miércoles, 3 de marzo de 2010

Truco


En este modesto espacio nos hemos dedicado al pensamiento reaccionario que abrevaba Borges, quien contribuyera a constituir lo que hemos denominado (sin originalidad) “el gorilismo”, temática que ha suscitado miradas encontradas en algunos de los amigos que participan de los temas que se proponen.

Viene a cuento rescatarlo a Borges desde un poema suyo, escrito durante una etapa de su vida que el autor denostaría durante los años repasados en entradas anteriores.

En “Fervor de Buenos Aires” (1923), el joven Borges publicó el poema: “El Truco”, que, reitero, es oportuno transcribir:

“Cuarenta naipes han desplazado a la vida.
Pintados talismanes de cartón
nos hacen olvidar nuestros destinos
y una creación risueña
va poblando el tiempo robado
con floridas travesuras
de una mitología casera.

“En los lindes de la mesa
la vida de los otros se detiene.
Adentro hay un extraño país:
las aventuras del envido y quiero,
la autoridad del as de espadas,
como don Juan Manuel, omnipotente,
y el siete de oros tintineando esperanza.

“Una lentitud cimarrona
va demorando las palabras
y como las alternativas del juego
se repiten y se repiten,
los jugadores de esta noche
copian antiguas bazas:
hecho que resucita un poco, muy poco,
a las generaciones de los mayores
que legaron al tiempo de Buenos Aires
los mismos versos y las mismas diabluras.”

Con menos erudición, mi padre aludía al truco, cuando solía reflexionar acerca del país (o de Buenos Aires, creo) que según él tenía presentaba la particularidad de que permanentemente se jugaba un truco sin cartas, desde las picardías, chicanas, guiños y trampeos imperantes en todo relacionamiento social.

Horacio González publicó en la edición de hoy, miércoles 3 de marzo de Página/12 el artículo: “Batalla de Agincourt” (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-141285-2010-03-03.html), oportuna reseña de las alternativas que vienen siendo motivo de atención de los analistas políticos en este momento excepcional que vive el país.

Dice González: “Entendámonos: los requiebros en el habla colectiva y las metáforas del acervo picaresco no son enemigos de la democracia, son el grano de sal que condimenta el viejo pacto entre los lenguajes cultivados y el manantial justiciero de las ironías populares. Pero ahora la política nacional parece estar en estado permanente de chicotazo verbal, con especialistas en “meter la tapa” en programas de tevé, investigadores de la vida privada, moralistas que prometen adecentamiento y parecen emisarios espectrales de Savonarola, manoseadores de biografías con técnicas de basural, gritones mutuamente profesionales de frases como “yo lo dejé hablar, ahora hablo yo”, que son el síntoma disgregador de un espacio dialogal del que deben surgir sujetos políticos y no energúmenos trastrocados (…)Todo está sujeto a escarnio en el país. Así no es posible restituir la pertinencia de la palabra pública en la nación, dicha como soporte invisible de su armazón moral. Acciones de progreso colectivo y social evidentes corren peligro ante un nuevo reaccionarismo que supo expropiar los estilos reivindicativos y militantes, anexándolos como “ala de los luchadores” en la procesión neoconservadora. No hay fórmulas probadas para desarmar este enorme equívoco detrás del que corre una parte sensible de la sociedad.”

Aunque coincido con lo transcripto anoto que, la propuesta del Director de la Biblioteca Nacional, a tono con el proyecto que viene apoyando con entusiasmo militante y solidez intelectual, aparece incompleta desde que el momento político se presenta configurado desde posturas agonales que proponen desde una parte, la descalificación por conspiración, y por la contraria la anatema intransigente.

Nada parece alejarnos tanto de un escenario democrático consensual.

Por un lado, la Presidenta formula un discurso ante la Asamblea Legislativa –en su estilo desdeñoso del papel escrito, abierto a la improvisación- que además de un repaso de la acción de gobierno llevada a cabo desde 2003 a la fecha, persiguió el impacto de la noticia de la reformulación del esquema jurídico pergeñado desde la Presidencia para afrontar el pago de compromisos asumidos en buena medida, por gobiernos anteriores.

Por el otro, con argumentos propios, todo el arco político opositor leyó el anuncio como una afrenta: lejos de apelar a la tarea de consenso legislativo que el escenario nacido a partir del 28 de junio pasado impone, perseverando el Poder Ejecutivo con un esquema que siendo constitucional, había merecido la censura unánime de ese espacio.

Al respecto y por todas, me quedo con la queja de ese dirigente impar de reciente hechura, Luis Juez, quien con su estilo habitual realizó alguna comparación entre el sorpresivo anuncio presidencial con alguna alternativa de la lejana tira de dibujos animados: “Don Gato”.

La rusticidad elaborada en el discurso habitual de Juez, que por elaborado no es rústico, evidencia además de una altiva chabacanería, un implícito menoscabo a la inteligencia popular, resultándome paradójica la habitual recepción cálida de las manifestaciones de ese dirigente en medios gráficos y visuales que suelen pronunciarse en pro del decoro institucional.

Esos mismos medios, por caso, son terminantes con Aníbal Fernández, quien desde el oficialismo, apela a artilugios parecidos a los de Juez, entendiéndolos en ese caso como un síntoma (más) de la desaprensión de los kirchneristas a la salud institucional de la República tan afectada de 2003 a esta parte.

Como viene advirtiéndose desde el 28 de junio pasado y desde antes también, vive la Argentina la pulsión de la lucha política, en este caso a diferencia de épocas recientes, que no se encuentra circunscripta a posiciones electivas, sino que expresa un debate claro en torno a cuestiones de altísima sensibilidad política y económica.

El escenario que viene proponiendo el sector del gobierno y la consiguiente respuesta de las oposiciones parlamentarias corroboran la sospecha que muchos abrigábamos apenas comenzado 2010 y que se viabiliza por estos días: será muy encarnizada pelea, siendo que ninguno de los contendientes está dispuesto a ceder, siquiera un tranco, en sus pretensiones.

Algo de ello expresa la constitución de las comisiones del Senado bajo el control del variopinto abanico opositor y a su vez, en la amenaza de rechazar el acuerdo solicitado por la Presidenta a la designación de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central.

Se dice que el Congreso viene a recuperar una autonomía avasallada por el kirchnerismo, dejando atrás el tiempo infame de la “mayoría automática” o “la escribanía del gobierno nacional”, eufemismos que expresan la pretensa sumisión que los legisladores padecían a manos de un poder ejecutivo omnímodo.

El tema es tratado en profundidad por González en la nota referida antes, no obstante lo cual y mediante un razonamiento menos elaborado, me pregunto acerca de las razones por las cuales esos medios nada cuestionan ante la eventualidad de un Congreso con una “mayoría automática” de signo diverso, con un efecto central igualmente opuesto: la parálisis de la administración.

Ello, independientemente del rol de contralor y cogobierno que corresponde al Congreso Nacional, alternativa que parece no ser la que más seduce a esa humorista de humor negro que es Elisa Carrió, quien, dígase con todas las letras, conspira sin descanso por la caída del gobierno nacional, mejor o peor querido, electo por una abultada mayoría de votos en octubre de 2007, con el concurso de otros, por todos, el candidato presidencial que en su campaña apela a la seducción de quienes tienen afecto por Jorge Videla.

Y como se dijo, en poco ayudan ciertas movidas de un gobierno acechado que actúa a la defensiva con la elegancia y disimulo de aquel elefante del bazar.
Mientras, demasiados fulleros apelan a señas, guiños, agachadas y picardías propias de un truco sin cartas, en el que se juega muchísimo más que el honor.

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