miércoles, 30 de diciembre de 2009

República Lobato



La conocí a través de TVR, ese programa que resume lo que la televisión nos propone, auspicia, vomita, a lo largo de la semana.
Me gusta TVR, su estilo, la acidez de los conductores, esa mirada jugada, se la comparta o no. En especial, es notable el uso del archivo con el que cuentan, que no solo es frondoso, sino que por sobre todo está muy bien usado, arteramente en algunos casos. Si bien hay una mano que edita los fragmentos que generalmente se usan para poner en evidencia a alguna “celebridad” artística o política que incurre en alguna contradicción grosera, la utilización es aplastante.
Comparto con TVR amores y desamores: convocan cada sábado a un crítico invitado, una personalidad que opina acerca del resumen que se les presenta y el nivel es siempre notable: han desfilado desde Ricardo Alfonsín, hasta Alejandro Dolina, pasando por Pino Solanas, Jaime Roos, Juan José Campanella, Rafa Bielsa y otra tanta gente lúcida y querible; denostan (con pasión y rigor) a Mauricio Macri, a Carlos Menem, a Marcelo Tinelli, a Luisito Majul, al Dr. Grondona, al rabino Bergman, entre otros elementos de esa estofa.
Decía que me impresionó mucho conocer a Zulma Lobato, a ella aludí al inicio, denominación artística, mediante la cual pretende homenajear a dos celebridades que Miguel –tal creo, es el nombre con el que la inscribieron en el Registro Nacional de las Personas- admira ciegamente: Zulma Faiad y Nélida Lobato.
Zulma conoció la fama en un programa demasiado abyecto, de un canal de mensaje, contenido e intencionalidades contradictorios.
En una suerte de living en el cual la anfitriona, Anabella Ascar –creo que así se llama la blonda reportera- entrevista a personajes de la jerarquía de aquellos que pulularon por la TV en tiempos del derrumbe de 2001/2002 y –no por nada, el 2009 fue muy duro- reaparecieron en éste.
Zulma debutó en el living de la Ascar ataviada con plumas, conchero y otros adminículos, cantando y bailando la canción “Resistiré”. A muchos les daba gracia verla hacer todo tan patéticamente mal: no canta ni baila aceptablemente Zulma, aunque para mí fue un espectáculo ultrajante de su dignidad.
Era muy triste todo, incluso algún perverso se encargó de destacar –Zulma no es joven precisamente- que asomaba –o mejor dicho colgaba- algo entre el conchero y su entrepierna.
Como fuere, ese debut fue un trampolín para Zulma, quien a partir de entonces no paró, como lo prometía en su segundo “hit”: “Hasta Tinelli y el Maipo no paro” ( este de su autoría, creo) promocionado en el living de la Ascar y otros programas de parecido nivel.
Nada malo tiene que haya una persona que como Zulma se dedique a hacer de su culo un pito y descuelle en el ámbito que se le presente: el burlesque, un corso suburbano, los canales de TV, lo que me llama la atención es la repercusión morbosa que ha concitado, reflejo de un medio demasiado decadente, no por la buena de Zulma en sí, sino por lo que han hecho y siguen haciendo de ella.
Me resulta inquietante a su vez, el giro que se ha dado en ese ámbito desde la consagración de los travestis en la pantalla: desde el glamour lejano de Vanesa Show y las más recientes Cris Miró y Florencia de la V (quien ha salido, incluso, vestida de novia en la tapa de una revista) a la rusticidad de Zulma Lobato.
¿Querrá decir algo eso o simplemente es la expresión de una televisión –y una sociedad reflejada- en proporcional decadencia?
Dicen, mientras escribo estos delirios, que Zulma ha realizado presentaciones en España, previo paso por el Uruguay, por lo que arriesgo que de ser cierta la versión, esa decadencia que marco, no es patrimonio exclusivo de estas pampas feraces y no pocas veces, insultantemente patéticas.

Lo peor del año, en cambio no ha sido la -a su manera- entrañable Zulma, en quien cuanto menos uno celebra toda esta locura que le ha significado para ella alguna progresión socio-económica, por fugaz que sea. Desde su aparición en los medios, cambió el garaje sin sanitario de Villa Ballester en el que vivía, a un departamento algo coqueto en la Capital. sin embargo, no olvida sus orígennes, entrevistada en su cumpleaños dijo querer comprarse... una bicicleta.
En cambio el caso de Ricardo Fort traduce abyecciones demasiado repugnantes.
Rafa Bielsa DIJO en TVR que el personaje no nos representaba en nada, no traducía valor alguno de nuestras tradiciones y acervo cultural, aserción que me permito poner en duda. Si ese personaje hizo carne en los medios, por algo será. Hay algo en él, en su desparpajo (políticamente incorrecto no sólo desde una mirada "progre", sino primordialmente desde el predicamento católico menos conservador) que atrae, que seduce, que "vende".
Pero más allá de las patologías y miserabilidades del tal Fort -respecto de quien atinadamente Eduardo Aliverti en TVR, puso en duda el origen del dinero que dispalfarra tan insultantemente- una vez más lo abominable es el uso y el mensaje que se hace de él en los medios de comunicación, por sobre todos, el que codirige el presunto candidato presidencial De Narváez, en el segmento a cargo del dócil Alejandro Fantino.
De qué manera se envenena, se corrompe, desde ese medio cuya estrella (no por nada) es el sujeto Rial, alcahuete vocacional con patente de corso.
Vuelvo a TVR y termino, para parafrasear a Don Alejandro Dolina.
Consultado -creo- acerca del sujeto al que ya le he dedicado tanto, dijo más o menos que existe la creencia de que los espejos nos devuelven una imagen fiel de nuestra apariencia, que nos reflejan tal cual somos. Pero ocurre que de un tiempo a esta parte se inventaron los espejos que deforman. Y un morocho que ha llevado una morocha vida se refleja en ese espejo deformante que le devuelve una falsa apariencia rubia.
Cuán importante resulta -infiere el maestro Dolina y adhiero- que dejemos de mirarnos al espejo tanto y por caso, le preguntemos al morocho que tenemos al lado, cómo es que nos ve.

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