los Carrera y la principal autoridad en Mendoza, José de San Martín,  sucedería el día de su llegada al territorio de las Provincias Unidas al rehusar la requisa del equipaje con el que habían arribado. Analiza nuestro autor: "Es claro que, dado su rango y más que nada el indómito orgullo de los tres hermanos, el registro de sus equipajes les resultaba molesto, y peor aún si se recuerda que José Miguel se decía, aun en nuestro territorio, Presidente de la Junta Superior de Gobierno de Chile y accionaba dentro de su cuartel como autoridad legítima dentro de su territorio, dando lugar así a la existencia de un Estado dentro de otro Estado".

Una actitud intolerable para quien ejercía el poder del proto-estado en la Intendencia de Cuyo, designado (para colmo) por una autoridad lábil y tambaleante, tal la del Directorio amenazada por el desafío del caudillo oriental Artigas y sus aliados López y Ramírez; como por la inminente expedición militar muy numerosa despechada desde Cádiz por el repuesto monarca español Fernando VII, consolidado su trono mediante la integración en la Santa Alianza conformada a la derrota de Napoleón Bonaparte.

Una actitud pasiva de San Martín ante la airada insolencia de los hermanos Carrera era exigirle demasiado. Intimados a que admitiesen la requisa en cuestión y luego de una respuesta destemplada de Juan José Carrera, San Martín, sin ocultar su enfado, les hace saber, luego de subrayar la ausencia de decoro en el oficio de respuesta que: "acá las leyes se cumplen por todos y que él da cuenta al Superior Gobierno de tal actitud y que le previene que acá, hay más autoridad que la que el suscrito representa y que la sabrá sostener como corresponda". Ante tan decisivo temperamento, los Carrera se disculpan, aunque su talante seguiría bien alto, en desafío de la autoridad de San Martín.

No descuida Raffo de la Reta un detalle revelador: la emigración chilena a Mendoza fruto del desastre de Rancagua era de un número de personas análogo al de la población residente en la ciudad cuyana lo cual daba cuenta del riesgo que encerraban las altanerías de los hermanos Carrera. Máxime cuando procuraban reproducir en Mendoza las luchas con sus adversarios trasandinos (Bernardo O' Higgins a la cabeza) generando condiciones adversas a la campaña por el cruce de los Andes en la que estaba empeñado San Martín boicoteada por los Carrera, por carecer del mando que entendían, les correspondía.

Me extendí demasiado en ese primer incidente que, como anticipé, auspiciaría el final de los tres hermanos fusilados todos en Mendoza; Juan José y Luis en abril de 1818, José Miguel en agosto de 1821. Eventos puntualmente relatados por Raffo de la Reta, siempre en respuesta de la versión amañada por Vicuña Mackenna y sus discípulos prestos siempre a achacarle a San Martín la responsabilidad e instigación de esas muertes, lo cual, es puntualmente refutado en el ensayo reseñado.

Como aquella ensoñación históricamente inconcebible de Vicuña Mackenna que presenta a Carrera como un dictador omnímodo que gobernó a su antojo en territorio de las Provincias Unidas, a guisa de revancha del despotismo que falsamente se le asigna a San Martín que habría ejercido en Chile tras el paso de los Andes fortalecido luego del triunfo en Chacabuco de febrero de 1817, con Bernardo O'Higgins como brazo ejecutor de la intervención argentina en los asuntos de Chile.

José Miguel, a partir de la muerte de sus hermanos, que Raffo de la Reta lamenta enfáticamente, probando la ausencia de responsabilidad de San Martín en el suceso ordenado por el gobernador Luzuriaga a instancia de Bernardo de Monteagudo (a quien nuestro autor depara un desprecio subrayado) se embarcará en todo proyecto que tuviese por finalidad humillar a sus enemigos irreconciliables O'Higgins y San Martín, contingente nutrido con Juan Martín de Pueyrredón, un aliado indispensable de ambos.

Artigas, López, Ramírez, el general portugués Lecor y, desde luego, Carlos María de Alvear, fueron a su turno las personalidades tras las cuales Carrera ideó su estrategia de venganza, llegando al paroxismo al ponerse a disposición del cacique ranquel Yanquetruz, con crucial participación en el saqueo producido al pago de Salto en diciembre de 1820. Evento por el cual se lo perseguiría por orden del gobernador bonaerense Martín Rodríguez, derrotado en Punta del Médano al norte de la provincia de Mendoza en agosto de 1821 sería apresado y posteriormente fusilado por orden del gobernador de Mendoza, Godoy Cruz.


