viernes, 22 de enero de 2010

Sordos ruidos, oír se dejan.


Ruido, bochinche, alharaca, estruendos, sordos y tonantes.
A todo esto nos estamos acostumbrando los sufrientes hijos de este país de extremos, de adhesiones ciegas y rechazos sin cortapisas.
De amores y de odios.
Porque eso se percibe, se respira en este aire sofocante en esta Buenos Aires tórrida de un enero inesperado, dado que se los supone tranquilos.
Nada de eso.
Enero de 2010 despunta con todo y promete -o amenaza- con un año muy difícil, muy duro desde la (no) convivencia democrática.
Nadie que frecuente estas páginas ignora que siento por la hermosa mujer cuya foto ilustra el post, un respeto enorme, que se ha venido traduciendo en una adhesión sostenida a su gestión a la que no se le ha dado respiro.
Porque desde el día de su asunción, amenazantes, los principales diarios del país olvidaron esos modestos fastos para recordarnos el affaire de Antonini Wilson.
Y de ahí en más, lo que todos recordamos: un 2008 signado por la "125", con la reacción destituyente de sectores relacionados con el "campo" que supieron seducir a miles que creyeron que su bonanza económica corría riesgo.
Un vicepresidente que defecciona y un año más tarde una derrota electoral.
Peligros varios (hiperinflación, corralito financiero, colapso, enfermedades varias, crisis psicológicas miles de la Presidenta, su esposo o ambos) y la reasunción del espacio gubernamental de la inciativa política post derrota, para prodigio de la ciencia política.
Recupero de los fondos previsionales malversados por los fondos de administración de pensiones, ley de medios audiovisuales, reestatización de Aerolíneas Argentinas, ley de reforma política.
Demasiados (y justos) desafíos a varios poderes intocables que parece, están reaccionando, porque quieren cobrar caro las ofensas infligidas.
Y van por todo.
Y el gobierno no se queda atrás.
Quiso desbancar al presidente del Banco Central mediante un procedimiento oblicuo (por lo menos bastante reñido) con las previsiones de la ley vigente que en su momento no modificaron, habiendo designado en ese lugar al funcionario que se les retoba.
Al igual que el vicepresidente, elegido por la cúpula del proyecto gubernamental, que prepara su campaña presidencial como opositor a este gobierno desde la vicepresidencia de la Nación.
Destaco este momento dados este panorama y marco además que la batalla contra los medios de comunicación que monopolizan el poder se dirimirá si y sólo si esa norma comienza a materializarse, cumplido el plazo de gracia previsto por el texto legal.
Será entonces cuando los efectos políticos y económicos de esa norma se hagan sentir en perjuicio de quienes acaparan la información y en beneficio de la comunidad.
Y no presumo de ser demasiado astuto al suponer que muchos de quienes mandan en ese negocio descuentan que en caso de que el Poder Ejecutivo quede en manos de un político de demasiadas lealtades y convicciones intermitentes esa ley no se cumplirá y todo quedará en manos de sus actuales titulares.
Que seguramente, un político de esa estofa u otro u otra de parecido pragmatismo que pudiera designar una Asamblea Legislativa como la que nombró a Rodríguez Saá y a Duhalde, puede con eso y con encontrar algún remedio al inevitable desenlace de la causa judicial que involucra a una de las más poderosas empresarias de medios, imputada por uno de los delitos más aberrantes que puedan concebirse.
Desde luego, un presidente a medida de estos intereses, acabaría con el despojo insultante de las retenciones al agro que humilla al campo argentino.
En fin, muchas razones militan para que se hagan oír sordos ruidos, acorde a los tiempos pacíficos que corren: se ha visto en Honduras que no hace falta una intervención directa de las Fuerzas Armadas para gobernar de facto un país; alternativa convaldada por el Premio Nobel de la Paz, el encantador Obama.
Estemos atentos y vigilantes.

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