jueves, 19 de julio de 2012

Y al que no le gusta: se jode, se jode.

No quería escribir sobre política, pero escribimos sobre política.

La razón, bien que despreciable: motivos personales, relativos a un cumpleaños número 7 al que no podré asistir.


Se había declarado el lunes, una conciliación obligatoria había normalizado la cuestión, pero anoche -por lo menos a esa hora me enteré-, todo volvió a ser como antes: paro por tiempo indeterminado de los choferes de micros de larga distancia por un reclamo, admitamos, justo: un aumento salarial del 23% en los emolumentos de esos laburantes.


Decía que el reclamo era justo, porque el costo de la vida subió de un año a esta parte en esa proporción y, por ende, es de estricta justicia que el salario no se deteriore al compás de la innegable inflación que azota a estas pampas feraces.


Único (o uno de los pocos) efecto nocivo que este tiempo ha deparado a los laburantes desde mayo de 2003 a este presente tantas veces insoportable: millones de desempleados de entonces (y otros tantos que a 2003 no tenían edad para trabajar, pero al alcanzarla serían tan desocupados como sus padres, de haberse perseverado en las políticas llevadas a cabo por años en este bendito suelo), que merece tan justo reclamo.


Inflación, producto de la carga que los formadores de precios realizan a los bienes y servicios una vez que se resuelve un convenio colectivo de trabajo que aumenta los salarios de los trabajadores, práctica que se retomó en 2003, luego de unos 15 años de haberse abandonado.

Todo lo que se escribe es conocido, sólo se menciona para contextualizar una queja, bien pequebú, nacida de una necesidad personal imposibilitada por un reclamo de justicia innegable: la de los trabajadores que reclaman por un justo aumento de sueldo, tras -no todos, muchos seguro- haber tolerado 15 largos años de sueldos congelados, vacaciones diferidas, humillaciones varias.

Década que toleraron sin chistar. Contentos quizás.

Ahora se los ve enojados a los muchachos, embarcados en justas gestas por el reacomodamiento de sus ingresos marchitos por la inflación que posibilita un programa económico que los considera pieza central del desarrollo y el porvenir de esta sufrida Patria nuestra.

Como justos son los reclamos de los recolectores de residuos. Que no juntan los residuos en la Capital y Gran Buenos Aires y aupados en su justo reclamo, sumergen a decenas de millones en un basural a cielo abierto, para alborozo de alimañas, roedores, pestes varias.

Porque la justicia del reclamo sindical debe privilegiarse sobre todo: las vacaciones de otros tantos miles de trabajadores como aquellos que con justicia se resisten a manejar sus ómnibus; la necesidad de millones de trabajadores como los recolectores de residuos, de justo reclamo, de que le sean retirados los residuos que se producen en sus hogares; la pretensión de un boludo como el que escribe de compartir un cumpleaños número siete.

Así se escribe la Historia.

Y como cantan los justicieros de la social justicia: al que no le gusta, se jode, se jode.

Y nos estamos jodiendo todos, los paladines de la justicia también, aunque no lo adviertan.

Suponiendo que no advierten, que advertimos que todo se circunscribe a dejar al país hecho un caos hasta diciembre de 2012, cuando tenga que desmembrarse un multimedios.

Esa es toda la discusión.

Por último, sólo quiero dedicar esta entrada a un lúcido amigo que lee estos disparates, a quien debo mi residencia actual en San Juan, lejos de tanta militancia por la Justicia.

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