jueves, 31 de diciembre de 2009

Pino: Los Hijos de Fierro



"La patria se forma en primer término por hombres, y no pueden ser el campo, ni la maquina, ni el dinero, factores que se sobrepongan al hombre, que es quien sufre y trabaja; y sin el cual ni los campos, ni los ganados ni el dinero, tienen valor.”


El extracto (tan vigente en estos días) es de la conferencia que diera en agosto de 1944 el entonces Coronel Perón, leída por el personaje “El Negro”, jugado por Juan Carlos Gené, en la película “Los Hijos de Fierro” de Pino Solanas.





La escena transcurre en un sindicato, en los años duros de la resistencia peronista a las sucesivas proscripciones y persecuciones abatidas sobre el entonces General Perón y sus seguidores. Gené (“El Negro”) pronuncia con entusiasmo, con delectación, ese texto tan peronista, tan dirimente del cariz humanista de ese movimiento impuro, contradictorio, vivificante, revulsivo, genial, épico, imposible que es (y sigue siendo) el peronismo.

Como dije, ando algo contrariado con Pino por estos días y siendo mi aprecio y admiración hacia él enormes, desoigo ciertas declaraciones actuales suyas y me refugio en su obra.

Parte de su obra, en rigor, porque con ese genio tan suyo, no permite la comercialización o emisión de películas suyas que hace tiempo no reveo y revería cotidianamente (“Tangos: el exilio de Gardel”, “Sur”, “El Viaje”, “La Nube”, entre otros). Pino es así y habrá que esperar a que se digne a editar esos testimonios cinematográficos tan bellos, tan honestos, tan oportunos, para mi deleite íntimo.

En esa comercialización en cuentagotas, “Página/12” ofreció hace unos años: “La Hora de los Hornos” y más adelante: “Los Hijos de Fierro”, experiencia que genera un sentimiento de una tristeza demasiado profunda, paradójicamente, tal vez, a causa del tono esperanzador que propone.

Al inicio y al final, la primera y la última escena muestran una humilde comparsa suburbana, que al son de bombos justicialistas, canta, baila, hace flamear sus banderas, como festejo del final de un tiempo de persecuciones y proscripciones. Volvía Perón, tras 18 años de exilio y la dicha popular se había alcanzado; los pobres, los laburantes, los grasitas, recuperaban la alegría de ese tiempo feliz vivido o imaginado, abruptamente interrumpido en 1955.

La pena, obvio resulta, radica en la comprobación ulterior de ese error de cálculo, en el que tantos a caballo de la ilusión y la buena fe, cayeron.

Por caso, uno de sus intérpretes, Julio Troxler, durante el rodaje del film sería acribillado en un callejón de Villa Soldati a manos de los sicarios de José López Rega, durante el gobierno de la viuda de aquel General, cuyo retorno celebraba la película que lo tuvo por protagonista.

La película traza un paralelo entre la obra de José Hernández y sus personajes, con la etapa que siguió a la caída del segundo gobierno de Juan Perón, quien representa el papel del propio Fierro. Las masas populares que encarnaron la resistencia de esos tiempos con precisamente sus Hijos, el mayor (Troxler), el menor (Antonio Ameijeiras) y “Picardía” (Martiniano Martínez) son legatarios al inicio del film de manos de Fierro que marcha al destierro de las banderas de su movimiento: soberanía política, independencia económica y justicia social.

Otros personas son: la esposa del Hijo Mayor (Lili Mazzaferro); Cruz el amigo de Fierro (Arturo Maly), el inefable “Viejo Vizcacha” (Jorge De la Riestra), en este caso, interventor de los sindicatos en tiempos de “La Libertadora”.

La relación no es gratuita, su resultado, eficaz.

Se propone un relato, sino minucioso, comprensivo de los momentos salientes de la etapa: la intervención y recuperación de los sindicatos por parte de los dirigentes peronistas (“Pardal”, es el líder sindical que luego se enfrentaría por la conducción del gremio con “Picardía”, mediante elecciones amañadas, dirimidas en un partido truco durante el cual invariablemente ligaría "Pardal" el ancho de espadas, con relato de Alfredo Zitarrosa); el retroceso de las conquistas sociales conseguidas por los trabajadores en las fábricas, hecho de humillaciones, alcahuetes, controles policiales y por fin, despidos; las torturas policiales en tiempos del “CONINTES”; la cárcel de los Hijos (el Mayor, por todos); el fallido retorno del exilio de Fierro; el atentado contra Augusto Vandor (a “Pardal” lo acribillan a balazos); la derrota de Lanusse (“El Comandante”); los fusilamientos en José León Suárez y en Trelew; la radicalización de la militancia juvenil e infantil, incluso.

Perón-Fierro es una suerte de eminencia omnipresente que desde el exilio guía -institivamente por sobretodo- a los Hijos desamparados.

Dijo Pino: “Traté de conjugar lo individual con lo colectivo, lo testimonial, con lo fantástico, lo histórico con lo mítico, narrándolo a través de imágenes que tuvieran en sí mismas el valor de un verso. Los 'Hijos de Fierro' no es otra recreación del Martín Fierro, sino una paráfrasis del mismo. Conservando su esencia y su mitología, pero interpretándolo en términos históricos. El protagonista no es ya un héroe individualista y de derrota, sino un personaje colectivo y organizado: la clase trabajadora urbana, las grandes mayorías nacionales, los hijos de Fierro”.
El tema, se dijo, es la “Resistencia”, su filmación en blanco y negro propone y ahonda la mirada de dulce melancolía, su texto, en verso: “Asambleas y convenios, conflictos, paros denuncias, todos los días se anuncian y también lo que siente es impotencia en la gente (…) El pueblo en la resistencia fue lealtad y fue paciencia y mantuvo su cohesión. ¡Qué tiempos más despiadados, con victorias y fracasos!

La película terminó de editarse en 1975. Troxler –y otros tres intérpretes- habían sido muertos ya por las bandas parapoliciales al servicio de Isabel Perón; otros tantos (Gené, Mazzaferro, el mismo Pino) rumbeaban al exilio, por lo que su estreno en 1978 fue en el Festival de Cannes, en tiempos de la noche más oscura de la represión estatal a los destinatarios de la obra.

Por todo ello, tal vez, el mensaje es especialmente revulsivo y tocante; nadie pudo (sin proponérselo, quizás) retratar con tanta ternura el aborto cruel, inesperado, expeditivo de la esperanza de los bailarines de ese corso humilde de la primera y última escena.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Alcira Argumedo.

Hace unos días, Página/12 publicó la columna: “Una coincidencia metodológica”, firmada por Alcira Argumedo, flamante Diputada Nacional por “Proyecto Sur”, Cámara prestigiada por Alcira, fruto de la avalancha de votos que esa fuerza cosechó durante la última elección de junio pasado.

Era la segunda vez que se presentaba Alcira, a quien voté en 2007.

Encabezaba la lista Claudio Lozano, pero a decir verdad, la voté a ella. Fuimos unos cuantos los que votamos a Pino en la presidencial que ganó Cristina, pero no tantos como para que Alcira ingresase a la Cámara.

Precursora de las llamadas: “Cátedras Nacionales”, surgidas de la necesidad nacida del producto de la imbecilidad criminal de ese criminal imbécil que fue Juan Carlos Onganía, que ni bien asumió la emprendió contra el nido de marxistas que era la Universidad Pública en los años ’60, mediante ese operativo policial conocido como: “La Noche los Bastones Largos”.

Alcira, como otros tantos –por todos, vaya mi recuerdo a Juan Carlos “Negro” Portantiero- ocuparon el lugar que dejaron vacante los profesores corridos por los palazos de los esbirros de esa desgracia que fue el degenerado de Onganía.

De allí su predicamento, sostenido en la coherencia de una prédica, de una lucha, inapelables.

Se acercó a Pino o por lo menos la íntima relación política que los une, creo, nació de su participación en los documentales: “Memoria del saqueo” y “La dignidad de los nadies”, y desde ya, a partir de su militancia en: “Proyecto Sur”.

Hechas salvedades que consideraba necesarias, porque valoro muchísimo a Alcira paso a destacar mi disenso con la columna que cité a principio. Mi desazón, mi sorpresa en realidad.

Me gustó muy poco, o mejor dicho, su prédica da cuenta de una postura demasiado intransigente hacia el gobierno nacional, que no comprendo.Por momentos es incomprensiblemente descalificatoria la columna, sino macartista.

Por caso, cuando alude a Sabatella y su opción. Leemos: “La ‘tercera posición’ del diputado Sabbatella es, bajo toda evidencia, un kirchnerismo con antifaz. Su nuevo bloque se conforma con el diputado electo por el kirchnerismo Carlos Heller, con Vilma Ibarra y con los socialistas-kirchneristas Ariel Basteiro y Jorge Rivas. Al acto de presentación del bloque en Atlanta concurrieron, entre otros, el viceministro de Economía kirchnerista Roberto Felleti, el diputado kirchnerista saliente Edgardo Depetri, el legislador kirchnerista Juan Cabandié, el kirchnerista Hugo Yasky de la CTA, miembros de la kirchnerista Carta Abierta y diversos simpatizantes del kirchnerismo: en la lógica de Aristóteles, sería más bien el ‘tercero excluido’”.

Escribe “kirchnerista”, como quien insulta. Y me pregunto, en esta Ciudad en la que el 80% de sus hijos pueda darme buenas o malas razones de su desprecio a Cristina Fernández, a su esposo y a su gobierno, por qué se censura de esa manera a este proceso político. No digo que no albergue defectos, traspiés, miserias, sólo me pregunto por qué desde el lugar de Pino y Alcira (que en buena medida es el mío también) por qué se considera insultante ser "kirchnerista" o siquiera, tener una mirada amable a la gestión de gobierno.

Porque lo que asusta es que no censure Alcira a quienes supieron coincidir con el "kirchnerismo" hasta hace un ratito y supieron irse a tiempo.

No por nada, no referencia la nota a Bonasso o a Donda, a quienes ya no puede motejar de “kirchneristas” no obstante consiguieran sus bancas merced al apoyo en tiempos más felices a esa expresión política. Astutos: huyeron cuando debían hacerlo para hacerse de algún cargo comisional o ganar espacio en medios a los cuales cualquier censor de Cristina Fernández le viene bien.

Huyeron con argumentos pueriles, insostenibles desde su felonía. Se postularon acompañando un proyecto que abandonaron en el momento en el que se los necesitaba.

Porque corresponde decir que el gobierno de Cristina Fernández no traicionó en esencia ninguno de los postulados de su plataforma de octubre de 2007, bien por el contrario, supo honrarlos en tiempos poco propicios.

Aclaro que nada de eso se puede afirmar de Pino o de Alcira: siempre estuvieron en un lugar diferente e incluso comparto su defensa a la estrategia de “Proyecto Sur” de confluir con fuerzas parlamentarias de signo en algunos casos frontalmente antagónicas a la suya, al definir las autoridades de las Comisiones de la Cámara, que derivó en la histórica sesión presidida por la “señora televisión”.

Sin embargo, aparece como inopinada su postura de oposición sin cortapisas al gobierno nacional. Por caso, que ofenda a antiguos compañeros de ruta que se involucran en "Carta Abierta", motejándoles eso de: "intelectuales kirchneristas".

Como si –tal vez esté yo equivocado y no vea o no sepa cuestiones que diriman esas postura- no advirtiese el “Proyecto Sur” que hace mucho para que las alternativas sino reaccionarias, ciertamente conservadoras que vienen velando las armas desde el 11 de diciembre de 2007, sucedan a este tibio intento –pero intento al fin- de proponer algo distinto de la partitura tantas veces ejecutada desde el infausto epílogo del igualmente infausto gobierno de Isabel Perón.

Fue desde entonces cuando comenzó a destrozarse el estado de bienestar justicialista y eso siguió hasta nuestros días, en los que convivimos con las acostumbradas miserias cotidianas, impensables pocos años atrás.

Quieren volver los mentores de las ideas que dejaron estas ruinas, tan bien relatadas por Pino en su cine documental, porque todavía queda mucho dinero por hacer y habrá que poner las cosas en su quicio, rectificando los tibios, mínimos, insuficientes, avances y desafíos emprendidos por estos dos últimos gobiernos, que aunque hiedan, vienen siendo lo mejor (o lo menos malo) que recuerdo desde muchos años ha.

Y vuelvo sobre mis pasos y me pregunto acerca de qué pretende Pino, qué persigue Alcira, sino un posible gobierno comunal en esta Ciudad de vecinos bienpensantes que les prestaron sus votitos en junio pasado. Me niego a creer que aspiran a gobernar el país, no creo que sean tan ingenuos.

Por ello, reitero, no hallo razones a esta oposición enconada, acérrima, tributaria de los que esperan 2011 con el cuchillo y la chaira.

Voy terminando.

El Canal de la Ciudad, antes de que se convirtiera en la bazofia que Macri nos propone desde hace dos años, incluía en su programación un segmento muy interesante y original. Se llamaba “La caldera” o algo así, conducido por María Pía López, quien reporteaba a intelectuales desde las calderas del edificio de la Biblioteca Nacional. Desfilaron: David Viñas, Nicolás Casullo, Horacio González, Tulio Halperín Donghi, Oscar Terán, creo que Emilio De Ipola, y por cierto, Alcira Argumedo.

Recuerdo de esta última entrevista una reflexión deliciosa de Alcira. Dijo, cito de memoria, por cierto, que a fines de los años ’80, cuando se derrumbaba el Muro de Berlín en Europa, moría el “socialismo real” y en estas pampas se descascaraba lo poco que quedaba en pie del estado social de bienestar, los sociólogos de la UBA discutían acerca de la naturaleza del rizoma. Se caía el mundo a pedazos y nuestros intelectuales se masturbaban con una teoría acorde a esa práctica placenteramente solitaria.

Digo, y tal vez soy injusto, no vaya a ser cosa que Alcira y el "Proyecto Sur" en una postura demasiado intransigente no estén caminando por la senda de aquellos despreocupados estudios del rizoma, porque -espero que Chile en pocos días no sea la piedra de toque- lo poco que se logró en estos años se puede ir a la mismísima mierda.

Referencia: "Una coincidencia metodológica". En: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/136986-44152-2009-12-15.html

Barone, el peor.

