viernes, 9 de julio de 2010

Al que no le gusta, se jode, se jode.


Hace tiempo que tengo abandonado el espacio y, en parte, movido por cierta experiencia que voy a relatar y a su vez, a pedido de un lúcido amigo seguidor de este blog, vuelvo a la carga.

Les consta que acompaño, aunque con mirada crítica (esto último puesto en duda por, entre otros, el aludido lúcido amigo) al proyecto iniciado en mayo de 2003, en especial, la etapa inaugurada en diciembre de 2007.

He escrito mucho al respecto, aunque subrayo que las razones de ese acompañamiento se sustentan en el salto cualitativo que al sistema democrático significaron estos años, o ciertas medidas basales del proyecto resultantes de una mejor calidad institucional, no obstante sea ese argumento, el de la institucionalidad, el utilizado por los detractores del proyecto para justificar una postura antagónica a la que sostengo.

Medidas de un coraje político inesperado, como la recuperación de los fondos previsionales entonces en manos de buitres especuladores y enajenados del control nacional, entre tantas merecen ser siempre recordadas desde su trascendencia histórica.

Lejos de una enumeración de los valores del proyecto que analizo, computo en su haber, la resurrección de la noción de que la política tiene aptitud y legitimidad para enfrentar a los poderes fácticos a los cuales tributaron buena parte de las administraciones anteriores a 2003 y en esa sintonía la revivificación del sindicalismo como herramienta de reclamo ante tales factores de poder.

Lo dicho se refuerza merced a la excepción internacional que el país ha sido durante 2009, año especialmente cruel para los trabajadores de todo el mundo, cuando mientras que en las naciones centrales se decidían cesantías y despidos y en el mejor de los casos, resignaciones de conquistas laborales seculares, en la Argentina trabajadores y empleadores discutían paritarias.

Aunque no sea relevante, y a medida que cuidadosamente preparo una crítica nacida de una amarga situación vivida, comparto con los amigos que he sido delegado sindical (sigo siéndolo formalmente, nunca me fue revocado el mandato, aunque no puedo ejercer dicha designación con la que fui honrado, al desempeñarme laboralmente en ese ámbito) y siempre he ratificado la necesidad de la participación y acción gremial en todo espacio en el que me he desempeñado laboralmente.

Sin embargo, el hecho que he padecido ayer en el Aeroparque Jorge Newbery, sumado a muchos otros que me han afectado en mi cotidianeidad, motiva esta entrada, que propone censura y reflexión acerca del ejercicio sindical en dosis parejas.

Debería estar escribiendo esta entrada en San Miguel de Tucumán, donde tenía pensado viajar ayer a la tarde, pero el avión nunca salió.

Desde luego que la medida afectó a todos sin excepción: desde boludos que como el suscripto pretendían salir de paseo, empresarios y laburantes que lo hacían por negocios, y desde luego, otros tantos que se movilizaban por cuestiones más impostergables. Por todos, una joven de unos 20 años lloraba con desconsuelo entre las desesperadas gestiones que realizaba telefónicamente para que personal de la funeraria que organizaba el velorio de su madre, no cerraran el ataúd con sus restos, en la esperanza de poder llegar a Córdoba para despedirla.

Golpes bajos al margen, admito que toda medida de fuerza supone trastornos de esta índole, aunque la que comento, además de suponerlas, resalta un desprecio hacia el otro y un temperamento cercano a la perversión sádica.

Por caso, se “reprogramaban” falsa y arteramente los vuelos (que nunca salieron), se nos invitó falsa y arteramente a despechar el equipaje sobre la base de esa artera, falsa y fallida “reprogramación” y luego se nos sometió al maltrato de arrojarnos sobre montañas de equipaje de vuelos varios cancelados con destinos varios para recuperarlos.

Se informó entonces, se sabe ahora por los medios de comunicación, que la medida de fuerza “sorpresiva”, según leemos en la versión digital de Página/12 http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-149166-2010-07-09.html), se debió a una cuestión relativa al escalafón de cierto personal.

Al tratar acerca de la “solución” del conflicto, fruto de la gestión del titular de la Administración Nacional de la Aviación Civil se consigna que: “Durante el encuentro, ‘se evacuaron las dudas que tenía el personal militar y civil vinculadas con el proceso de transferencia y en relación con la estructura escalafonaria de la ANAC’, que depende del Ministerio de Planificación. Voceros gremiales dijeron que los trabajadores reclamaban una modificación en el escalafón establecido por la ANAC, al considerar que no reconoce su antigüedad laboral ni su jerarquía. La medida de fuerza, que comenzó a las 6 de la madrugada y concluyó cerca de las 20, consistió en el aumento del espaciamiento entre las partidas y llegadas de los aviones y afectó a los vuelos de todas las empresas que operan en el aeroparque, mientras que tenía menor adhesión en el aeropuerto de Ezeiza.”

Se dirá que escribo porque he sido afectado directamente y tal vez así sea, sin embargo, propongo la reflexión no ya sobre este hecho puntual, sino sobre un estado de cosas exasperante y tributario de los sectores que proponen un retroceso respecto del avance anotado desde 2003 a la fecha.

Por caso anoto, y me abocaré a un estudio sobre el punto, que en la artera y brutal medida de fuerza que comento, se hallaba involucrado personal militar, según se lee en la nota que transcribo y en otras de sendos sitios de noticias. Dejo abierto a los amigos el abanico de hipótesis conspirativas que quieran elucubrar.

Hablaba de un estado de cosas bastante insoportable en la evocación, por caso, de las crónicas protestas de los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires, enrolados en un sindicato emparentado con esa expresión del grueso de los argentinos de ayer, de hoy y de siempre que es el “Partido Obrero” de –no sé cuanto- Altamira.

En ocasión de una medida de fuerza llevada a cabo, un representante sindical y el condigno coro que lo acompañaba, ante laburantes que se enteraban del paro en la boca de acceso misma, quienes les dedicaban alguna puteada legítima contestaban: “Unidad, de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode.”

Más allá de subrayar la misantropía de los fulanos y de tantos otros, reflexiono acerca del cariz profético del cantito: nos venimos jodiendo unos cuantos y de seguir por esta senda, nos vamos a joder todos.

1 comentario:

  1. También fui una de las que padeció la larga y vana espera.Desde que entré a aeroparque presentí algo "raro", no era un reclamo muy claro y, verdaderamente no entiendo a los "trabajadores" de Aerolínes que, de no haber sido reestatizada, hoy serían desocupados. Actuaron como si el problema fuera de AA, no les interesó explicar lo que esta vez no era un reclamno de ellos. O si? Nos maltraton de una forma exasperante, nunca me sentí tan ninguneada, si se me permite el término. En la sala de embarque me encontré con Martín Jauregui, el preiodista que iba a animar el acto y no me puedo olvidar su cara de desconsuelo.No se si habrá conseguido llegar; me enteraré al ver la TV.Yo le vi otro trasfondo,no puedo precisarlo exatamente,no estaban muy claros los reclamos: En fin quizás algún día los trabajadores se den cuenta y dejen de ser utilizados. Un Saludo.

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