jueves, 7 de junio de 2012

Periodismo/Periodistas.



Todos los 7 de junio, se memora el día del periodista, homenaje a una iniciativa del entonces Secretario de la Primera Junta de Gobierno, Mariano Moreno, tomada 202 años atrás.

La de periodista, confieso, ha sido una profesión en la que pensé consagrarme en tiempos de devaneos vocacionales, vaya a saber uno por qué. A poco de escribirlo, caigo en la cuenta que este espacio, reabierto luego de un paréntesis extenso, supone una actividad en cierto modo emparentada con el oficio de aquellos que hacen periodismo.

No sé si fui eficaz al momento de elegir los estudios que me transformaron en (adocenado) abogado, elección hecha por descarte e inspirada (debo confesarlo no sin vergüenza) en opiniones de sendos periodistas que seguí por años (de mortificante adolescencia como ha sido la de quien escribe) cuyos presentes debaten mi actual apreciación entre el desprecio y la bronca: Mariano Grondona y Jorge Lanata.

La puta que fueron dañinos los '90. Tener a Grondona y a Lanata como referentes de algo bueno: dos símbolos al fin, de esos años fatales. No sé cuándo ni cómo los escuché a ambos (diría que por separado) hablar de la profesión del abogado. El primero, con conocimiento de causa, el segundo desde cierto resentimiento chúcaro y divertido cultivado entonces, traducido por estos días en un personaje que parodia a sí mismo, envilecido por donde se lo mire. Coincido (una vez más) con don Horacio González y pareciera que (el título de un diario que fundó y fundió en brevísimo lapso) anda queriendo ser un Botana del siglo XXI. Botana (esto es mío, no de González) de pacotilla.

Grondona (voy al grano de una vez), peroró acerca de los múltiples campos (vastos, diferentes) que el título habilitaba; Lanata dijo que los documentos debían incluir una opción además de la del texto, con un subtitulo que indicase que debía tacharse lo que no corresponda, debajo de la del sexo del identificado: "Estudió Derecho: sí - no".


No sé por qué perdí el tiempo por esos andurriales. Este nuevo 7 de junio, quería decir antes de perderme en divagaciones, auspicia un recordatorio a tono con este tiempo que vino a jerarquizar una profesión, vilipendiada por años.

Vuelvo a los '90s, que como leerán fueron años difíciles para mí.

No olvido que en un acto político de una de las tantas candidaturas de... Fernando de la Rúa (¡!) me encontraba dando vueltas por ahí y vi al santo de Biasatti micrófono en mano, cubriendo el evento. Al ser reconocido recibió una ovación descomunal de buena parte de la concurrencia, con cantitos del tipo: "olé, olé, olé, olé, Santó, Santó". El tipo ni se inmuto, recibía esa ovación como una más.

Digo con esto, que los 90s (entre otras cosas) fueron años de periodistas con fueros. Estaban por encima de la media, en especial de los denostados políticos y comenzaron a presentarse ante el resto como profesionales "independientes", concepto que (como tantos otros) vino a ponerse en discusión en estos años vivificantes.

De allí, tal vez, la estupefacción de la Ruiz Guiñazú, los gimoteos de Pochulú-Bravo, los temores de Joaquín, las bravatas de Leuco, los cinismos crepusculares de Lanata: expresiones de la queja por la pérdida de un lugar privilegiado en la sociedad, el de ser indiscutibles, forzados a  chapotear en el fango de la lucha política, en la que siempre estuvieron inmiscuidos, sin la conciencia de sus predecesores que la tenían clara.

Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento, por citar dos ejemplos clásicos (José Hernández, por ese tiempo, Rodolfo Walsh, más aquí, tantísimos) concebieron al periodismo como un canal de expresión (sino el más importante, ciertamente privilegiado) de la lucha política a la que se consagraron. Los diarios que fundaron alternativamente ambos (uno de ellos perdura -y vaya que perdura- operando como eficaz guardaespaldas de don Bartolo, para parafrasear a nuestro siempre presente Manzi) fueron trincheras de esas luchas, encarnizadas, feroces.

Para terminar, vuelvo a la fecha y confieso que en este tiempo luminoso de la Patria, si tengo algún referente del periodismo que satisfaga mis inquietudes y expectativas a cabalidad, ése es don Víctor Hugo Morales por las razones que son de público conocimiento, de dos décadas a esta parte.

A él, con la humildad de este espacio módico, le dedico  la entrada.

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