La revista “Noticias” convocó a un Jurado de ilustres argentinos y argentinas que en un futuro no muy lejano ocuparán un lugar de privilegio en las páginas de los libros de Historia (por todos, la ex integrante, con suerte esquiva, de la colorida troupe de Marcelo Tinelli, Doña Nina Peloso de Castels) para optar entre los “mejores” y los “peores” de determinado rubro durante el año que se va.
Sin sorpresa advertí que los “peores” político y funcionario, fueron respectivamente: Néstor Kirchner y Guillermo Moreno.
Una encuesta me hizo evocar otra, de parejo rigor, que en el ocaso del gobierno de Alfonsín publicaba la revista “Gente”, la misma que diez años antes, había servido de propaladora de los grupos de tareas de los buenos muchachos del Alte. Massera que operaban en la Escuela de Mecánica de la Armada.
A fines de los ’80, “Gente” convocaba a luminarias de un piné parejo al reunido por estos días por “Noticias” para calificar a figuras del espectáculo y la política como “naranjas” o “limones”, según sean –se entiende- dulces o agrios.
Entre los primeros, evoco de memoria, se eligió al entonces pintoresco Carlos Menem, al eterno profeta del libremercado, Capitán (RE) del arma de Ingenieros, Álvaro Alsogaray, a la hija de ese militar retirado, a la señora Adelina D’Alessio de Viola, al pretérito vocero del presidente Videla, Raúl Portal y tanta otra gente linda y bienpensante; en tanto se motejaba de “limones”, al presidente Raúl Alfonsín, a su ministro de Economía Juan V. Sourruille, al fogoso César “Chacho” Jaroslavsky, entre otros.
Ahora, con menos rodeos, se califica entre “mejores” y “peores”.
Dije que el lauro de “peor” político correspondió a Kirchner, mientras que el "mejor" fue el senador y flamante presidente del Comité Nacional de la UCR, Ernesto Sanz. Confieso, sin desmedro de reconocer los valores de Sanz, no comprender las razones que contribuyeron a esa elección.
La “mejor” funcionaria fue Graciela Ocaña, según leí, porque: “había pegado el portazo”, en referencia a su renuncia de mediados de año. Evidentemente se la ha designado así por haberse ido, dado que –según recuerdo- el paso por el Ministerio de Salud de esa mujer innegablemente honrada, no ha sido muy destacado.
Reitero: se la considera la “mejor” por haber marchado y anoto una injusticia con Martha Oyhanarte, quien hace poco dio otro "portazo", en este caso al cargo de Secretaria de Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia, que ejercía desde 2003.
Más aún es injusto, a poco de haber leído las confesiones de la heroína recientemente publicadas en “La Nación”, oportunidad en la que manifestó que su renuncia se debía al hecho de haberse abatido sobre ella y su equipo: “una oleada represiva que no puedo dejar de asociar a etapas nefastas de nuestra historia. Simbólicamente lo comparo con persecuciones, torturas y desapariciones de la dictadura, porque son cosas de la cultura del autoritarismo”.
Cierto es que los compañeros nunca se han destacado por sus modales y apego a las formas republicanas, no obstante ello, los dichos de Oyhanarte en su impunidad y desparpajo, sólo pueden empardarse con el cotejo que la Dra. Carrió hiciese entre este gobierno y los años de Adolfo Hitler al frente del Tercer Reich (véase: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1215740).
Lo que sigue no da ni para la ironía de bajo vuelo que propongo.
La “peor frustración del año” fue la sanción de la Ley de Medios Audiovisuales. No puedo evitar reconocer el cinismo de la propuesta, dado que frustración ha sido, sigue siendo será (según me paladeo) el estado actual de cosas en esa materia, fruto del monopolio informativo que nos agobia y domina.
Frustrante ha sido la imposibilidad de los gobiernos nacidos desde diciembre de 1983 que no pudieron con ese lastre que dejó la dictadura. Infiero –no leí la nota- que se tratará la sanción como una frustración por la tan cacareada ausencia de debate que se ha denunciado, y no precisamente porque un sector de la oposición le rehuyera, sino por lo “precipitado” de la sanción, excusa cuya patente puerilidad no disimula el evidente resguardo a los intereses al que se acude los sectores políticos que emprendieron tan deshonrosa retirada durante el debate parlamentario.
Lo peor de la encuesta, valga la redundancia, ha sido la elección de Orlando Barone en ese rango de demérito entre los periodistas. Se lo castiga por asumir una postura definida en defensa del gobierno nacional, cierto que demasiado categórica a veces, indiscutible desde una coherencia que viene sosteniendo desde hace tiempo, incluso, cuando trabajaba para un medio cuya tanda publicitaria está atestada de propagandas relativas a la producción rural, en la espiral más dura del conflicto de la 125.
Cuán ruin es castigar a Barone por sus convicciones, presentándolo como un vocero del gobierno, como un mercachifle que se vende al poder, cuando esa veta abyecta se advierte sin esfuerzo en el grueso de sus colegas que tributan al poder real, a los intereses creados desde siempre, que les pagan para decir lo que ellos quieran.
A sujetos de la estofa de Longobardi, Graña, Blank, Rial, Andino y tantas otras excrecencias.
El previsiblemente electo “mejor” periodista en la encuenta que comento, ha sido seguramente, el tributo que se le debe por su republicano descenso de todos los lunes del Señor desde las alturas al llano de los simples mortales, al inolvidable reportero oficioso del denominado “Operativo Independencia” de Tucumán, a mediados de 1975 a cargo del criminal Adel Vilas, anticipo de lo que vendría después. Al confeso amigo de Buzzi, Llambías, Biolcati y del otro, que no sé cómo se llama, al incomparable Joaquín Morales Solá.
Quién otro podría merecer la cima del reconocimiento a su tarea profesional, de parte de un Tribunal de ese nivel.
Antes de irme a vomitar, transcribo una opinión que viene a cuento, de otro Morales, Víctor Hugo:
"Colocar como el peor periodista -no en la votación manipulada de la gente- si no por personajes muy importantes, muy fuertes del mundo del periodismo y la política a alguien del talento de Barone porque se discrepe con la posición que él tiene me parece un procedimiento de castigo vergonzoso del que cualquiera puede ser víctima (…) Estoy asustado por lo que a mí mismo me pueden hacer el día que discrepen y les caiga mal la posición que uno pueda sostener en su vida.
Orlando es un hombre culto, preparado, que escribe con un ingenio, con un sentido del humor, jugadísimo, es un verdadero periodista, puede discrepar con él, enojarse con él a título personal pero no puede dudar de la capacidad. Ni la cultura ni la preparación ni la capacidad para jugarse de Orlando Barone ameritan jugar íntimamente con que pueda ser él y no esos corruptos que participan del periodismo televisivo de determinados grupos los que puedan llevarse el título de peor periodista".
Mis respetos, Víctor Hugo.

