viernes, 26 de enero de 2018

La Feliz.

El anteúltimo día de mi semana de vacaciones, recordé que tenía pendiente una lectura: "La Feliz. Aquel verano del 88" de Camilo Sánchez, un periodista amigo.

Ambas condiciones, amigo y periodista, dos grandes alicientes.

La primera, por obvias razones. La segunda, porque la literatura hecha por periodistas siempre fue mi preferida: desde una de mis primeras lecturas ("La novela de Perón", de Tomás Eloy Martínez), hasta las que me ocupan por este tiempo (las obras de Pietro de Angelis, a quien estamos haciendo descansar).

Si un estilo tengo cuando escribo, es periodístico.

No por nada me identifiqué y quise y quiero todavía imitar (aunque fracase en el intento) a periodistas-escritores: Sarmiento. Arlt, Walsh, Soriano, Rivera, Verbitsky, Asís, María Moreno y otros tantos y otras tantas.



La Feliz, es un exponente de la más noble tradición de la literatura hecha por periodistas.

No sólo porque es un libo exquisitamente escrito, con pluma llana y emotiva (conmueve Sánchez, y mucho, cuando describe la muerte, absurda y cruel, de Alberto Olmedo) sino en especial, por la metáfora que sirve de eje e hilo conductor: el derrumbe de dos ídolos populares, anticipatorio a su vez, del derrumbe de un país.

Porque, además (sobre todo) La Feliz es un homenaje a Carlos Monzón y (muy especialmente) a Alberto Olmedo, a quienes Camilo Sánchez, como millones de ese país que se moría, admira.

Dos santafecinos hechos en la miseria más extrema, estigma que los acompañaría hasta el final quienes, por caminos tan iguales y tan diferentes, serían glorificados.

En el medio: Adrián Martel, un turrito, un busca sin gracia ni talento, cuyos días acabarían veinte años después de aquel verano maldito, con toda la pena del mundo y ninguna gloria.

Aunque en rigor, el libro se ocupa de los tres hombres de la foto con apelativos, ficcionalizándolos. Son El Campeón, El Claun y El Langa.

Personajes, rodeados por una troupe igualmente nominada: La Diva, La Rubia, La Morocha, La Mística, El Segundo (Javier Portales, el que mejor  parado queda, descripto con una admiración tierna y contagiosa), El Secretario, El Locutor de la Nación y tantos y tantas, perfectamente identificables.

Otras personalidades en cambio, son nombradas como se las conoce: los retadores de El Campeón (Benvenutti, Briscoe, Nápoles, etc.), su entrenador (Amílcar Brussa) sus amigos -dizque más que amigos- (Alberto Lectoure y Alain Delon), su primera mujer Pelusa y sus hijos Silvia y Abel (al hijo de La Rubia, se lo apoda Cachi); Fidel Pintos, Alberto Ure y Osvaldo Soriano, entre otros, en los pasajes dedicados a El Claun.

Aunque más que las alusiones (más o menos entrañables, más o menos ácidas) me ha sorprendido una omisión, sin dudas, deliberada: Jorge Porcel es el gran ausente en el relato, silencio por demás significativo; tanto o más que el desprecio que se le dedica a Báez, el célebre ciruja alcahuete, apodado entonces Cartonero por un periodista (uno de los más brillantes de ese tiempo), perlita que no voy a develar.

Seguiría escribiendo, pero no es cuestión.

Quedó clarito que me gustó y mucho La Feliz: ese relato dulce y amargo, como la cocaína de máxima pureza que corría a raudales en la noche de aquella Mar del Plata, de aquel verano de 1988, que daría inicio, sostiene Sánchez y coincido, a una década que terminaría en diciembre de 2001, libro editado (no por nada) en este presente evocatorio (por aquello que sucedió y que anda repitiéndose) de una farsa, como la  que don Carlos Marx describía en su 18 Brumario.






sábado, 30 de diciembre de 2017

Primeras peripecias de un napolitano en el Plata.

Sostuve, en mi entrada/reentrada anterior, que este espacio chiquito de cosas chicas, centraría su atención por un entrañable rato, en la figura de Pedro de Angelis, nacido el 20 de junio de 1784 en Nápoles, bautizado bajo los nombres de Pedro Antonio Diego Enrique Estanislao, al uso de la época que ante la llegada de un crío a la familia no escatimaba homenajes a padres, abuelos, tíos y, por supuesto, a las divinidades del Santoral católico.

Nápoles, finales del siglo XVIII. Tiempo y lugar de una centralidad total.

