sábado, 29 de mayo de 2010

Un bicentenario peronista.


Anduve garabateando ideas de un tiempo a esta parte, acerca de las impresiones que me han dejado los cuatro días de pacífica y popular fiesta organizada por el Gobierno Nacional en razón de los doscientos años transcurridos desde la Junta de Mayo de (naturalmente) 1810.

Aunque rechacé la voracidad de un mercachifle que me propuso su venta a cincuenta mangos, podría vestir por derecho propio la remera que ilustra el logo del evento y reza la frase: “yo estuve”, porque no rehuí el cuerpo y –aunque reacio a las manifestaciones masivas-, me sumé a los festejos.

Son muchas las impresiones, sensaciones y significados de los cuatro días de la semana pasada, dicen de nuestro ahora, proyectan hacia el futuro.

Ante todo me gratificó, tanto la presencia masiva en las calles, la escasa presencia policial, como la ausencia de desmanes, delitos y desbordes anunciados y esperados por unos cuantos.

Se reunieron más de diez millones de personas y no se registraron muertes, saqueos, siquiera un vidriera rota, rotundo mentís al cacareado estado de inseguridad desbordado con el que se machaca desde ciertos medios de comunicación.

Fue muy lindo formar parte de esos festivales nutridos, ciertamente, por gente, aunque por sobre todo, por pueblo, dispénseseme el populismo, si es que aludir al pueblo como tal lo supone.

El público que nutrió a los festejos fue, ante todo, de clase media baja, o baja a secas, que se puso lo que tenía y salió a festejar: a escuchar al Chaqueño, a la Sole, a Páez, a Gieco, a Federico, a Salgán, a deambular por el “Paseo del Bicentenario”, a cantar el Himno, a impresionarse con las proyecciones en el Cabildo, con las insuperables carrozas de “Fuerza Bruta”.

Bicentenario de choripanes, patys, panchos. De pendejerío feliz. De ropa gastada de tanto lavarla. De olor a culo, a pata, a leña, a carbón.

Bicentenario de calzado mistongo, de alpargatas, de cumbia, de tango, de rock, de murga y de folklore.

Bicentenario gozado por quienes el Gobierno Nacional ideó como destinatarios.

No asistí a un solo intercambio de opiniones, siquiera: ante el pisotón o codazo inevitable, había un pedido de disculpa; ante cada entonación del himno, el abrazo con el que tenías al lado.

Iba a aludir a los fastos, al significado de ciertas decisiones políticas que se dijeron al descuido pero dicen demasiado (por todos, se dio lugar a quienes hace cien años eran indigeribles por el poder conservador: los pueblos originarios, Juan Manuel de Rosas, José Gervasio de Artigas, Hipólito Yrigoyen) o de cierta catilinaria hecha de un veneno mal digerido, de un racismo auto-ofensivo desde su patetismo, aludo a: “Patriotismo” de José Eliaschev (para aquel o aquella que se quiera indigestar: http://www.perfil.com/contenidos/2010/05/22/noticia_0042.html), pero no ando con ánimo.

Se me cuestiona, demasiado seguido, mi abandono –presunto, aclaro yo- del sector político que fuera el de mi pertenencia política desde mis diez años de edad. No creo que tenga sentido volver sobre el tema.

Primeramente por su escaso interés, siendo además que mucho he escrito sobre el punto, aunque en la semana y a guisa de este espacio se me recordó esa pretensa infidelidad.

No la niego, es más ratifico y me jacto de ella. No sé si estaré en lo cierto, aunque como tantos radicales me arriesgo a apostar por un proyecto que con sus menos expresa un sentido de la política con el cual –creo fervientemente- sería desgraciado disentir.

La significación central del evento “Bicentenario” –y voy concluyendo esta entrada despareja y visceral- subraya el lugar que se propone desde este lugar, como aquel que se auspicia desde otras alternativas, dirimiendo –en mi caso- la decisión correspondiente.

Por ello, por lo que se escribió en esta entrada y lo que vino escribiéndose en otras, embargado por el entusiasmo, elijo optar por la propuesta que encarna el gobierno de la presidenta Fernández que supo y pudo ofrecer ese inolvidable y maravilloso Bicentenario peronista.

martes, 18 de mayo de 2010

Amiga, señora Mirtha Legrand


la quiero, la llevo en el corazón.
Me agrada, me envuelve su seducción...

Y seguía la letra sentida, elaborada del extinto Aguilé.