La decisión de Carrera de obrar de consuno con los ranqueles es descalificada con máxima vehemencia por Raffo de la Reta,  definida como: "el paso más en falso y fatal de su vida. Ya no sólo está en contra del Gobierno de su país, del de Buenos Aires y de todas las provincias argentinas, sino también en contra de la civilización de la que reniega, y la cual, en su defensa, tiene derecho a las medidas consiguientes. No se diga que Carrera no tuvo otro camino para elegir. Él pudo intentar la travesía hasta Cuyo, como la intentó después de sus andanzas con los indios. Él pudo pasar a Entre Ríos, o las pudo dispersar o pudo aceptar su envío a Estados Unidos u obtener un pasaporte para el extranjero. Él pudo, en fin, buscar la entrada a Chile, sin ejército, para formarlo con más derecho en su país que en el nuestro."

Como a lo largo de todo el ensayo, al juicio valorativo, sucede la documental respaldatoria en este caso, de la correspondencia dirigida a su esposa a quien, con fecha 2 de diciembre le hizo saber que: "ayer a las 12 horas de la mañana, llegué al campo de los indios, compuesto como de 2000 enteramente resueltos a avanzar a las guardias de Buenos Aires, para saquearlas, quemarlas, tomar las familias y arrear las haciendas", lo cual da paso a una reseña del evento que da cuenta del saqueo a la villa del Salto con un resultado de completa desolación. 

Precisa que la guarnición, luego de desplegar maniobras defensa, sabiéndose muy inferiores en el número a los invasores indígenas capitaneados por Carrera (motejado por la tropa Pichi-Rey) decidieron refugiar a las mujeres y niños en el edificio de la iglesia: "cuya puerta fue tumbada de su empotramiento a golpes de las ancas de los caballos. Cuando cayó la puerta y las pobras refugiadas advirtieron al grupo horrible de los atacantes, el pánico no tuvo límites, mezclándose los gritos de espanto y misericordia con los llamamientos a la protección divina. En el mismo sagrario de la Iglesia se cometieron escenas repugnantes de ferocidad y lujuria [...]. El saqueo duró todo el día. La degollatina adquirió contornos dantescos, y las llamas del incendio alumbraron a la tarde los escombros y la desolación del destruido villorio. Cerca de trescientas mujeres fueron llevadas cautivas [...]. A la oración, la indiada salvaje y sus aliados, don José Miguel Carrera con su división, retomaban el camino de las tolderías, arriando ganado, cargas repletas con el producto del pillaje y varios centenares de mujeres y niños que en la desesperación y el dolor, regaban con lágrimas el camino a que les obligaba la fatalidad", para concluir con una cita del trabajo de Vicuña Mackenna: "cada mujer tuvo allí, su dueño feroz" y sentenciar que: "Desde ese día, Carrera había roto su espada para reemplazarla por el puñal".

Por último, luego de un detallado examen del proceso que culminaría con su fusilamiento concluye Raffo de la Reta: "así terminó aquel hombre extraordinario, rara mezcla de calidades y defectos, tan grandes unas como los otros, que vivió pasando de la cumbre del poder y de la fama a la miseria de la toldería salvaje y al lubidrio de jefe de bandidos y que aun al morir pasa del patíbulo a la estatua, por la justicia clemente, humana y comprensiva de su patria que se siente: 'Agradecida por sus servicios y compadecida por sus desgracias'".

Por último, siempre en el afán de acreditar documentalmente sus juicios, Raffo de la Reta reproduce íntegramente el texto titulado "Refutación sobre ciertas apreciaciones a la obra publicada en Chile por el señor Mackenna El ostracismo de los Carrera" por el coronel Manuel de Olazábal quien observa el sentido denigratorio de José de San Martín en términos de una admiración contagiosa de quien fuera su íntimo colaborador.

En ocasión de aludir a su intervención fortuita cuando el gobernador Godoy Cruz decidiera en juicio sumario su fusilamiento, precisa Olazábal los hechos amañadamente relatados por el historiador chileno apuntando que. "justo es, señor, tributar un recuerdo a la memoria de los héroes; y yo mismo, que combatí al infortunado Carrera, reconozco el mérito de sus hazañas, pero sin menoscabar la dignidad de otros hombres, que más o menos son espectables [sic] en la historia de América".

Sirva de conclusión a este texto escrito en tributo de la amistad pero, asimismo, movido por el interés que desde siempre me ha generado la figura inconmensurable de José de San Martín y el atizado por tan bello ensayo redactado en honor a su buena memoria, cuya actuación puede y debe ser analizada de manera desapasionada e, incluso, crítica aunque siempre como ofrenda a la construcción de la memoria colectiva de los pueblos americanos que tanto debemos a la obra de San Martín y la de tantos otros que supieron privilegiar el anhelo de libertad y emancipación a las ínfimas ambiciones individuales.