Esa región del sur de la península italiana era el centro administrativo del Reino de Nápoles, gobernada con mano de hierro por el monarca Fernando IV, en las vísperas de un terremoto que en 1789, con epicentro en París, trastocaría todo, con puntual repercusión en la Nápoles del adolescente Pietro (aunque su biógrafa principal, Josefa Sabor, lo designe con su nombre castellanizado, aquí lo trataremos al modo italiano).

Ya tendremos tiempo de ocuparnos de esos coletazos y del Reino de Nápoles y las Dos Sicilias, cuyo crepúsculo empezaba a despuntar al nacimiento de Pietro.

Escribí, en la entrada anterior, que llegaría al Río de la Plata en 1826, instado por el representante de Bernardino González Rivadavia (aquel alcalde de Buenos Aires que se creía presidente) en Francia, cuando se encontraba (diría Cadícamo) anclado en París, adonde había recalado en su peregrinaje centroeuropeo, del que nos ocuparemos en su oportunidad.

Lo cierto es que, al igual que otros intelectuales, científicos y sabios de la época, De Angelis fue convencido de radicarse en estas Provincias Unidas por 1826 por gestión de Philibert Varaigne, tal, el representante parisino de González.

Y hasta aquí se vino, con su esposa, Melanie Dayet y con el matrimonio de José Joaquín de Mora, un gaditano a quien la Restauración borbónica había arrojado al exilio. 



Llegaron, Pietro, su esposa y los Mora, en el peor momento posible. 

Corrían en los últimos días de diciembre de 1826 sin poder desembarcar en Buenos Aires, sitiada por la armada imperial brasileña, en guerra con las Provincias Unidas.

Aterrado, Pietro le escribió a Rivadavia: “Heme aquí, casi prisionero en Montevideo, sin que pueda prever cuál será el desenlace de este acontecimiento. Nada me atrevo a pediros, pero ruego a V.E. se digne comunicar sus órdenes e interesarse por mi situación. Separado de mi familia y de mis amigos, me veo con terror retenido en una ciudad enemiga, donde no tengo más protección que la bondad con que V.E. se digne interesarse por mi suerte”, quien ordenó a su ministro Julián Segundo de Agüero que arbitrase los medios: “más convenientes para la salida de Montevideo y traslado a la Capital de Mr. De Angelis con su esposa y el Sr. d. José Mora con su familia”

La travesía accidentada fue relatada por Josefa Sabor: fueron dirigidos por tierra desde Montevideo hasta el Puerto de las Vacas (actual Carmelo), para ser conducidos a Buenos Aires por agua en un lanchón, habiendo atravesado el delta del Paraná hasta Buenos Aires.


Finalmente instalados, el presidente en retirada (renunciaría en junio de 1827, cuando el frágil sistema institucional por él concebido se desmoronase) les es encargada la publicación de los periódicos: “Crónica Política y Literaria de Buenos Aires” y “El Conciliador”. Escribiré sobre ambos. 

Digamos, entonces, elegantemente, que para junio de 1827 De Angelis y la Melanie se quedaron en Buenos Aires, en bolas. 

Con el mentor fuera del poder, quien comenzaría a probar el plato frío y amargo de la venganza (pocos años más tarde iniciaría un exilio que finalizaría a su fallecimiento, en Cádiz, en septiembre de 1845, sumido en una pobreza extrema), en un medio ajeno y desconocido, sujeto a los más variados y ásperos vaivenes político-institucionales (a la política laicista de Rivadavia, se le oponía Quiroga con el eufemístico lema: "Religión o Muerte", para no abundar, como solía decir el maestro Viñas).

Luego de fugaces emprendimientos en común, uno a cargo de las mujeres del matrimonio Mora, el "Colegio Argentino", de la "Escuela Lancasteriana", en manos de Pietro y del liceo denominado "Ateneo" de De Angelis, Mora y el francés Curel, fracasados todos por la espantosa de relación entre los socios, y de algún trabajo que se le había encargado desde la Universidad de Buenos Aires (igualmente breve y fallido), De Angelis comienza a dedicarse a la tarea que sustentaría al matrimonio, abordada con utilitarismo, siendo sus pasiones muy otras: el periodismo, de la cual mucho se escribirá en este pago.  

Tiempos duros ésos, para Pietro. 

Decepción que se manifestó en una carta a su hermano, destacada por Josefa Sabor, cuando escribió: “He sido tentado varias veces a escribirte desde este último punto del Globo, y siempre me he encogido de este deseo. Siento una especie de vergüenza al admitir que se han hecho 3.500 leguas sin tener un proyecto firme y que hemos pasado más de cuatro años lejos del mundo civilizado sin resultado y sin utilidad”.

Último punto del Globo que no podría (o no querría) abandonar nunca, donde fallecería y aun hoy, sus restos continúan sepultados.

