Si como hemos escrito, es innegable que Enrique Raab se destacó como un crítico de arte exquisito, su incidencia en la discusión política del tiempo convulso que le tocó vivir la desarrolló mediante la publicación de crónicas políticas de excelencia aún mayor.
Haremos foco, como cierre de esta secuencia, en las crónicas de contenido político seleccionadas por Ana Basualdo y María Moreno, en sus trabajos, quienes por lo general coinciden, aunque con ciertos matices.
María Moreno omite en su selección las crónicas escritas desde Lisboa (entre junio y julio de 1974) para La Opinión al calor de la "Revolución de los claveles", y las consagradas a las elecciones en la provincia de Misiones de 1975, en las cuales se impondría el candidato del FREJULI sobre el challenger radical, Cachito Barrios Arrechea, quien haría una muy buena elección que preludiará la que lo llevaría a la gobernación 8 años más tarde.
En cambio, consigna al detalle las crónicas escritas desde Córdoba entre febrero y marzo de 1974, en ocasión del golpe de Estado provincial liderado por el titular de la policía local, coronel Navarro.
Cada una de esas crónicas fue construida con el "método Raab" que me atrevo a resumir del siguiente modo: comienzo por una anécdota o un dato lateral, para recién abordar lo central, y arribar con maestría y eficacia al subrayado final, dejando un mensaje de claridad evidente.
No se trata del desgrano de notas de color, hay en ese estilo un modo sutil de abordaje del nudo de la crónica: la violencia institucional ejercida a través de aprietes o sobornos de un modo más o menos disimulado; la magnitud de la miseria estructural en una provincia sacudida por el desfile de ocasión de políticos que llegaban desde Buenos Aires por unas horas para desentenderse a su raduo retorno a la capital de la suerte de los misioneros.
Una de las crónicas más recordadas es aquella que dedicó al acto del 1° de mayo de 1974 publicada en la edición del día siguiente de La Opinión bajo el título: "Los enfrentamientos entre Montoneros y otros grupos modificaron el tono previsto para la celebración".
De acuerdo con el "sistema Raab", se inicia con un detalle de cuestiones relativas con la distribución de agua carbonatada en sachet, tres manzanas y dos paquetes de Criollitas a la militancia congregada, para avanzar en una descripción minuciosa de las sucesivas intervenciones del locutor Antonio Carrizo para presentar en el escenario a Susana Rinaldi, Santiago Gómez Cou y José Marrone, prolijamente ignorados por una concurrencia atenta a cuestiones más urgentes.
Refiere que a las 15.40 horas a la altura de la Catedral: "apareció la primera columna de Montoneros. La amplia bandera argentina con el sol dorado precedió, sólo por segundos, a otra más pequeña con la estrella octogonal: las primeras consignas montoneras resonaron por la plaza, mientras un bombo ritmaba la palabra Montoneros, y otros grupos de voces entonaban: '¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular?". Más adelante, refiere que, al igual que en ocasión de la congregación del 12 de octubre anterior (cuando el general Perón asumiera la Presidencia por tercera vez) las consignas "Mon-to-ne-ros" y "Ar-gen-ti-na", se superponían, voceadas de uno y otro lado de la Plaza.
Luego de anotar la "primacía" del sector hegemonizado por los Montoneros de la Plaza de Mayo: "a partir de ahí, todo ocurrió muy rápido: 'No queremos Carnaval... Asamblea popular', retrucaban los Montoneros a los anuncios artísticos de la tribuna. 'Argentina peronista... la vida por Perón', contestaban desde otros sectores. Algunos inocentes preparativos bélicos se gestaban entretanto en ambos bandos: astas de banderas quebradas, cinturones sacados de las presillas y enarbolados como látigos, pedradas aisladas y, cerca de las 16.25, una bandera montonera quemada por algunos muchachos entre muy ralos aplausos del sector delantero contratado [sic] por la CGT".
Aquello que Raab denomina: "el pico del enfrentamiento verbal", sucedería a las 16.40 en ocasión de la entrada del Presidente al palco, extendiéndose "durante 9 minutos" la consigna (desde el sector montonero de la plaza): "El pueblo te lo pide, queremos la cabeza de Villar y Margaride", tensión que subiría aún más cuando la Vicepresidente coronase a la "Reina del Trabajo (María Fernández)", quien fue: "saludada con una mezcla de aplausos y chiflidos y con la consigna, lanzada desde el sector montonero de, 'Evita hay una sola...'", autocensura que formula el canto incompleto y omite otros mucho más agresivos dirigidos a la persona de Isabel y, según algunos de los presentes, del propio Perón.
Luego de la la entonación del Himno Nacional: "único momento, en toda la tarde de ayer, en que la Plaza de Mayo coreó un mismo mensaje con la mano levantada y los dedos dibujando la V" (curiosa omisión de Raab a la entonación de la marcha "Los muchachos peronistas", coreada al unísimo con antelación al Himno Nacional, dato que recuerdo de haber visto de la emisión íntegra de ese evento en el programa Filmoteca de Fernando Martín Peña, allá por el año 2006), el Presidente inició su mensaje.
"A partir de la palabra 'estúpidos', Montoneros comenzó a replegarse hacia Avenida de Mayo; otros grupos juveniles, sintiendo en las palabras del Presidente un respaldo claro, comenzaron a hostigarlos. 'Los corre Perón...' gritaban hacia las primeras filas de Montoneros, quienes, en ese instante, abandonaban la Plaza con dirección a la calle Perú".
Concluye el cronista: "Nada había, en ese momento, que recordase el carácter unitario que el acto pretendía tener: abierta la masa como dos ejércitos enfrentados, con cinco metros de tierra de nadie a duras penas controlados por los dirigentes, Perón terminó su disurso como arengando a los hijos díscolos que, a pesar de la prudencia paterna, se empeñan en librar una batalla campal".
La extensión de la cita se justifica por la trascedencia del hecho histórico evocado, cuanto por la maestría del relato, a la vez que aporta elementos para la reconstrucción de la memoria histórica de ese evento parte-aguas: sin perjuicio de la ruptura evidente, no habrían sido echados por Perón quienes decidieron irse de una Plaza que desde hacía mucho tiempo había dejado de contenerlos.
A la muerte de Perón, la soledad y el aislamiento de su sucesora y viuda son reflejadas con sutil precisión en: "Las conjeturas reemplazan a la información en torno a la forma en que la Presidente descansa en Chapadmalal", publicada en La Opinión el 12 de enero de 1975: "hay consenso en señalar que este viaje de la señora de Perón a Chapadmalal ha enarcado un tope en cuanto a la severidad y la rigidez de las medidas desplegadas. En diciembre, se afirma, quedó en funcionamiento una suerte de organización coordinadora, integrada por un comisario y tres subcomisarios de Mar del Plata y encargada de coordinar el trabajo de las distintas reparticiones que colaboran en la custodia de la jefe de Estado".