República Lobato



La conocí a través de TVR, ese programa que resume lo que la televisión nos propone, auspicia, vomita, a lo largo de la semana.
Me gusta TVR, su estilo, la acidez de los conductores, esa mirada jugada, se la comparta o no. En especial, es notable el uso del archivo con el que cuentan, que no solo es frondoso, sino que por sobre todo está muy bien usado, arteramente en algunos casos. Si bien hay una mano que edita los fragmentos que generalmente se usan para poner en evidencia a alguna “celebridad” artística o política que incurre en alguna contradicción grosera, la utilización es aplastante.
Comparto con TVR amores y desamores: convocan cada sábado a un crítico invitado, una personalidad que opina acerca del resumen que se les presenta y el nivel es siempre notable: han desfilado desde Ricardo Alfonsín, hasta Alejandro Dolina, pasando por Pino Solanas, Jaime Roos, Juan José Campanella, Rafa Bielsa y otra tanta gente lúcida y querible; denostan (con pasión y rigor) a Mauricio Macri, a Carlos Menem, a Marcelo Tinelli, a Luisito Majul, al Dr. Grondona, al rabino Bergman, entre otros elementos de esa estofa.
Decía que me impresionó mucho conocer a Zulma Lobato, a ella aludí al inicio, denominación artística, mediante la cual pretende homenajear a dos celebridades que Miguel –tal creo, es el nombre con el que la inscribieron en el Registro Nacional de las Personas- admira ciegamente: Zulma Faiad y Nélida Lobato.
Zulma conoció la fama en un programa demasiado abyecto, de un canal de mensaje, contenido e intencionalidades contradictorios.
En una suerte de living en el cual la anfitriona, Anabella Ascar –creo que así se llama la blonda reportera- entrevista a personajes de la jerarquía de aquellos que pulularon por la TV en tiempos del derrumbe de 2001/2002 y –no por nada, el 2009 fue muy duro- reaparecieron en éste.
Zulma debutó en el living de la Ascar ataviada con plumas, conchero y otros adminículos, cantando y bailando la canción “Resistiré”. A muchos les daba gracia verla hacer todo tan patéticamente mal: no canta ni baila aceptablemente Zulma, aunque para mí fue un espectáculo ultrajante de su dignidad.
Era muy triste todo, incluso algún perverso se encargó de destacar –Zulma no es joven precisamente- que asomaba –o mejor dicho colgaba- algo entre el conchero y su entrepierna.
Como fuere, ese debut fue un trampolín para Zulma, quien a partir de entonces no paró, como lo prometía en su segundo “hit”: “Hasta Tinelli y el Maipo no paro” ( este de su autoría, creo) promocionado en el living de la Ascar y otros programas de parecido nivel.
Nada malo tiene que haya una persona que como Zulma se dedique a hacer de su culo un pito y descuelle en el ámbito que se le presente: el burlesque, un corso suburbano, los canales de TV, lo que me llama la atención es la repercusión morbosa que ha concitado, reflejo de un medio demasiado decadente, no por la buena de Zulma en sí, sino por lo que han hecho y siguen haciendo de ella.
Me resulta inquietante a su vez, el giro que se ha dado en ese ámbito desde la consagración de los travestis en la pantalla: desde el glamour lejano de Vanesa Show y las más recientes Cris Miró y Florencia de la V (quien ha salido, incluso, vestida de novia en la tapa de una revista) a la rusticidad de Zulma Lobato.
¿Querrá decir algo eso o simplemente es la expresión de una televisión –y una sociedad reflejada- en proporcional decadencia?
Dicen, mientras escribo estos delirios, que Zulma ha realizado presentaciones en España, previo paso por el Uruguay, por lo que arriesgo que de ser cierta la versión, esa decadencia que marco, no es patrimonio exclusivo de estas pampas feraces y no pocas veces, insultantemente patéticas.

Lo peor del año, en cambio no ha sido la -a su manera- entrañable Zulma, en quien cuanto menos uno celebra toda esta locura que le ha significado para ella alguna progresión socio-económica, por fugaz que sea. Desde su aparición en los medios, cambió el garaje sin sanitario de Villa Ballester en el que vivía, a un departamento algo coqueto en la Capital. sin embargo, no olvida sus orígennes, entrevistada en su cumpleaños dijo querer comprarse... una bicicleta.
En cambio el caso de Ricardo Fort traduce abyecciones demasiado repugnantes.
Rafa Bielsa DIJO en TVR que el personaje no nos representaba en nada, no traducía valor alguno de nuestras tradiciones y acervo cultural, aserción que me permito poner en duda. Si ese personaje hizo carne en los medios, por algo será. Hay algo en él, en su desparpajo (políticamente incorrecto no sólo desde una mirada "progre", sino primordialmente desde el predicamento católico menos conservador) que atrae, que seduce, que "vende".
Pero más allá de las patologías y miserabilidades del tal Fort -respecto de quien atinadamente Eduardo Aliverti en TVR, puso en duda el origen del dinero que dispalfarra tan insultantemente- una vez más lo abominable es el uso y el mensaje que se hace de él en los medios de comunicación, por sobre todos, el que codirige el presunto candidato presidencial De Narváez, en el segmento a cargo del dócil Alejandro Fantino.
De qué manera se envenena, se corrompe, desde ese medio cuya estrella (no por nada) es el sujeto Rial, alcahuete vocacional con patente de corso.
Vuelvo a TVR y termino, para parafrasear a Don Alejandro Dolina.
Consultado -creo- acerca del sujeto al que ya le he dedicado tanto, dijo más o menos que existe la creencia de que los espejos nos devuelven una imagen fiel de nuestra apariencia, que nos reflejan tal cual somos. Pero ocurre que de un tiempo a esta parte se inventaron los espejos que deforman. Y un morocho que ha llevado una morocha vida se refleja en ese espejo deformante que le devuelve una falsa apariencia rubia.
Cuán importante resulta -infiere el maestro Dolina y adhiero- que dejemos de mirarnos al espejo tanto y por caso, le preguntemos al morocho que tenemos al lado, cómo es que nos ve.

La vecinita tiene antojo (nostalgia de los años felices)


No diré que nadie, pero seguramente muy pocos, estuvimos alguna desentendidos por completo de lo que se cuece en el programa de Tinelli, se lo vea directamente o como en mi caso, en uno de los tantos refritos que ese medio endogámico reproduce a lo largo de todos los días de la semana.
Ha pasado mucha agua bajo el puente desde las trasnoches en las cuales aquel gordito de risa fácil y voz destemplada que presentaba “bloopers” afanados a señales poco conocidas en los primeros años 90 (el servicio de televisión por cable ofrecía entonces no más de 5 canales, la Internet no existía) en un contexto intimista, chacotón, de vestuario, de adolescentes tardíos resistentes a dejar de serlo; a este Tinelli hecho de enjuagues, operaciones, negocios multimillonarios en ese medio, el fútbol, la política y los negociados a secas.
No digo nada original si reflexiono sobre el vértigo de su carrera y menos lo soy si propongo un paralelo entre ese progreso impúdico y la decadencia generalizada, fruto de un modelo bien distinto de aquel que hiciera de él ese gordito provinciano, insoportable y rústico (aunque simpático), que pasaba “bloopers” a las mediasnoches de Telefé en los albores del menemato.
Tinelli apostó fuerte desde siempre y eso no se le puede discutir.
En especial cuando decidió hacer valer su ascendiente y predicamento en arenas políticas. El primer recuerdo que me llega de ese cariz fue su maridaje con Carlos Menem, quien en mayo de 1995 cerró su campaña electoral en el set de Telefé, entrevista de “Marce” mediante. El segundo, una prolija operación política en perjuicio de un Presidente demasiado estúpido. Más adelante, chichoneos varios con Néstor Kirchner y por fin, el auspicio a la candidatura de Francisco De Narváez en junio de este año.
Todo comenzó con un sketch paródico del programa “Gran Hermano”, bautizado en clave humorística como “Gran Cuñado”, una muestra más de la consideración y el aprecio que tienen Tinelli y su productora por su público.
En el segmento una troupe de imitadores parodiaban a los candidatos que se proponían para las elecciones legislativas, recurso que había sido utilizado en 2001, epílogo de la gestión de aquel Presidente inconcebiblemente torpe que fue a hocicar en ese programa y era respecto de quien se dirigía la caricatura más cruel.
A diferencia de la versión 2009, el sketch señero no rescataba a ninguna de las figuras políticas convocadas de la burla (corrían los meses del “que se vayan todos”), sin embargo en su última edición pareció hecha a medida (como se dijo) del candidato de la contienda electoral de junio de ese año: Francisco De Narváez.
El recurso era efectivo desde su audacia e imaginación: se presentaba a un actor que no lo imitaba con demasiada fidelidad, pero que hacía que gustase su perfomance: componía un personaje “canchero” y aunque lo caricaturizase como un hombre poderoso, no descuidaba poner el acento en su campechanía.
Por ejemplo, sus latiguillos versaban en la descripción de su patrimonio, siempre fastuoso, que remataba con la advertencia de que pese a ello era un “hombre común”, para fingir una sonrisa estentórea que gustaba al conductor quien reía con ganas del recurso de su empleado. Otro caballito de batalla había sido el proponer eslóganes absurdos, como: “votame-votate”, “quereme-querete” y otro juego de palabras más pobre aún: “alica-alicate”.
Para mi sorpresa, utilizó el propio candidato ese recurso en un acto de campaña (en Gral. Rodríguez, lo recuerdo bien) oportunidad en la que –parodiando a Carlitos Balá cuando preguntaba a su platea infantil acerca del gusto de la sal- proponía la primera de las palabras y la calificada concurrencia respondía la segunda. Sí, supo anticipar entonces el neologismo: “alica” y la multitud contestó compacta: “alicaaaaaaaateeeeee”, entre vítores y carcajadas; paso de comedia incomparable al del patetismo posterior cuando propuso un discurso de campaña algo más tradicional, con pose de hombre de Estado.
Lo peor llegó al final.
Se floreó por el programa de Tinelli bailando –una vez más con su clon- el pegadizo reggaeton: “La vecinita tiene antojo”. Se supo que lo practicó y a decir verdad no le salió tan mal.
Me entusiasmé con que ese paseo por el set de Tinelli sería el preludio de un desastre y para variar me equivoqué, le ganó “por poquito” (Néstor dixit) al mismísimo Kirchner.
El lunes siguiente a la elección, el estudio del programa de Tinelli lució una escenografía amarillo Pro, con las insignias del partido de De Narváez y Macri, quienes bailaron y festejaron el triunfo allí.
Quien baila, canta, se florea con su riqueza en estos días que corren es un personaje bastante indefinible del que ya nos ocupamos en este espacio, quien acapara la atención del conductor del engendro con vanagloria y obsecuencias varias: Ricardo Fort, quien gusta -sin gracia alguna- mostrar lo que gasta y lo que tiene, humillando a acompañantes circunstanciales a cada momento a fuerza de su poderío económico. O del líquido que dispone en verdad.
Me pregunto a propósito de todo esto y no obstante aparezca antojadizo: ¿la centralidad de estos personajes en ese programa que será cualquier cosa, pero que lejos está de ser inocente, no sugiere algo más que una exhibición patéticamente obscena?¿No habrá en todo ello sino una declaración de principios?
O tal vez todo sea la expresión nostalgiosa de esos tiempos felices en los cuales no aparecía como una incorrección política la acumulación grotesta y su exhibición despreocupada en estas pampas asoladas por la pobreza.