Que cierre esta entrada Lucio Mansilla.

Sobrino de Rosas, hijo del héroe de la Vuelta de Obligado, veterano de la guerra del Paraguay e intrépido visitante de los ranqueles, Mansilla a fines del siglo XIX anduvo dejando testimonio de una vida extensa y accidentada, dando cuenta de los personajes de una época denostada entonces (y en el 2000, también) desde su perspectiva privilegiada.


Los textos publicados en el delicioso: "Entre Nos. Causeries del jueves", ese gran conversador que fue el dandy Mansilla, entre otros relatos relacionados con el tiempo de su tío Juan Manuel ("Los siete platos de arroz con leche", disponibles en http://www.biblioteca.org.ar/libros/300718.pdf, es imperdible), acude al rescate de De Angelis.

En el relato "El Señor don Pedro",  escrito con ternura y admiración hacia nuestro personaje, explica brevemente las circunstancias que abordé en esta entrada: la llegada de De Angelis al Plata, de la siguiente manera:

Rivadavia vino y con él llegaron, por decirlo así, algunos industriales, artistas o sabios, como se quiera, que pintaban mejor que doña Crescencia y conocían la economía política un poco mejor que don Juan Bernabé y Madero, que en todo caso, podían ser consultados y oídos, siempre que se tratara de la cultura social, de lo que era de  buen tono en Europa, porque sin ser aristócratas, eran gentes más o menos finas, que se había rozado con los señores de por allá, pasando por las grandes facultades de la enseñanza literaria o científica. 

"Se comprende y se explica que algunos años después –bajo Rivadavia, época de gran flato de palabras; que en seguida, cuando se inicia el trastorno, creyendo el fanatismo político que el hierro es una solución, y que, bajo la misma dictadura, que trajo lo que trajo, porque los hombres que mejor intencionados no vieron que otro, gobernado por la tiranía de los impulsos subjetivos, como que no había tenido la educación de ninguna disciplina, fatal, y lógicamente no podía producir sino efectos desastrosos, fuese cual fuese la intensidad de su patriotismo-, se comprende y se explica, repito, que en esos tres momentos de nuestra historia contemporánea, fueran oídos, atendidos o consultados, creyendo buenas sus ideas, sus opiniones, sus consejos, hombres que, por poseer alguna ciencias, se creía y se pensaba que debían tener mucha conciencia. 

"Hombres que tenían además ese prestigio extrínseco, no menos real por eso, del extranjero, con alguna representación, que se incorporaba más o menos bona fide al movimiento social de una agrupación política, que nace a las grandes aspiraciones  de la libertad y del progreso. Se comprende y se explica, lo repito, finalmente, que en vez del libro que primero se comenta en la tertulia de antaño por los que creen entenderlo mejor, aceptando sus doctrinas como un evangelio, sea el sabio o el pretendido sabio, capaz de hacer el libro, lo que se consulte aceptando su propio comentario como artículo de fe

"Entre esos industriales, artistas o sabios, había uno de origen italiano, napolitano por añadidura, hombre incuestionablemente ilustrado, lleno de seducciones amables y de gracia, que había sido ayo de los hijos de Murat, que estaba casado con una mujer interesantísima por su belleza y distinción, de origen ruso, que hablaba el francés como una rusa,  que es cuanto se puede decir, y que completaba el cuadro de la casa, de la situación, de la influencia y de la autoridad que en materias de trascendencia y en otros detalles de la cultura moderna, debía necesariamente tener el personaje importado a quien me refiero, que era, ni más ni menos, que el señor don Pedro de Angelis, a quien ustedes conocen de reputación”.

"Ayo de los hijos de Murat", escribió Mansilla (y no mentía) que había sido Pietro en su juventud, cuestión que abordaré en la entrada que sigue, destinada a quien entonces era conocido de reputación" hoy, un perfecto desconocido, como destacaba en mi anterior parrafada. 

Trataré, insisto, de hacerlo conocer algo más.


NOTA: El contenido de esta publicación puede reproducirse total o parcialmente, siempre que se haga expresa mención de la fuente.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Elogio al ladrón.

Mi escritura en este blog merece ser destacada como una de las tantas inconstancias de mi vida.

Quienes (pocos y pocas, pero buenos y buenísimas) alguna vez leyeron las entradas/catarsis que con apresuramiento he ido dejando caer por aquí saben de qué se trata: de emprender el abordaje del mismo tema de siempre desde diversos ángulos.

Una ensalada demasiado variada: Borges y sus torpezas antiperonistas, a través de los diarios de su amigo Adolfo Bioy Casares; la coyuntura de los años del kirchnerismo al inicio de su despedida; el cine, la televisión y sus divas decadentes, alguito de teatro, River Plate (siempre, River Plate) y, desde ya: el ser radical según pasan los años.

