sábado, 21 de marzo de 2020

Diario de la cuarentena. Las razones

Varias veces escribí por acá que este blog era algo así como un diario íntimo, desde el cual compartía recuerdos, crónicas, impresiones, como para dejar constancia acerca de lo que pensaba.

En una primera etapa, sobre mis pensamientos acerca de la coyuntura de esos años.

Expliqué porqué desde mi identidad radical era posible y necesario confluir en el kirchnerismo. Aunque módico (como todo en mi vida) pagué un alto costo por esa osadía. No me arrepiento. Escribí en caliente lo que en caliente pensaba que ahora, en frío (conociendo lo que pasaría) no volvería a escribir.

No adheriría con tanto fervor. Y no por eticismo pequebú caro a las huestes del extinto FrePaSo, sino porque advertir que esa dirigencia no estuvo a la altura del enorme desafío. Fueron ruines, mediocres, pequeños. Aunque hicieron bastante y quizás eso justifique aquel apoyo.

En esta segunda etapa, quise explicarme ante mis queridos de siempre, a aquellos  que les interesa saber en qué ando, las razones de mi hipótesis actual. Que ya rondaba mi mente en los años primeros: la necesaria confluencia con el peronismo.

En términos histórico-político-culturales. No es novedosa la propuesta ni novedoso el enfoque. Sólo subrayar lo evidente. Que somos lo mismo. Que para los enemigos del pueblo, somos lo mismo.

Léase pueblo como aquiellos que tenemos sangre criolla y/o apellidos italianos, gallegos y judíos de personas que llegaron a estas playas cuando el aluvión inmigratorio de finales del siglo XIX y principios del XX.

Somos la mierda a la que se la llamó de distintas maneras: chusma, populacho, mersada, grasitas, gronchos, etc., etc.

Y el movimiento político que más hizo por ese pueblo fue la que se extendió entre 1946 y 1955. Que recogía el legado de otro anterior, redentor, el encarnado por Hipólito Yrigoyen.

Y después, la luna en sangre y el paredón: la pérdida de toda posibilidad de ser algo menos malo como Nación.

Con intentos indispensables como el de Raúl Alfonsín, esteriliziado, manoseado. Es esa obscena comunión de los Santos organizada desde el poder, la del "Padre de la Democracia".

Qué modo tan perfecto de humillarlo, de rebajarlo, de tergivesar lo que él quiso ser, lo que se propuso.

¿Cuál fue la "madre" fecundada por el "padre" para parir la democracia? ¿Quién el portador de la buena nueva? Y seguiría con las preguntas pavotas a tono con esa sandez inadmisible.

Por eso la gira de Evita, por eso me encerré en la Biblioteca del Congreso a leer debates parlamentarios sobre la ley de voto femenino, por eso los debates alrededor de Yrigoyen. Llego a la conclusión antes de desarrollar un extenso periplo.

Por eso que anticipaba; estamos en cuarentena, amenazados por un virus que parece que nos llevará puestos a unos cuantos.

Quizá, quede poco tiempo. Así que hubo que ir a los bifes y fui: escribía para eso. Por ahora, espero que sea un paréntesais, voy a escribir sobre lo que creo que tengo que escribir.

Una memoria íntima de la cuarentena.

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