jueves, 26 de marzo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 6.

Anoche fue una noche mejor, muy plácida. Me siento descansado y contento.


O eso concluyo, tal vez por el recuerdo de mi último sueño.

En el que intervino la (ahora) señorita que me acompaña en la foto tomada en el Jardín Zoológico de Buenos Aires en 2008 (el muchacho de pelo largo que pesa 25 kilos menos que el escribe era yo cuando tenía pelo largo y pesaba 25 kilos menos).

Anoche soñé con ella. Con la Pochita.

El apretado círculo de afectos que reciben estas anotaciones (entre ellos el padre) sabe perfectamente quién es la Pocha, por lo cual nada tengo que explicar.

Era más chiquita aún en el sueño. Tanto que no se sostenía en píe. Alguien la había elevado sobre un escritorio o algo así.

Ella estaba por encima, desde ahí me miraba (nada novedoso: desde siempre mi corazón mandó que ella haya estado, está y estará por encima de casi todo).

Yo, como que quería hacerla reír. Y ella (mofletuda, como cuando era más chiquita aún que en esa foto), sonreía.

Con una sonrisa perdona-vidas. Como quien dice: "ya está, ya está, gracias por el esfuerzo".

Así y todo, me sirvió para despertarme de mejor ánimo.

Y no solo ese sueño. La ayuda de gente buena que se preocupa con las pavadas que uno escribe, reconforta. Belisario, Eva, que me ayudaron a descubrir qué me anduvo susurrando el subconsciente durante las noches de encierro.

Pero hoy estoy contento y apuesto a que en poco tiempo las personas que estamos en esta dimensión podamos volver al contacto, a los arrumacos, a las caricias.

Como cuando allá lejos y hace tiempo el tío postizo empalagaba a su Pochita, como lo evidencia la entrañable y bellísima foto que ilustra esta entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario