sábado, 27 de marzo de 2010

Ecos del 24: Cristina, Estela, Ernesto y Ernestina.



Como propuse en la entrada anterior, cada 24 de marzo estuvo marcado por significados propios y este no ha sido, para nada, la excepción.

Condicionado por los tiempos que corren, el miércoles pasado convocó multitudes, motivó deserciones, evocó de una manera particular el tiempo al que se pasó revista y quedó instalado de manera muy puntual en la agenda política que se discute por estos días.

Alguna vez debatimos en este espacio acerca de la novedad categórica que este tiempo resucitó de manera inesperada: la vuelta de la política.

Que podría ser mejor, no caben dudas, pero ese resurgimiento, visto en el recuerdo de 2003, aparecía sino imposible, como altamente improbable, desde la construcción de un esquema de que descartaba la primacía de los grupos de poder por sobre los actores políticos, freno que condicionó buena parte de la primera Presidencia surgida del fracaso de la dictadura iniciada aquel 24 de marzo de 1976.

Las propuestas de Raúl Alfonsín durante la campaña electoral de 1983 e a lo largo de la primera mitad de su mandato, guardan relación directa con esa novedad, desde la contraposición entre política y corporaciones.

Desgraciadamente, en mi mirada, esos grupos de interés corporativo torcieron el brazo del Presidente radical quien a partir de la inflexión de Semana Santa de 1987, fue cediendo cuotas de poder al grueso de esos adversarios, desdibujando el sentido de su gestión, aunque tal vez, y debe ser señalado, procurando resguardar –con éxito en definitiva- un sistema político que ha sabido soportar desde aquellos años cimbronazos de índole variada.

Los enemigos del proyecto de Alfonsín, son con alguna excepción, los mismos de la presidenta Fernández, encaballados a su vez, en un discurso de similitudes patentes. Existe el afán de poner coto al desafío político iniciado en mayo de 2003, meta cuyo resultado dependerá de la consistencia del espacio que apoye al proyecto, cuanto de la astucia, o la torpeza, de quienes lo desafían para retrotraer las cosas a tiempos más previsibles.

Retomando el relato acerca del 24 de marzo pasado, decía que presentó novedades relacionadas con lo que se viene predicando.

Por caso, Eduardo Blaustein, especialista en la relación de los medios de comunicación con el poder político generado durante la dictadura última (aconsejo la lectura del trabajo que realizó con Martín Zubieta: “Decíamos ayer”) ha sido especialmente agudo en el análisis al final de esa jornada, en el estudio de un programa muy reseñado en este espacio: “6,7,8”.

Destacó, en relación con ciertas ausencias en la marcha convocada por las Madres de Plaza de Mayo, la mezquindad de las fuerzas políticas opuestas al kirchnerismo, contrastante con la “generosidad” (así lo expresó) de buena parte de sus partidarios (cierto que por el grueso del sector “renovador” del peronismo de entonces) en circunstancias puntuales que jaquearon al gobierno de Raúl Alfonsín, ajeno a sus preferencias.

Al igual que Mario Wainfeld en el editorial que escribió al despedirlo (como se reseñó en este espacio), Blaustein recordó esa presencia extra gubernamental ante convocatorias del Presidente a la Plaza de Mayo, de abril de 1985 y abril de 1987, cuando los respectivos anuncios de la “economía de guerra” y “la casa está en orden”. Anoto a su vez, desde mi memoria, que volvieron a marchar los peronistas y sectores de la izquierda política –con ánimo bien diferente- durante las jornadas de la anteúltima chirinada dirigida por Mohamed Seineldín.

En estos tiempos, en cambio, los sectores (algunos, no todos, por suerte) que discrepan con el gobierno, eluden la asistencia a actos como el del 24 de marzo, por considerar que han sido (en palabras de Ernesto Tenenbaum) “apropiados” por el gobierno.

El giro utilizado, en especial desde una emisora que forma parte del multimedio cuya titular se encuentra en el centro del cuestionamiento público y judicial, severamente sospechada de haber apropiado a dos bebés nacidos en las mazmorras de la dictadura –de lo que se escribirá algo más adelante- vendría a corroborar la lenidad de quien se sindica como dócil vocero de su abyecta patrona y de los no menos abyectos intereses de ese grupo, abominado por todo aquel que no se encuentre sujeto a una relación de servidumbre vigente.

Lo de Ernestito, más allá de sus arrestos de compadrito de Villa Crespo que estudiadamente ensaya desde alguno de sus programejos o de otros de similar piné, como el de Luisito Majul, auspicia conclusiones que, de evidentes, no voy a plasmar.

