miércoles, 11 de julio de 2012

Velociraptor

No todo tiene alguna explicación  o si la tiene, no siempre tiene sentido andar dando vueltas y en especial, dando cuenta acerca de ellas.

Ando masticando cuitas y puteando de lo lindo con tantas cosas que pasan, en rigor, con desacomodamientos que no comprendo y con los que discrepo de lo lindo. Para ser claro: me tiene mal la ruptura entre Cristina y Moyano. La rechazo terminantemente, inaugurará, quizás, una etapa nueva y peor que la que conocemos, la vigente, nacida de la confluencia entre los intereses que encarnan ambos.

Estoy enojado, por eso, con los dos.

Por eso (siempre compelido a garabatear alguna pavada sin una razón que deba ser explicada o merezca serlo), comento que recién hoy, miércoles, terminé los diarios del domingo.


Leo dos: Página/12 y La Nación.

Quienes leyeron algunos de los disparates publicados saben que en honor a una tarjeta de descuentos (¡!) pongo en riesgo mi salud hepática leyendo La Nación viernes y domingos.

A veces da gracia La Nación. Es tan idéntico a sí mismo esa hechura condigna de su fundador, el héroe de la Guerra de la Triple Alianza, que el asco, la indignación por tanto daño se difumina un poco al reparar en lo entrañable que pueden, por ejemplo, esa cáfila de oligarcas gagás que escriben impudicias reaccionarias, patéticas en realidad.

No seríamos justos, si dijéramos que La Nación y ciertos escribas son fascistas o fascistoides. Seríamos injustos, decía con plumas importantes que el fascismo (por más deleznable que haya sido siempre) supo ofrecer: Matías Sánchez Sorondo, Julio Irazusta, Manuel Gálvez, no merecen ser parangonados con Pagni, Escribano, ni qué decir de ese Ventura, sujeto que da fe de aquello de que la cara es el espejo del alma.

Y Nik. Módica porquería ese Nik. Me contó un amigo que se dedica al métier que ese personaje ensucia, que él  (es un dibujante de los más talentosos e importantes de este tiempo), Quino, Rudy, Paz, Maicas, Nine (y cuando vivían) Caloi y el Negro Fontanarrosa (entre tantísimos), no iban a mesas redondas si se lo invitaba a Nik.

La razón: ha plagiado y robado a tirios y a troyanos con un descaro inédito. Lo notable, según ese amigo tan querido por mi, era que perpetra esos robos con un cinismo y una naturalidad atroces. Por caso, los """""chistes""""" mediante los cuales conjuga el español con el inglés (The Gaturro's Brutish English Method) es una réplica de lo que en los años '60 Landrú publicaba en Tía Vicenta.



En fin, me fui al diablo, ya que al aludir a La Nación del domingo quería introducir la nota de un escriba que parece hecho a medida de ese medio: Pablo Sirvén, acerca de Marcelo Tinelli.

En "Tinelli, el velociraptor de la televisión", el ex redactor de Convicción le erige un monumento al conductor de Showmatch, sobre una edición bochornosa (con lo que ello significa)  de ese programa.
Véase: http://www.lanacion.com.ar/1488696-tinelli-el-velociraptor-de-la-television

Por esos azares absurdos, vi parte de esa emisión, en especial, el momento en el que el conductor se ensañaba con un dj gay de un modo vergonzoso, con la Nannis de ladera.

Según vi en algún refrito, parece que lejos de querer mortificar al muchacho, Tinelli se embaló con el fulano, travistiéndose y alterando la rutina de eso que conduce. Salió del estudio de televisión (relata Sirvén, extasiado con el conductor) a compartir una porción de pizza con la hija de la Nannis y parece que se subió a un colectivo.

Sirvén, con delectación, mediante un discurso embelesado y alcahuete, relata esas indignidades proponiéndolas como la Summa del talento artístico que pueda arriesgarse desde la televisión, cuando en verdad no parece expresar otra cosa de lo que viene destilando tupido (ese programa, con ese conductor, desde ese canal): una de las manifestaciones más repugnantes de este tiempo -a veces- tan contradictorio.

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