domingo, 10 de junio de 2012

Bartolomé Mitre, premiado.

Por decisión propia, los viernes (específicamente, por la mañana) vienen siendo tormentosos, brille el sol o no. He decidido arruinar cada viernes de mis semanas leyendo el diario La Nación que recibo para hacer uso de una tarjeta de descuentos que promueve esa empresa. Le doy mucho uso, aunque a un precio altísimo: el de leer el diario La Nación.


Leo los editoriales solamente y alguna que otra columna. Lo hago como para saber en qué anda esta muchachada que siempre supo optar por la propuesta que más se alejó de la mía: de la guerra contra el Paraguay hasta nuestros días, en nada he podido coincidido con la línea editorial de La Nación


Decía que de La Nación leo los editoriales, aunque hojeo los copetes y titulares de las notas del cuerpo principal y reparo en ciertas columnas (muchas veces, para terminar de desilusionarme con intelectuales que alguna vez respeté) y en esa faena, esta mañana, me encuentro con la nota: "Mitre recibió la pluma de honor 2012" (http://www.lanacion.com.ar/1480209-mitre-recibio-la-pluma-de-honor-2012). Decidido a arruinar esa mañana de la manera más perfecta, reparo en la fotografía en la que se destaca el retrato que presidió la ceremonia, del bisabuelo o algo así del homenajeado, don Bartolomé Mitre, bautizado con justicia y rigor histórico: "Héroe de Curupaytí" por John W. Cooke, frase evocativa del desastre comandado por el célebre traductor del Dante. En el medio, su descendiente, flanqueado por: Lauro Laíño, Magadalena Ruíz Guiñazú, José Ignacio López y (¡¡¡¡¡¡¡¡¡ayyyyyyyyy!!!!!!!!) Hermegildo Sábat, una de las personalidades vivas que más admira quien firma estos delirios e integra el colectivo que premió a Bartolito bisnieto o algo así, con "la pluma de honor 2012".

En esa ocasión, según he leído y registra la crónica, el premiado dijo unas palabras de encono a una administración (la de la Argentina) que agravia la libertad de expresión, a tono con los populismos gobernantes en Ecuador, Nicaragua, Bolivia y -muy especialmente-, Venezuela: "El actual gobierno argentino ha elegido reflejarse en los regímenes más desacreditados de la región. Distintos hechos vienen confirmando la existencia de un clima de hostigamiento hacia el periodismo independiente como nunca se vio desde la reapertura democrática de 1983 en nuestro país" y remató: "Si alguna duda quedaba sobre esta perniciosa tendencia -expresó-, el impulso de la ley de control sobre la producción, comercialización y distribución del papel para diarios confirma la intención de atacar a la prensa libre".


Mucho se ha escrito en este tiempo sobre el maridaje espurio esencialmente inmoral que ligó a la empresa de Mitre con la última dictadura militar, por lo que nada agregaremos respecto de la cuestión de la intervención del Estado en "Papel Prensa". 


No obstante, las palabras del premiado me trajo a la memoria, un trabajo publicado a fines de los años noventa por Eduardo Blaustein y Martín Zubieta: "Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso", que desmenuza al detalle las líneas editoriales de los principales medios gráficos argentinos durante el período que fue de 1976 a 1983. 


El capítulo que se dedica a La Nación lleva el sugestivo y preciso título: "Sentirse como en casa" y despunta un editorial de marzo de 1981, a cinco años del asalto al poder de los militares gobernantes. Leemos: "Las Fuerzas Armadas y los empresarios tienen la misma necesidad de alcanzar éxito en esta etapa que se inicia; el fracaso podría reivindicar, si se produce, tendencias populistas que ni las Fuerzas Armadas ni los empresarios quieren".


