sábado, 19 de octubre de 2013

Cabandié.

Mucho se habló sobre Juan Cabandié durante de los días que pasaron, a raíz de una hábil opereta pensada y ejecutada por quienes lo buscaron y encontraron al legislador y candidato del FPV, mientras se conducía en su auto por Lomas de Zamora por el mes de mayo.

Tanto se ha hablado (decíamos) que no creo que sea útil volver sobre el evento, dijimos, hábilmente utilizado.

Si algo me molestó, me dolió en verdad, fue la soledad en la que se lo ha dejado a Cabandié.

Incluso en 678 lo amonestaron, quizás porque creían quienes lo amonestaron que lo merecía. Quien escribe en su momento se convenció de que Cabandié había estado mal cuando reaccionó como reaccionó.

Fue notable, entonces, como todos entramos en el juego de aquellos que le tendieron la cama en la que Cabandié se acostó, sin reparar en cuestiones demasiado evidentes: Cabandié (a partir de la extensión temporal del supuesto control automotor al que fue sometido) fue víctima del accionar represivo de agentes de fuerzas de seguridad que no pierden las mañas de otras épocas, añoradas por unos cuantos de ellos. Si me apuran, quizás era sometido a una privación ilegal de la libertad.

Ante lo evidente, insisto, nos quedamos con la anécdota: Cabandié habría sido destemplado con quienes lo detenían y eso estaba mal. Era anti-democrático.

Es curioso lo boludo que puede ser uno.

Aunque Cabandié debió haber sabido que le tendían una cama, que la lucha es decisiva y que hay que estar atentos a zancadillas como la que le tiraron, el reproche fue excesivo.

El de quienes lo vamos a votar, porque quienes abominan del proyecto político en el que militan,  odian a Cabandié como a ningún otro exponente del FPV: Moreno, Boudou y D'Elía no generan en ciertos opositores el encono que provoca Cabandié.

Las razones, por evidentes, vamos a destacarlas: Cabandié es joven (que no sabe nada de nada, como propuso respecto de otro joven de ese sector un carcamán excedido en juventud que participó en un debate de televisión la semana que pasó) y, desde luego, referencia al FPV en una de las aristas que más molesta a tantos y a tantas: antes de mayo de 2003, Juan no era Juan ni era Cabandié; llevaba el apellido de quien él creía que era su padre y en verdad era quien lo había secuestrado, luego de participar de la desaparición de los verdaderos padres de Cabandié.

Delito aberrante, que un payaso miserable definió esta semana como un rescate, o de alguna manera igualmente deleznable.

Cabandié, entonces, es el dirigente que más incomoda a cierta gente, porque corporiza y reivindica (de una manera impensada) una militancia que se creía desterrada para siempre, mediante la eliminación de esos militantes, faena que alcanzó a sus hijos que fueron trasplantados a otras familias, para que fueran criados en otros valores. Rescatados de la subversión.

Cabandié es entonces la prueba de la ignominia de una sociedad que (en el mejor de los casos) miró para otro lado cuando a sus padres los secuestraban, torturaban y desaparecían.

Será por eso que molesta tanto la candidatura de Cabandié y se aprovecha cierta actitud enérgica ante una vejación a la que fue sometido en mayo pasado para tratar de enterrar ese dirigente que perturba las sucias conciencias de tantos y tantas.

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