jueves, 21 de junio de 2012

Vices

Adolfo Gass, supo contarme, muchos años antes de morir, haber escuchado de boca del presidente Alfonsín, apenas bajado del avión que lo traía de la Asamblea Anual de las Naciones Unidas, decirle al vicepresidente en ejercicio que lo esperaba para cumplir con rigor el protocolo que la circunstancia exigía, usted es un pelotudo.



Vaya uno a saber si la anécdota existió, aunque el sentido respondía al sentimiento que Gass (y diría que también el entrañable Gallego) sentían hacia ese vicepresidente tan gris, tan anodino, tan peligroso: tan Cleto Cobos, con el que Alfonsín tuvo que convivir larguísimos cinco años y medio.

Víctor Hipólito Martínez era, ni más ni menos, que el resultado de una negociación -ásperamente dirimida- entre los dirigentes del sector que respondía a Raúl Alfonsín en el seno de la UCR en miras a las elecciones de octubre de 1983 (los expresivos de los sectores más desapegados de ese partido a los militares de la dictadura saliente) con aquéllos afincados en un antiperonismo (más o menos recalcitrante), por tales, dóciles colaboradores de esos milicos en retirada.

Martínez se opuso (con más o menos disimulo) a las políticas medulares de la gestión que vicepresidiría, por iniciativa de Alfonsín, por todas: enjuiciamiento a los militares y las leyes de ampliación de derechos contenida en aquella que modificó parcialmente el Código Civil para permitir a las gentes con discernimiento, volver a casarse cuantas veces lo desearen al margen de los dosgmas de la religión católica y (entre otros aciertos) de compartir por igual, sin distinción del sexo de las personas que integrasen el matrimonio, la patria potestad de los hijos que fueren su resultado.



Conataba al principio que, según el Fito Gass, cuando Raúl le chantó la puteada al Vice, éste le habría realizado un guiño a los militares sublevados en el último de los tres intentos de golpe militar del que fuera víctima su gobierno con una anmistía.

Se quedó corto con la puteada, el Gallego.

No hay suerte con los Vices, o vaya a saber uno qué carajo pasa, de 1853 hasta nuestros días. Con alguna excepción (pienso en Quijano, en Scioli, por qué no) todos los Vices les dieron disgustos de pelajes varios a sus compañeros de fórmula: si no encabezaron movidas dirigidas a destituir al Presidente o la Presidenta que acompañaban, incurrieron en chambonadas tan o más dañinas.

Como la Boudou. O las de Boudou, a juzgar por cómo viene desempeñándose el amado Amado.

Anoche, mientras masticaba cuitas frente al televisor siguiendo el conflicto absurdo en el que se trenzan el gobierno nacional y el Negro Moyano, esta mañana, cuando escuchaba la euforia de los oyentes de Magdalena Tempranísimo, felices ante este nuevo escenario (una vieja dejó un mensaje que decía algo así como: "por primera vez, en mis 69 años, estoy en un todo de acuerdo con el señor Hugo Moyano") que no entendía ni quería entender, me topé con quien considero uno de mis grandes orientadores periodísticos: Mario Wainfeld.



En El recurso del método (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-196903-2012-06-21.html), publicado en la edición de hoy de Página/12, don Mario vuelve a dar en la tecla y al desgaire sugiere que el desmadre del conflicto finalmente desatado, cocinado a fuego lento durante meses, surgió a partir de la inteligentísima advertencia del vice Boudou de echar mano a la "Ley de Abastaecimiento" para poner fin al conflicto creciente ocasionado por los bloqueos dispuestos por Moyano padre e hijo.

Cristina, que andaba por Brasil, luego de brillar en Nueva York y en México, tuvo que volver de apuro y, como esperábamos quienes la estimamos en la forma en la que la estima quien escribe, la situación se distendió, aunque esto parece que recién empezara.

Los tiempos cambiaron, no creo que Boudou haya ido a esperarla al aeropuerto, imitando el gesto de su antecesor de 25 años atrás.

Por eso (y atendiendo una vez más a los cambios en las formas) Cristina se ahorró un cantado: "Sos un pelotudo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario