lunes, 1 de abril de 2024

Las crónicas políticas de Enrique Raab

Si como hemos escrito, es innegable que Enrique Raab se destacó como un crítico de arte exquisito, su incidencia en la discusión política del tiempo convulso que le tocó vivir la desarrolló mediante la publicación de crónicas políticas de excelencia aún mayor.

Haremos foco, como cierre de esta secuencia, en las crónicas de contenido político seleccionadas por Ana Basualdo y María Moreno, en sus trabajos, quienes por lo general coinciden, aunque con ciertos matices. 

María Moreno omite en su selección las crónicas escritas desde Lisboa (entre junio y julio de 1974) para La Opinión al calor de la "Revolución de los claveles", y las consagradas a las elecciones en la provincia de Misiones de 1975, en las cuales se impondría el candidato del FREJULI sobre el challenger radical, Cachito Barrios Arrechea, quien haría una muy buena elección que preludiará la que lo llevaría a la gobernación 8 años más tarde.

En cambio, consigna al detalle las crónicas escritas desde Córdoba entre febrero y marzo de 1974, en ocasión del golpe de Estado provincial liderado por el titular de la policía local, coronel Navarro.

Cada una de esas crónicas fue construida con el "método Raab" que me atrevo a resumir del siguiente modo: comienzo por una anécdota o un dato lateral, para recién abordar lo central, y arribar con maestría y eficacia al subrayado final, dejando un mensaje de claridad evidente. 


Por ejemplo, en la crónica del Navarrazo se extiende en la descripción del coronel golpista convidando cigarrillos con amabilidad y campechanía a periodistas desesperados ante la escasez de tabaco en esa ciudad convulsionada, al tiempo que plasma los comentarios que sus colaboradores dejan caer con pasmosa naturalidad, acerca de la presencia de francotiradores que accionaban sus armas de aburridos nomás. 

Al realizar la relativa a las elecciones de Misiones se extiende en la historia de una madre de muchos hijos que debía lavar en el río "36 prendas roñosas" para poder llevar "el puchero" a su prole numerosa, concomitantemente con la reseña de las intervenciones de dirigentes peronistas y radicales de primer orden que se daban una vuelta por Posadas, Puerto Rico y Oberá.

No se trata del desgrano de notas de color, hay en ese estilo un modo sutil de abordaje del nudo de la crónica: la violencia institucional ejercida a través de aprietes o sobornos de un modo más o menos disimulado; la magnitud de la miseria estructural en una provincia sacudida por el desfile de ocasión de políticos que llegaban desde Buenos Aires por unas horas para desentenderse a su raduo retorno a la capital de la suerte de los misioneros.

Una de las crónicas más recordadas es aquella que dedicó al acto del 1° de mayo de 1974 publicada en la edición del día siguiente de La Opinión bajo el título: "Los enfrentamientos entre Montoneros y otros grupos modificaron el tono previsto para la celebración".

De acuerdo con el "sistema Raab", se inicia con un detalle de cuestiones relativas con la distribución de agua carbonatada en sachet, tres manzanas y dos paquetes de Criollitas a la militancia congregada, para avanzar en una descripción minuciosa de las sucesivas intervenciones del locutor Antonio Carrizo para presentar en el escenario a Susana Rinaldi, Santiago Gómez Cou y José Marrone, prolijamente ignorados por una concurrencia atenta a cuestiones más urgentes.

Refiere que a las 15.40 horas a la altura de la Catedral: "apareció la primera columna de Montoneros. La amplia bandera argentina con el sol dorado precedió, sólo por segundos, a otra más pequeña con la estrella octogonal: las primeras consignas montoneras resonaron por la plaza, mientras un bombo ritmaba la palabra Montoneros, y otros grupos de voces entonaban: '¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular?". Más adelante, refiere que, al igual que en ocasión de la congregación del 12 de octubre anterior (cuando el general Perón asumiera la Presidencia por tercera vez) las consignas "Mon-to-ne-ros" y "Ar-gen-ti-na", se superponían, voceadas de uno y otro lado de la Plaza.