Cierto es que anoche, el tendencioso aunque eficaz “6-7-8”, repasó el almuerzo celebrado en la mesa de la "amiga, señora Mirtha Legrand", ocasión en la cual la anfitriona dejó caer una reflexión, no obstante para nada original, ilustrativa de un discurso que se sostiene desde los medios de comunicación.

Dijo la anciana animadora que, habiendo transitado por experiencias políticas de diverso pelaje que enumeró con puntillosidad (el primer peronismo, los gobiernos radicales, “López Rega”, “los militares”), no recordaba como ahora, la evidencia de un clima de miedo general.

A punto tal, subrayó, que quienes se oponen al gobierno nacional deben hacerlo (en público) en “voz bajita”, giro que ilustró pronunciándolo, precisamente, en voz baja.

En primer término, destaco que me sorprende el diagnóstico de la viuda de Tinayre, escuchado en boca (con perdón de la palabra) de uno de los contertulios del almuerzo, el prolífico autor de “Best Sellers”, Luis Majul.

Tal vez, parafraseando a la presidente Fernández, viva yo una realidad distinta de la de mis congéneres, en la medida que en mi recuerdo –más austero en lapso que el de la añosa Legrand- no registro una época de mayor pluralidad informativa y de libertad ciudadana en líneas generales.

A poco de escribirlo, el repaso de la agenda de este agitado 2010 propone ratificar mi opinión anterior: durante ninguna de las experiencias puntualizadas por la conductora hubiese sido siquiera posible plantear el matrimonio entre personas del mismo sexo, paradigma que –no obstante sea sujeto a crítica- lejos parece admitir el estado de cosas totalitario que se refirió.

Por caso, y en homenaje a quienes ven en el gobierno de Cristina Fernández un dejo socialista tradicional, en la isla de Fidel y Raúl Castro la homosexualidad sigue siendo un delito, por lo que la iniciativa aprobada la semana pasada por la Cámara de Diputados ubica al país entre las naciones con legislaciones más avanzadas (según se lea y aclaro, leo yo) del planeta.

Se hablaba de miedo y de persecuciones en un contexto en el cual se impugnaba categóricamente al gobierno pretensamente autoritario y muchos asentían.

Dicho al pasar y como se señaló, la anfitriona destacó que la ausencia de libertades era peor que en tiempos que definió como los de “López Rega”, soslayando que en esa época el canal para el cual ofrecía almuerzos de pareja indigestión como los que sigue proponiendo ya avanzado el siglo XXI, fue nacionalizado por el interinato de Raúl Lastiri y ella y su finado esposo, echados como perros.

Compartía la mesa la Senadora Nacional y periodista (RE) Norma Morandini.

La Morandini fue víctima de la última dictadura militar, padeció persecuciones y exilio y en este tiempo cuestionable desde muchos aspectos, pero innegable desde su liberalidad, asentía los desvaríos de la Legrand.

Otro tanto hacían el Dr. Nelson, untado paladín de la libertad de expresión (recordemos su sonada e inmediatamente acallada transacción por millones de dólares el año pasado) y el brillante Luis Majul.

En fin, cierro paradójicamente, haciéndome eco de esa dama cariacontecida que recorre los pasillos del canal “Volver”:

No sé, no entiendo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Sanz: nostalgias del asado y el parqué.



En la última entrada de este espacio, algo abandonado por el cansancio y la multiplicidad de intensas actividades, reafirmé principios y pasé revista, en homenaje a queridos amigos que les interesa saber en qué ando, sobre las razones que determinan mi adhesión al proyecto iniciado en mayo de 2003.

En este caso, procuraré desarrollar con apuro y poco rigor, los motivos por los cuales me resulta parejamente imposible integrar –siquiera simbólicamente- el espectro del que fue y (por esas razones insondables del alma humana) sigue siendo mi Partido, la Unión Cívica Radical.

Cuán tristes, amargas, patéticas, vienen siendo las horas de mi Partido.

Encolumnados detrás de un sujeto como el Ing. Cleto; aupado a las tácticas de un factor de poder, enhorabuena, en jaque y de todo otro que les posibilite alguna ilusión de volver a disponer de la administración –necesariamente breve, para felicidad de la Patria- del Estado Nacional, ofrendando trayectorias, principios, ideas y por cierto, anos y vaginas a tan espurio altar.

