sábado, 7 de diciembre de 2019

Porotos

Vuelvo, más convencido que vencido (por el contrario, con el alivio por la salida de los vencidos de octubre) a escribir en este lugar chiquito, de cosas chiquitas.

No sé bien sobre qué, pero ando con deseos de escribir. Una vez más, la luz de un fósforo, enciende mis ganas de dejar algo por escrito en este pago.

Espero que, al calor de tanta persona que me incita a hacerlo, el destello sea duradero. Alguito más que el de 2018, que se encendió en enero y en enero se apagó.

Con mi habitual auto-complacencia, diré que mi silencio fue el eco sordo de cuatro años fuleros.

Y aunque me ocupé del sujeto que está dejando de ser presidente de este desdichado país, antes de que lo fuera, no lo hice (por desgano, por abatimiento, por pereza) durante los cuatro años espantosos que andan concluyendo. Y no lo haré ahora, por esas cosas de la leña, del árbol caído y demás cuestiones.

Como tampoco cantaré loas a los que llegan: los he votado y espero que puedan asimilar las toneladas de pan amargo que tendrán (que tendremos) que comer.

Tengo tenues, (aunque poderosas) esperanzas. Expectativas en lo que viene: tener un Presidente que articula sujeto, verbo y predicado, que no sea un mentiroso serial, que no parezca que venga a rifar el futuro de dieciséis generaciones venideras de esto que sigue siendo la Argentina es algo. Es mucho, quizás.

Hago honor a lo que escribí unas líneas antes y me esfuerzo en no escribir sobre esas personitas tan dañinas. Responsables de mis cuatro años de alejamiento del día a día de la "política" nacional, por lo cual, les debo gratitud.

Me era (me sigue resultando) insoportable leer o escuchar: "el presidente de la Nación, ingeniero Mauricio Macri..." y lo que viniese. Me recuerdo, mirando incrédulo la pantalla de la televisión. Me resultaba (y sigue resultándome) insoportable asumir que el sujeto era, nomás, el "presidente de la Nación". No más comentarios sobre el muchacho.

Esa repulsión, escribía, me refugió en otros territorios, tanto mejores: el cine, el teatro y la literatura. Tuve la suerte que millones no tuvieron de poder regalarme ese exilio íntimo.

Leí bastante (anárquicamente, no dejé de ser el de siempre), no sólo literatura referida a don Pedro de Ángelis, sino a todo libro interesante que luciera en los anaqueles de la librería de mi querido amigo Alberto Casares, de la calle Suipacha 521, que visito semanalmente.

Entre textos de don Pedro, sobre tatita Hipólito, de Alberdi, de Sarmiento, de Zeballos, reparé en "Tras los dientes del perro", las memorias de Helvio I. Botana, "Poroto", segundo hijo de Natalio, el legendario personaje que fundó "Crítica", diario que entre los años '10 e inicios de los '40 del siglo pasado, puso patas para arriba el periodismo gráfico argentino (porteño, para ser preciso).

Tanto se ha escrito (se ha filmado, se han puesto obras teatrales) sobre Botana. Llamado también "Tábano", anagrama de su apellido y símbolo de su diario, cuyas ediciones eran presididas por una frase que se atribuye a Sócrates: "Dios me puso sobre la ciudad como a un tábano sobre u noble caballo, para picarlo y tenerlo despierto".

No voy a escribir sobre "Crítica", portentoso medio sobre el cual tanto se ha escrito, o sobre Botana padre, sobre quien tanto se ha dicho o escrito, sí alguna referencia haré acerca de los recuerdos de su hijo "Poroto", reveladores en mi mirada de tanto padecimiento de este sufrido país, a raíz de la obra iniciada durante los años de auge de "Crítica".

Cuando el "Tábano" o mejor, "Ciudadano Botana", (como titula Álvaro Abós la excelente biografía  editada por Vergara, hace unos 15 años, en obvia alusión a la vida de Charles Forster Kane, el protagonista del monumento cinematográfico de Orson Welles, estrenado en el año de la muerte de don Natalio) marcaba el pulso de la Argentina fraudulenta de los '30s.

El poderoso empresario de las noticias, el magnate poseedor de tantas propiedades, entre ellas, la fastuosa quinta de Don Torcuato en cuyo sótano David Alfaro Siqueiros dejó aquel "experimento plástico", mural que puede apreciarse en el Museo del Bicentenario, historia-anécdota que daba para tanto más que para la desvaída película de Héctor Olivera de 2010.

Digamos que "Tábano" o "Ciudadano Botana" hizo de sí una nueva especie: la de los empresarios, la de los mercaderes de la noticia.  Miles de anécdotas circulan todavía acerca de los enjuagues, los aprietes, las mentiras a medias, las verdades maquilladas durante los años de auge y ventas diarias millonarias (no es un eufemismo) del primer diario amarillo (y maravillosamente escrito) de este desdichado país. De Buenos Aires.