Vuelvo, quien sabe por qué, con la frente marchita (puta que desde el '14 al final del '17 pasaron y nos  siguen pasando cosas) a escribir acá.



Instado, por aquello del instinto vital, a hacer algo que me aleje de un presente que me tiene bastante triste y desconcertado y con el aliento del siempre presente Alberto Filippi, de un tiempo a esta parte vengo ocupándome de Pedro De Angelis, aquel intelectual (fue tantas cosas Pietro, que insumirían varias líneas presentarlo, ya me extenderé en futuras entradas) que escribía en tiempos de Rosas.

Napolitano el hombre, había recalado en el Río de la Plata a fines de 1826, convocado por un presidente (o algo parecido) que se estaba yendo del poder (o algo parecido) cuando él llegaba. Ya escribiré sobre ese evento, que moriría en Buenos Aires, en febrero de 1859, sin haber podido volver intención que, parece, tenía.

Lo curioso en él es el olvido que se abatió sobre su memoria habiendo hecho tanto.

Habiendo dejado tanto.

Abominado, por haber sido el escriba de Rosas y también por extranjero, De Angelis (aunque se lo haya recuperado durante la última década) es un perfecto desconocido, incluso para quienes frecuentan el estudio, la lectura, la atención, de la historia argentina.

Olvido que tiene sus razones y, de eso andaré escribiendo, traduce una condena: la de haber colaborado con Rosas, dado que a su caída, todo lo que se le asoció corrió la suerte del Restaurador de quien, ni el polvo de sus huesos la América tendría, entre 1877 y 1990, en cumplimiento de la profecía de Mármol, José, personaje sobre el que algo, también diremos en este pago.

Ignorado e injuriado, De Angelis.

Se dijo (se dice) del Archivero de Rosas que era: acomodaticio, falso, mazorquero, mercenario y, entre otros elogios, ladrón.

El insulto de siempre hacia los condenados por los mentores de la política excluyente y autoritaria.

Ladrón fue Rosas.

Ladrones, Yrigoyen y Perón.

Hasta Alfonsín lo fue, por un entrañable tiempo, hasta que desde las usinas que tanto hicieron para que su proyecto hocicara -del modo más humillante- pasados los años (una vez fallecido, para ser precisos) empezaron a reconocerle valores mediante fórmulas falaces y simplificadoras.

Ladrón, De Angelis de quien, a partir de hoy se escribirá mucho en este espacio chiquito de cosas chiquitas, para intentar conocerlo un poquito mejor.

Voy a dedicarle esta entrada y las que siguen a Noemí Villa, quien me dio la posibilidad de conversar sobre De Angelis en la Biblioteca Popular de San Isidro, de cuya Comisión Directiva es Vicepresidenta. Y también, claro quede, porque es mi Vieja.



NOTA: El contenido de esta publicación puede reproducirse total o parcialmente, siempre que se haga expresa mención de la fuente.




domingo, 26 de enero de 2014

Adiós a las armas.

Lo que pasó, lo que se viene, nos tiene mal a muchos, entusiasmados a otros tantos.

Mal, estamos aquellos que adherimos (y seguimos adhiriendo) al liderazgo y al proyecto de la Presidenta; entusiasmados, estarán aquéllos que nunca la quisieron o la votaron desconfiados esperando que acaeciera lo que acaeció: un cambio inesperado, impuesto como una fatalidad que deja un sabor agrio a tantos y tantas, insisto.

Que se busquen otra Presidenta, si quieren una devaluación, había dicho semanas antes CFK, una dirigente que supo conciliar siempre la palabra con sus acciones. Y en efecto, no ha sido ella quien devaluó, devaluó "el mercado" y dejaron devaluar los funcionarios que ella nombró dejó tan contentos a los que aludía en segundo término, exultantes ante la salida de un funcionario que jamás hubiera consentido esta devaluación que me tiene tan perplejo y triste, Guillermo Moreno, por supuesto.

E insisto en que la Presidenta no devaluó, no decidió hacerlo. Que desde luego, conoció la movida y la consintió, pero esa fue una de las tantas razones de su salida de escena, aunque a horas de lo impensado, dio la cara, para dejarnos a quienes la apoyamos la impresión de que no se quiebra ni se dobla: con todo en contra no se olvidará de quienes más ha beneficiado (hasta ahora) desde que asumió la Presidencia, mediante un anuncio que prevé algo a quienes tienen menos que nada.

¿Por qué este cambio de rumbo?, intenta responderse Mario Wainfeld en la edición de "Página/12" hoy con la honestidad intelectual que le caracteriza, sin éxito, tal vez sorprendido como el boludo que escribe.