Del Rosedal, con amor.


En el programa “6, 7, 8” del viernes 11 de diciembre, pasaron revista –con el tono cáustico y favorable al gobierno nacional, clásico en los programas de PPT-, a la concentración celebrada en El Rosedal convocada por la “Mesa de Enlace” integrada por los representantes de los empresarios grandes, pequeños y medianos relacionados con la producción agropecuaria.


“El campo”, según los calificados voceros del común de los medios de comunicación locales.
Con la ácida y eficaz edición característica del programa, se recolectaron entrevistas a circunstantes que se movilizaron en esa ocasión a guisa de bienvenida a los nuevos legisladores que responderán a los heterogéneos intereses del rejunte gremial.
Reprodujeron antes un almuerzo celebrado a la mesa de Rosa María Juana/Mirtha/Chiquita Legrand, cuando la anfitriona se enterneció con esa convocatoria, motorizada por uno de sus invitados: Hugo Biolcatti.
Dijo, la eterna señora de los eternos almuerzos, a propósito del convite: “¡qué linda convocatoria! ‘Te espero en El Rosedal’, parece una cita romántica” y don Hugo, que no representa precisamente un adolescente enamorado, tomó la posta y le dijo a la anfitriona: “claro, Chiquita, de alguna manera es una cita de amor”.
Decía que se colectaron opiniones en el acto del “campo”, rescatadas por los cronistas de “6, 7, 8” (quienes tuvieron el tino de despojar al micrófono del distintivo del programa que utilizaban en la ocasión para entrevistar a la concurrencia).
Un conocido asistente no quiso hablar, una vez que preguntó para qué canal era la entrevista: el Dr. Mariano Grondona.
El resto opinó parecido, por todos, fue muy expresiva una señora de unos cincuenta años muy bien llevados que dijo: “esto no se aguanta más”, para arriesgar que “este país no es para la democracia”.
Consultada acerca de si proponía la vuelta de una dictadura, no se amilanó: “con los militares se vivía mejor”, dijo, para agregar que: “se podía andar por la calle a las 3 o 4 de la mañana, había seguridad”.
Otra señora, más añosa, llevaba un “pin” con los colores de la bandera argentina y la leyenda “memoria completa”, quien consultada por el cronista, dijo que la propuesta respondía a la necesidad de castigar a todos los que habían cometido delitos “en la época de la subversión”.
Bien mirada la opinión, o comparada con la anterior, puede calificarse como republicana. Luego del silencio de Cecilia Pando de Mercado, un señor mayor dijo ir armado a todas partes, porque no se podía vivir en el actual estado de cosas y “antes de que me tiren, voy a disparar yo”.
Gente tan linda, arriba y abajo del escenario, se complementaba con otros dirigentes, entre ellos aquel bailarín de ocasión en el programa de Tinelli del pegadizo: “La vecinita tiene antojo”, la Dra. Elisa Carrió –a quien vi en una foto sacándole la lengua a alguien, mohín cuyo destinatario desconozco- y (¡ay!) Ricardo Alfonsín.
La cobertura de “6, 7, 8”, tendenciosa, mas para nada antojadiza, culminaba con la repercusión mediática del evento: “Clarín” y “La Nación”, coincidieron en la cantidad de manifestantes que definieron en poco menos de veinte mil; mientras que “Ámbito Financiero” destacó, seis mil.
Como fuere, esas cifras distan sustancialmente de los doscientos cincuenta mil que dijeron, se habían reunido a mediados de 2008, lo que puede dar la pauta de algún hartazgo de la clase media porteña a los reclamos y en especial, al estilo de los señores del campo.
Como fuere, me quedo con don Joaquín Morales Solá, con quien nunca puedo disentir. En su última emisión del programa que se emite por TN, tributario de su descenso desde las alturas al llano de los simples mortales, dispensó la ausencia de Eduardo Buzzi en el set de su programa, quien no había podido llegar a Buenos Aires a causa de un piquete, para acompañar a los otros tres integrantes de la “Mesa de Enlace”.
Definió a Buzzi como: “un amigo de todos nosotros”, para pasar a una entrevista telefónica con el demorado entrevistado, quien comenzó protestando acerca de los inconvenientes que conspiraron contra su presencia en el Canal 13, para bien pronto girar en el aire y justificar a sus protagonistas, recordando tal vez que muy poco tiempo atrás él había hecho y alentado lo propio en esa ruta y tantas otras del país.
No quiero cerrar sin darle la diestra a Joaquín: cierto es que Buzzi es un amigo de él, nuestro (me permito hablar en nombre de los integrantes de este grupo) y de toda persona honrada de esta tierra del Señor, como lo es también Biolcatti, Llambías, el otro (que no sé cómo se llama, pero lo queremos igual), Joaquín, el Dr. Grondona, De Narváez, la Dra. Elisa Carrió, Ceci Pando y toda esa gente bienpensante que –con alguna excepción- engalanó ese acto en El Rosedal, nacido del amor.

Pinky


Todo vuelve en este país ubérrimo.

Lidia “Pinky” Satragno vivió una jornada inolvidable de la castigada, interesante, prolífica, insólita realidad política que nos toca vivir: al ser la más excedida en juventud entre sus colegas, presidió la sesión en la que juraron aquellos que fueron electos en junio, mérito a una costumbre añeja de designar en la Presidencia de los cuerpos colegiados a los “decanos” en alternativas como esas.

Lidia/“Pinky” fue desde siempre una figura destacada del ambiente farandulesco local. Desde muy joven, “Pinky” –apodada así por su padre al verla nacer tan rosadita, según dijo la propia homenajeada en alguna entrevista- estuvo asociada a la también joven televisión, donde debutó en 1956.