Luego de anotar la "primacía" del sector hegemonizado por los Montoneros de la Plaza de Mayo: "a partir de ahí, todo ocurrió muy rápido: 'No queremos Carnaval... Asamblea popular', retrucaban los Montoneros a los anuncios artísticos de la tribuna. 'Argentina peronista... la vida por Perón', contestaban desde otros sectores. Algunos inocentes preparativos bélicos se gestaban entretanto en ambos bandos: astas de banderas quebradas, cinturones sacados de las presillas y enarbolados como látigos, pedradas aisladas y, cerca de las 16.25, una bandera montonera quemada por algunos muchachos entre muy ralos aplausos del sector delantero contratado [sic] por la CGT".

Aquello que Raab denomina: "el pico del enfrentamiento verbal", sucedería a las 16.40 en ocasión de la entrada del Presidente al palco, extendiéndose "durante 9 minutos" la consigna (desde el sector montonero de la plaza): "El pueblo te lo pide, queremos la cabeza de Villar y Margaride", tensión que subiría aún más cuando la Vicepresidente coronase a la "Reina del Trabajo (María Fernández)", quien fue: "saludada con una mezcla de aplausos y chiflidos y con la consigna, lanzada desde el sector montonero de, 'Evita hay una sola...'", autocensura que formula el canto incompleto y omite otros mucho más agresivos dirigidos a la persona de Isabel y, según algunos de los presentes, del propio Perón.

Luego de la la entonación del Himno Nacional: "único momento, en toda la tarde de ayer, en que la Plaza de Mayo coreó un mismo mensaje con la mano levantada y los dedos dibujando la V" (curiosa omisión de Raab a la entonación de la marcha "Los muchachos peronistas", coreada al unísimo con antelación al Himno Nacional, dato que recuerdo de haber visto de la emisión íntegra de ese evento en el programa Filmoteca de Fernando Martín Peña, allá por el año 2006), el Presidente inició su mensaje.

"A partir de la palabra 'estúpidos', Montoneros comenzó a replegarse hacia Avenida de Mayo; otros grupos juveniles, sintiendo en las palabras del Presidente un respaldo claro, comenzaron a hostigarlos. 'Los corre Perón...' gritaban hacia las primeras filas de Montoneros, quienes, en ese instante, abandonaban la Plaza con dirección a la calle Perú".

Concluye el cronista: "Nada había, en ese momento, que recordase el carácter unitario que el acto pretendía tener: abierta la masa como dos ejércitos enfrentados, con cinco metros de tierra de nadie a duras penas controlados por los dirigentes, Perón terminó su disurso como arengando a los hijos díscolos que, a pesar de la prudencia paterna, se empeñan en librar una batalla campal".

La extensión de la cita se justifica por la trascedencia del hecho histórico evocado, cuanto por la maestría del relato, a la vez que aporta elementos para la reconstrucción de la memoria histórica de ese evento parte-aguas: sin perjuicio de la ruptura evidente, no habrían sido echados por Perón quienes decidieron irse de una Plaza que desde hacía mucho tiempo había dejado de contenerlos.     

A la muerte de Perón, la soledad y el aislamiento de su sucesora y viuda son reflejadas con  sutil precisión en: "Las conjeturas reemplazan a la información en torno a la forma en que la Presidente descansa en Chapadmalal", publicada en La Opinión el 12 de enero de 1975: "hay consenso en señalar que este viaje de la señora de Perón a Chapadmalal ha enarcado un tope en cuanto a la severidad y la rigidez de las medidas desplegadas. En diciembre, se afirma, quedó en funcionamiento una suerte de organización coordinadora, integrada por un comisario y tres subcomisarios de Mar del Plata y encargada de coordinar el trabajo de las distintas reparticiones que colaboran en la custodia de la jefe de Estado".




La relación de Raab con ese poder político era, por razones ostensibles, muy mala; desde el inicio del ciclo, en particular, a partir de su enfrentamiento con Roberto Barattini, director de LS1 Radio Municipal, dirigente ligado a lo más rancio de la ortodoxia peronista. La toma de posesión  del cargo se reproduce en la joya que encontré en red y puede verse acá

Basta reparar en los rostros de la tropa del director de facto y en el sentido del discurso inaugural (propalado por el Gaucho César Mascetti, micrófono en mano) para deducir que una de sus víctimas predilectas sería Enrique Raab. Declarado cesante de inmediato de esa radio (previa quema de los registros de los programas radiales en los que había intervenido con Edgardo Cozarinsky y Ernesto Schoó), desplegaría desde La Opinión una batalla despareja contra quienes le habían prodigado ese maltrato.

