martes, 5 de junio de 2012

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Desvelado por una gripe que me hace dormir de día y me tiene en vela de noche, me asaltó la idea de recrear este espacio abandonado hace un par de años. La primera objeción que me planteé en este sentido, se relaciona con la identidad con la que firmo las entradas: “Andrés T. Galván”, cuando en realidad mi nombre es “Horacio S. Garcete”.

El uso de ese pseudónimo, gastado por años en ámbitos que frecuento cada vez menos por este tiempo, me resulta incómodo en un espacio en el que uno viene a decir qué es lo que piensa de este momento que, como tantos vivienciados a partir de mayo de 2003. Por eso, en este revival aclararé al final de cada entrada: “Debe leerse Horacio S. Garcete, en lugar de Andrés T. Galván”.

El dilema que volvemos a enfrentar quienes apoyamos a la Presidenta desde una procedencia política distinta del peronismo, trasciende la frontera de nuestro país, desde que nos enfrenta al desafío de modificar quinientos años de verdades impuestas al costo de millones de vidas exterminadas en la imposición del proyecto de exclusión que aún campea en este continente.

A propósito de un viaje reciente de placer que disfruté en Perú y Ecuador, escuché de bocas de clasemedieros limeños, quiteños, guayaquileños, cusqueños, las mismas críticas a Ollanta Humala y a Rafael Correa, que las que se le dirigen en estas pampas feraces a doña Cristina: “quienes trabajamos pagamos impuestos para que el gobierno les regale subsidios a los pobres que no quieres trabajar”. Incluso una uruguaya que coincidió conmigo en un tour propuso lo mismo respecto del Pepe Mujica.

Perversidades al margen y abierto a opiniones tan lejanas a la mía, pero que no pueden descartarse sin más, pensaba y sigo pensando en esa constante, en ese sonsonete monocorde, en los años de machaque de los grupos de poder sobre esos sectores sociales que con tanta lenidad y sin despeinarse sostienen ese discurso tan (cuanto menos) insolidario. Hombres y mujeres, dicho sea de paso, con crucecita en el pecho, que saben anteponer su mezquindad a las enseñanzas (más o menos sinceras) de la religión en las que fueron formadas.

Y como exacerbación de eso, se movilizan por estos días porteños como el que se ilustra en la foto que encabeza la entrada y me impone la siguiente reflexión (desde que esta imagen hizo ruido cuando la colgué en mi muro de Facebook): la foto no se publicó en Página/12 o Tiempo Argentino, sino en La Nación. Me pregunto entonces, qué habrá querido expresar el editor que ilustró el cacerolazo de la semana pasada, con ese hombre ridículo, que parece burlasrse de sí mismo. Parece recién comprada la flanera que aporrea (o el savarín, según me ha advertido don Jorge Schussheim), con la banderita argentina y esa mirada de ninguna audacia, con los ojitos entrecerrados, huidiza, lela. Parece sentirse un buen ciudadano haciendo el ridículo, aunque esa mirada perdida parece sugerir que algo, en el fondo de su almita, le dice que no está bueno que esté ahí, con la flanera, la cuchara de madera y la banderita argentina. Con ese frío, además.

Y tantos como este muchacho (y no tanto) se movilizan y hacen golpear sus cacerolas, protestando por “la inseguridad” y los controles de cambio que lleva a cabo un gobierno convalidado con el 54% de los votos. Que parece, pasado mañana marcharán a la Plaza de Mayo (¡!) convocados por un periodista corrupto, que se asoció con un empresario corrupto para crear un diario que estuvo unas semanas en los kioscos, declarándose quebrado, para residir por estos dias y tras esa consagración en el Palacio Estrugamou (o como carajo se escriba).

En suma, quizás por eso vuelvo a esta trinchera modestísima, que complementa tareas que vengo realizando en el compromiso que he asumido de sostenimiento a un proyecto que más que representarme, me permite vivir una juventud tardía, ilusionarme con un país más justo, más solidario, aquello imposible de la Argentina devastada de mayo de 2003.

Renuevo entonces, mi adhesión con este proyecto, al que ingresé cuando en 2008 se lo puso en jaque desde un sector que supo medrar con quienes destruyeron al país justo que (por muy poquito tiempo) supo ser la Argentina, historia que parece repetirse como (según ha enseñado don Carlos Marx y a juzgar por el muchacho de la flanera) una patética -anche peligrosa- parodia.

