miércoles, 2 de octubre de 2013

Clavo y canela.

Vuelto a este espacio intermitente, dejo de lado evocaciones nostálgicas de entradas anteriores y comparto impresiones sobre un evento de anoche (martes 1º de octubre), bien que ilustrativo de todo cuanto viene cociéndose por estas pampas bravías.

Ocurrió todo en "Palabras Más - Palabras Menos", show televisivo que conducen los hermanos Zlotowiazda y Tenenbaum, cuya apertura, anticipó lo que se venía. Con tono admonitorio y rictus paralizante, el bueno de Zloto (al estilo del médico del síndrome de Hubris) leyó (con la vista fijada en la cámara) un perentorio cuestionario que quienes entrevistan a la Presidenta debieran efectuar para que esas charlas fueran reportajes y no (traduzco a Zloto) la mierda que protagonizaron Brienza y Rial.

Era un cuestionario implacable, que anticipaba debía realizarse instando a la repregunta ante cada una de las respuestas posibles y era de suponer (a tenor del tono de Zloto y la risa boba, gozosa, de su coequiper) que Cristina colapsaría de tan incisivo cuestionario.

Cierto es que sería interesante conocer ciertas respuestas a las preguntas de ese listado implacable, sólo que no sé hasta qué punto tiene relevancia que la Presidenta no conceda entrevistas o que deba explicar una y mil veces sus acciones de gobierno clarísimas, tanto para tirios, como para troyanos.


La senda ombligocéntrica continuó en el segundo bloque cuando el dúo convocó a tres periodistas (o personas que viven de actividades parecidas al periodismo) para hablar del tema. Uno de ellos se presentó, o fue presentado en rigor, como asesor o algo así, del programa de Jorge Lanata. Birmajer, su apellido. Creo que algún libro de él leí. Lo cierto es que el muchacho entrado en años fustigó a los reporteadores de la Presidenta (evocando el requerimiento que a voz en cuello muchos de quienes viven del periodismo, en algunos casos, por más de medio siglo, entre ellos, el sensible Fernando Pochulu Bravo, que reclamó hacer preguntas entre pucheros) y dijo que no se le preguntaba lo que debía preguntársele a Cristina porque los periodistas tenían miedo.

Quizás así lo sea. Lo disimula muy bien Lanata, el del síndrome de Hubris, Leuco y el propio Pochulu Bravo (pucheros mediante) cuando denostan a la Presidenta, como debe ser en un país como el nuestro en el que se respeta como en muy pocas partes, la libertad de expresión más irrestricta, a punto tal que nada le sucedió al nada temeroso editor de la revista "Noticias" que publicó en tapa una caricatura de la señora de 60 años que gobierna el país masturbándose o el propio Lanata cuando exhibió los planos de la casa de esa señora querida en este espacio, quien, de haberlo hecho en los Estados Unidos con el hogar de los Obama, estaría purgando pena en Guantánamo. No es el caso de la Argentina de los Kirchner, donde todos y todas pueden decir lo que se les de la gana.

El segundo bloque dio pie a mi indignación, en especial hacia los recios conductores que amenazaban a Cristina mediante un úkase irreductible, quienes hocicaron, callaron y hasta admitieron que "se hicieron cosas en la Ciudad" ante lo gritos destemplados e histéricos de la candidata PRO al Senado, Gabriela Michetti. Los cagó a pedos, la Gaby PRO y los machos de "Palabras Más - Palabras Menos" se fueron al mazo.


El final fue lo peor, no voy a abundar porque queremos al entrevistado y lamentamos el papel que jugó adonde nunca debió haber ido.


Curiosidades, en suma, de un país asolado por una dictadura democrática, desafiada por demócratas intolerantes.

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