miércoles, 29 de agosto de 2012

Amando a Leonardo Favio.

En este lugar de cosas chiquitas, de uno, que uno comparte, más de una vez he dejado caer mi opinión sobre Leonardo Favio.

Digo, sin ruborizarme ni echar mano a ningún subterfugio varonil que a Chiquito lo amo.

Así, de una.


Me siento una nena de Sandro o algún fan más de patetismo más o menos irracional cuando pienso en él, cuando repaso su cine, incluso cuando lo escucho cantar. Sus canciones o las de otros, por todas Tema de Pototo (para saber lo que es la soledad).

Suelo llorar (en ambas alternativas) o conmoverme hasta donde no tengo posibilidad.

Sólo él pudo y puede explotar ese sentimiento en mí, como en tantos de mi generación (que no es la de él) que lo admiramos tanto, que ese sentimiento sólo puede expresarse desde un amor duro y puro.

Nadie me acercó tanto al peronismo (lugar en el que no estoy, porque no es el mío, pero en cuya obra, en cuyo Pueblo advierto tanta pureza, me identifico tanto) que Chiquito a través de su obra. Soy injusto, quizás, con Pablo Casas.

Todo su cine está impregnado de ese peronismo, que no es dogmático, ideológico, esquemático.

Es sentimiento.

Como lo propone en ese documental descomunal de siete horas de duración que es su Perón. Sinfonía del Sentimiento. Una escena, entre tantas, me atravesó.

Sólo Chiquito pudo haber concebido la escena que reseño, resumen del amor desbordado que ese hombre siente por Evita. Por Evita-Perón, claro está.

La escena del renunciamiento de ella, en la que Chiquito juega con imágenes de ese evento acaecido el 22 de agosto de 1951. Reitera, machaca, en el rostro (doblemente) sufriente de esa mujer de tan sólo 32 años, que se dirigía a un auditorio de más de dos millones de personas, para renunciar a lo que nunca hubiera querido renunciar.

Se oye su voz. Una voz carrasposa, intensa, apasionada y tierna a la vez.

Y Chiquito (mientras oímos la voz de Evita) se queda con una mano de ella, de la que sobresale un anillo importante que llevaba en el índice. En medio de su discurso, Evita pone la mano con la palma al cielo.

Y Chiquito sobreimprime sobre esa palma de la mano una paloma blanca, que aletea, para tomar vuelo a los pocos instantes, cuando Evita preguntaba retóricamente a la millonada que la seguía en vilo, si alguna vez Evita había defraudado.

Y Chiquito, después de quedarse con la paloma, sin dejar de oírse la voz de Evita, hace ingresar a la escena una música de calesita.

Y Chiquito edita (mientras la voz de Evita se escucha y sube levemente la intensidad de esa música de calesita) una foto en blanco y negro en la que posan, felices y sonrientes, cinco chicos: cuatro nenas y un varón.

Y Chiquito sobreimprime sobre cada una de las pibas y el pibe sus nombres y los disfraces que lucían en esa ocasión de un carnaval de Junín, a principios de los años '20.

Y Chiquito redondea con un haz a la más bonita, a la más chiquita de las nenas, que lleva sobreimpresa la leyenda: "Evita. Abejita."

Sólo él, sólo Chiquito.

Hoy lo homenajearon en el Congreso. Le dieron el premio "Néstor Kirchner" que recibió, con la debilidad física que arrastra de un tiempo a esta parte.

Y eso me impulsó a escribir sobre él y sobre el amor que le tengo a Chiquito Favio.

Y a arriesgar una propuesta que espero alguien la lea y que ese alguien tenga la potestad de llevarla a cabo.

Los yanquis, que serán cualquier cosa menos tontos, vienen abaratando costos en la industria del cine y reestrenan clásicos como El Padrino, Volver al futuro, etc., llenando salas de exhibición aquí y allá: un negocio perfecto.

Antes de venirme a San Juan me encontré con el "Complejo Tita Merello" cerrado. Y me pregunté por qué el INCAA no podría generar un espacio de reposición de nuestras películas, desde que somos unos cuantos a los que nos gustaría volver a ver cine argentino, en el cine.

Y que se empiece por el cine de Chiquito: todo un mes de Favio.

En la Sala grande, deberían alternarse las más taquilleras: Juan Moreira, Nazareno Cruz y el Lobo y Gatica, el Mono.

En la intermedia: Crónica de un niño solo, El romance del Aniceto y la Francisca (abrevio el título), El Dependiente, Soñar soñar y Aniceto, además del corto El amigo, que muchos todavía no vimos.

En la de arriba de todo, La Sinfonía del Sentimiento todo el día, en continuado. Para que uno entre y vea una partecita al azar y vuelva al rato y vea otra y así.

Quién les dice.

2 comentarios:

  1. Muy sentida y "sintiente" tu publicación, Horacio. A tono con el sentimiento que Chiquito le imprime a cada una de sus obras. Abrazo fraternal, Compañero.
    Oscar Rovito

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    1. Rovito querido.
      He quedado muy feliz y emocionado con tu comentario.
      Ye me agrando por el hecho que me leas.
      Te retribuyo el abrazo fraternal, admirado Oscar.

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