El 17 de mayo de 1974, escribiría la extensa columna "Los cipayos están entre nosotros" con el copete: "La ideología de la radio nazi revive en un experimento argentino", mediante la cual traza paralelos entre el sesgo de la emisora dirigida por Barattini y "una radio berlinesa de 1937", al tiempo que analiza al detalle la prédica de una de las voces más sonadas de esa radio: la del maurrasiano Jaime de Mahieu, confeso nacionalsocialista, cuyo discurso rosista conjuga con el retrato retórico que de Adolfo Hitler esbozaron los intelectuales orgánicos del Tercer Reich.
 
Ese encono no sería gratuito para Raab, quien a partir de entonces recibiría visitas no esperadas en su domicilio, además de amenazas explícitas como las publicadas en el semanario El Caudillo. Su nombre aparecería reiteradamente en los listados publicados bajo el título "El mejor enemigo es el enemigo muerto".

Constituida la dictadura, desoyó los consejos de personas muy cercanas, entre ellas su íntima amiga y colega Susana Viau, para que emigrase; incluso desechó una oferta realizada por un jerarca del PRT que le había transmitido que era necesaria su presencia en París, para mejor difundir los crímenes perpetrados a mansalva por el régimen del terrorismo de Estado.

El 16 de abril de 1977, su vecino de edificio Ernesto Schoó advirtió un despliegue militar inusitado y escuchó una irrupción violenta en el departamento de su amigo: la gavilla que se presentaba para secuestrarlo voló a fuerza de metralla la cerradura de su departamento y una mano de Raab, que quedó destrozada.

Cuenta su biógrafo que Enrique Raab, quien no podía ignorar el destino que le esperaba, en ese momento definitivo atinó a tranquilizar al hombre que tanto amaba, preocupado por el estado en el que le había quedado la mano, advirtiéndole que no debía preocuparse por él, que en el lugar donde sería llevado se le practicaría una cirugía plástica.

Difícil imaginar un final más digno, acorde con la envergadura ética de la personalidad que evocamos.

Años más tarde se sabría, por testimonios de sobrevivientes que Raab fue conducido a la Escuela de Mecánica de la Armada, desde donde habría sido "trasladado" a un mes de su arribo, probablemente mediante la modalidad aplicada en ese centro de exterminio de arrojar a los secuestrados adormecidos al Río de la Plata o al Mar Argentino. 

El caso que lo tuvo por víctima fue uno de los contenidos en el alegato de los fiscales Strassera y Moreno Ocampo en el Juicio a las Juntas (caso 485) y en oportunidad de la reapertura de los juicios a partir de 2005, el suyo fue uno de los casos por los cuales fueron condenados 48 marinos, entre ellos Alfredo Astiz, en el denominado "Tercer Juicio por la ESMA", celebrado en el ámbito del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5, fallo del 29 de noviembre de 2017. 

En un homenaje aparecido sin firma en el sitio "Cosecha Roja" bajo el título: Periodista, militante, marica y desaparecido, que puede consultarse acá en respuesta, tal vez, a la pregunta que María Moreno se hacía al inicio de su libro-homenaje, leemos: "Raab no forma parte del canon de escritores desaparecidos por la dictadura (lista que incluye con mucha justicia a Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Haroldo Conti) y es probable que sea porque la construcción de la memoria colectiva reclamó, en un principio, que este canon no tuviera grises. Homosexual, crítico de artes y amante del teatro era quizá un combo que no entraba en la lista de valores que debía tener alguien digno de recordarse. Pero la memoria colectiva es un campo de disputa. Es momento de hacerle justicia a su recuerdo e inventarnos una historia torcida donde haya espacio para lo humanamente posible".

De eso se trata. 

A la buena memoria de Enrique Raab.



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