Luna, lo supiera él o no, fue uno de los enemigos más eficaces de Illia; autor de "La Argentina: de Perón a Lanusse", cuando embarcado en un frondicismo duro y puro, escribió con un desprecio subrayado sobre el ya derrocado Presidente. No es el momento, tal vez nos ocupemos de las mendacidades de Luna sobre Illia.
El destrato no era novedoso a Illia se lo reconocería después de muerto, despreciado en vida con una cueldad que nunca mereció.
Por ello, quede claro que no estamos aludiendo al abuelito bueno que gobernó entre 1963 y 1966. No sólo porque para entonces el oriundo de Pergamino no era abuelo aún ni tampoco tenía la bondad que los cínicos atribuyen a los pelotudos.
Era un político, que con asuticia eficaz supo y pudo disputarle el liderazgo del Radicalismo del Pueblo a Ricardo Balbín quien, en 1963, no cedió la candidatura presencial al cordobés oriundo de Pergamino. La perdió a manos del Maquiavelo de Cruz del Eje, como lo denominaba un enemigo de todas las horas de Illia, el periodista Mariano Montemayor.
Montemayor, como tantos otros (entre ellos el director de la revista en la que escribía, Jacobo Timerman, quien, antes del infierno que padecería en las mazmorras de la última dictadura, supo estar siempre en el lugar equivocado) no se nimbaban con la pureza o la inocencia de Illia, sino que advertían el peligro que su propuesta encerraba: la de un radicalismo que, si se le daba tiempo, podría constituir una alternativa tan o más indeseable que la del peronismo proscrito.
Evoco a Illia (y a Amadeo Sabattini y a Hipólito Yrigoyen también), al encontrarme con la foto del presidente uruguayo, el Pepe Mujica, en la nota "Mate Amargo" de Santiago O'Donnell, publicada en la edición de hoy de Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-198181-2012-07-08.html).
No escribo para reseñar las duras alternativas políticas que debe afrontar el compañero que gobierna más allá del charco; me conmuevo ante la pureza que propone la toma: el secador y su trapo de piso, la escoba, la palita, la cortina de bambula o vaya saber qué género berreta, la reposera (o algo así) dejada al descuido al lado de la puerta de la vivienda de cuyo marco cuelga una cortina (de material tanto o más atorrante que el de la ventana) que esconde una puerta, seguramente, de acero inoxidable. El atuendo del Presidente: camisa, bluyín, alpargatas (bien usaditas) sobre un felpudo igualmente añoso.
Esa dignidad por tácita, subrayada, evidencia lo claro que la tiene el Pepe, suscita admiración a partir del valor (ante todo político) de su ejercicio público de la austeridad, sin imposturas, con autenticidad que hacen de Pepe Mujica un referente entrañable, auténtico y, ante todo, indispensable.
Montemayor, como tantos otros (entre ellos el director de la revista en la que escribía, Jacobo Timerman, quien, antes del infierno que padecería en las mazmorras de la última dictadura, supo estar siempre en el lugar equivocado) no se nimbaban con la pureza o la inocencia de Illia, sino que advertían el peligro que su propuesta encerraba: la de un radicalismo que, si se le daba tiempo, podría constituir una alternativa tan o más indeseable que la del peronismo proscrito.
Evoco a Illia (y a Amadeo Sabattini y a Hipólito Yrigoyen también), al encontrarme con la foto del presidente uruguayo, el Pepe Mujica, en la nota "Mate Amargo" de Santiago O'Donnell, publicada en la edición de hoy de Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-198181-2012-07-08.html).
No escribo para reseñar las duras alternativas políticas que debe afrontar el compañero que gobierna más allá del charco; me conmuevo ante la pureza que propone la toma: el secador y su trapo de piso, la escoba, la palita, la cortina de bambula o vaya saber qué género berreta, la reposera (o algo así) dejada al descuido al lado de la puerta de la vivienda de cuyo marco cuelga una cortina (de material tanto o más atorrante que el de la ventana) que esconde una puerta, seguramente, de acero inoxidable. El atuendo del Presidente: camisa, bluyín, alpargatas (bien usaditas) sobre un felpudo igualmente añoso.
Esa dignidad por tácita, subrayada, evidencia lo claro que la tiene el Pepe, suscita admiración a partir del valor (ante todo político) de su ejercicio público de la austeridad, sin imposturas, con autenticidad que hacen de Pepe Mujica un referente entrañable, auténtico y, ante todo, indispensable.
me parece que la reposera es telar.
ResponderEliminarDe acuerdo. Es un telar. Apenas terminé de escribir caí en la cuenta.
EliminarDe acuerdo, Horacio. Pero no quiero que lo recuerden al Pepe, cuando ya no esté, también por lo buenudo y lo sencillo. Espero que lo recuerden porque logre generar cambios culturales, estructurales en nuestra querida orilla de enfrente.
ResponderEliminarEse es el sentido de mi entrada.
EliminarLa asociación con Illia venía a subrayar mi aprecio por Pepe, cuanto mi empatía hacia su estilo y sobre todo, sus políticas.
Por otro lado, no estamos en horas de recuerdo: Pepe vive, colea, gobierna y rompe los huevos (como Dios manda) a unos cuantos acá, allá y acullá.
Subrayo, reitero, estilo y política; forma y fondo. Coherencia, digamos.
Se agradece el aporte.