domingo, 8 de julio de 2012

Pepe: el lujo es vulgaridad.

Recuerdo haber entrevistado (hace unos veinte años) a Falucho Luna, en el marco de una investigación sobre don Arturo Illia que -por razones varias- nunca vería la luz.

Luna, lo supiera él o no, fue uno de los enemigos más eficaces de Illia; autor de "La Argentina: de Perón a Lanusse", cuando embarcado en un frondicismo duro y puro, escribió con un desprecio subrayado sobre el ya derrocado Presidente. No es el momento, tal vez nos ocupemos de las mendacidades de Luna sobre Illia.


El  destrato no era novedoso: a Illia se lo reconocería después de muerto o a pocas semanas de morir, despreciado con una crueldad indigna de él. 


No apelo a la leyenda del abuelito bueno que gobernó el país unos meses, puesto que entre 1963 y 1966 Arturo Illia no era abuelo y tampoco era tan bueno como se lo quería pintar. Digamos, no era ningún buenudo Illia, era un político que con suma eficacia supo y pudo disputarle el liderazgo de su partido a Ricardo Balbín, quien perdió la candidatura presidencia del 1963 a manos del Maquiavelo de Cruz del Eje, tal la denominación de Mariano Montemayor, uno de los periodistas que con descaro exigió a gritos el derrocamiento de Illia, desde las páginas de Confirmado, por los riesgos que Illia y su gobierno suponían a los intereses creados que, como dijimos, Illia supo joder. 

Montemayor, como tantos otros (entre ellos el director de la revista en la que escribía, Jacobo Timerman, quien, antes del infierno que padecería en las mazmorras de la última dictadura, supo estar siempre en el lugar equivocado) no se nimbaban con la pureza o la inocencia de Illia, sino que advertían el peligro que su propuesta encerraba: la de un radicalismo que, si se le daba tiempo, podría constituir una alternativa tan o más indeseable que la del peronismo proscrito.


Evoco a Illia (y a Amadeo Sabattini y a Hipólito Yrigoyen también), al encontrarme con la foto del presidente uruguayo, el Pepe Mujica, en la nota "Mate Amargo" de Santiago O'Donnell, publicada en la edición de hoy de Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-198181-2012-07-08.html).

No escribo para reseñar las duras alternativas políticas que debe afrontar el querido, valioso y valiente compañero que gobierna más allá del charco; me conmuevo ante la pureza que propone la toma: el secador y su trapo de piso, la escoba, la palita, la cortina de bambula o vaya a saber de que género, la reposera (o algo así) dejada al descuido al lado del acceso a la casa, donde una cortina (de un material tan atorrante como el de la ventana) esconde la puerta que (me juego la cabeza) ha de ser de acero inoxidable. El atuendo: camisa, bluyín, alpargatas y un felpudo debajo de esas alpargatas.

Esa dignidad tan subrayada, lo claro que la tiene el Pepe, me generan cierto ruido con lo que uno ve por estos lares (emparentada en las políticas estructurales, en las antípodas respecto de la cualidad que esta entrada destaca) o más que ello, acerca del valor (no sólo ético, ante todo político) de la austeridad  en el ejercicio de la cosa pública, incluso sin los ribetes franciscanos del devenir vital -por tal auténtico, admirable, enternecedor- de nuestro querido compañero, el  Pepe Mujica

4 comentarios:

  1. me parece que la reposera es telar.

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    1. De acuerdo. Es un telar. Apenas terminé de escribir caí en la cuenta.

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  2. De acuerdo, Horacio. Pero no quiero que lo recuerden al Pepe, cuando ya no esté, también por lo buenudo y lo sencillo. Espero que lo recuerden porque logre generar cambios culturales, estructurales en nuestra querida orilla de enfrente.

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    1. Ese es el sentido de mi entrada.

      La asociación con Illia venía a subrayar mi aprecio por Pepe, cuanto mi empatía hacia su estilo y sobre todo, sus políticas.

      Por otro lado, no estamos en horas de recuerdo: Pepe vive, colea, gobierna y rompe los huevos (como Dios manda) a unos cuantos acá, allá y acullá.

      Subrayo, reitero, estilo y política; forma y fondo. Coherencia, digamos.

      Se agradece el aporte.

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