Hablo de don Ernesto Sanz, presidente del Comité Nacional de mi Partido y la reedición (adhiero al sentido de la nota publicada hoy en Página/12) de aquel ideario del radicalismo antipopular y reaccionario de los ’50s y ‘60s que proponía que la obra reparadora del primer peronismo había sido envilecida desde el uso que le dieran sus destinatarios, desde luego, los pobres. Los negros. Los grasas. Los indígenas, como supo calificarlos en la semana que pasó el (ex) querible locutor Fernando (Pochulu) Bravo.

“Margaritas a los chanchos”, habría dicho alguna tía abuela desaprensiva del género humano a mediados del siglo que pasó, en alusión a las viviendas dignas que el Estado protector peronista les entregaba a los desamparados de entonces y apuraba alguna anécdota que daba por válida: “arrancan la madera del parqué para hacer asado”; “no saben para qué sirve el bidé y lo usan para plantar perejil” y otras filantropías.

Más sofisticado, Ernesto Sanz (laureado “mejor político” de 2009 por decisión de un Jurado de notables integrado –entre otras eminencias- por la stripper de suerte esquiva del elenco de Marce Tinelli, Doña Nina Peloso de Castells) reflexionó acerca de la asignación universal por hijo, dispuesta por decreto de la presidenta Fernández a fines del año pasado, extremo que refleja la referida nota de “Página/12” y me fuera advertido ayer por Gonzalo, querido amigo, silencioso, aunque decisivo en la gestación y cariz de este espacio.

Leemos en “Página/12”: “En el conurbano bonaerense la Asignación Universal por Hijo, que es buena en términos teóricos, se está yendo por la canaleta de dos cuestiones: el juego y la droga”, sentenció. En la misma oportunidad se quejó de los piqueteros que pretenden acceder al plan de cooperativas Argentina Trabaja, a quienes caracterizó como “un ejército que paraliza la Capital Federal”. Pero sus reflexiones fueron mucho más allá.

“Estamos hoy perjudicados por un gobierno que cree que la distribución de la riqueza pasa por la distribución de dinero de los gobernantes. Esto tiene que ver con cuestiones que son positivas: jubilaciones, asignación universal, planes sociales. Positivas, digo, en teoría. Pero nosotros creemos que no hay método más potente en redistribuir riqueza, que es generar riqueza y apostar a los sectores que la generan (...). El Gobierno cree que los sectores que generan riqueza son cuasienemigos a los que solamente hay que sacarles en materia de impuestos, retenciones y demás, para luego, desde la Casa Rosada y con la birome en la mano, redistribuirlos en asignaciones universales, clientelismo, planes de cooperativas de trabajo para el conurbano bonaerense, que lo único que generan son esos ejércitos que ustedes vieron ayer (por el jueves) paralizar la Capital Federal (...). Algunas herramientas que son buenas en teoría terminan desvirtuándose en el camino. En el conurbano bonaerense la Asignación Universal por Hijo, que es buena en términos teóricos, se está yendo por la canaleta de dos cuestiones: el juego y la droga. Usted advierte del dos al diez cómo aumenta la recaudación de los bingos y de los casinos, y cómo se nutre el circuito ilegal de la droga a través de la plata que recaudan los famosos dealers de la droga
”.

Veamos.

Indignación al margen, destaco del exabrupto de Sanz dos cuestiones importantes: ha sido y sigue siendo ineficaz el Estado en la lucha contra los dos flagelos destacados por el referente de Isaac Rojas. Nada o muy poco se ha hecho en ese terreno y la mera observación da cuenta del aumento exponencial del consumo de esa pseudo droga aniquiladora y de las parejamente aniquiladoras máquinas tragamonedas que se reproducen por la Capital y el conurbano sin descanso.

Soslaya, en este último caso Sanz, que un empinado dirigente del partido que preside, el “Tano” Angelizi, es un poderoso empresario del juego con cuyos frutos solventa –en menor medida que otros rubros- la maquinaria radical, aunque insisto en que acierta al poner de relieve esos factores de desintegración social y ruina humana.

Todo lo demás es patético, miserable, irresponsable y cruel.

No por casualidad confronta el autor de la nota que cito, David Cufré, las desmelenadas declaraciones de Sanz con estudios del CONICET, desde que no explica Sanz, no podría hacerlo tampoco, las fuentes sobre las que basa su parrafada: sabido es que el comercio y consumo de drogas, el juego en menor medida, arrojan estadísticamente por así decirlo, una “cifra negra” condigna de su marginalidad.