Quizás la han convencido, quizás se ha convencido CFK de que hay que salvar lo conseguido, debilitada como quedó luego de las elecciones del año pasado (y los incontables y definitivos golpes que personalísimamente sufrió a lo largo de sus mandatos).

Que al igual que Alfonsín, entendió que para avanzar hay que retroceder. Del modo menos pensado y querido.

Ahora entiendo el sentido del homenaje que CFK le tributó al primer Presidente de la democracia recuperada en 1983 (que hacía desorbitar los ojos de su hijo presente en ese acto).

Será como para ratificar aquello que los que la queremos pensamos de ella: nadie desde la Presidencia argentina ha sido tan consecuente con lo que dijo y lo que hizo.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Moreno.


Se fue Moreno de la Secretaría de Comercio Interior de la Nación, para alborozo de tantos y tantas. Por fin, la bestia negra de todo opositor al Gobierno Nacional, abandonó la función pública.

La magnitud de tanta dicha se evidencia al escuchar tanto comentario laudatorio de quienes encuentran alivio en una caída esperada hace rato.

En muchos casos no se entiende bien por qué. Porque nadie como Moreno defendía los intereses de esos muchos, como nadie lo había hecho desde hacía añares.

A otros menos, pero muchísimo más poderosos, los jodió demasiado Moreno, entre ellos a los muchachos del grupo Clarín, a cuyos mandamases les dijo en la cara que eran unos parásitos, que debían tener algo de decoro y evitar auto-regularse ingresos asiáticos (en blanco, porque el negro el de tales ingresos -viáticos, gastos de representación, cometas- reunían una suma de muchísimos ceros más). Puesto a hablar claro, Moreno lo hacía y habló claro en una asamblea de accionistas de ese grupo, ganándose el odio de sus dirigentes y de tanto amante de la prensa libre que pulula por estos lares.

Asamblea en la que Moreno tuvo voz y voto como representante del gobierno, accionista de ese grupo, en virtud de haber  recuperado el Estado Nacional los fondos de los laburantes otrora rifados a la timba de las AFJP, proceso ideado por Amado Boudou por tal, bestia blanca de la oposición al kirchnerismo.

En esta trincherita, de confesiones íntimas, aún asumiendo ciertos errores que ha cometido, queremos a Moreno y escribimos para despedirlo (si cabe) y dejar testimonio de nuestro aprecio hacia un tipo honorable. Aprecio que contrasta con el afecto de otros por estos días, hacia tanto tibio, tanto idiota, tanto traidor y en especial de la elevación a la idolatría de cierto extorsionador de zapateros o de una perversa que la va de loca.

A Moreno lo queremos, escribimos, porque lo sabemos honesto como pocos.

Si tuvieron que inventar hace poco una nota patética (patetismo que da cuenta el desprecio a la inteligencia de sus destinatarios por parte de quienes pergeñaron la nota, el mismo desprecio -dicho sea de paso- de Ernesto Tenenbaum a su platea: no es verosímil tanta pelotudez en ese muchacho excedido en juventud).

Nota que me hizo evocar otra de la revista Caras en tiempos de Alfonsín, que informaba de una casa que el Presidente estaba construyendo en Galicia, con canillas de oro o algún detalle para consumo de la gilada.

Porque a la gente honrada, como Moreno, como Alfonsín, suele ocurrirles que para ensuciarlos le inventan lo inverosímil, vaya uno a saber por qué.


Escribo Alfonsín y a partir de su evocación recuerdo a Juan Carlos Pugliese.

Para quien tengo el recuerdo más afectuoso, hecho de cariño y de coincidencias políticas, hacia quien fue el primer candidato que voté en mi vida, allá por octubre de 1991.

Pugliese, que cuando todo se derrumbaba a mediados de 1989, aceptó el Ministerio de Economía que le había ofrecido (como una carta desesperada en ese final tan cruel) el presidente Alfonsín.

Tenía 16 años el que escribe y recuerda haber mirado un noticiero, a la espera de la finalización de la reunión del ministro Pugliese con los capitanes de la industria. Y recuerdo al maestro, salir de la reunión, con las huellas del cansancio (y del fracaso) en el rostro. Empequeñecido, se prestaba a enfrentar a los reporteros.

"Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo", dijo como resumen de una reunión que marcaba el principio del fin.

Y uno al recordar con afecto a Pugliese, lo aprecia más a Moreno y por eso lo despide: porque el Secretario que se fue a partir de su concepción social de la política, de sus convicciones, de su coherencia, tuvo muy claro a lo largo de toda su gestión que con determinadas personas nunca (pero nunca) se habla con el corazón.

lunes, 28 de octubre de 2013

Medio término.

