domingo, 5 de agosto de 2012

Lilita, la Cochonga.

Si se me preguntase sobre el sentido, las razones, o interés si quiera,  por las cuales me dedico a escribir boludeces en este espacio, no daría con ninguna que, aún sin explicarlas, se acercase tanto con mi interés por compartir ideas, pareceres, opiniones con gente querida y una muchachada (no tan numerosa pero respetabilísima) que se allegan desde ámbitos inconcebibles, Hungría por todos, como canta la estadística de blogger.com.

Si tengo que justificar los motivos por los que hurto minutos a mi domingo para pensar en y escribir sobre Elisa Carrió, la faena se me complica, cuestión  que debería poner en manos de algún discípulo de Freud, el Coke Garriga por todos.

Y pese a todo, voy a escribir sobre Carrió, quien volvió por sus fueros a los programitas de televisión (ya no es más columnista de Desde el llano y/o A dos voces), su presente la ha relegado a ínfimos estudios de cable, según me enteré a través de un odioso resumen de 6-7-8, al ser entrevistada por la otrora alter ego de Bernardo Neustadt, Clarita Mariño, esa mujer de fealdad despampanante.

En ese resumen, volvamos a Elisa, volví a escucharle desatinos apocalípticos, sobre los que no vale la pena reparar (será porque es domingo, seré  piadoso con Elisa María Adelina) dichas desde una maldad hecha de resentimiento, de despecho, de rencor por el rechazo que ha venido recogiendo a diestra y a siniestra, que le ha negado una Presidencia para la que se siente elegida y que tanto vecino suyo de la parroquia de La Recoleta en la que reside le auguró y aseguró.


Barrio de adopción de esta Cassandra de sainete: su origen es el Chaco valiente y montaraz (como gustaba definir el Esc. Deolindo Bittel), provincia que representó con las banderas de la UCR  en la Convención Reformadora de la Constitución en 1994, evento que la catapultaría al estrellato político porteño (dejaría más pronto que tarde su Chaco natal nimbada por las luces de Buenos Aires) y la pondría cerquita -por qué no- de la Presidencia en 2003, cuando peleó por ella con una dignidad que perdería por completo en los años por seguir a los lejanos meses del derrumbe de 2001-2002.

Pensando en Elisa María Adelina, escribiendo (y maltratando de ese modo mi domingo cuyano), me permito una reflexión que (tal vez) justifica en parte esta entrada.

Una de las obras más intensas, más logradas que he visto este año es Salomé de Chacra que el maestro (muy admirado y querido en este espacio) don Mauricio Kartun dirige en el Teatro del Pueblo y que se invita a que se vea, juega con la fábula bíblica de Salomé y el Bautista, trasladados los hechos a una estancia o hacienda, (según la referencia de cada  personaje) donde un gaucho matarife (Gringuete) relata una tragedia acontecida en ese ámbito poco tiempo atrás; cuando el patrón, Herodes le cortó la cabeza al Bautista (ácrata confinado al fondo de un aljibe, como método de Educación Democrática dispuesto por el patrón) a pedido de su sobrina Salomé (hija de su hermano fallecido, el Aaroncito), con cuya viuda, el hijo extramatrimonial Herodes se casaría tras la muerte del hermano: la Cochonga: "vieja, viuda y estanciera".

La obra, como todo lo que propone Kartun (La Modonnita, El Niño Argentino, Ala de Criados, para destacar las que vi de la pluma del troesma) está destinada a hacer ruido por muchos años y por su densidad narrativa, da pasto para escribir un ensayo. Aquí nos quedamos con el último personaje enumerado, La Cochonga, jugado por la querida Stella Galazzi con vena maestra.

Vamos a arriesgar un paralelo para joder, nomás.

Tengo para mí que al momento de inspirarse en alguien para componer a ese personaje deleznable, artífice de la decapitación del Bautista -no obstante haya sido el vicioso pusilánime de Herodes quien le cortaría la cabeza al subversivo del aljibe-, la autoría intelectual de esa muerte es de la pérfida Cochonga, capricho de la Salomé mediante, porque durante toda la obra, Cochonga se queja del ácrata y sus desafíos verbales al poder de los terratenientes, a punto tal que como muestra la foto que sigue, en un momento se asoma a la boca del aljibe a amedrentarlo, haciéndole saber que más pronto que tarde tronaría el escarmiento, don Mauricio ha tenido in mente a Lilita.



Debió haber pensado en ella para diseñar ese ser no tan abyecto como patético, por tal, inmensamente peligroso. Esa reina de opereta (la Cochonga) que culmina su intervención en la pieza sentada en un trono tejido de alambre de gallinero, anticipando que agarraría para el lado de las tolderías (¿hay acaso una metáfora mejor que este presente lastimoso de la otrora diputada chaqueña, post 2 y pico por ciento de las últimas presidenciales?), en esa terrateniente cuyo territorio finca Kartun -lo inferimos- en el litoral vecino al Brasil; no por nada al inicio de la obra reprocha a Herodes no soportarle más sus brincadeiras.

Por qué no, entonces.

De ser así (y así lo establecemos) a partir de esta obra genial de Kartun, habremos de considerar a Carrió, Elisa María Adelina, la Cochonga de la política argentina.

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