Desde que no es legal el tráfico de estupefacientes, no existen registros de naturaleza alguna que arrojen luz sobre ello. Podría aludirse a las estadísticas policiales o judiciales, alternativa que descarto desde su característica morosidad y la indisponibilidad de aquellas de principios de año a la fecha.

No estará atento a esas minucias, el presidente Sanz, desde que el objetivo se ha logrado, reasumir el discurso antipopular de un radicalismo que se presenta como materia dispuesta de los intereses heridos por el proyecto gobernante y de las indignaciones clasemedieras de la bienpensante Ciudad de Buenos Aires, dejando –parece- definitivamente atrás la política redentora de esos renuncios desde la formulación que propuso en los ’80 para la UCR y el país el (definitivamente) fallecido Raúl Alfonsín.

sábado, 1 de mayo de 2010

La esencia del escorpión.


Dijimos en este espacio muchas veces que la etapa abierta en mayo de 2003 propuso la vuelta de la política.

Decíamos, creemos en ello, por cuanto –felizmente- sin desmedro de los veinte años ininterrumpidos de políticos en la Casa Rosada, con la inflexión del proyecto político del primer presidente democrático de la etapa, Raúl Alfonsín, los factores de poder, las “corporaciones” en palabras del mandatario radical, impusieron sucesivamente a cada unas de esas administraciones su agenda, sus dictados.

Para los dos partidos políticos que se sucedieron en el poder, no tanto tal vez, para el frente que tuvo su (breve) turno entre 1999 y 2001, esa alternativa se tradujo en una revisión de principios, ideas y tradiciones, aunque fueran expresadas según el temperamento de cada uno de sus protagonistas.

Si Alfonsín asumió el desafío con gravedad patriótica, en el imperativo de salvar hacia el futuro el sistema político nacido del derrumbe de la última dictadura, Menem opuso la fantasía de un breve e ilusorio ingreso al “primer mundo”, De la Rúa mintió austeridades republicanas y Duhalde se encomendó a Dios.

El resultado por todos conocido, determinó la destrucción o reconstrucción de un país abismalmente distinto del ideado por aquel lejano general Perón a mediados del siglo pasado, de cariz inclusivo, a tono con los modelos socio económicos del mundo de la posguerra.

Decíamos que había vuelto la política en 2003, desde el desafío de esa dirigencia a ciertos mandatos incontrovertibles impuestos desde la economía.

Recuerdo por caso, que en tiempos de Menem, el diario “Clarín” alteró las secciones del periódico: si desde siempre la primera había sido: “política”, a partir de la segunda Presidencia del riojano la primacía era para: “política económica”, para sincerarse en tiempos de De la Rúa y encabezar con “Economía”.

Era el síntoma de un estado de cosas que no daba lugar al cuestionamiento de cierta lógica económica, vista por cierto desde los intereses de los actores con poder económico, que inhibía a la política y a los políticos de la incidencia en ese terreno. Eran leyes incontrovertibles y las apelaciones (que aún hoy se escuchan) a la “seguridad jurídica” de empresarios, inversores o especuladores financieros formaban parte de la agenda cotidiana de lo que se discutía en el país en esos años.

Evoco que se sostuvo en 1999 que las posibilidades de Eduardo Duhalde de acceder a la Presidencia se evaporaron ante la mera mención del candidato de evaluar una posible moratoria a la gravosa deuda externa que pesaba sobre el país.

Ni siquiera era electoralmente redituable una propuesta que contradijera esos dictados incólumes, por más sensata que fuera.

Vuelvo al inicio y destaco que, en mi mirada al menos, lo que más me sorprendió de Néstor Kirchner y su gobierno, apenas comenzaba, fue el cambio de registro que propuso y produjo en ese terreno, cuestionando desde la política tales verdades hasta entonces, sagradas.

A lo dicho, y me disculpo por tanto vaivén, es bueno recordar que en el pozo de la crisis, cuando estábamos a merced de los dictámenes y el humor del indio Singh, llegó a barajarse la idea de una suerte de regencia, propuesta por el economista Rudi Dornbusch, que extracto de: http://www.clarin.com/diario/2002/07/27/e-02003.htm.

