sábado, 6 de junio de 2020

Diario de la cuarentena. Día 78

Querido diario.

Ensimismado siempre en lo banal, estuve un tiempo largo meditando si debía continuar con la numeración de cada día. 

En el caso de que continuase con la numeración, si debía ser consecutiva o, en cambio, si debiera reflejar (como venía haciéndolo) el día correspondiente a la cuarentena inmediatamente anterior y otras cuestiones que me sumieron en un estado de incomprensible (e inconcebible) duda.

Tiempos difíciles, querido diario.

Quisiera volver en el tiempo (ya sé, ya lo escribí) al año pasado, aunque sea, para caminar por Buenos Aires horas y horas, hasta que me sangrasen los pies. 

También retrocederia al  inicio de mi escritura. Para burlarme del imbécil que se quejaba de las medidas adoptadas por quienes vienen decidiéndolas a partir de unas pocas  certezas. 
Que escribía que "la vida es algo más que respirar"

Y, claro que sí, infeliz. Pero si no respirás no hay vida, le diría.

Es  evidente que uno puede ser más estúpido de lo que es al natural cuando la soledad no se interrumpe por momentos de sociabilidad, aunque breves, indispensables.


La foto, se atribuye al cacique ranquel Paghitruz-Guor, también llamado "Mariano Rosas", nombre adoptado por el indígena al ser bautizado en 1835 por orden del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, mientras el ranquel se encontraba detenido en Santos Lugares desde el año anterior, detenido por las fuerzas lideradas por el Restaurador en oportunidad de la expedición del Desierto comandada que había comandado.

Paghitruz-Guor, descendiente de la dinastía de los zorros de la cultura ranquel, nombre que de acuerdo con el antropólogo Carlos Martínez Sorasola en su imperecedero Nuestros paisanos los indios, Editorial del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2013 significaba en su lengua "zorro cazador de leones".

Nieto de Yanquetruz, hijo de Painé-Guor ("zorro celeste")...

¡La putísima madre, Garcete! Te vas a meter con los ranqueles también... Araucanos-mapuches, tehuelches, pilagas y también, ranqueles. Si te veo venir: de Mansilla no zafamos...

Tenés razón, querido diario. De Mansilla no vamos a zafar.

Este tormento es interminable, Garcete.

Como la cuarentena, querido diario.

A fin de evitar nuevas quejas y comentarios, me limito en esta entrada a presentar a los personajes de la historia que se viene, la del cacique Paghitruz-Guor.

Vinculado con Juan Manuel de Rosas, como lo estaba también Lucio Victorio Mansilla, designado por Domingo Sarmiento, comandante de las fronteras del Sur de Córdoba, visitó al cacique ranquel en sus dominios. 

Digamos que el lazo que a Mansilla lo unía con Rosas era su condición de hijo de su hermana menor, Agustina Ortiz de Rozas casada con el general Lucio Norberto Mansilla, héroe de la Batalla de la Vuelta de Obligado del 20 de noviembre de 1845. En homenaje a una de las derrotas más honorables y dignas de la historia militar universal, en nuestro país se conmemora esa fecha como la de la "Soberanía Nacional".

Para el tiempo durante el cual se arriesgó a excursionar en las tierras dominadas por Paghitruz-Guor, Mansilla llevaba vivida una vida muy intensa, pese a su relativa juventud.


Veterano de la guerra del Paraguay, se había batido en las batallas de Humaitá, Estero Bellaco y había estado al mando de una de las divisiones que la estulticia militar de Bartolomé Mitre mandó al matadero en ocasión del desastre de Curupaytí (evento en el cual, entre miles de oficiales argentinos, perdió la vida Domingo Fidel Sarmiento, hijo adoptivo del presidente que lo designaría al mando de la comandancia de fronteras) había recorrido buena parte del Globo: de Calcuta a París, pasando por Suez y Londres.

Un hombre de mundo, tan distinto al grueso de sus congéneres.

Había sido designado en 1860, secretario de la Convención "ad hoc", reunida en septiembre de 1860, para analizar las reformas sugeridas, por la Convención de la provincia de Buenos Aires que había examinado el texto constitucional aprobado el 1° de mayo de 1853 por representantes de las provincias de la Confederación, con excepción de la de Buenos Aires, cuya secesión se había resuelto a partir del pronunciamiento del 11 de septiembre de 1852, en rechazo al "Acuerdo de San Nicolás", firmado el 31 de mayo de ese año por los representantes de las provincias confederadas.

No obstante Buenos Aires había sido derrotada por las fuerzas de la Confederación en la batalla de Cepeda del 23 de octubre de 1859, impondría su voluntad sobre los vencedores al forzar la aceptación de esas sugerencias. Otra batalla posterior, la de Pavón de 1861, zanjaría definitivamente las diferencias y el país marcharía en la dirección decidida por la elite porteña.

Volvamos a 1860, cuando se reunían en Santa Fe los convencionales que debían debatir sobre las reformas propuestas por Buenos Aires, en cumplimiento del compromiso asumido en San José de Flores, el 11 de noviembre anterior.

