lunes, 1 de marzo de 2010

El otoño.


“A cada rato sostenía una mano con la otra para que no se notara que temblaba levemente. Terminaba cada frase con cierto dejo de olvido, como si necesitara hacer pausas para pensar cómo seguir. Miraba desde el fondo de unos ojos vidriosos, con una barba de dos días y la gorra bien puesta. No quiso sacársela, como si buscara evitar que se le viera el pelo blanco mezclado con mechones teñidos de marrón claro.

A punto de cumplir 80 años, Carlos Menem ya no se muestra como aquel presidente que en los 90 se obsesionaba con su imagen. Quedó claro en su reaparición pública, anteayer. Más débil y con dificultades para moverse, hoy es un hombre que vive preocupado por su salud, siempre con un médico cerca.

Lo confirma el equipo profesional que suele revisarlo: tiene un cuadro de diabetes complejo, que necesita atención constante. Un problema que se agravó el año pasado, cuando sufrió una neumonía grave, en medio del debate de la resolución 125. Dicen sus allegados que mejoró mucho en estos meses. Pero los cuidados no cambian: debe someterse a cuidados especiales cuando no está en su casa.

Se ve cada vez que sale a jugar al golf. Nunca está solo. Lo llevan en carrito de un hoyo al otro. Sus amigos saben que le cuesta moverse y lo ayudan todo el tiempo. Ya no puede evitar encorvarse para caminar.

"Necesita atención personalizada. Por eso muchas veces está recluido", dijo un hombre de su confianza. En su vuelta, su grupo de colaboradores siempre se mantuvo cerca. Menem intentaba ser conciso, mostrar su enojo con sus compañeros de la oposición. Muchas veces repitió explicaciones. Cuando quiso hablar de otros, se tomó su tiempo; hizo un esfuerzo especial para completar los países que integran el Mercosur y para recordar el año de la guerra de Malvinas.”

La transcripción anterior corresponde a la nota: “Más débil y observado de cerca por los médicos”, publicada en la edición del domingo 28 de febrero en el diario “La Nación” (http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1238115).

Reparé en ella a causa del impacto que la reseña tuvo sobre mi madre quien aunque desde siempre denostó al ex presidente riojano, no pudo evadir un sentimiento de compasivo recogimiento ante la minuciosa descripción que en la nota aludida se hace de su estado de salud.

Al margen de eso me pregunto acerca de las razones de la nota, en especial a poco de reparar en la minuciosa descripción que se hace del estado físico y mental del otrora líder peronista.

Puesto que hasta el más desprevenido podrá leer entrelíneas que de verificarse ese contexto, los incómodos “aliados” de Menem en el Senado, podrían hacerle pegar caro el sonado desplante del pasado miércoles, jubilándolo mediante un profiláctico juicio político de traducirse la impresión periodística en un diagnóstico psicofísico.

Con todo, la descarnada nota, que viene a contrastar con la curiosa elegía de Mariano Grondona en el editorial del mismo número (“El día en que todos nombraron al ‘Innombrable’, http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1238054), más cerca tal vez de la venenosa columna del pasado 25 de febrero del venenoso Joaquín Morales en ese medio (“Una compañía que describe la decadencia” http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1237006&pid=8392736&toi=6258) denuncia la perfidia de tantos que nacieron políticamente merced a su mero capricho, veinte años atrás y una vez eclipsado su poder, vienen ignorándolo, al punto de evitar incluso, fotografiarse con él ante un encuentro furtivo en el Senado.

Un trato comparable al de aquellos que confinan a los molestos integrantes de su familia que transcurren su otoño vital.

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