sábado, 1 de mayo de 2010

La esencia del escorpión.


Dijimos en este espacio muchas veces que la etapa abierta en mayo de 2003 propuso la vuelta de la política.

Decíamos, creemos en ello, por cuanto –felizmente- sin desmedro de los veinte años ininterrumpidos de políticos en la Casa Rosada, con la inflexión del proyecto político del primer presidente democrático de la etapa, Raúl Alfonsín, los factores de poder, las “corporaciones” en palabras del mandatario radical, impusieron sucesivamente a cada unas de esas administraciones su agenda, sus dictados.

Para los dos partidos políticos que se sucedieron en el poder, no tanto tal vez, para el frente que tuvo su (breve) turno entre 1999 y 2001, esa alternativa se tradujo en una revisión de principios, ideas y tradiciones, aunque fueran expresadas según el temperamento de cada uno de sus protagonistas.

Si Alfonsín asumió el desafío con gravedad patriótica, en el imperativo de salvar hacia el futuro el sistema político nacido del derrumbe de la última dictadura, Menem opuso la fantasía de un breve e ilusorio ingreso al “primer mundo”, De la Rúa mintió austeridades republicanas y Duhalde se encomendó a Dios.

El resultado por todos conocido, determinó la destrucción o reconstrucción de un país abismalmente distinto del ideado por aquel lejano general Perón a mediados del siglo pasado, de cariz inclusivo, a tono con los modelos socio económicos del mundo de la posguerra.

Decíamos que había vuelto la política en 2003, desde el desafío de esa dirigencia a ciertos mandatos incontrovertibles impuestos desde la economía.

Recuerdo por caso, que en tiempos de Menem, el diario “Clarín” alteró las secciones del periódico: si desde siempre la primera había sido: “política”, a partir de la segunda Presidencia del riojano la primacía era para: “política económica”, para sincerarse en tiempos de De la Rúa y encabezar con “Economía”.

Era el síntoma de un estado de cosas que no daba lugar al cuestionamiento de cierta lógica económica, vista por cierto desde los intereses de los actores con poder económico, que inhibía a la política y a los políticos de la incidencia en ese terreno. Eran leyes incontrovertibles y las apelaciones (que aún hoy se escuchan) a la “seguridad jurídica” de empresarios, inversores o especuladores financieros formaban parte de la agenda cotidiana de lo que se discutía en el país en esos años.

Evoco que se sostuvo en 1999 que las posibilidades de Eduardo Duhalde de acceder a la Presidencia se evaporaron ante la mera mención del candidato de evaluar una posible moratoria a la gravosa deuda externa que pesaba sobre el país.

Ni siquiera era electoralmente redituable una propuesta que contradijera esos dictados incólumes, por más sensata que fuera.

Vuelvo al inicio y destaco que, en mi mirada al menos, lo que más me sorprendió de Néstor Kirchner y su gobierno, apenas comenzaba, fue el cambio de registro que propuso y produjo en ese terreno, cuestionando desde la política tales verdades hasta entonces, sagradas.

A lo dicho, y me disculpo por tanto vaivén, es bueno recordar que en el pozo de la crisis, cuando estábamos a merced de los dictámenes y el humor del indio Singh, llegó a barajarse la idea de una suerte de regencia, propuesta por el economista Rudi Dornbusch, que extracto de: http://www.clarin.com/diario/2002/07/27/e-02003.htm.

Su propuesta económica, presentada en un editorial titulado ‘Argentina: un plan de rescate que funcione’ —escrito juntamente con Ricardo Caballero en marzo de este año— ilustra su espíritu provocador e innovador. Dornbusch propuso en ese artículo que la Argentina rindiera su soberanía en todo lo que se refiere a asuntos financieros, por cinco años, a un organismo internacional. Explicó que en Argentina se rompió el contrato social, y que ningún grupo quiere ceder a otro el poder para buscar una solución. Dornbusch recordó la experiencia de Austria después de la Primera Guerra Mundial cuando la Liga de Naciones nombró a un comisionado para asegurar que se realizaran las reformas que los austríacos necesitaban. ‘Ha llegado el momento de ser extremista’, dijo Dornbusch, consciente del debate que originaría.”

Ese era el país de 2003 y la osadía sensata de Néstor Kirchner merece ser ponderada desde el mero inventario somero que se propone.

El escenario nacido del gobierno de 2003 supuso avances y retrocesos, esperanzas, temores, adhesiones desenfrenadas, odios parejos, recrudecidos éstos desde la asunción de Cristina Fernández en diciembre de 2007, iniciando el segundo turno presidencial de esa propuesta.

Nada de lo que se dijo es original ni fue obviado en este espacio, pero creo que era necesario refrescarlo al encarar el nudo de mi opinión.

Dije alguna vez que no comprendía bien el desamor intenso, militante, de vastos sectores de las clases medias urbanas al kirchnerismo: mejoraron su economía, en muchos casos salieron de pozos abismales no pocas veces a costa de la postración de los sectores relegados por la etapa que se dejaba atrás.