Desde ese entonces construiría una carrera que de tan vinculada al medio le valió el apodo de “señora televisión”.

Fue tapa de todas las revistas de los 60’s anche 70’s, que se ocuparon demasiado de su compleja relación con Raúl Lavié –cantor de tangos, previa incursión en el cielo estelar del “Club del Clan”- quien, dicen, guarda recuerdos contradictorios de la “señora televisión”.

Como todo lo bueno tiene algo malo, ese aparato que tanto había hecho por ella, la dejó mal parada durante la última dictadura militar. La recuerdo presentando la televisión a color en 1979 y nadie que tuviera alguna edad entonces, olvida su papel coprotagónico al frente del programa "24 horas por Malvinas", que emitió el ATC de Galtieri durante la guerra inconcebible que se libró en esas islas.

Se reconoció lo extenuante que para los conductores del programa significó haber estado 24 horas al aire, más aún en el caso de “Pinky” quien –nadie dijo nunca lo contrario- no apelaba a los espirituosos recursos de su coequiper.

Se recuerda ese programa, además a cuasa de la infame estafa a la que fueron sometidos los cientos de miles que durante esas 24 horas desfilaron por el canal de la dictadura para dejar dinero en efectivo, joyas y valores de todo tipo, para contribuir a la “gesta patriótica” encarnada por Galtieri y terroristas de estado que lo azuzaban y secundaban en esa aventura criminal.

Criminales y miserables hijos de puta: hasta los chocolatines que se donaron distrajeron. “Pinky” y su coequiper fueron los mascarones de proa de ese saqueo aberrante infligido al pobre pueblo de este pobre país que había tenido y tendría otros tantos.

Al igual que Rosa María Juana/Mirtha, “Pinky” se declaró “proscripta” por el alfonsinismo de los primeros años de gobierno: tan luego “la señora televisión” no fue tenida en cuenta para las programaciones de los canales del Estado (que eran la mayoría) debido a su identificación con la dictadura militar saliente.

Su amigo Héctor Ricardo García la devolvió a la vida, cuando la conchabó en el canal “Tele Dos” de vida fugaz durante el epílogo del gobierno radical desde donde apoyó abiertamente la candidatura presidencial de Carlos Menem en 1989.

Paradójicamente o no, “Pinky” fue convocada a la política por el desde siempre indefinible Rodolfo Terragno, quien en 1995 –cuando finalizaba el primer gobierno de ese candidato que había apoyado con entusiasmo desde “Teledos”- era presidente del Comité Nacional de la opositora UCR, titularidad que había alcanzado por el mero afán de unos cuantos dirigentes de joder al “Cholo” Melchor Posse.

Terragno la afilió a la UCR que presidía y pensó para ella un desafío que estuvo a punto de alcanzar: la intendencia de La Matanza, ese municipio de la provincia de Buenos Aires en el que había nacido de una densidad poblacional, en número, superada por pocos estados provinciales.

Decía que estuvo a punto de ser intendenta de La Matanza y como tal se autoproclamó apenas se cerraron los comicios de octubre de 1999, que llevaron a Fernando de la Rúa y Carlos Álvarez a la Presidencia y Vicepresidencia del país. En televisión (como no podía ser de otra forma) se mostró emocionada ante el desafío de gobernar al distrito que denominó –con poco tino, tal vez-: “mi Matanza”.

No pudo hacerlo, porque encuestas a boca de urna al margen, el escrutinio le dio el triunfo a los de siempre.En mérito a sus esfuerzos de campaña, o por otras razones cuantificables de otro modo, fue designada como Secretaria de Desarrollo Social o algo así, del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires durante el interinato de don Enrique Olivera Padilla, sucesor de De la Rúa cuando éste asumió la Presidencia.

Terminada esa fugaz experiencia, se retiró a cuarteles de invierno, hasta 2007, cuando decidió reincidir en la lucha electoral, esta vez detrás del carismático Francisco De Narváez, algo lejos –no demasiado tal vez- de su otrora padrino político Terragno, integrando la lista de candidatos a diputados nacionales.

Y entró “Pinky” a la Cámara.

No se destacó demasiado durante sus dos primeros años en la Cámara –o por lo menos yo no he tenido noticias de su desempeño-, aunque claramente se opuso a todo lo que propuso el gobierno de Cristina Fernández a quien le depara un desprecio que nunca se preocupó en disimular.

Y como dije al principio, por esas cuestiones de la costumbre y del almanaque, presidió una sesión en la que pudo darse el lujo de tomarle juramento, entre otros diputados entrantes, a Néstor Kirchner.

A gente que conozco le gustó cómo sobrellevó ese debate caliente, yo me lo perdí, andaba en otros menesteres.

Lo cierto es que lo hizo y acaparó las alabanzas de la prensa libre que celebró la sesión como una derrota para la opresiva diktadura que asuela estas pampas, en la que todo es fungible en este 2009 enloquecedor: desde la “señora televisión” presidiendo la Cámara de Diputados, a su correligionario De Narváez cerrando la última campaña electoral en el set de Marcelo Tinelli al compás del amable reaggetón: “La vecinita tiene antojo”.

Georgina


Georgina Barbarossa es actriz y de hecho juega un papel muy divertido en una tira del Canal 7, aunque noregistro muchos trabajos suyos.
Tuvo predicamento en la tele, hace no tantos años siguió la senda trazada por la Reina Rosa María, de entrevitas alrededor de una mesa -en este caso ratona-.
Creo que el programa se llamaba: "A la tarde con Georgina" o una genialidad por el estilo, rol en el que supo alternarse con Carmen Barbieri de Bal.
En estas horas de eclosión de furia farandulera, Georgina había sido el ariete de los reclamos encrespados de las otras divas, precisamente porque había sido víctima de un robo.
Una mañana en la cual, tal como acostumbro, me torturaba con la Ruiz Guiñazú, escuché una nota que le hizo a la buena de Georgina el día después del robo que sufriera en su casa de descanso en las afueras de Mar del Plata.
La Ruiz Guiñazú estaba compungida y se presentaba solidaria con su entrevistada, naturalmente muy contrariada. Y dijo unas cuantas cosas, que reiteraría en "conferencia de prensa" en la puerta de su casa.
Rememorando un hecho muy duro que había vivido una década atrás (cuando durante un asalto mataron a su esposo) dijo que la profecía que anunciara en esas horas aciagas se había cumplido: "ya somos Colombia", dijo.
La escuché disculparse por compararnos con Angola: "somos Angola, perdonen chicos, pero somos Angola", sin dejar en claro si se disculpaba por el menoscabo al pueblo angoleño con el cotejo o por sugerir que vivimos en un país propio de negros de mierda.
Lo cierto es que relató Barbarossa el evento sufrido.
Me llamó la atención que pese a que estaba muy enojada, no cargó las tintas respecto de los dos "chiquitos" que habían interrumpido un asado que compartía con amigos para atracarlos.
Luego de destacar que "por suerte no estaban drogados" (vaya a saber cómo lo supo) describió el robo, diciendo que uno de ellos llevaba un arma y el otro, un ladrillo (sic). A preguntas de la Ruiz Guiñazú, transida por la emoción que revivía Barbarossa, relativizó el robo desde la cantidad poco significativa de enseres que pudieron llevarse los abstemios asaltantes, tal vez, infiero yo, porque eran dos y encima, uno de ellos debía cargar un ladrillo que le ocupaba una mano.
Lo mejor suele venir al final y una vez que hubo denostado Georgina a "nuestros gobernantes que no hacen nada", la Ruiz Guiñazú la despidió consternada, para dar paso al segmento dedicado a las noticias.
Tal segmento recogió la primicia, más o menos de esta forma: "En diálogo con Magdalena la actriz Georgina Barbarossa dio testimonio acerca del asalto que sufrió anoche en su quinta de Mar del Plata, a manos de dos delincuentes FUERTEMENTE ARMADOS que le DESVALIJARON LA CASA", para dar pie a la grabación de la entrevista en la cual se despachó contra la Presidenta y los gobernantes.
Cualquier opinión que sugiera que esta es una prueba más del poder de manipulación mediática será a cargo de un operador kirchnerista.