Voy a dejar por escrito (no por nada retomé la escritura de este diario íntimo virtual) las impresiones que me han dejado las elecciones de ayer nomás, por las que se renovaron bancas en la Cámara de Diputados y en el Senado, de alcance más amplio, desde que (según se mire) miden la temperatura política del electorado de cara a las elecciones que siguen, las de 2015, cuando se elegirá quien suplante a Cristina Fernández de Kirchner.

Detesto las medias tintas, no obstante anoto que descreo en la sensatez de leer la elección como una catástrofe para el Gobierno Nacional, aunque tampoco considero sostenible el festejo de lo sucedido ayer por parte del FPV.

La nota distintiva a mi modo de ver de estas particulares elecciones es el predominio de nadie sobre nada: no han habido elecciones que hablasen tanto de la realidad cotidiana de cada provincia, sus electorados votaron según la coyuntura (aunque no estrictamente) predominantemente local. Y allí fincan las razones del contento de la alianza gobernante: no hay un líder opositor que se yerga como indiscutido aunque, tampoco hay un sucesor capaz de reunir en torno de sí, el portentoso 32% de los votos que a escala nacional supo cosechar el FPV tras diez años seguidos en el poder. Todo un prodigio.

Quizás porque resido por estos lares, considero a Cuyo la región que determina el signo del comicio, con resultados bien que repartidos en cada Provincia. Si en Mendoza el inexplicable Julio Cobos ratificó su predominio (con fuerte color local: fue Cobos quien en la mirada de tantos desafió la diKtadura del FPV -y la hizo tambalear-, había sabido antes gobernar aceptablemente Mendoza); los Rodríguez Saá volvieron a ser profetas en San Luis; en tanto lo sanjuaninos votaron con el corazón puesto en el último caudillo de la Provincia, ausente en las mesas electorales mientras lucha por su supervivencia. Triunfos, amplísimos todos, de cada uno de los referentes de organizaciones, frentes o alianzas bien distintas las cuales, es de prever, marcharan separadas dentro de dos años.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires también votó parecido: mirándose el ombligo, premiando a un administrador que se juzga eficaz (a diferencia de quien escribe, con poca compañía en su convicción) aunque ese líder menosprecie de un modo tan subrayado a ese electorado que lo acompaña con tanta fidelidad. Basta reparar en los patéticos festejos de esos triunfos (coreografías mediante) con destinatarios poco apreciados en su intelecto por parte de quien los viene urdiendo desde hace muchas (demasiadas) elecciones ya.

O quizás, las razones del voto a los candidatos de ese sector haga pie  en la abominación de ese electorado al kirchnerismo, ámbito en la cual hace carne -evidentemente- la prédica del principal enemigo del Gobierno Nacional, el multimedios Clarín, prédica que contribuyó a la importante derrota de Daniel Filmus a manos del pragmático Solanas, que debe sentirse satisfecho con la opción que tomó cuando tiró por la borda cierta coherencia ideológica que supo sostener por décadas, con un premio por el que había perseguido tanto del brazo de aliados a los que siempre abominó. Como sea, al advenedizo Solanas, un electorado que siempre le desconfió lo premió (y cómo), aunque en verdad lo haya elegido para evitar un mal mayor.

Es notable el desempeño de los candidatos del FPV en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, siempre pobre, desde 2005, incluso, cuando Néstor Kirchner reunía adhesiones en la capital por encima del 85%; siempre se lo confinó en elecciones locales o nacionales, con la excepción de 2011. La sorpresa parte de que no hay argentinos que se hayan beneficiado tanto con el modelo kirchnerista como los de la Ciudad de Buenos Aires, cuyos vecinos (entre tantos beneficios) desde 2003 (¡!) pagan chauchas y palitos por el gas, el transporte, la luz y el agua; a diferencia de quienes no cuentan con dos de esos servicios (en especial el del gas) que deben sufragar costos altísimos por las garrafas que consumen, electores que supieron acompañar, paradójicamente, al FPV. Privilegios que esperamos, se acaben  más pronto que tarde. No es cuestión de privarles (nuevas) razones para oponerse al Gobierno Nacional.