Algo escribiré sobre esto, quizás, en este espacio caleidoscópico.

Volvamos a Helvio Ildefonso "Poroto" Botana, el segundo de los hijos de Natalio. El primero de su sangre, aunque no el favorito, dado que Carlos Natalio "Pitón" Botana, el mayor de sus hermanos, habría sido reconocido por "Tábano" cuando ya había sido parido por Salvadora Medina Onrubia, la escritora anarquista que desposaría. Ese matrimonio novelesco le daría al país dos hijos más (además de "Poroto", claro está): Jaime y Georgina, la "China", madre a su vez de Raúl Damonte Taborda, "Copi" apodo que, dicen, le puso "Abuelita" Salvadora.

Los Botana, parece, trataban a sus ascendientes con el diminutivo. Al menos, "Poroto" quien, anciano ya, evocaba a Natalio llamándolo "Papito" y a Salvadora (a quien odiaba con un odio, tal vez, justificado) como "Mamita".

"Papito" y "Mamita" escribe "Poroto" en sus memorias demasiado desordenadas, deliberadamente descuidadas.

Descuido que se evidencia en la segunda edición del libro (la que cayó en mis manos), que ni el autor ni el editor (Arturo Peña Lillo) se tomaron el trabajo de revisar, tarea que les hubiera permitido pulir los horrores ortográficos y otras lindezas que pueblan el texto, de esas que hacen doler las retinas (leí, entre las más dolorosas las expresiones: "quizo" y "antigüa").

Tampoco hubo esmero en la edición en sí: las páginas de libro, impreso en 1985, se quiebran de sólo volterarlas, la tapa, fue cuarteándose y rompiéndose a medida que fue transcurriendo la semana que me insumió la lectura de las memorias poroteanas.

"Papito", "Mamita" y unos tíos entrañables: Agustín Justo, Manuel Fresco, Alberto Barceló y otras alhajas de los años '30, eran el pan suyo de cada día en los tiernos años de la adolescencia de "Poroto", a quienes evoca mediante semblanzas enternecedoras.

Entre ellas, la que recuerda la sencillez y la ternura de la "policía brava" del tío Manuel Fresco (gobernador de la provincia de Buenos Aires durante esos años, admirador, primero de Mussolini, luego de Hitler), que recogía borrachos ilustres en los bares de provincia, les hacía dormir la mona en el calabozo, para dejarlos (sanos, salvos y lúcidos) en su casa.

Una semblanza interesante fue la de la "gesta" de "Crítica" en septiembre de 1930 cuando Natalio fue ariete del golpe de Estado contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Allí estaba, en la sede de la avenida de Mayo "Poroto" a sus quince años. "Porotito". Embriagado de entusiasmo patrio entre tanto argentino hermanado para poner fin a la decadencia de la democracia radical.

Epopeya que daría inicio al tiempo de los tíos Agustín Pedro, Manuel y, también, Alberto Barceló (de quien más cercano era "Poroto"), dirigente cuya hidalguía fue tanta (recuerda "Poroto") como para habilitarle a Nereo Crovetto asilo en su casa (gobernador bonaerense hasta el 6 de septiembre de 1930), cuando sabía que iría a parar a Ushuaia o a Martín García, ocultándole a la buena policía brava de Matías Sánchez Sorondo su paradero.

Disculpando deslices de tiíto Alberto entre tantos: las hazañas de Ruggierito y otros prohombres de Avellaneda, del fraude desembozado que ampararía durante las elecciones amañadas que seguirían a la dictadura que había depuesto a Yrigoyen y a su huésped Crovetto, a las decenas de muertos en ese feudo y tantos etcéteras.

Dorados años, los '30. Plenos. Con "Papito" al mando del clan, acrecentando aún más su fortuna luego de unos meses en la Penitenciaría (por orden de Uriburu) en la que había sido tratado con los honores condignos con ese poderío económico; cuando "Mamita" se ahogaba en éter, morfina y otras sustancias para tapar el dolor del suicido (¿?) de "Pitón".

Cuando todo estaba en orden. Cuando el general Justo era la realidad y la esperanza de la gente decente (que un ACV fulminante truncaría mandándolo al otro mundo en enero de 1943). Nada que reprochar, que revisar de esos años de plenitud republicana.