Ese mismo diario, en la edición del 6 de agosto de 1976 (bajo la dirección del sujeto que fue premiado hace unos pocos días, aclaramos) publicó en tapa el titular: "Una imagen falsa de la Argentina" y una bajada: "En Europa se desarrolla una campaña que deteriora el  prestigio de nuestro país", dirigido a desacreditar los destellos de la actividad que los organismos de Derechos Humanos ya realizaban en solidaridad con las víctimas de la dictadura en el país, no pocas, periodistas, circunstancia que la dirección de ese diario no desconocía. 


Es igualmente indignante, el discurso del presidente de la asociación que premió a Mitre, Lauro Laíño quien sostuvo que se lo consideraba una personalidad destacada en: "la defensa de la libertad de prensa o la exaltación de los valores éticos que deben presidir el ejercicio del periodismo, en consonancia con sus principios fundacionales y estatutarios. Ingresa Bartolomé Mitre en una constelación de demócratas humanistas, servidores de valores culturales que nos vienen de generación en generación y que la presente procura rescatar de la incomprensión dictada por las modas intelectuales o los cambiantes caprichos sociales que a veces se valen del escarnio absolutista como su peor y más temible arma".


Laíño no desconocía qué había hecho Mitre en persona y su diario en esos años aciagos, porque subdirigía la redacción de  La Razón, diario codirigido por su padre (creo) Félix Laíño, medio difusor (sin filtro) de los comunicados de la inteligencia militar durante la represión. 




Ya nos ocuparemos de Laíño, no quiero quitarle protagonismo al laureado, quien el 28 de marzo de 1982 (y durante el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín y más adelante, también) perseveraría en una defensa férrea de la "guerra contra la subversión". Leemos en: "La información sobre los desaparecidos": "debe entenderse que lo que está en juego es la satisfacción de legítimos derechos de familiares de personas en aquella situación de conocer la suerte de sus allegados. No sólo en atención a sentimientos fácilmente comprensibles sino a las consecuencias jurídicas múltiples, comunes en este tipo de conflictos. (...) De ninguna manera está en juego la revisión de la guerra contra la subversión que ciertas omisiones o deliberadas suspicacias  parecerían plantear como un remedio político. Y no está en juego ese revisionismo por la misma causa que tampoco lo está el de nuestras guerras de la Independencia, ya que sus victorias -ayer como hoy- son las causas de que la Nación viva".


Un año antes, Mitre, lejos de recibir un premio lo había devuelto. Cuando la SIP y la Universidad de Columbia distinguieron a Jacobo Timerman con el premio "María Moors Cabot", en homenaje a los ultrajes que había sufrido por la dictadura militar a partir de su detención en 1977, reseña Verbitsky:  "La Nación anunció que ADEPA había rechazado el premio SIP Mergenthaler, ofrecido en forma colectiva “a los periodistas argentinos que por defender la libertad de prensa han muerto, desaparecido o sufrido encarcelamiento y persecución”. Según Clarín, los asistentes argentinos dijeron que su aceptación “contribuiría a la campaña lanzada por ciertos elementos de la prensa internacional para denigrar” a la Argentina. El artículo destacó un párrafo del documento sobre algunos “signos alentadores”. Entre ellos mencionó “la concesión a las empresas periodísticas de créditos a largo plazo para la adquisición de papel”, convirtiendo en positivo lo que el documento había calificado como motivo de “graves reservas”. Dos años después, en 1981, cuando la SIP y la Universidad de Columbia confirieron a Timerman el premio María Moors Cabot, los directores de Clarín y La Nación, Ernestina Noble y Bartolomé Mitre, devolvieron los suyos" 


En esa ocasión, Timerman encaró al enviado de Mitre, José Claudio Escribano, quien supo ser muy corajudo y desafiante ante Néstor Kirchner, como sumiso a la dictadura que entonces asolaba el país y que Escribano y su diario apoyaban en los términos que ya destacamos.


Don Jacobo, dicen que le dijo al empleado de La Nación: "no te pedían tanto, José Claudio".





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