lunes, 20 de noviembre de 2023

El futuro, ya llegó

A mis amigos.

Nunca entendí bien porqué dejo caer ideas por acá, con tanta inconstancia e inconsistencia. 

Sin dudas que, por algo que me acaba de pasar, persevero es esa (in)constante.

Un excompañero del secundario solía decir: "estas son cosas que le pasan a Garcete". Insinuaría que mentía, exageraba o que era lo suficientemente (digamos) pintoresco para que alrededor mío se susciten cuestiones de un patetismo en sordina.

Este lunes feriado, el más aciago y triste que uno podría imaginar, me vine al estudio que ocupo como abogado, en el centro de Buenos Aires para adelantar laburo.

Decidido a ahogar penas con hidratos de carbono (eran algo así como las 12 del mediodía, demasiado temprano para beber) me senté en una mesa de un boliche sobre la avenida Corrientes, al lado de La Giralda.

El mozo me saludó, con una sonrisa de oreja a oreja: "qué tranquila está la Ciudad", comentó. No sé qué cara dibujé que a poco de escuchar el pedido (el sandwich en pan árabe tostado de queso y tomate de siempre y, por aquello del horario, un agua con gas), se mandó a mudar.

Llegó el pedido y di inicio al almuerzo frugal y agrio.

En medio del desfile de personas que ofrecen medias, estampitas y otras cuestiones por el estilo (una de las tantas razones por las que no debiera sorprender lo sucedido ayer que a uno lo ha dejado tan amargado), se me acerca un muchacho de unos 30 años con una camiseta (muy usada y muy sucia) del glorioso River Plate.



Me pidió la mitad del sandwich que, por supuesto, le di. Le propuse que almorzase conmigo y rápidamente me dijo que no.

"Te pedí el sánguche porque tengo hambre y porque estoy tan triste como vos. Nací un 17 de octubre. No puedo creer cómo perdimos así". No nos conocíamos (o eso creo) quizá nos identificó la amargura.

Le solté una obviedad, que habría que resistir, que la única pelea que se perdía era la que se abandonaba, que habíamos sido muchos los que votamos al candidato que perdió y otras boludeces.

Nada podía consolarlo. Lloraba con ganas y, dejando el medio sandwich en la mesa me abrazó y me dijo: "No nos abandones. Ni vos ni tus amigos, los vamos a necesitar".

A más de dos horas de ese encuentro, propio de aquellos que sólo me pasan a mí, según un fulano con el que cursé el secundario, me dura la impresión.

Espero que mi  cofrade riverplatense sepa lo que no pude verbalizarle en nuestra despedida: que en este tiempo que viene no nos vamos a abandonar.


3 comentarios:

  1. Abrazo y esperanza amigo!

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  2. Se vienen tiempos de lucha y de resistencia, nada como tener un monstruo enfrente como para recordar quienes somos!

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