Rosa María, si tú me quisieras, qué feliz sería.

Tal el nombre real de la “señora de los almuerzos”, la entrañable “Chiquita Legrand”, quien como señala la nota de Polimeni que introdujo nuestro amigo Claudio, salió a la palestra a reclamar por un grado de mayor seguridad.
O según se lea, de represión policial.
Aludo a Rosa María Juana Martínez Suárez, a quien desde 1940 cuando debutó muy jovencita en la película “Hay que educar a Niní”, donde jugó un papelito con su hermana gemela, Silvia “Goldie” Legrand –que a poco de ese debut se refugió en su intimidad-, se la conoce como “Mirtha Legrand”.
No sé si fue ella quien eligió el pseudónimo (quien sabe si hace setenta años el nombre “Mirtha” tenía onda), cierto es que a partir de ese año, la carrera de Rosa María Juana/Mirtha tuvo siempre un rumbo ascendente. Filmó 35 películas, desde la comentada, hasta su último protagónico en 1964.
Sin embargo, nunca se destacó Rosa María Juana/Mirtha/Chiquita en los papeles que jugó en el cine, tal vez la única excepción haya sido su papel principal en “La Patota” (de 1960, dirigida por su marido Marcelo Tinayre), dicen –no me consta- que era aún peor en teatro.
Lo cierto es que más allá de mis opiniones, de relevancia bien que escasa, la popularidad, el predicamento actual, de la señora radica en su permanencia (casi ininterrumpida) del programa de entrevistas que conduce a los mediodías, alrededor de una mesa bien servida y mejor regada.
Con escasas excepciones, nadie se ha resistido al convite de la señora de los almuerzos, por caso, todos los presidentes argentinos de 1983 hasta la fecha comieron y departieron con la dama (algunos en ejercicio, otros cuando habían dejado el poder, dos de ellos antes de asumir).
Todos, o casi todos, desfilaron por ese programa opinando sobre todo, o mejor dicho escuchando a la anfitriona opinar sobre todo, imponiendo su opinión, en realidad.
Comenzó sus almuerzos en 1968 –que debió interrumpir en tiempos del tercer peronismo de los ’70 y durante el mandato de Raúl Alfonsín, lo que le recriminó personalmente- y hasta los ’90 supo ser el sinónimo de la frivolidad más frívola.
Recuerdo que hace unos años la señal de cable “Volver” (la misma que según anticipa una señora mayor cariacontecida de un spot televisivo corre el riesgo inminente de “desaparecer”) emitió un programa de la señora de 1978, durante el cual entrevistaba a Susana Giménez, Ginette Reynal, Claudio Levrino y un cantante portorriqueño que era (y sigue siendo, espero) muy famoso en el comedor de su casa a la hora del almuerzo.
Todos, con excepción de Levrino, durante tres cuartas partes del programa, se dedicaron a despotricar contra la “campaña antiargentina” que cundía en Europa en esa época, cuando se fabulaba acerca de la existencia de campos de concertación en “esta tierra de paz”.
Legrand fue la más activa en la defensa del gobierno militar, destacando la elegancia y la sobriedad del “Presidente Videla”, durante la ceremonia de clausura de la Copia de Fútbol que acababa de ganar el seleccionado argentino, comentarios que eran enfáticamente acompañados por Giménez, por Reynal (tan herido estaba su sentimiento patriótico que se había costeado hasta París para participar en un desfile de modelos organizado por la embajada argentina, sede diplomática que alternaba esas actividades filantrópicas con otras a cargo de los buenos muchachos del Alte. Massera en el Centro Piloto) y desde luego por el tenor caribeño, que desmentía esa campaña tan contrastante de la realidad que había palpado en las calles de Buenos Aires.
El único que guardaba un silencio incómodo cuando Legrand perseveraba en defender al régimen de las mentiras de los conspiradores europeos (con eco en los tres comensales aludidos) era Levrino, quien intentaba –pocas veces con éxito- a derivar el diálogo al rendimiento de los jugadores en el Mundial.
Disculpándome por la digresión, vuelvo a la transformación de Rosa María Juana/Mirtha a su programa, o al nuevo cariz que tomó de un tiempo a esta parte. Se dice que la anfitriona de los almuerzos es una especie de “portavoz” de la “gente”, espetándoles a los invitados lo que la “gente” piensa. Por todos, el evento decisivo de esa constante fue cuando hizo atragantar al entonces gobernador Eduardo Duhalde, al preguntarle si era cierto que “estaba en la droga” o alguna sutileza por el estilo.
Con todo, nunca se la había visto tan resuelta a la señora como a partir de mayo de 2003, en una oposición tan frontal, tan absoluta a un gobierno.
Si es cierto aquello de que el que avisa no traiciona, hay que reconocerle a Rosa María Juana/Mirtha que esa postura enconada al régimen de los Kirchner se lo hizo saber al presidente electo y a su esposa, entonces Senadora Nacional, en esa legendaria mesa, cuando alertó acerca de la creencia de la “gente” de que “se venía el zurdaje”.
Incómodo, Kirchner la cruzó con alguna sutileza y nunca volvió a ese set de televisión. Tampoco su esposa.
Es por todo ello, que la actual cruzada en pro de un poco de orden de la venerable señora de los almuerzos no es antojadiza, arriesgada o insincera, bien lejos de ello, traduce una coherencia de más de treinta años de sucesivas indigestiones.