NOTA: Debe leerse Horacio S. Garcete, en lugar de Andrés T. Galván

4 comentarios:

  1. Mensaje enviado a mi casilla de correo por "Lúcido": odos los dias se aprende algo nuevo
    Estimado Galván: Como siempre manejé otros datos acerca del momento histórico en que nace el peronismo, abuso de tu paciencia y recurro una vez más a tus ilimitados conocimientos. ¿Cómo es la canción? . Previsiblemente me dirás que Perón aparece como figura política en la Secretaria de Trabajo y previsión, etc., etc. ¿Debo entender entonces que E. Farrel y Cia eran peronistas? . ¿No fue ese golpe uno mas de una seguidilla de golpes militares que se inauguraron en el 30? el Gral participó también de ese golpe de estado por lo que se. Resulta feliz reivindicar un golpe de estado aunque sea contra un conservador de la peor calaña. La verdad es que no lo se. Otra: Alguna reflexión acerca de las críticas a los jueces? Yo lo vote a K precisamente por la actución deCristina en el caso AMIA y laverdad es que me pareció injusto lo que dijo del caso Lapa. Por otro lado no creo que los jueces corruptos sean aquellos que excarcelan a la gente. En fin profesor Galván, aclare.

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  2. Sabía que "Lúcido" iba a ser quien rompiera el hielo y se lo agradezco, porque lo estimo, lo quiero mucho.

    Me exige el amigo que aclare y, aunque en una faena de ese tipo se suele oscurecer, lo intentaré.

    Veamos. El amigo comienza preguntándome por Perón, por el primer peronismo y el origen de ese movimiento, nacido de un golpe militar. Datos incontrastables, en efecto, Perón (el coronel) participó del golpe de junio de 1943 y Perón (el mayor) participó del golpe de septiembre de 1930 contra don Hipólito Yrigoyen.

    Sin embargo, me permito consignar (sin que aparezca provocativo de mi parte) que no hubieron militantes más entusiastas en el golpe contra el gobierno radical de don Hipólito que... los radicales de Alvear, con su líder a la cabeza que en una célebre entrevista al diario "La Prensa" desde París a días de la caída del gobierno de su sucesor, la recibió con entusiasmo: “gobernar no es payar”, dijo para justificar ese golpe.

    Digo, gran amigo, que la historia de los golpes militares (todos traumáticos) no responden a una lógica histórica unívoca: el de junio de 1943 nada tiene que ver con el de junio de 1966, por decir algo. Y acoto: no obstante Perón formaba parte de ese gobierno militar, fue el dictador Farrell quien lo mandó a detener en 8 de octubre de 1945, iniciando las jornadas que acabarían en el 17 de ese mes y año. Creo, y coinciden en esto pensadores mucho más autorizados que yo, que esa dictadura (que entre otras genialidades perseguía a los autores de tangos que no respetaban la pureza del idioma nacional) se parece en mucho a la fugaz de septiembre-noviembre de 1955, con Lonardi a la cabeza.

    Podríamos reeditar discusiones -intercambios, en verdad- acerca de las libertades y el peronismo y coincidiremos en que no fueron respetadas, quizás, en mi mirada, porque se privilegió a la igualdad sobre la libertad y la Argentina amasada durante esos años fue infinitamente más igualitaria que la de 1945 y ni qué hablar con la que vendría después.

    Sin embargo, no creo que coincidas en aquello que se propone de que este, el de Cristina o el de Néstor, miles de críticas al margen, sean gobiernos autoritarios o, por la contraria, que no respeten a irrestrictamente todas y cada una de las libertades que se garantizan en la Constitución liberal de 1853-1860. Todas y cada una.

    Con el agregado que a la vez que posibilitan esa observancia de los derechos tantas veces conculcados, se piensa en una sociedad más igualitaria, reverdeciendo banderas de tantos que no pudieron, no supieron o no quisieron.

    Se me escapa el final. Sólo diré que padezco a ciertos jueces federales desde una tarea que al amigo “Lúcido” le consta por demás. Los hay muy malos, los hay impresentables. No se ha querido, sabido o podido ir por ese fuero, tan malo como en los tiempos en los que el Buby presidía una Corte fehacientemente saneada.

    Te agradezco la participación. Gran abrazo.

    NOTA: Debe leerse Horacio S. Garcete, en lugar de Andrés T. Galván.

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  3. Que bueno que hayas regresado!! Me alegra nucho. En cuanto al chico de la flanera, me parece conocerlo, se parece bastante a uno de mis vecinos de San Isidro, Tenés razón parece incómodo con la flanera a juzgar por cara de papanatas (por no decir otro calificativo) que tiene. Besos.Noemí.

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  4. Gaznápiro, podría ser...

    Me alegra tu alegría.

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