Nuestro conocido Vicente Cutulo, realiza la semblanza de uno de los convencionales de ese cuerpo, el dirigente santafesino Nicasio Oroño quien con Marcelino Feryre; "resultó elegido como miembro de la Convención Constituyente de ese año para la reforma de la Constitución Nacional, interviniendo activamente en los debates".

Desconozco la fuente del discípulo de Ricardo Levene para sostener esa afirmación, claro queda que no es el diario de sesiones oficial, reeditado por Emilio Ravignani en 1938, del cual no se desprende intervención de Oroño de ninguna especie. Tampoco habría tenido oportunidad de destacarse demasiado, dado que las reformas impulsadas por  la provincia de Buenos Aires fueron aprobadas por aclamación por el cuerpo, cuyos integrantes se limitaron a debatir sobre la legitimidad de los títulos de los representantes elegidos por las provincias intervinientes.

Sí nos consta, merced a la extensa glosa realizada por Cutulo, los desvelos de Oroño por la imposición de las ideas del liberalismo clásico, de su relación con José María Paz, cuando niño; de su participación en la batalla de Caseros de su sucesiva adhesión a Urquiza o a Mitre, según estuvieran o no en ascenso Urquiza y Mitre; que contribuyó a la formación de la Villa del Rosario de la cual fue su primer jefe político, que bregó porque fuese capital de la República, antes de la federalización de Buenos Aires, que fue diputado, que fue senador; que bregó por la ley de matrimonio civil.

Tanto esfuerzo por la Patria, tanto desconocimiento por parte de quienes llegamos al mundo tantos años después de su fallecimiento que movieron al profesor Miguel Ángel de Marco (a quien iremos recordando en futuras entradas, querido diario) a protestar por ese destrato, dado que en su parecer, "merecía el homenaje que la posteridad sigue negándole".

No se aflija, profesor De Marco. En este humilde bazar se lo vamos a homenajear bien homenajeado a su Nicasio Oroño. 

Entre tanta obra en pro de la Patria Cutolo dejó constancia que Oroño, "expedicionó contra los indios del Chaco", sin dar más precisiones.

Pero nunca falta un comedido, con ánimo de revolver mierda vieja, querido diario.

Marcelo Valko, otra vez, quien en su trabajo tan visitado, reseñó una carta que Nicasio Oroño le enviara al general Manuel Obligado en 1879.

Comandante como Mansilla, con quien peleó en las mismas batallas, con la misma suerte del sobrino de Rosas de eludir la muerte segura en Curupaytí, al que lo había condenado la estrategia del Aníbal de Buenos Aires, jefe de la frontera norte de Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero quien, una vez más de acuerdo con el resumen biográfico del profesor Cutolo: "tuvo activa participación en la colonización del Chaco; actuó en al Comisión Exploradora del año 1875, siendo con el ingeniero Arturo Seelstrang, quienes bautizaron a la ciudad con el nombre de Resistencia (2 de febrero de 1878). Sostuvo numerosos encuentros con los indios y colaboró en la formación de numerosas colonias y pueblos". Primer gobernador militar del territorio nacional del Chaco retuvo el comando de fronteras "que desempeñó durante cinco lustros".

Fundador de colonias y de pueblos, renunció a la gobernación militar al ser sancionada una ley en 1886: "que respondió a planes políticos e intereses de otras provincias que frustraron los proyectos del bravo militar y colonizador [...]. Se alejó con profunda amargura, dolorido por la incomprensión y la injusticia, con la salud quebrantada por tantos esfuerzos y sacrificios".

Luego de un "viaje a Europa por razones de enfermedad", sería ascendido a general. Fallecerá en Santa Fe (provincia con la que parece se habría reconciliado) en 1896.

Un bravo militar, enemigo de la injusticia y la incomprensión. Y amigo de sus amigos.

En la carta de 1879 publicada por Obligado en La conquista del Chaco Austral, de 1925, reseñada por Valko: "Nicasio Oroño, en teoría un progresista, le colista en 1879 a su amigo Manuel Obligado, jefe de la frontera norte de la provincia de Santa Fe, que el mande algunas niñas para su servicio: 'Como veo que ha hecho una buena cosecha de indígenas espero que no olvidará mandarme con Cornelio en alguno de los vapores un par de chinitas de seis u ocho años. El transporte lo pagaré yo aquí" (Valko, cit., p. 119).

¿Para qué quería un par de chinitas de seis u ocho años, el senador Oroño? Valko ensaya dos alternativas relacionadas ambas con la trata sexual: para saciar una perversión del señor senador por Santa Fe o para solaz de indios amigos al servicio de aquél.

Como sea, repugna y mucho, Oroño, su pedido, Obligado y su cosecha.

Incluso, de la carta pareciera desprenderse que no es la primera vez que el señor jefe de Fronteras le manda chinitas al discípulo de José María Paz. Y ya que estamos, querido diario, repugna especialmente, la referencia al pago del transporte.

Nada nuevo (aunque mucho peor, claro) bajo el sol de este relato de ruindades. 

Aunque estoy seguro que la evocación que sigue, la de Mansilla, nos reconciliará (y bastante) con nosotros mismos.  

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