Al igual que en el resto del país, en ese distrito, los sectores menos favorecidos son los que más leales al proyecto gobernante, lo que se desprende de los resultados discriminados en comunas que puede consultarse en "resultados.gob.ar". En el rubro "Diputados Nacionales": "Union PRO" y "UNEN" se repartieron las comunas, prevaleciendo la Cochonga (hizo una gran elección, parece haber recuperado el voto delarruista que supo serle esquivo). Se impuso en las Comunas Nº 5,  (Boedo y Almagro); 6 (Caballito), 7 (Parque Chacabuco y Flores), 10 (Floresta, Versailles, Montecastro y Villa Luro), la 11 (Villa Devoto, Villa del Parque y el pago de Omar Ferrari); Bergman, en cambio, prevaleció en las más acomodadas y en Liniers y La Boca. El FPV, fue relegado al tercer lugar en todas, menos en dos: la comuna 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios, Pompeya y más allá la inundación) y en la comuna 8 (Villa Lugano, Soldati y Villa Riachuelo), donde peleó un primer lugar que perdió por poco.

De sur a norte, los candidatos del FPV fueron perdiendo votos progresivamente según el ascenso cardinal. En la categoría "Diputados Nacionales", en la Comuna 8 (la más pobre de la Ciudad), la lista encabezada por Juan Cabandié obtuvo el 34,30% de los votos; Comuna 9 (Mataderos, Parque Avellaneda): 26,88%; Comuna 10 (Liniers): 22,26%; Devoto (comuna 11): 20,15%; Comuna 12 (Saavedra, Urquiza y Coghlan): 19,69%; Comuna 13 (Belgrano, Núñez y Colegiales): 13,91%; recupera pocos votos en Palermo (Comuna 14): 15,10% y cae a un piso de 12,11 % de los votos en la Comuna 2, Recoleta.

Curiosidades de la composición del voto al margen, nada parece sencillo al momento de evaluar qué nos ha dejado la elección de hace unas horas nomás, quizás se pueda coincidir en que nos deja incógnitas abiertas hacia lo que viene: nadie puede arriesgar (sin exponerse al ridículo) qué pasará a partir del 10 de diciembre de 2013, cuando asuman los electos, se vayan los que no han podido renovar sus bancas (en lo personal lamento la salida de Filmus, pena que se neutraliza con la salida -esperemos que por siempre- de una inmundicia de apellido Olmedo, oriundo de Salta) y sigan los que están.

Si seguirán ocupando los espacios políticos que hasta el 26 de octubre venían integrando, en especial dentro de las tiendas del peronismo.

De ello dependerá lo que viene, si es que Cristina gobernará una transición (sí que lo es) ordenada de cara a la Presidencia que suceda la suya o, en cambio, si la oposición en el Congreso, cuchillo y chaira en mano, nos depara un bienio insoportable.

La entrada se ha hecho larga, la Provincia de Buenos Aires (los soprendentes resultados electorales de esa Provincia, por lo menos para quien escribe) merecerán alguna que otra reflexión en una próxima.

Como sea, no deja de ser relevante y grandioso que se haya votado una vez más.

Que sigamos con esa feliz y sana costumbre de votar cada dos años, ininterrumpidamente desde 1983.
Por más que el resultado le deja a quien escribe un sabor demasiado amargo.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Gente que piensa diferente.

Desde este lugar ínfimo, vamos a poner nuestro granito de arena (para despuntar la entrada con un lugar común horrible) que alimente el médano infinito del cambalache en el que se ha convertido la sufrida política de este sufrido páis.

Es notable como todo se tergiversa. Notable resulta la facilidad de los tergiversadores de todo en este final de campaña enloquecido: con la Presidenta y el gobernador de San Juan convalecientes, con el gobernador de Santa Cruz advirtiendo que le "quieren tirar un muerto", con la casa del gobernador de Santa Fe, baleada; con un atentado a la candidata jujeña Milagro Sala; con un nuevo siniestro en el ramal Sarmiento de la red ferroviaria metropolitana, el de un tren manejado por un psicópata que anunciaba tragedias por un blog como este y -según informa La Nación, ni más ni menos- tomaba sol y dormía (según su propia confesión) mientras piloteaba formaciones repletas de pasajeros de tez cobriza y pobre, por lo general.

En medio de todo, el evento Cabandié. En principio, el de menor relevancia.

A esta altura debiera escribirse el evento Cabandié-Casero, o las pruebas de la degradación de un artista que uno quería hasta el evento Cabandié.

Es notable, escribíamos, como se tergiversa, como se da vuelta todo: según la lógica "Casero" Estela de Carlotto (y la de tantos y tantas dispuestos a acompañarlos porque denuncia los abusos de una dictadura) es autoritaria y el comisario que se apropió de Juan, cuando tenía horas de vida, un filántropo que rescató a un bebé de las garras de la subversión.

Esto último corre por mi cuenta (lo de las garras de la subversión) lo otro lo dijo el mismísimo hiper obeso protagonista de Farsantes. Que el comisario (ahorraremos su apellido) que se apropió de un bebé cuya madre y padre serían inmediatamente desaparecidos después de haber sido secuestrados y confinados en las mazmorras de la dictadura, que le puso su apellido, falsificando una partida de nacimiento, rescató a ese bebé, a la postre y con dos décadas transcurridas, legislador Juan Cabandié.

