miércoles, 20 de enero de 2010

Elogio de la traición.


"Hay un librito chiquito, francés, que se llama 'Elogio de la traición', donde se demuestra o se dice que es absolutamente intrínseca a la política, la traición."
No por nada, apenas llegado a estas tierras del Señor, cuando hube de empaparme de esta indómita realidad que asistimos, evoqué a don Antonio Cafiero, autor de la cita transcripta, dicha a Pino en el marco de un reportaje que le hiciera durante la filmación de su película: "Memoria del Saqueo".
Decía que no era casual que recordara yo a Cafiero y su referencia, siendo que el Vicepresidente vuelve a ubicarse (o ser ubicado en verdad) en el centro de la escena que nunca dejó desde aquel inolvidable "voto no positivo" de julio de 2008.
Porque desde ese día el Ing. Cleto se ha vuelto taquillero a los ojos de buena parte de quienes no quieren nada más que el final de esta gestión (del modo que sea) que sufren como a una pesadilla.
Y se lo valora, en consecuencia, por su defección, por su traición.
De veras que es paradójico lo que sucede con el Vicepresidente, ese dirigente gris de una militancia radical descafeinada que gobernaba la provincia de Mendoza cuando Néstor Kirchner lo hacía en el país, grisura que tal vez decidiera su candidatura en compañía de Cristina Fernández en la elección del lejanísimo 2007.
Seguro que don Kirchner padre no aconsejó a Néstor como el mío hiciera conmigo: "cuidate de los boludos", sabía repetirme insistentemente. "Son peores que los hijos de puta, porque a estos los ves venir. El boludo es imprevisible y a la corta o a la larga, te caga."
No digo que el Ing. Cleto, ese nombre pintoresco y su aspecto físico al margen, sea un boludo, pero no tengo dudas de que Kirchner barajó esa alternativa cuando lo convocó para secundar a su esposa en aquella fórmula o por lo menos descontó su inofensividad política.
Y le salió mal, demasiado mal.
Y a decir verdad se lo merece, Kirchner.
Al desdeñar la democracia interna de los partidos y confiar en su dedo omnímodo, que, vaya uno a negarlo, le jugó una malísima pasada que ahora todos tenemos que pagar.
Porque lo que viene cocinándose es muy delicado y puede tener incidencias muy difíciles en el corto y mediano plazo.
Dan ganas de consentir con alguna mirada opositora, en que a los Kirchner no les gusta la tranquilidad y buscan quilombos -no digo donde no los haya- o por lo menos instan a una exacerbación política inconveniente.
No sé cómo termina esto, pero uno de los dos (Cristina o Cleto) van a tener que dejar su cargo y al Vice no se lo ve demasiado proclive a hacerlo.
No obstante la bronca que mastico en estas horas hacia Néstor Kirchner por habernos ofrendado este presente griego y haberle jodido a su esposa -y al país, por sobre todas las cosas- una Presidencia histórica, dado que puestos a hablar claro ella es mucho más que él como política y ante todo como mujer de Estado, admito que un repaso apresurado de nuestra historia política -no sólo la reciente- da cuenta de la tirante relación entre Presidentes y Vices, salvo en los casos en los cuales el segundo careciera por completo de ambiciones políticas.
La situación del Ing. Cleto desde esa madrugada de julio en el Senado, me remontó a otras dos: una lejana, entre el presidente Marcelo de Alvear y su vice Elpidio González y otra mucho más reciente, entre De la Rúa y Álvarez.
Tracé esos paralelos, dado que en ambos casos se había verificado, promediando la gestión, una ruptura del partido en un caso, la coalición en otro, que los llevara a ambos a sus sitiales.
En el primer caso, Elpidio González completó el mandato de vice, aunque fuese la mano derecha de don Hipólito Yrigoyen, con quien el presidente Alvear había roto de manera irreductible (a punto tal que al final de esa Presidencia el "Peludo" la enfrentó como candidato opositor); en el otro, Álvarez renunció ante el "escándalo de las coimas" en el Senado que presidía, invocando no querer confrontar desde ese cargo con De la Rúa, poniendo en riesgo la gobernabilidad del país.
De allí que la reacción -que más pronto que tarde llegaría y llegó- de la Presidenta de la Nación de cancelar un viaje al exterior para eludir el trance de dejar el Poder Ejecutivo en manos de un opositor parece razonable desde la lógica política más elemental y la reacción del Ing. Cleto, una muestra de cinismo de altísimo vuelo.
Hay que decir además lo obvio: quien decidió apartarse del proyecto fue el Vicepresidente cuando aquel "voto no positivo". Guste o no, había coherencia en esa medida de gobierno con el proyecto de los Kirchner e insisto, ha sido el Ing. Cleto quien defeccionó de esa propuesta manteniéndose en un lugar que ya no le pertenece por más que -en otra demostración de refinado cinismo- alegue que ha cosechado tantos votos como la Presidenta por haber compartido con ella la fórmula.
Recién me empapo de las reacciones de los actores ajenos a este lamentable sainete y para mi sorpresa coincido con la Dra. Carrió, quien esta vez ha dado en el clavo, justificando -según se mire- el temperamento de la Presidenta de no afrontar la gira china.
Termino con una conjetura y un recuerdo.
Cuántas humillaciones habrá soportado el Ing. Cleto durante la campaña electoral de 2007, ese hombre que ahora ve que tiene al alcance de la mano la Presidencia, siendo que a poco de esa traición a la coalición que integró una vez que hubiera traicionado a la UCR que en tal virtud lo expulsó "de por vida", partido cuyos dirigentes -encuestas en mano- lo reciben nuevamente como al hijo pródigo.

Lo recuerdo en los días finales de esa campaña, pronunciando un discurso, que me gustaría repasar, que da cuenta de la hechura del personaje.

Decía el candidato Cleto -con modestísima oratoria- que la garantía de que los Kirchner apostaban a genuinamente a la "Concertación" era que "no nos necesitan a nosotros". Quería decir, que al no traccionar votos y auparse a la avalancha K, el gesto de llamar a radicales como él era magnánimo y daba cuenta de la generosidad de su líder.

No lo olvido. Las cámaras enfocaron al matrimonio. Cristina -idéntica a sí misma- no pudo contener un mohín, no sé si se mordió el labio inferior o arqueó los ojos con mueca irónica. Kirchner, contuvo la risa.

¡Qué boludo!, habrá pensado el entonces presidente.
Y el boludo te cagó Néstor, como me decía mi Viejo.

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