Ni una alusión a la miseria profunda de la inmensa mayoría del pueblo durante ese tiempo propiciatorio de tantas desgracias (que reflejaron tan bien los poetas del tango contertulios de "Poroto", Manzione entre ellos, a quienes elige ignorar o evocar con banalidad), al asesinato de Bordabehere en pleno recinto del Senado de la Nación, al fraude descarado enaltecido en ese Congreso poblado de canallas, a las denuncias de los muchachos (su amigo Manzione, entre ellos) de FORJA, entre tantas atrocidades orquestadas por el tío Agustín Pedro a quien no sólo le perdona, sino que le justifica la artera intervención federal a la San Juan de Federico Cantoni.

Y más allá, la inundación, dijera el amigo olvidado por "Poroto": la muerte de "Papito", el derrumbe de "Crítica" en las torpes manos de "Mamita", de "Hermanito" Jaime y de "Cuñadito" Damonte Taborda; su exilio en Montevideo durante los meses de Farrell; el despojo perpetrado por Perón a la familia Botana de las acciones de "Crítica" y la lápida colocada sobre ese medio por los radicales de Ricardo Balbín, a quien "Poroto" odiaba como a ninguno.

Ruinas, sobre ruinas.

Pese a los intentos de los presidentes Lonardi, Aramburu, Onganía y Videla, a quienes el autor de las memorias que repasamos asesoró casi sin excepción, como al coronel Moori Koenig (el co-protagonista del cuento "Esa mujer" de Rodolfo Walsh, responsable de la profanación  del cadáver de Evita) a los rectores de la Universidad de Buenos Aires, Solano Lima (contertulio de "Papito"), Laguzzi (por error, seguramente) y Ottalagano (a quien no le ahorra elogios) en tiempos del tercer peronismo, cuando fueron requeridos sus servicios por el comisario general José López Rega.

Aunque debe admitirse que "Poroto" vivió intensamente: tres matrimonios, unos cuantos hijos, nietos, hectolitros de alcohol y otras licencias más osadas ingeridas; una asesoría al presidente boliviano Paz Estenssoro, participación en congresos internacionales para combatir el comunismo y una relación ambivalente con la jerarquía del credo Católico, Apostólico Romano.

Devoción que le deparó a nuestro "Poroto" un lustro largo en Europa cuando decidió quedarse en el Viejo Mundo al que había llegado como integrante de la comitiva de los hacedores de la película "La Procesión", de 1960, filmada sobre un argumento suyo, seleccionada como representante argentina en el Festival de Cannes.

Con dirección de un tal Francis Lauric, actuaciones de Santiago Gómez Cou, Gilda Lousek, Amelita Vargas, el "Pato" Carret, Guillermo Brizuela Méndez y el Chueco García, entre otras celebridades, cuenta, precisamente, el peregrinar de personalidades de diverso pelaje al santuario de la Virgen a la Basílica de Luján. Inhallable, la película entonces no fue, precisamente, bien recibida por la crítica especializada.

Filmada en tiempos del despertar del cine a cargo de próceres como Manuel Antín, Simón Feldman, Lautaro Murúa, Mario Soffici, Leonardo Favio y Leopoldo Torre Nilsson, entre otros. Éste último, director de la película "Fin de Fiesta", estrenada precisamente en 1960 sobre guión de Beatriz Guido, que relataba las hazañas del "tío" Barceló (sin los ocultamientos ni las falacias de "Poroto"), interpretado por el inmenso Arturo García Buhr.

Por ello, entre tanta producción cinematográfica de calidad excepcional, llamó la atención la nominación, decidida por las autoridades argentinas, de la película filmada sobre el argumento de "Poroto" para representar al país en Cannes. Pierre Brillard, en "Cinema 60" la trató con ternura: "para quienes conocen la evolución del cine argentino en los últimos meses, la presencia de esta expresión de inmenso cretinismo en el Festival de Cannes sólo se justifica por maniobras interesadas en el sabotaje de dicho cine".

A caballo entonces, de esa expresión de cretinismo, desplegaría su lustro sabático en la Europa de los '60s, cuando descubrió su vocación pictórica: "Poroto" se dedicó a la venta de los pastiches que pintaba, pasándolos por buenos, como pondera en sus ya demasiado analizadas memorias.

Teniéndolo cerca, visitó a Perón en su exilio madrileño (a fin de informarle sobre el tema a su amigo el presidente Frondizi profundizando su rol de alcahuete estatal, que con tanta precisión había desplegado para su muy admirado ex jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército Moori Koenig), dejando una interesante semblanza de la primera residencia de Perón en Madrid, en una casa "digna y sencilla" en el barrio "El Pantío".

Volvió al país, instado por uno de los tantos personajes con los que se emborrachó, cuando en medio del delirio etílico, el compañero de ronda lo había abandonado porque no podía compartir su alcohol con quien se había despreocupado de la suerte de su madre mientras fallecía en su país.