No dejo de sorprenderme al repasar la declaración del desaforado Casero quien desde que tuvo el desatino de decir lo que dijo (o de mostrar su pensamiento profundo) en el programa del domingo a la noche que conduce un extorsionador de zapateros, otrora periodista, sigue y sigue con lo mismo.

Que tiene miedo. Que vivimos en una dictadura. Que le advirtieron que no hablase porque le mandarían la AFIP. Que para callarlo tendrían que matarlo. Que en ese caso pasaría a la clandestinidad. Que Estela de Carlotto integra una patota de persecutores de opositores que se materializa a través de los programas de PPT, que denostan a quien piensa distinto (ver: http://www.lanacion.com.ar/1631645-la-replica-de-alfredo-casero-a-estela-de-carlotto-senora-no-soy-el-enemigo) y otros excesos de quien parece no pensar en lo que dice, ni tener al lado nadie que lo haga reflexionar.

Demás está aclarar que no se pretende que Casero sostenga que vivimos en el mejor de los mundos, que Cristina Fernández es inconmesurable en su talento para gobernar el país, que Cabandié se comportó cuando fue sometido a un procedimiento ilegal a manos de numerario de la Gendarmería y de un pichón de bataclana, como un lord inglés y que está enamorado de Sandra Russo y de Orlando Barone; sólo que entienda que lo que ha dicho (y en consecuencia le contestó Carlotto) es aberrante. Que si algún Fiscal tuviera tiempo y ganas podría denunciarlo por haber perpetrado una apología del delito, aunque es deseable que no tenga tiempo ese Fiscal, porque una detención o un llamado a indagatoria de Casero daría pasto a quienes creen en el miedo, la persecución, la dictadura y otras teorías elaboradas al calor un par de décadas de abusos, según parece.

Que nadie en ningún lugar del mundo sería quedaría impune si dijera que Hitler hizo bien en exterminar judíos y que (llegado el caso de que se hubiese urdido un plan de la especie del llevado a cabo en la Argentina) los bebés judíos hijos de los exterminados en los campos de concentración, habían sido rescatados por oficiales de las SS.

Algo parecido (no exagero en lo absoluto) dijo Casero al hablar de rescate, en lugar de apropiación.

Y, paranoicos como somos, no creemos que sea casual que Casero haya dicho lo que dijo, sino que es consecuente con lo que días atrás le había dicho Carrió al propio Cabandié durante un debate televisivo: "el delito no se hereda. Vos tenés que saberlo, que sos hijo de desaprecidos". Empleados ambos del "Grupo Clarín", metieron el dedo en una llaga demasiado abierta y a juzgar por las repercusiones, la cosa no salió tan mal para sus patrones: no cosecharon el repudio que merecían por haber dicho lo que dijeron.

Seguramente, por lo que muchos sabemos (y hemos escrito en este espacio): no existe un consenso lo suficientemente amplio de condena a la represión estatal perpetrada en los '70, bien por el contrario, son unos cuantos los que (en silencio, la mayoría) ponderan y justifican esos delitos, sino no se entiende como tanto imbécil anduvo difundiendo un suelto publicado en una cloaca de la web (SEPRIN) que publicó los domicilios del matrimonio Cabandié-Alfonsín, padres de Juan; porque ambos figuran en los padrones electorales. No sorprende la bajeza del SEPRIN, de mierda están hechos sus redactores, escoria de la más baja, sí que haya tanto idiota difundiendo las psicopatías que se difunden desde ese inmundo portal.

Más preocupante es, que ningún dirigente opositor haya reparado en los desbordes de Carrió y de Casero, que Binner, Stolbizer, Alfonsín o, por qué no, Michetti, De Narváez o Massa hayan expresado cierto acompañamiento personal a Cabandié, por lo menos, que lo hayan hecho público. Que expresaran que les resulta deleznable que se justifique como lo han hecho ambos la desaparición de sus padres y su apropiación.

Entre tanta mierda, sólo cabe esperar que termine una campaña inesperadamente violenta, preparatoria de una etapa que se viene, que se presenta muy difícil, así lo evidencia la intemperancia del grueso de la oposición y por sobre todo, del grupo económico que opera detrás de la mayoría de sus dirigentes, perdida la batalla legal, según parece, en la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Grupo económico, dispuesto a convertir al país en un caos, según lo advirtió en agosto un extorsionador de zapateros, que supo ser periodista, desde los estudios del canal de televisión de ese grupo económico en uno de los tantos shows de los domingos a la noche.