sábado, 23 de junio de 2012

Tu grato nombre.

Elevemos toda el alma en la humilde canción
renovando con cariño la ingenua emoción.
Y con lazos triunfaremos trataremos de unir
el glorioso pasado y el brillante porvenir.

River Plate, tu grato nombre 
derrotado o vencedor 
siempre, cual un solo hombre, 
nos tendrá a su alrededor. 

River Plate, tu grato nombre 
derrotado o vencedor 
Mientras viva tu bandera 
la izaremos con honor.

River Plate, en ese nombre, 
de tan dulce vibración 
hay un eco que estremece 
y agiganta el corazón.

River Plate, en ese nombre, 
de tan dulce vibración 
Mientras viva tu bandera 
la izaremos con honor.





Había un disco en casa, de vinilo color blanco y centro rojo corta duración, que en el "Lado A" tenía registrado el Himno a River Plate, que parcialmente transcribí al inicio. No recuerdo qué había en el "Lado B".


No sé quién es el autor de la letra (simplona, entrañable, por cierto) ni la música, aunque en una película escuché una marcha militar inglesa muy similar, mal que me pese.


Como sea, de chico escuché mil veces esa marcha, me la enseñó mi Viejo, quien la cantaba y me la hacía cantar, quien, no obstante más adelante me daría libertades para que yo eligiese hacer de mi vida lo que quisiera, en materia futbolística me impuso ser hincha de River Plate.


Cuenta mi Madre que tendría dos años y unos vecinos (Rubén y Minina) que me cuidaban cuando mis padres trabajaban, intentaron hacerme hincha de Boca Juniors, regalándome un equipo de camiseta, pantalón y medias, atavío con el que recibí a mi Viejo, vuelto de su trabajo, el día del regalo.


Cuenta mi Madre, insisto, que José Garcete no se anduvo con vueltas. Me dijo que me desvistiera y me aclaró que tendríamos que hablar de hombre a hombre. Relato, por supuesto, un recuerdo que no es mio, aclaro y sigo: Mirá Horacio, comenzó. Podés ser hincha del club que quieras: de Tigre, de San Lorenzo, de Boca, del que quieras. Pero si no sos hincha de River, te vas de esta casa.


No tuve opción, la advertencia fue muy eficaz. 


Sin embargo, al equipo se le dio uso. Al primer fin de semana posterior a que me lo regalaran, lo uso mi Viejo para limpiar la parrilla de la casa.


Fui hincha de River, pero algo apático, desinteresado. 


Del fútbol, en general. Tengo recuerdos muy borrosos del Mundial de 1978 (tenía 5 años), sólo registro una vueltita al perro terminado el partido final con Holanda. No sé las razones (tal vez fueron políticas), pero mi Viejo fue totalmente indiferente al Mundial y sus alternativas, decisión acertada, dicho sea de paso, lo cierto es que no tenía a nadie que me inculcase interés en el fútbol, más allá del mandato innegociable de ser hincha de River Plate. 


Me llevó a la cancha por primera vez para ver River-Boca, en el Metro 81. Por River, jugaba Kempes, por la contra, Maradona. Ni bola que le di al partido (ya tenía 8 años), desde ese desinterés subrayado que tenía  hacia el fúlbol, que surgiría (indómito, imparable) en 1982.


Fue el año en el que River (la temporada en rigor) estuvo por descender. En el campeonato 1982-1983 salió anteúltimo, año en el que descendieron Racing Club y Unión de Santa Fe.


La razón fue sencilla y definitoria: vivía en un barrio en el que integraba una barra nutrida de hinchas de otros clubes (6 de Boca, 2 de San Lorenzo, 1 de Racing, 1 de Independiente y la rareza -aclaro que vivía en San Isidro- de que uno fuese de Huracán...). Todos, salvo mi mejor amigo, Gabriel, el de Huracán, eran perfectos anti-River. Y yo, el único riverplatense.


Por lo que fuese (tal vez, tener argumentos para defender a mi Divisa), empecé a meterme en el fútbol.


Y no salí más.


Durante años, respiré River. Llegué a rezar por River, a pedirle a Dios que un locutor se hubiese equivocado al cantar el gol de un adversario de River o (lo más corriente, no soportaba escuchar un partido entero) a implorarle al Eterno que se hubiese equivocado al informar que River había perdido.


Más grandecito, empecé a ir a ver las prácticas de los jugadores de River (entrenaban en el club), a conocer su historia, formaciones de memoria, resultados, campañas. Y a ir a la cancha.


Al principio, con mi Viejo. Sólo que cada vez que le suplicaba que me llevase, era una retahíla de puteadas, antes, durante y después. Por dos razones: la primera y principal era que no podía ir al hipódromo; la otra, no menos importante, era ver a los jugadores de esta gloriosa institución, jugar tan mal. 


Nunca me voy a olvidar un River-Independiente. El primer tiempo había sido un tormento: no sólo por lo mal que jugaban Búleri, Messina, Bica y Berrueta, sino por las puteadas de mi Viejo. Pensar que esa camiseta la usó el Pipo Rossi, decía una y otra vez cuando alguno hacia alguna burrada. 