Su


Susana Giméndez completa el terceto de celebridades que decidieron ponerle el pecho al clima de inseguridad reinante que acosa la tranquilidad y la psiche de buena parte de nuestra bienpensante sociedad porteña, hace un par de meses.
Comparte con Doña Mirtha Legrand, no sólo una constancia digna de ponderar en el reclamo de “más seguridad” –sobre lo que me explayaré- sino también aristas que merecen ser destacadas en cuanto a sus respectivas carreras artísticas.
Nunca fue muy buena actriz que digamos, la Su.
No la vi en teatro, por lo que no la juzgo, pero sí en el cine. Una vez más, evoco el canal “Volver” (que parece que corre riesgo de “desaparecer” a manos de la dictadura K, tal como vaticina la dama que en un spot publicitario recorre los pasillos del archivo de esa señal), donde sábados pasados daban una película por varios motivos hilarante: “He nacido en la ribera”. El protagonista masculino, Arturo Puig (Miguel Notari), era la promesa del Boca Juniors de los primeros ’70 y se extraviaba a manos de una modelo que representaba una marca de jabones de tocador (papel jugado por la Su). Miguel, un pibe de barrio que le “debía” el título secundario a papá Notari (interpretado Luis Tasca), tenía una barra de amigos heterogénea desde la edad, por lo menos, integrada por Eddie Pequenino, Fidel Pintos, Santiago Bal, Gino Renni y un tal “Greco” (que parece que era famoso en ese tiempo y canta y baila a lo largo de toda la película), presa de la seducción de ese minón, el Nene Notari empieza a dejar las prácticas del club, trasnocha, fuma y bebe demasiado. Todo se pone peor cuando la diosa le exige cambiar de barrio (porque como sugiere la película, Notari había nacido y vivía aún en la ribera, en un conventillo de la ribera, para más datos). No llegué al final, por lo que no sé si el Nene Notari siguió a la diva a Palermo chico o se decidió por el fóbal, la barra de amigos, la Vieja y don Notari.
Lo cierto es que Su no descuella en esa película, ni lo haría en tantas otras que filmó, con un par de excepciones: su protagónico en “La Mary” (dirigida por Tinayre, nuevo punto de contacto entre las celebridades que se evocan), punto de partida de una relación demasiado intensa que la Su con Carlos Monzón. Dicen que dicen que, tal vez por no ser actor, a Carlos se le iba la mano en las escenas calientes de esa película y que en un par de ocasiones (o más), parece que ambos protagonistas la siguieron sin cámaras, asistentes ni director. No etuvo nada mal, hay que reconocerlo, en su logradísimo rol de falso travesti en “Mi novia el…” con Alberto Olmedo.
Aunque el predicamento actual de la Su, nace de su programa de televisión, que supo ser cotidiano, y que nació (pocos lo recuerdan) en el ATC alfonsinista, allá lejos, en 1987. Al igual que la viuda de Tinayre, la Su, detesta a los K, aunque supo ser complaciente con todos los gobiernos con los que coexistió su programa: confesó haber votado a Menem en 1995 –como si hubiese hecho falta-, quiso darle una mano al inayudable Fernando de la Rúa cuando renunció el Chacho Álvarez en 2000, e incluso fue amable con Eduardo Duhalde. Esa tarea, además de redituarle popularidad y predicamento, contribuyó a que pudiera amasar una fortuna considerable que, dicen, no radicó en el país, sino en paraísos fiscales o en la ciudad de Miami, en la que seguramente quiere vivir y morir.
Será porque no se siente segura en Buenos Aires.
Últimamente –a principios de año, creo- indignada por la muerte de un amigo suyo abominó de los “delincuentes”. Dijo: “el que mata, tiene que morir”, además de despotricar contra los “derechos humanos de los delincuentes”. Ahora, como señala Polimeni, vuelve sobre este tema que tanto le preocupa, que es una obsesión para la Su.
Y no le resto valor a su predicamento, desde la audacia que le reconozco, siendo que la vida de la Su –sus maridos, amantes, novios, acompañantes ocasionales- está plagada de delitos y de delincuentes. Que ella misma tuvo que enfrentar –con discutible dignidad- un entrevero difícil: aludo a aquella vez en la que escondió un Mercedes Benz debajo de una montaña de paja, tal vez porque era fruto del contrabando y del uso que se había hecho de un discapacitado para conseguir una quita suculenta en su precio para ingresarlo al país.
Resulta de su parte, siendo ella –habiendo sido, en verdad- autora de un delito tan deleznable quien se interrogue acerca de los derechos de los “delincuentes”, un aporte sacrificial que creo, vale la pena destacar.

Crispaciones


Un par de noches atrás, me detuve a escuchar a la Dra. Elisa Carrió.
Era entrevistada durante uno de sus acostumbrados raids televisivos.
Esa constante la erige, en ese ámbito cuanto menos, en una referente sino excluyente, cuanto menos ineludible de la oposición política al gobierno de la presidenta Fernández de Kirchner; no obstante la austera cosecha electoral de su reciente candidatura.
Durante esa entrevista Carrió, dejó a salvo una vez más su disenso categórico con el gobierno nacional, anticipando –fiel a su estilo- la inminencia de una crisis agonal del sistema que impugna con su conocido estilo; caracterizada, según dijo, por el afán de sectores del gobierno nacional en producir una suerte de “auto-golpe” que beneficiaría al sector político gobernante, alternativa, que a mi juicio, no supo justificar.
En el marco de este estado de cosas, y en resguardo de los compromisos políticos asumidos por el Estado argentino en el ordenamiento internacional, según dijo, se dedicó a repartir notas en sendas embajadas de Estados del continente y europeos, a fin de reafirmar la vocación de su partido y de ella misma, en el sostenimiento del sistema democrático.
Algo comprensiva –según se lea- con la presidenta Fernández de Kirchner (a quien caracterizó como una “víctima” de su antecesor y esposo, mediante elucubraciones psicológicas de vuelo y rigor opinables) manifestó la necesidad de que culmine su mandato y la vocación del sector político que representa, cuanto de aquel que denominó “la oposición”, en facilitar esa culminación, dejando a salvo que el problema del país era, sin eufemismos, el “peronismo”.
Por fin, o cuanto menos desde las impresiones que sus conceptos me dejaron que evoco de memoria, reconoció amenazas externas al propio partido gobernante, proclamando su voluntad pacificadora desde la prédica que sostuviera de un tiempo a esta parte, resumida por la dirigente en el imperativo de “desmovilizar” a la sociedad, instando a la “gente” a que “se quede en su casa”.
Como se entrevé, esta nueva opción de la versátil Dra. Carrió me impresionó desde muchas aristas, por todas: la apuesta a la desmovilización o en ese mismo andarivel, la impugnación de las movilizaciones verificadas días pasados en la ciudad de Buenos Aires como un estado de “caos”, que debía evitarse.
Así Carrió se ubica antagónicamente a la tradicional prédica de los movimientos nacionales argentinos que desde siempre han apostado a la movilización popular como acicate. El anatema al “pueblo en la calle” reafirma una postura ideológica y política que viene cultivando de un tiempo a esta parte y que parece ser definitiva. La ecuación es astuta a su vez: que se vea la política por TV, ámbito en la cual la diputada electa resulta, indiscutidamente, imbatible.
Sin desmedro de ello, cabe darle crédito, por lo menos yo lo hago desde mi comprobación, a la referencia acerca de la antipatía de la “gente” a la Presidenta y a su esposo, aunque evitó en este caso vaticinarles el final de un dictador rumano o repetir lo que había sostenido en el programa “Hora Clave”, que la “gente en la calle los quiere matar”.
Esa ojeriza es cierta, afirmación que no pretende justificar el uso que Carrió hace de él o por lo menos, el modo mediante el que lo expresa.Y propongo discutir por qué de ese desamor de ciertos sectores.
Si es causa o consecuencia de una prédica mediática demasiado visceral, sumamente crispada (véanse las notas que sugiero consultar), las razones de su génesis.La posibilidad de superar este estado de cosas, que tan alejado está de un ideal de democracia consensual.
Notas relacionadas:"Demasiado silencio", por Eduardo Sigal, Página/12 (13/11/09) http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-135219-2009-11-13.html"Bicentenario, tumbas y estatuas", por José Pablo Feinmann, Página/12 (8/11/09)http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-134916-2009-11-08.html"El mano a mano que selló la paz", por Joaquín Morales Solá, La Nación (12/11/09) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1198534

Bienvenida


Estimados:
Hace unos meses (desde julio, como lo sugiere su designación), un grupo plural de porteños y porteñas, algo confundidos, conformamos un ámbito para el debate sobre temáticas surtidas, con la pretensión de motivar una polémica que contribuya al fortalecimiento, aún desde este espacio íntimo, del sistema democrático con contenido social.
A los encuentros personales (en bares varios de la Ciudad de Buenos Aires), sumamos el ámbito virtual del grupo conformado en "Facebook", en cuyo seno (a la fecha que escribo), somos ya, 94.
Como algunos amigos interesados en nuestros diálogos y debates son resistentes a integrarse a esa red virtual, bien aconsejado por un querido compañero, replicaré en este ámbito (que espero tenga vuelo propio en poco tiempo) todo lo que se cuece en aquel "sitio madre".
A todo interesado que esté adherido o lo haga a aquella red, lo invitamos a sumarse en el enlace : http://www.facebook.com/group.php?v=app_2373072738&gid=195397246360#/group.php?gid=195397246360.
Comenzamos hoy, veremos qué pasa.