sábado, 21 de marzo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 1.

Acabo de cortar con mi madre, aislada en su casa desde el 18 de marzo, quien me acaba de decir que decidió no contar los días de la cuarentena y demás novedades de las que me entero por teléfono. Hace casi un mes que no la veo y así habremos de seguir.

Por eso, espero que no lea estas entradas.

Una pena que no haya podido avanzar y concluir con un proyecto que estuve a punto de lograr: el alquiler de una  casa en Brandsen. Qué bueno hubiera sido pasarla ahí. No se pudo. Si esto culmina, se hará, espero las dos cosas.

Tengo una característica/cualidad desde hace 25 años, casi. Vivo solo.

Alternativa favorable y desfavorable a la vez, como enseña la filosofía que se cultiva en los lares en los que se habría iniciado este candombe.

El uso del potencial será todo lo que le dedique a todas las suposiciones e hipótesis que andan dando vueltas aunque me cueste creer en aquello de la sopita de murciélago.

Por "h", por "b", parece que nada será igual desde ahora. Se nota un punto de inflexión que veremos cómo sigue.

Me molesta, me angustia, más allá del encierro, que cada uno de nosotros seamos un potencial portador de una muerte segura del otro.

Por eso tanta advertencia alrededor de no tomar contacto. ¿Cuánto tiempo seguirá todo esto? ¿Por cuántos meses más nos andaremos evitando? ¿Se puede vivir sin contacto? Decía que soy solo, pero un abrazo, un beso, una palmada, nos reconforta a los latinos.

¿Viviremos de ahora en más a lo Michael Jackson, aislados en escafandras los unos de los otros? ¿Desterraremos  la cultura de reunirnos en: bares, restaurantes, cines, teatros, canchas de fútbol, estadios, pubs, para no tomar contacto, por miedo al contagio?

Pregunto, me pregunto: ¿tendrá sentido sobrevivir a ese costo?

No voy a dar una respuesta, sigo con anotaciones sueltas, y cierro lo anterior proponiendo que cuando los laboratorios encuentren algo que pare esto, habremos de poder salir a las calles pero de tocarnos, de coger ni hablar.

Es peor que el SIDA, que cohibía el coito. Con esto, ni siquiera un beso.

Otra cuestión que habrá que pensar es la de la dictadura de los médicos. A propósito de lo que escribía.

De hecho ayer, cuando me despedía de la televisión (no voy a volver a ver el espectáculo de personitas patéticas y sobre-excitadas infundiendo temor -insuperables las dos mariconas de anoche en TN un tal Bianco y otro que se apellida no sé cuanto, dieron mucha pena-, dando rienda suelta a su ignorancia, a su imbecilidad, sin excepciones) escuché al peor de los médicos: el Regazzoni ése.

Digno hijo de su padre, inolvidable interventor del PAMI (por las desgracias que dejó, por los negociados que cocinó), el sorete ése dio rienda suelta a la perversidad que anida en cada médico: magos de la tribu que se creen portadores de la salvación y despotizan y maltratan y etcétera. Nunca los quise, ahora menos.

El Regazzoni ése le propuso a Laje (una de las pocas excepciones en materia de comunicación. Apunto también a Castro, Nelson a quien maltraté en este pago) que lo entrevistaba  la solución es parar el mundo dos semanas. Reitero: la solución para el Regazzoni ése es parar al mundo dos semanas.

Laje, Antonio se indignó y le hizo notar la infinita necedad de su propuesta, con tono firme y atinado.

Yo, conteniendo mi pulsión de destrozar el televisor grité a la pantalla: "la solución también, es implosionar el planeta y chau virus, chau vida, chau todo, la puta que te parió".

Se entenderá entonces, porqué decidí apagar el televisor, o mejor, reorientar su uso a otros menesteres; el cine en casa, cuestión sobre la que volveré.

Digamos que ayer estuve asimilando el encierro. Salí sólo a hacer una compra de frutería (admito que aproveché para caminar a paso vivo unas veinte cuadras, con esa excusa) y que saqué la basura de los vecinos con los que comparto el piso.

En la calle vi gente; vecinos que paseaban a sus perros. Y es razonable que lo hagan. Pero ¿no estarían incumpliendo la cuarentena?

Otros, parece, se largaron a las rutas. Lo de siempre, en la calle y en vos, dizque Ferrer.

Vi mucho cine, hoy veré más. Mañana empezaré a leer.



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