Precisamente, he recibido hoy un mensaje por correo electrónico de un amigo que refiere la reflexión de otro, que transcribo al uso de JPF:

Quiero que vean este mail.
“Ayer por la noche, en un grato momento compartido con P. y otros grandes hombres de la justicia local, el canoso nos comentaba su visión/opinión/certeza: "lo que se viene es la gran '6,7,8'; movilizar a la gente en favor del gobierno".
“Esta cadena que les reenvío es una muestra interesante de eso. Si al final del camino, gane o pierda en el 2011, este gobierno logra revitalizar la militancia, se apuntará otro logro invaluable (y habrá hecho un aporte enorme a la reconstrucción).
“Abrazo,
“G.”


El sentido del mail es compartido plenamente por mí, como se advierte de lo que he venido escribiendo y acierta “P.” en la propuesta-predicción: ha venido siendo un programa de alguna incorrección política (desde un apoyo abierto, a veces exasperado, siempre honesto intelectualmente, al gobierno nacional) desde, a su vez, un sitio de la red pensado para otros fines, anche imputado de brazo de la sinarquía internacional, el móvil de una movilización que da el pie de las nuevas maneras que la militancia política se presenta en estos tiempos particulares.

Como fuere, y quedo a la espera de alguna respuesta que interrumpa tanto monólogo, esas nuevas concentraciones, hechas de una diversidad de procedencia interesante, aparecen como superadoras de las masas acaudilladas por el querible D’Elía en tiempos de la Res. 125, cuando repartía mandobles a pitucos deslenguados al son de la apolillada: “Patria sí, colonia no” o del intelectualismo –por tal, excluyente o cuanto menos poco proclive a la masividad- de los integrantes de Carta Abierta.

Importante ha sido, el acto encabezado por la Presidenta en el espacio donde funcionó la ESMA y en especial, su discurso.

Como todo lo que hace y dice ha tenido el discurso presidencial un impacto condigno a lo propuesto, no solamente desde la repulsión que genera en ciertos sectores de la sociedad, que antes de exigirle algo a la destinataria de ese desprecio hecho de culpas, misoginia y envidia, deberían por ello mismo, emprender algún tipo de autoexamen psíquico, sino desde el mensaje mismo.

En sintonía con lo que se dijo por aquí, la palabra presidencial giró en derredor de los actores sociales que condicionan el momento actual en materia de investigación penal por los delitos perpetrados durante la experiencia iniciada en 1976: los hijos de los desaparecidos, cuya identidad ha sido escamoteada por aquellos que asesinaron con bestialidad a sus padres y por quienes aceptaron adoptarlos en tales condiciones.

No ha sido casual entonces, que la consigna más repetida haya sido: "Noble, Magneto, devuelvan a los nietos".

Ello me da pie a lo que sigue.

La Presidenta le habló a Estela Carlotto, a quien propuso acompañarla en su búsqueda a tribunales internacionales si su reclamo no encuentra eco en los del país. Aludía a un recurso de queja ante la Cámara de Casación Penal presentado por los abogados de la Herrera de Noble, que paralizó los exámenes genéticos que iban a realizarse la semana pasada para elucidar el origen de sus hijos.

Lo impactante en mi caso, por lo menos, no sólo fue la evidencia de una nueva apuesta fuerte de la Presidenta, sino el advertir que no le hablaba a Carlotto en tanto presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, sino que –desde la emoción con la que pronunciaba el discurso- le hablaba a su persona.

Un sentimiento mucho más indigerible que el espanto propone la mera enunciación de la hipótesis que unos cuantos dedujimos de la palabra de Cristina Fernández: que el varón de los hijos apropiados por la Herrera sería Guido, el nieto de Estela Carlotto.

Como reflexionó un amigo, de develarse esa incógnita y traducida que fuera a la ficción, sería demasiado cursi; anoto, subrayo que de verificarse alcanzaría una trascendencia tal que como hecho (visto retrospectivamente, incluso) marcaría un hito en el devenir de este país.

Tal vez imbuido por el ánimo de tanto porteño que la abomina, me permito elucubrar una hipótesis, sobre la hipótesis: ¿pudo haber mentido la Presidenta?, o en su caso, que sería lo mismo: ¿si instaló aviesamente esta sospecha compartida para torcerle el brazo a un grupo con el que sostiene una lucha encarnizada? No podemos dar respuesta a esos interrogantes, aunque ciertamente de corroborarse ambos, o alguno de ellos, unos cuantos, entre ellos quien escribe, cambiaremos radicalmente y sin retorno nuestra mirada al proyecto político, disculpas mediante a Ernestito Tenenbaum.

Aunque, mucho me dice que no, que de develarse la identidad de las principales víctimas de este delito aberrante nada en el país será como vino siéndolo hasta entonces.

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