jueves, 10 de octubre de 2013

Esa señora.

Como suele sucederme, me entregué esta noche una vez más a 678, programa que vengo viendo desde hace varios años ya.

Muchas veces, encuentro a partir de la línea editorial del programa argumentos para adherir al gobierno, no pocas veces discrepo, me enojo, me incomodo ante cierto acompañamiento excesivo al gobierno nacional y en especial hacia la persona de la Presidenta. Nunca dejo de valorar que 678 y sus responsables se muestran como son: un programa abiertamente identificado con el kirchnerismo, presto a romper lanzas siempre y en todo momento.

Ese es uno de los tantos valores que encuentro en ese hallazgo comunicacional, la pluralidad que se desprende de ese ámbito, tan contrastante con la presunta objetividad y pureza de otros comunicadores, operadores de cuarta, chantas como el sujeto del síndrome de Hubris.

En el programa de hoy, miércoles 9 de octubre, el invitado fue el querido Claudio Rissi, que devolvió en cada intervención comentarios sólidos y jugados. No se guardó nada y nos representó a unos  cuantos, en especial cuando dijo lo que debía decir sobre el Dr. Hubris, Leuco, el moribundo Grondona, Mariano, Majul y otros sujetos de ese jaez. Temperamento que mereció la amonestación de Cynthia García, esa periodista que proclama un espíritu gandhiano de tolerancia que la ha llevado a salir micrófono en mano a la calle durante una de las marchas energúmenas del año pasado, en el afán de preguntarle a los energúmenos que marchaban por qué lo hacían, exponiéndose así al linchamiento que por poco estuvo de producirse.

Nada tengo que oponer a las tendencias masoquistas de la querible García, sólo que su crítica a los comentarios (urticantes, pimentosos, jugados) de Rissi dedicados a personajes tan poco respetables es vista por el boludo que escribe como una sobreactuación de la tolerancia de su kirchnerismo hacia los detractores más enconados de ese espacio político.

Lo que no quiere decir que deba salirse con los tapones de punta a todo opositor que disienta, con toda firmeza, pero sin la aviesa leche de gentes como los operadores mediáticos que mencionábamos.

No sería justo, creo, salirles de ese modo a Margarita Stolbizer o a Ricardo Alfonsín, por ejemplo, duros opositores quienes, más allá de cierta comidilla, no han caído en la diatriba hecha de un odio idiota, no obstante se les haya colado cierto candidato a concejal por Cañuelas presa de un desequilibrio mental lastimoso, que lo llevó a festejar la enfermedad de Cristina y a reivindicar esa insensatez durante un reportaje radial. Un pelotudo -diría el querido Rissi- que buscó (y consiguió) unos minutitos de aire. Esperemos que lo voten menos electores que los pocos que pensaban votarlo hasta su penoso estrellato.

Volviendo a 678 y cerrando la entrada, todas las emisiones se hacen un lugarcito para Joaquín Morales Solá, a quien la producción detesta con placer, digamos.

Desde los títulos del programa aparece Joaquín y siempre, insisto, es buena la ocasión para ocuparse de él. Quizás porque a nadie le hizo tanto daño 678, daño bienvenido, por supuesto.

Se lo bajó a los ponchazos del pedestal de prócer del periodismo viviente, su palabra dejó de ser la autorizada voz, la magnánima pluma que dictaminaba la vida y la muerte de ciertos gobiernos recientes, el de De la Rúa por ejemplo, cuyo largo y lento ocaso comenzó con una columna de Morales Solá que informaba sobre los sobornos en el Senado por la aprobación de la ley de flexibilidad laboral, hecho por el cual se ha acusado a ese Presidente desteñido y patético a la pena de seis años de prisión.

Ya no es el que era entonces, don Joaquín.

Hasta quienes lo leen saben que escribe lo que escribe porque existe detrás una mano (una cuenta bancaria) que justifica y confiere razón de ser a sus dictámenes, emolumentos que le permiten solventar los gastos de la vida principesca que viene gozando desde hace décadas el otrora censor de Caloi en la redacción de Clarín.

Esta noche, los ácidos y tendenciosos muchachos de 678 refrescaron sus reflexiones acerca de los reportajes que convocó la Presidenta en los cuales, según don Joaquín: "esa señora no deja hacer preguntas y contesta lo que quiere".

Curioso razonamiento.

No conozco entrevistado que conteste lo que quiere quien lo reportea, salvo que sea el desdichado De la Rúa que era un experto en superar toda caricatura que pudiera concebirse de él, durante los meses del derrumbe.

A partir de estos reportajes, se han escuchado imprecisiones curiosas respecto de la predisposición de los Presidentes de la democracia argentina a las entrevistas periodísticas. Se da a entender que todos se prestaron a esas charlas, lo que es abiertamente falso puesto  que a diferencia de De la Rúa (parámetro jodido, creo) que podía desfilar por cuanto programa se lo invitara (para ser solapeado en Showmath o lamentarse en el living de Susana Giménez porque se acabó la merluza -era desopilante Fernando-) o Carlitos lo hiciera en su afán cholulo (que llegó a summun cuado condujo Tiempo Nuevo mientras su conductor, el inolvidable Bernie se recuperaba de una operación) ninguno de los otros Presidentes se sometió indiscriminadamente a las inquietudes de los periodistas.

En el afán de recuperarlo para pegarle al gobierno, muchos evocaron a Alfonsín, quien dio un solo reportaje a lo largo de su Presidencia: a Tomás Eloy Martínez en un programa que se llamaba El monitor argentino, en las preliminares de las elecciones de 1987, principio del fin de su gobierno. Dio muy pocas conferencias de prensa, las cuales por lo común no terminaban en buenos términos: tenía su carácter del Gallego en especial hacia los cagatintas, como sabía denominar a quienes viven de lo mismo que Morales Solá.

No recuerdo reportajes a Duhalde, alguno que otro me viene a la memoria de Néstor.

Sin embargo no deja de ser curioso que una dirigente con el manejo retórico de Cristina no tenga una relación más fluida con el periodismo, tendrá sus razones, la fundamental quizás sea que no le encuentra sentido a conversar con quienes la han destratado tanto desde un lugar tan personal, tan íntimo.

Como fuere, carece de la centralidad que le dan los periodistas,  Morales Solá, Joaquín, entre ellos que berrea seguido contra Cristina, esa señora, en sus palabras.

Y tiene razones, porque esa señora, no sólo contesta y habla de lo que considera necesario, oportuno e inteligente hablar sino que hace cuanto considera igualmente necesario y pertinente.

Con una coherencia entre el decir y el hacer incomparable con todos y cada uno de los Presidentes que la precedieron.

2 comentarios:

  1. GRACIAS HORACIO POR HACERME SENTIR MUY FELIZ, PORQUE COINCIDO PLENAMENTE CONTIGO EN EL ESCRITO QUE HAS PUBLICADO EN ESTA PÁGINA, CON UNA COHERENCIA QUE DEMUESTRA QUE SOS UN SER HUMANO MUY CAPAZ E INTELIGENTE.UN ABRAZO. tío bocha.

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  2. Boche querido. Gracias por tus palabras. ¡Abrazo enorme!

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