viernes, 27 de marzo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 7.

El día séptimo, fue un día de satisfacciones, pequeñas, pero satisfacciones al fin.


Entonado con el sueño vivificante sobre el cual escribí ayer, me dediqué a la lectura.


Una, compartida, o rememorada.

Juan, un amigo, logró engancharse con la aventura que Saccomanno propuso en "La lengua del Malón", una obra fundamental que dio pie a una producción que valoro mucho.

Paradoja de paradojas, no sé qué hice con mi ejemplar, por eso lo de la "rememoración" de ese texto luminoso y brutal.

Me alegró que mi joven amigo se enganchase con ese texto, tan movilizador que evoca un tiempo absurdo y cruel.

Por mi parte, sigo leyendo sobre Yrigoyen. Mañana, pasaré revista a un tema que hoy (día 8, por lo que no corresponde que lo anote aquí) me introdujo mi querido amigo Gustavo Costa. Ya se enterarán.

Por lo pronto, encontré un texto muy bueno sobre la vida de Diego Luis Molinari, una figura sobre la que escribiré mañana.

Entretanto, quiero despachar uno de María Sáenz Quesada que comencé antes de ayer.

"1943. El fin de la Argentina liberal. El surgimiento del peronismo", título que anticipa la esencia falaz del último trabajo de la autora de "La Revolución Libertadora", ex funcionaria del inolvidable Fernando de la Rúa.

Falaz, porque más allá de la participación decisiva del entonces coronel  Perón en el gobierno de facto que se inició el 4 de junio de 1943, no nació en ese momento el peronismo; como tampoco finalizó una Argentina, que de liberal tenía casi nada.

Se ocupa de repasar las personalidades de la época, su clima, con brevedad y, a veces, acierto; dando pie a que nos sorprenda el auge de las ideas totalitarias en ese tiempo tan particular, y también, tan oscuro, con el telón de la guerra europea.

Se ocupa de la actriz Evita Duarte y lo hace con tino, elegancia y rigor, eludiendo caer en las patrañas de imbéciles como el granuja ése del tal García que publicó hace unos años un inmundo brulote que la presentaba como espía nazi.

Nada de eso. Sáenz Quesada es rigurosa, no cae en patéticas tentaciones y repasa ese tiempo de Eva como el que fue: el de una actriz poco talentosa que sobrevivió a los codazos en un tiempo tan hostil para las mujeres como ella.

Se detiene, naturalmente, en Castillo, el presidente conservador que había llegado al poder merced a la dura enfermedad que había sacado del centro de la escena a Roberto Ortiz, un dirigente radical anti-yrigoyenista que goza de mejor fama que la que merece.

Castillo, un conservador catamarqueño de Ancasti, de la Catamarca profunda, gobernó con más intuición que sabiduría, a caballo de un sentido del patriotismo que tal vez, debe ponderársele. 

Taimado y autoritario, tejió una maraña que la fue útil para neutralizar a sus enemigos-adversarios (Alvear, Ortiz y Justo, ni más ni menos, que fallecerían en el lapso de su Presidencia), aunque a un costo enorme. El que suele sucederle a los torpes tejedores: quedar atrapados en su propia red.

Otro dato biográfico importante (al menos para quien escribe) de Castillo es su condición de abogado, profesor y decano de la Facultad de Derecho. Naturalmente fue antirreformista y artífice de la expulsión de Homero Manzione cuando, estudiante de esa Casa, protagonizó un acto político por el cual se tapó de puteadas al entonces ministro de Guerra de Alvear, Agustín Justo a quien Castillo  había invitado para que disertase en la Facultad.


Años más tarde, en 1929, ocurriría un evento que marcaría la vida de Manzione. Gobernaba por segunda vez, don Hipólito y nada salía bien. El clima de golpe cundía por todos los rincones y, por supuesto, la Facultad de Derecho no era ajena a ese debate.

Leamos a Salas: "En una de las asambleas donde, además de discusiones hubo trompadas, los ánimos se caldearon y Manzi golpeó con vigor a Aberg Cobo. Un grupo de 'Derecho' (la agrupación de Aberg Cobo) rodeó a Manzi, porpinándole una severa golpiza. Hasta que uno de sus íntimos, Juan Betancor, al verlo en el suelo con un cortaplumas tajeó a Aberg Cobo en el rostro. El diario La Nación del 15 de diciembre de 1929 acusó a Manzi de las lesiones. La intención era probar que Manzi estaba armado, que los estudiantes reformistas eran sujetos peligros para el orden social. La familia de Aberg Cobo hizo la denuncia y Manzi asumió la responsabilidad de las lesiones."

Ante ello, se decidió la toma de la Facultad, se celebró un asamblea que proclamó la huelga: "allí estaban el presidente de 'Centro Izquierda' Eduardo Howard, el secretario, Marcelo Aberasturi, Leopoldo Insaurralde, Jorge y Alberto May Zubiría, Homero Manzione y Arturo Jauretche, entre otros"

Le costó cara la compadreada a Manzione quien sería detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (usurpado por el infame José F. Uriburu) en febrero de 1931. languidecería durante largos meses en la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras.

Aberg Cobo, a quien Manzione o su fratte le dibujó un siete en la trucha.

Mismo apellido de Juan María Aberg Cobo (Malaver) otrora defensor del "Héroe de las Georgias", Alfredo Astiz. O mejor, de quien se rindió en las Georgias antes de que suene un tiro, sin el coraje que esgrimió en tiempos de la "guerra contra la subverisón", lid de la cual fue, en efecto, un héroe. 

Valor que demostró al facilitar la detención de unas mujeres que buscaban a sus hijos en diciembre de 1977, besándolas en la Iglesia de la Santa Cruz; o cuando detuvo de un tacle a la adolescente Dagmar Hagelin para favorecer, igualmente su secuestro en las mazmorras de la ESMA.

Aberg Cobo, Juan María, siempre defendió a Astiz en todos los trances que tuvo que afrontar debido a tan trascendentales servicios.

Incluso, supo subir el perfil. Lo recuerdo en los estudios de Canal 9, cantando loas a aquellos salvadores de la Patria en el programa de otro defensor a ultranza de esa gesta, Mariano Grondona. Y hasta siendo entrevistado en programas de televisión, siempre denostando a los organismos de Derechos Humanos, ensalzando siempre la gesta militar de los Massera, Astiz y otras excrecencias de esa laya.

Las últimas veces lo hacía con la voz metálica que emitía el dispositivo que tenía colocado en la faringe.

Manzione y Aberg Cobo, dos tradiciones, dos consecuentes tradiciones.

Desde 1929.

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