viernes, 6 de agosto de 2010

Endúlzame que soy café.


Lo dijimos muchas veces y no está demás volver sobre aquello de que corren tiempos interesantes desde la política.

A despecho de otros –demasiado recientes- durante los cuales la política aparecía condenada a la administración de intereses económicos impuestos por los poderes establecidos y consolidados a partir de la última dictadura militar.

Rescatamos un síntoma de esa subordinación desde el rediseño de las secciones del diario “Clarín” durante los años del segundo mandato de Carlos Menem y a despecho de la tradicional clasificación temática del periódico, la sección: “Política Económica” precedía a la de “Política”, para sincerarse durante los meses de Fernando de la Rúa, cuando primeró –lisa y llanamente- la sección: “Economía”.

Fue una época de retroceso democrático, durante la cual se hallaban instalados paradigmas inconmovibles, hechuras de las escuelas económicas monetaristas que imponían reglas, pautas, conductas, decisiones, que la política acataba con obediencia.

Recuerdo al inolvidable De la Rúa corrido por la vaina del riesgo país, a la alianza que lo llevara a esa Presidencia, tan trágica como patética, arrojándose a los brazos de Domingo Cavallo, erigido en salvador de un país al borde del colapso, desenlace provocado y aumentado por la locura criminal de ese personaje abyecto.

Al candidato Eduardo Duhalde, derrotado (entre otras razones) a fuer de su “revolucionaria” propuesta de postergar los pagos impagables de una deuda externa inafrontable.

Decíamos de “Clarín” y la prelación de las secciones de sus ediciones durante la década neoliberal, tiempos durante los cuales se constituyó en un actor económico, hoy cuestionado y acorralado.

De allí que muestre los dientes congregando capitostes de la industria y referentes de la oposición panperonista desde uno de sus referentes más oscuros, más impresentables: el “CEO”, Héctor Magnetto.

Lo anterior viene a cuento a raíz del almuerzo del miércoles que compartió con empinados industriales nucleados en la UIA y en la AEA y con la cena de jueves, en su domicilio del que participaron (según informó “La Nación”): Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Francisco De Narváez y el idiota peligroso que gobierna la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Se ha dicho (en especial en el tendencioso, aunque eficaz programa: “6,7,8”) se ha escrito bastante acerca de esos encuentros y, en particular acerca de las motivaciones políticas que empujaron a esos dirigentes a humillarse a la mesa de Magnetto, para subrayar la dependencia económica –anche ideológica- de ellos al poder omnímodo que viene representando “Clarín”.

Si, como parece desde la decisión asumida por aquellos, lejos de ser ostensiblemente perjudicial para las pretensiones electorales de ese tándem, llegara a fortalecerlos ante la sociedad ese indigno “ir al pie” de Héctor Magnetto.

La meses develarán la incógnita, aunque la visita aparece como una ofrenda demasiado costosa que están dispuestos a pagar para derrotar al proyecto gobernante desde mayo de 2003 que a juzgar por tales sacrificios, parece que hoy por hoy, continúa.

De allí las denuncias endebles, baratitas de Felipe Solá en la mesa de Bonelli y Sylvestre, echando un manto de duda acerca de todo aquel que quiera preservarse del bochorno político, distinguiéndose de ese tándem difícil de presentar que es el “Grupo A”. Propone que el cambio de espectro supone (siempre) alguna prebenda: sabrá lo que dice el ex cafierista, ex menemista, ex duhaldista, ex kirchnerista, ex pro y (por ahora, sólo por ahora) “felipista” diputado Solá.

Ante una pregunta algo inesperada, aclaró Solá que las migraciones suponían venalidad siempre que se verificasen en detrimento del sector “opositor” y en beneficio del “gobierno”, al que identificó con el “poder”.

La pobreza del razonamiento (identificar al “poder” con el gobierno nacional, la noche misma en la que compartiría una comida con Magnetto) da cuenta de la poca consideración que “felipista” Felipe Solá tiene por los destinatarios de su discurso.

Volvió sobre el tema, el igualmente tendencioso y eficaz programa “Duro de Domar”, en su última emisión, el amigo de la casa y dirigente bonaerense Fernando “Chino” Navarro, para descabalar lo poco que quedaba de Solá en el marco del bloque que trataba sus (penosas) declaraciones.

En el anterior se había evocado a una persona que quise y quiero mucho: Raúl Alfonsín.

Se convocó a una cantante (“Daniela”, así nomás, a secas), quien en los ’80, integraba el inolvidable grupo: “Las Primas”, gestora años más tarde del hit: “Endúlzame que soy café”.

La buena de “Daniela”, invitada por la producción a ese fin, recordó el romance que –con apenas 20 años- había mantenido con el entonces Presidente de la Nación, Raúl Alfonsín.

Cuando me enteré de la infidencia, me enojé con “Daniela”, preguntándome acerca de la validez de volver sobre una historia antigua, que implicaba a quien no podía defenderse.

Mi temperamento varió al compartir los elogios –de cuño machista, admito- que el Flaco Tognetti prodigó a la memoria del finado: “donde estés, Raúl, te felicito”, dijo, en alusión a lo bien que está (25 años después) la blonda “Daniela”. Me consta que –aún al final de su vida- a don Raúl las (jóvenes) féminas no le eran indiferentes.

Pensé en Raúl, en las debilidades del hombre, en especial en las de los hombres políticos. En aquella versión tan difundida de su arreglo con Lorenza Barreneche, convenientemente dispuesto en razón de su asunción a la Presidencia, que vendría a ratificar su “affaire” con “Daniela”.

De lo molesto que debe haber sido para él y del ultraje que toda esa situación ha de haberle supuesto a ella.

De lo saludable que es vivir en un tiempo con menos hipocresía, lavado de pacatería barata, que en buena medida ayudó el propio Alfonsín en afianzar: desde su ley de divorcio y equiparación de derechos de los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio.

Y que en estos tiempos se subraya desde la consagración, por caso, de la ley de matrimonio igualitario, un hito en la historia de nuestro país, que expresa un tiempo más sano, más tolerante, mejor.

Tiempos interesantes desde la política.

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