Se propuso un discurso afín con cierto ideal del porteño medio: una Corte Suprema digna, una reactualización de la política de derechos humanos abandonada desde 1987 (allí encuentro yo los motivos de la ojeriza, algo se ha dicho sobre eso), la mera salida del angustiante panorama de 2001, y otras particularidades que se me escapan, quizás.

Hubo una suerte de encantamiento porteño con aquel Presidente inesperado, que aunque nunca se tradujo en votos (nunca el kirchnerismo fue taquillero en la Capital) aparecía como disonante de los odios acumulados contra casi todos sus antecesores.

De allí, tal vez, el trabajo de Ernesto Tenenbaum y su expresivo título: ¿qué les pasó? (que no leí ni creo que vaya a hacerlo), expresivo de un sorpresivo desencanto de tanto porteño bienpensante que se refugia en la propuesta cómoda y tardía de Fernando “Pino” Solanas.

Entre tantos reconocimientos que tributo al kirchnerismo encuentro saludable su audacia en determinados temas que aparecen como innegociables, que a su vez suponen un avance democrático y civil que tal vez se reconozca con el tiempo.

La Ley de Servicios de Medios Audiovisuales, la batalla por su sanción, la apelación a consensos extra-espacio gubernamental y las reacciones que suscitó en su principal destinatario fue un hallazgo del gobierno, a la vez que le permitió la recuperación de capital político desde el cambio sutil, aunque importante que motivó en muchos que vieron detrás del velo de información la prédica demonizante de quienes oradaban al proyecto por lo bueno (y peligroso a sus intereses) que encarnaba.

Apostó fuerte el gobierno y en muchos aspectos ganó, instalando un debate necesario e imposible en tiempos no tan lejanos, como el manejo de la información y el poder que ello significa. Por caso, no conozco a nadie que siga leyendo “Clarín”, escuchando “Radio Mitre” o mirando “TN” con la mirada anterior a la instalación de ese debate.

Un debate necesario, para este tiempo y para el que viene, salvo que sea encarnado por alguna nueva experiencia que venga a reeditar una como aquellas que sumisamente administraban los intereses de los grupos de poder de siempre.

Todo lo que vengo diciendo, sino se desmiente, se relativiza ante los hechos suscitados en estos últimos días. No logro entender cómo, por qué cierto sector del espacio gobernante decide tirar por la borda, del modo más imbécil, más pueril, tanto capital político colectado con parejo esfuerzo.

No hallo respuesta. Barajo teorías conspirativas, psicologismos de mesa de café y no me cierra.

No comprendo quién puede alentar la pegatina de afiches contra periodistas del multimedio “Clarín”, cómo puede leerse conducente o eficaz el “escrache” a un periodista de espectáculos durante la presentación de un libro en la Rural.

Me pregunto si querrán irse, si Néstor tiene miedo a ganar, si les tributa algo la antipatía de la clase media porteña y repito, que no hallo respuesta.

No me gusta la figura, pero acabo invariablemente en aquella fábula del sapo y al esencia del escorpión.

2 comentarios:

  1. Carísimo Galván: primeramente agradezco la persistencia del espacio, y la dedicación. También aprovecho la oportunidad para dispensarme por la falta de aporte al blog, en nombre mío y extensivo para con algunos que se sientan en mi condición. Pero, aunque le sea difícil de entender, no es para cualquiera la bella práctica de la escritura. Y cuesta mucho sacar ideas, aunque de cabeza a uno lo coloquen. En torno al post, creo desde lo más puro de ideales en el compromiso por el proyecto iniciado en 2003 de parte de los ejecutores e ideólogos del mismo. Y en consecuencia a ello, me animo a encausar estos embates en una consecuencia clave (no sé si la más importante): el vaciamiento de “lo político”, traducido en una crisis de los partidos políticos simbolizado como máximo hito en el 20 de diciembre. Es por ello que estos actos cuasi vandálicos son producto de la inexistencia de un partido que esté a la altura de las circunstancias. Digo, en éste caso, de que el partido canalice ideales, perspectivas y encauce actividades ya sean partidarias o de cualquier otro tipo. Ésta tarea, en la actualidad es derivada en una o varias (pero pocas) personas, y va de suyo que es imposible tener el dominio completo por sobre todos los militantes, aunque también ellos compartan el proyecto. O también podría ser visto como una afrenta de parte de éstos grupúsculos por formar parte (en el sentido de obtener cargos en diversas áreas de la administración pública) del proyecto. Si hubiesen sido éstos “errores” elucubrados y llevados a cabo por parte de opositores al gobierno…ya hubiese sido desmentido. Son aproximaciones mías, solamente. Me despido con un deseo de seguir disfrutando de éste espacio y un abrazo fraternal para su responsable y los lectores.

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  2. Aunque extemporáneamente, contesto las agudas reflexiones del amigo.

    Extemporaneidad que viene bien desde que los días recientes transcurridos refuerzan la respuesta que a la entrada nos propone JMP: la apuesta política que se ensaya desde 2003 apareció evidenciada en los tonantes festejos que a guisa de doscientos años de la Revolución de Mayo acabamos de vivir.

    La respuesta popular a esa propuesta política subraya el acierto, tanto del gobierno nacional, como del pueblo que parece no estar dispuesto a dejarse confundir.

    Gran abrazo.

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