Su propuesta económica, presentada en un editorial titulado ‘Argentina: un plan de rescate que funcione’ —escrito juntamente con Ricardo Caballero en marzo de este año— ilustra su espíritu provocador e innovador. Dornbusch propuso en ese artículo que la Argentina rindiera su soberanía en todo lo que se refiere a asuntos financieros, por cinco años, a un organismo internacional. Explicó que en Argentina se rompió el contrato social, y que ningún grupo quiere ceder a otro el poder para buscar una solución. Dornbusch recordó la experiencia de Austria después de la Primera Guerra Mundial cuando la Liga de Naciones nombró a un comisionado para asegurar que se realizaran las reformas que los austríacos necesitaban. ‘Ha llegado el momento de ser extremista’, dijo Dornbusch, consciente del debate que originaría.”

Ese era el país de 2003 y la osadía sensata de Néstor Kirchner merece ser ponderada desde el mero inventario somero que se propone.

El escenario nacido del gobierno de 2003 supuso avances y retrocesos, esperanzas, temores, adhesiones desenfrenadas, odios parejos, recrudecidos éstos desde la asunción de Cristina Fernández en diciembre de 2007, iniciando el segundo turno presidencial de esa propuesta.

Nada de lo que se dijo es original ni fue obviado en este espacio, pero creo que era necesario refrescarlo al encarar el nudo de mi opinión.

Dije alguna vez que no comprendía bien el desamor intenso, militante, de vastos sectores de las clases medias urbanas al kirchnerismo: mejoraron su economía, en muchos casos salieron de pozos abismales no pocas veces a costa de la postración de los sectores relegados por la etapa que se dejaba atrás.

Se propuso un discurso afín con cierto ideal del porteño medio: una Corte Suprema digna, una reactualización de la política de derechos humanos abandonada desde 1987 (allí encuentro yo los motivos de la ojeriza, algo se ha dicho sobre eso), la mera salida del angustiante panorama de 2001, y otras particularidades que se me escapan, quizás.

Hubo una suerte de encantamiento porteño con aquel Presidente inesperado, que aunque nunca se tradujo en votos (nunca el kirchnerismo fue taquillero en la Capital) aparecía como disonante de los odios acumulados contra casi todos sus antecesores.

De allí, tal vez, el trabajo de Ernesto Tenenbaum y su expresivo título: ¿qué les pasó? (que no leí ni creo que vaya a hacerlo), expresivo de un sorpresivo desencanto de tanto porteño bienpensante que se refugia en la propuesta cómoda y tardía de Fernando “Pino” Solanas.

Entre tantos reconocimientos que tributo al kirchnerismo encuentro saludable su audacia en determinados temas que aparecen como innegociables, que a su vez suponen un avance democrático y civil que tal vez se reconozca con el tiempo.

La Ley de Servicios de Medios Audiovisuales, la batalla por su sanción, la apelación a consensos extra-espacio gubernamental y las reacciones que suscitó en su principal destinatario fue un hallazgo del gobierno, a la vez que le permitió la recuperación de capital político desde el cambio sutil, aunque importante que motivó en muchos que vieron detrás del velo de información la prédica demonizante de quienes oradaban al proyecto por lo bueno (y peligroso a sus intereses) que encarnaba.

Apostó fuerte el gobierno y en muchos aspectos ganó, instalando un debate necesario e imposible en tiempos no tan lejanos, como el manejo de la información y el poder que ello significa. Por caso, no conozco a nadie que siga leyendo “Clarín”, escuchando “Radio Mitre” o mirando “TN” con la mirada anterior a la instalación de ese debate.

Un debate necesario, para este tiempo y para el que viene, salvo que sea encarnado por alguna nueva experiencia que venga a reeditar una como aquellas que sumisamente administraban los intereses de los grupos de poder de siempre.

Todo lo que vengo diciendo, sino se desmiente, se relativiza ante los hechos suscitados en estos últimos días. No logro entender cómo, por qué cierto sector del espacio gobernante decide tirar por la borda, del modo más imbécil, más pueril, tanto capital político colectado con parejo esfuerzo.

No hallo respuesta. Barajo teorías conspirativas, psicologismos de mesa de café y no me cierra.

No comprendo quién puede alentar la pegatina de afiches contra periodistas del multimedio “Clarín”, cómo puede leerse conducente o eficaz el “escrache” a un periodista de espectáculos durante la presentación de un libro en la Rural.

Me pregunto si querrán irse, si Néstor tiene miedo a ganar, si les tributa algo la antipatía de la clase media porteña y repito, que no hallo respuesta.

No me gusta la figura, pero acabo invariablemente en aquella fábula del sapo y al esencia del escorpión.