miércoles, 6 de enero de 2010

Combustible espiritual.


Nunca entendí las razones del predicamento de Ari Paluch, no sólo porque me resulta lisa y llanamente insoportable -en especial su tono de voz, penetrante, imposible- sino porque no le conozco mérito.

Léase: nunca le escuché decir nada (con ese vozarrón inconcebible) siquiera original.

Entre gritos y maltratos a sus colaboradores de la radio (marca indeleble que ha dejado en ese rubro el decano Samuel Gelblung) las veces que padecí el aturdimiento de escucharlo en algún taxi (como en esta tarde, motivo de mi comentario) asistí a una serie de lugares comunes dichos desde una autocreencia de genialidad que a duras penas oculta demasiada vulgaridad, no poco oportunismo, abundante idiotez.

Lo recuerdo, a principios del gobierno de Néstor Kirchner, cerrando su programa aconsejando: "comprar dólares", charra traducción del descrimiento de cierto sector respecto de lo que se denominaba una "primavera económica" que muy pronto acabaría.

Lo cierto es que más allá de mi opinión, el ex conductor del inolvidable "Crema Rusa", del Canal 9 de don Alejandro Romay, ha sabido ganarse una audiencia considerable que concitó un éxito editorial, tal su opus: "El Combustible Espiritual", que va ya por su segunda edición.
Propone la Editorial Planeta, a própósito de la obra "A partir de una situación límite de su experiencia personal, nos cuenta cómo descubrió el saber de distintas vertientes del pensamiento y de la espiritualidad y cómo llegó a ponerlo en práctica. A ese saber y a esa práctica los llama “El combustible espiritual”, con el que se nutre y encara cada día."
Bien.
Lo cierto es que hoy durante un breve (a Dios gracias) viaje en taxi, escuché 5 minutos del programa radial que conduce, emitido desde Punta del Este, circunstancia que permitía saber al sufriente conductor del taxi que me transportaba, que no conoce y sólo en sueños podrá conocer el balneario uruguayo, cuánto se deleitaba el querible Ari en esas playas.
Supe que estaba ataviado con una remera de Boca (las tiene todas Paluch), mas la del "Boca Polo Team", puesto que según explicó había aceptado asistir al partido entre ese representativo y el de Maldonado, victorioso para nuestros muchachos.
Habló Paluch del lujo de las instalaciones, de la particularidad de haberlo presenciado desde un camastro (sic) hacia el cual permanentemente se avalanzaba una troupe de camareros para asistirlo, haciéndole llegar bebidas y refrigerios varios. Miré por el espejo retrovisor al conductor de taxi que aprobaba satisfecho los comentarios de Paluch.
Lo más jugoso acaeció cuando el relajado conductor (o no tanto, porque pese a estar en Punta del Este, en la playa según aclaró, no esquivaba el bulto a la durísima faena de conducir el programa) editorializó acerca del pedido de renuncia que la Presidenta realizase al presidente del Banco
Central, Martín Redrado.
Paluch ofreció entonces un repaso exhaustivo de las circunstancias que motivaban actitudes como ésa en "los Kirchner", vaticinando una crisis análoga a la de la Res. 125, punto culminante del declive de ese proyecto político, según él, nacido de la salida de Lavagna.
A partir de entonces, enumeró preciso, implacable Paluch, la salud fiscal de la economía se resquebrajó y habiéndose generado conflictos varios entre ellos aquel que tanto daño hiciera en 2008, que auguraba (o auspiciaba en verdad) se repetiría en este que empieza.
Dijo, el escritor, algo relevante que da cuenta de su ideario: Kirchner, demasiado atento a Moyano, a los piqueteros, se había olvidado de la gente. Porque, claro está, ni los sindicalistas, muy en especial Moyano ni los piqueteros, son gente.
Volví a mirar al conductor que sonreía y asentía, devolviéndome una mirada cómplice.
Como soy generoso, me despido con una recomendación, mucho más enjundiosa a su segunda opus que a la que plasmase con anterioridad:
"En 'El Combustible Espiritual 2', Ari Paluch comparte una vez más con el público lector un camino de sabiduría aplicado a la vida cotidiana.
A partir de distintas vertientes del pensamiento y de la espiritualidad, nos transmite la pasión por evolucionar y nos propone el desafío del aprendizaje en un mundo cada vez más complejo y vertiginoso.
A ese saber y a esa práctica los llama 'El combustible espiritual', con el que se nutre y encara cada día.
Ari abre este libro con un magnífico capítulo dedicado a la felicidad y da forma a este nuevo sueño con la inspiración, esa maravillosa experiencia que no es otra cosa que la vida en espíritu, la dilución del ego, la expansión de la conciencia, la meditación, el yoga, la respiración consciente, el poder de la sincronía y el Curso de Milagros.
'El combustible espiritual 2' ahonda en claves esenciales y nos convoca para que tomemos conciencia de que la llave está en nosotros, para estar en paz y alcanzar la plenitud.
Los libros de Ari son el fruto de la intención de mostrar su experiencia a aquellos que van al encuentro de una vida más sabia, más consciente y más luminosa.
Bellísimo, ¿no?

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