Agonizaba (de una larguísima agonía), Salvadora Medina Onrubia, "Mamita". Redentora de tantos anarquistas, por todos, Simón Radowitzky, el ácrata que había hecho justicia con Ramón L. Falcón, cuyo indulto gestionó y logró ante Hipólito Yrigoyen en 1929. De una crueldad infinita hacia "Poroto" (cuenta María Moreno que "Pitón" no se habría suicidado, sino que habría caído muerto por una torpeza o por decisión de nuestro personaje).

"Hijito Poroto" relata en su libro que con la finalidad de mitigar el sufrimiento de su madre, quien penó a lo largo de casi medio siglo la muerte de su primogénito ahogada en éter y morfina, no tuvo mejor idea que disfrazar a un amigo suyo que se le parecía a fin de caracterizarlo como su hermano muerto y presentárselo a Salvadora quien era espiritista y creía en los misterios de las apariciones y otras macanas.

Lo hizo, "Poroto", en un ejercicio de una crueldad versallesca, aunque lo relata como un acto de piedad hacia "Mamita".

Por supuesto que a partir de entonces el cuadro de Salvadora se agravó. Moriría a los pocos días, hundida en el delirio más profundo, repitiendo como una letanía (según el relato de "Hijito Poroto" quien naturalmente, no se perdió el espectáculo): "Odio, odio, odio". La enfermera que la cuidaba, en cambio, interpretó: "Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios".

Son las cosas del querer.

Basta de "Poroto". Este lugar chiquito de cosas chiquitas le ha dedicado el espacio que nadie (de acuerdo con la compulsa que realicé para escribir estos delirios) le consagró.

De hecho, no se sabe cuando murió. Si es que falleció. Aunque de estar con vida el año que viene soplaría 105 velitas, por lo cual, lo damos por finado.

Sus memorias llegan a los albores de la Presidencia de Alfonsín, respecto de quien (aunque no lo denueste con la intensidad deparada a Balbín), destila espesa bilis, dado que a diferencia de los prohombres de su idílico pasado, no había reparado en él ni reclamado sus servicios: le dedica un extenso ditirambo por el que procura desacreditar a quienes se hacían llamar intelectuales: "impopular acción pero natural por la deformación que los 'cultos' han hecho del uso de la inteligencia".

Demasiados servicios había prestado a la Patria "Poroto". Era hora de descansar.

Escribí que nadie (o casi) habían reparado en el trabajo que comento. Corresponde aclarar que en abril de este año Damián Tabarovsky publicó una columna en "Perfil", titulada: "Memorias livianas" (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/memorias-livianas.phtml) sucinto análisis del trabajo evocado, cuyo "copete" resume el sentido del texto: "¡Qué lindas las anécdotas de la burguesía bohemia de entonces! Lástima que después se pudrió todo."

Concluye el autor con estas evocaciones: "La policía dejó de ser amable, a los intelectuales y poetas de izquierda se les bajó el copete de la soberbia mandándolos al exilio o conduciéndolos a mesas de tortura y asesinato. Más tarde, muchos periodistas se dedicaron a la extorsión y a toda clase de operaciones corruptas, entre otros menesteres. ¿Cómo serán los libros de memorias de nuestro tiempo?"

Ya escribí que mucho le había dedicado a "Poroto" Botana. Aunque creo que implícitamente lo hice, proponer un contrapunto a las consideraciones de Tabarovsky me insumiría mucho más tiempo que el considero prudente.

Me quedo con el final y anoto que no sé cómo serán las memorias de "nuestro tiempo", o mejor, qué habrán de escribir los hijos de los dueños de los medios de este tiempo. Aunque no sé qué interés habrían de tener las evocaciones de Bárbara Lanata o de Esmeralda Mitre, por nombrar a dos hijas de dos empresarios de medios de este tiempo.

Incubado durante el tiempo recordado con tanta ternura por "Poroto".

Cuando se amasó el pan amargo que habremos de tragar a lo largo de la Presidencia que está a unas horas de iniciarse, cuestión que debemos tener en cuenta por más que el Presidente electo auspicie algo mejor (o menos malo) que lo que se está dejando atrás.

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6 comentarios:

  1. Que bueno volver a Leerte!
    Ojala el gobiernos te inspire y te de ganas seguir haciendolo.
    Un cachito anonimo

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  2. Gracias por su mensaje y por sus deseos, querido "cachito anónimo".

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  3. Excelente informe. Siempre aprendiendo contigo. Tu admiradora nro uno!

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  4. Muy bueno Horacio. Solo manejando el nivel de ironía que usted detenta (y ostenta) se puede escribir sobre este personaje inverosímil. Saludos

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    1. Canalla y Di Giovanni. Un gran amigo, que me ha hecho el honor de leerme. Reciba usted mi abrazo!

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