sábado, 14 de julio de 2012

TV Pública.

Para merecer cariñosos reproches de gente muy querida (y como confesé para evitar escribir sobre política nacional y no por ello abstenerme de consagrarme a un placer tan mío, como la escritura de este blog) he estado escribiendo sobre TV. Sobre Tinelli en verdad: alcances, sentido, hechura, consecuencias y otros delirios.

Escribí para fraseando a José Feinmann que ese programa era un exponente insuperable de lo que ese intelectual calificó como TVómito.

De acuerdo al resultado de la programación ofrecida la noche del viernes por el Canal 7, decimos desde aquí que el reverso, la antítesis de esa televisión deleznable es, la Televisión Pública.

Con el noticiero de media hora como separador, la grilla se integró por el capítulo final de En Terapia y desde las 23.30 horas, se emitió una obra maestra del cine universal (así considerada por quien escribe, como por la crítica mundial calificada) El Dependiente, de Leonardo Chiquito Favio.


Si desde el opuesto deleznable se apela al golpe bajo, se exacerban miserias y bazofias sociales e íntimas, las emisiones que comentaba apuestan a lo opuesto, para hacer un tonto juego de palabras.


En Terapia tuvo un final condigno al relieve de los 44 capítulos anteriores.


No sólo a partir de la excelencia de las tres actuaciones (intensas, lúcidas, conmovedoras) a cargo del Flaco Peretti, Julieta Cardinali y (me permito la perogrullada) Norma Aleandro, de una contundencia que no admite más calificativos y que invito a que sean apreciadas desde la red: youtube permite revisar el capítulo final y toda esta gran propuesta.

Ha sido destacable, bienvenida En Terapia desde la inteligencia y sensibilidad del guión, la dirección de cámaras, la fotografía. Un programa, una obra de arte hecha con respeto desde quienes la encarnaron y (de allí mi principal motivo de ponderación) hacia quienes la vimos a lo largo de estos meses.

Por tal, enormemente gratificante. Va desde este humilde espacio nuestro reconocimiento, afecto, admiración a todos quienes participaron de esa propuesta entrañable.

Qué decir de El Dependiente que no me demande una vida escribiendo.

Me limito (mucho se  ha escrito sobre el cine de Favio y sobre esa película en particular) que aconsejo que se la vea. Es una de las expresiones más altas del talento argentino de todo el siglo XX, puesto que El Dependiente (todo el cine de Favio, en rigor) es una obra de arte de una lucidez, belleza, nivel, inverosímiles.

Relata la historia de un empleado (torvo, sórdido) de una ferretería de provincia que espera por veinticinco años que el dueño del negocio muera de una vez para heredarlo (Don Vila, a cargo de nuestro amado Fernando Iglesias, Tacholas). 




El señor Fernández, a cargo de Walter Vidarte, en performance colosal, es un ser oscuro, de una perversidad animal, que mal disimula ese odio hecho de resentimientos muy profundos, resume (desde el texto importante de Zuhair Jury, sobre el que volveremos) muchas facetas de nuestro ser nacional, en especial el del pobrerío provinciano. Es una víctima que sabe jugar muy bien el rol de victimario a guisa de revancha vital, que se lo llevaría puesto a sí mismo.

Se casa con la señorita Plassini, ser tan o más abyecto que Fernández.

Quienes descubren a Graciela Borges por sus últimos trabajos (desdeñando su trayectoria) no vieron El Dependiente, pelíicula en la que -siendo muy jovencita- interpreta a esa muchacha absurdamente cruel, feísima desde donde se la mire; alternativa que por sí sola merece el resalto de la composición de esa mujer que siempre ha sido tan hermosa, como del realizador, a quien le tributo una admiración incomensurable.

Completan el reparto, la viuda de Plassini, a cargo de Nora Cullen (nada que se diga de ella le hará justicia a doña Nora) y Martín Andrade, narrador en off, al inicio y en la piel de Estanislao, un muchacho falto, al decir de las comadres cuyanas.

Decíamos de la consideración que se tuvo sobre esa película (se ha subrayado muy especialmente el travelling final, motivo de estudio en academias de cine de todo el mundo) y por todo elogio digamos que supo construir Chiquito una joya del cine a partir de un texto eminentemente teatral.

Reviéndola anoche (por decimoquinta vez, calculo) caí en la cuenta de que debiera llevársela al teatro, mediante recursos acordes con ese género.

Y en tren de divagar. fantaseo.

Dirección: Mauricio Kartun. Su sensibilidad hacia lo campero y su entendimiento y divertimento de los requiebres del interior profundo nacional (dicho metafórica y literalmente), mandan que la dirija.

En el papel de Fernández, me permito la obviedad de proponer a Osqui Guzmán, hecho a medida.

Valeria Bertucelli, como la señorita Plassini y (pienso en la actuación de Cullen, no en la edad del personaje) a la Negra Fiorentino como la viuda de Plassini.

En el papel de Don Vila (ya que estamos soñando, sueño en grande): el gran Federico Luppi.

Quién les dice.

2 comentarios:

  1. Señor Horacio, gran sueño el suyo, ojalá se haga realidad tal como lo ha detallado. Si Bertucelli no puede: Jorgelina Aruzzi...otra grande, reconocida, pero no convocada aún de acuerdo a su talento.
    Muy interesante su comentario en general. Y eso que yo trabajo muchas veces para Tinelli.

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    1. Elena.

      Gracias por su comentario. Aclaro que, como escribí en una entrada anterior, un amigo entrañable baila para Tinelli. Y si bien alguna vez he discutido con él, admito y aprecio que su aporte ennoblece en algo ese producto que deploro en líneas generales.

      Descuento, Elena, que Ud. también aportará de lo bueno. Lo malo, ya sabemos quienes son los artífices.

      Jorgelina Aruzzi, sin dudas. Estaría fantástica en ese papel de esa obra entrañable.

      Gracias por su comentario.

      Le dejo un beso.

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