Al inicio de segundo tiempo, mueve River. Alguien se la da a Messina (nunca lo olvidaré), quien desde la media cancha se la pasó a Puentedura, el arquero. 


Esto se acabó, dijo mi Viejo. Y nos fuimos de la cancha.


Más adelante, River propuso algo mucho mejor, no puteaba tanto el Viejo, pero me costaba arrastrarlo a la cancha. Puteaba al verme tan involucrado con River y se preguntaba si no hubiese sido mejor que yo siguiera siendo el pibe indiferente que había ido a ver a Kempes en el Metro '81. 


Como no quería dejarme ir solo a la cancha (yo andaba por los 12 años), tuvo la idea de genial de pedirle al jardinero que iba por casa, que era socio de River e iba siempre de local, que me llevara con él: Antonio Mingone, querido e inolvidable Toni que ya debe haber marchado, me llevó hasta los 15 y después, por recomendación de su esposa Nieves, lo llevaba yo.


Cuántos campeonatos y copas gocé con el Toni, en la Almirante Brown baja, al ladito de la platea Belgrano. 


Qué feliz que era, yendo al Monumental a ver a River. 


A Francescoli, a Alzamendi, a la defensa impasable de Gutiérrez y Ruggeri, a Alonso, al Polillita Da Silva, a Orteguita, a Gallardo, a Crespito, a Almeyda.


Qué feliz que fui en esa cancha, y en otras, en las que reverdeció esa adhesión impuesta sin chistar cuando apenas tenía dos años; pasión que se opacó bastante con elretiro de Francescoli. Nada fue igual después de su ida, circunstancia que mi Viejo comparaba con lo que a él le había pasado con el retiro de Walter Gómez, a quien tanto admiraba que estuvo por llamarme Walter, como él.


Pero nada en todo lo que me había pasado hasta el 24 de junio (creo que esa fue la fecha) me dolió tanto como el descenso de River. 


Suena a irracionalidad, pero así fue. Atravesé un año muy duro, con un dolor muy profundo, ilevantable. Una amargura intensa, sentimiento de duelo descarnado, hecho del descenso que hoy quedó atrás.


Por suerte (quizás) mi Viejo no estaba para vivir ese momento tan atroz, extendido por un año de penurias, de sufrimiento intenso, símbolo de la decadencia de ese club, que había sido una institución, a la que se le consagraba un himno como el que parcialmente transcribí al inicio. 


Escrito con tanto orgullo, pero especialmente, con esperanza, con ilusión en el brillante porvenir que le esperaba y que había caído tan bajo, futbolística e institucionalmente.


Hoy fue un día muy feliz. No pensé que este ascenso me tendría tan contento, tan reconciliado con ese amos que cultivé con años.


Tan reconciliado con mi pequeña historia personal.


Con ese nombre tan grato, síntesis de todo mi gran amor.

4 comentarios:

  1. Viejo compañero de cancha, ayer pude cerrar al igual que vos una herida brava que me acompañó como una pesada carga durante un año. Una herida que arrancó ese fatídico 26 de junio -justamente tenía que ser el aniversario de la muerte del gran Leopoldo Marechal- cuando me vinieron a la mente muchos momentos con River, épocas de alegría y de tristeza, de sinrazón y de esfuerzos varios; pero por sobre todo, aquéllos que compartían con uno esa pasión y que ya no está. Lo entenderá aquél que siguió a su equipo por varias canchas y el que aprendió a querer de chiquito -a veces sin entender bien- una camiseta que el padre le mostraba. Año difícil por cierto, más allá de que la pasión no se manifieste como antes. Pero ayer fue un día de alegría, por los que estamos y por aquéllos que ya no están, pero que seguro se deben haber alegrado en el cielo recordando aquellos buenos y viejos tiempos.

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    1. Entrañable compañero. Fue el 26 de junio, nomás. Errata justificada desde el dolor, de la negación que todo dolor de esa entidad exige.

      Fue un momento de enorme felicidad el de ayer, aunque no debe confundirnos acerca de la magnitud de la crisis institucional que vive nuestro glorioso River Plate, habiendo sido el descenso de categoría uno de sus síntomas.

      Una alegría saber de Ud. aunque quizás pronto tendrá noticias mías. Lo dejo con este suspenso.

      Gran abrazo.

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  2. Fui un silencioso testigo de muchas alegrías y desasones, vi unas cuantas vueltas olímpicas y disfruté muchos domingos de gloria junto a vos y al Toni, tanto en el Liberti, como aquella inolvidable anécdota de la interminable tribuna del Ducó, entre muchas otras. Un saludo sincero.

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    1. Como yo en el Leiden, acompañando tu afición verdolaga o en el Malvinas Argentinas, a pasos de tu casa.

      Casas de dos instituciones que este fin de semana me han hecho tan feliz.

      Abrazo!

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