martes, 19 de enero de 2010

Nosotros y ustedes.


Estoy pasando mi última noche en Chile, en este caso en la coqueta Viña del Mar y ni aun así cede mi pulsión de flamante blogger.

Asisto por estos lares al tibio fervor que se respira ante la inminencia del "cambio" tantas veces anunciado y que se corporizará una vez que don Sebastián Piñera haga de esta tierra un país atendido por sus dueños, alternativa que presumo, seduce a unos cuantos de mis compatriotas allende la coordillera.


Se lo ve feliz a don Sebastián.

Da la sensación de que debe concluir sus maratónicas jornadas (así son reflejadas por la prensa gráfica y televisiva, por lo menos) con el rostro dolorido, porque se ríe todo el día el hombre.

O mejor, dibuja una mueca permanente ante su eventual interlocutor, que pasa por sonrisa, sólo si quien la recibe u observa anda lo suficientemente desatento como para dejar de mirarle los ojos, que a diferencia de su boca, no sonríen. Son ojos de una mirada de incomodidad y recelo los de don Sebastián, que se prepara para gobernar Chile por cuatro años o quien sabe cuántos.

Quien ya ni siquiera disimula algo parecido a una sonrisa es el simpático candidato derrotado, don Eduardo Frei, que fue a hacer el payaso al programa "El Hormiguero" el jueves pasado oportunidad en la que lució pelucas como la que se ve en la fotografía. Desde ayer nada se sabe de él ni de su fiel esposa "Martuchi" quien lo acompañó durante ese bochornoso espectáculo.

Sin embargo, sus aliados y socios políticos andan bastante inquietos contándose las costillas y atribuyéndose mutuamente el prodigio de perder una elección durante el mandato de una dirigente de ese espacio con un 80% de aprobación personal y 60% a su gestión.

Es por ello, tal vez, que don Sebastián ha sido siempre gentil y amable con doña Michelle, que lo venciera a cinco años en una instancia similar a la del pasado domingo y promete no hacer "tabla rasa" con lo "mucho de lo bueno" que hicieron los gobiernos de la Concertación, para recordar (por estos días con tono y gestos de comprensión) que muchas cosas se hicieron mal y debían rectificarse.

Alude, infiero, al imperativo de crear "doscientos mil puestos de trabajo por año", con la necesaria condición de flexibilizar las condiciones de los trabajadores, o dicho de manera más clara, para admitir legalmente el despido sin indemnización de esos trabajadores. Quienes vivimos al otro lado de la coordillera ya nos tragamos esa píldora y conocemos sus alcances y consecuencias.

También anticipa don Sebastián que deberá "modernizar" ciertas empresas en manos del Estado y que será necesario que la mayoría parlamentaria (que actualmente corresponde a la Concertación) apruebe el endurecimiento de las leyes penales para "combatir la delincuencia".

Un "cambio" demasiado practicado no muy lejos de este Chile feliz ante su inminencia.

Cierro el comentario para resaltar otras voces, menos vocingleras, aunque más agudas al momento de evaluar el real alcance histórico que deriva del resultado electoral del pasado domingo, que se escuchan (aunque en verdad se lean) en el "hermano" del diario "La Nación" en este país: "El Mercurio de Chile".

Días antes del comicio leí un editorial que viene a traducir el fastidio de cierto sector ante lo poco/mucho que se logró a lo largo de estos veinte años y que corresponde rectificar, relativo a la reciente inauguración de un "Museo de la Memoria" en Santiago.

A Michelle Bachelet apenas la toleraron: mujer, socialista, sin marido y para colmo con un pasado de persecuciones a manos de los años del bueno de don Augusto Pinochet, era demasiado, sin embargo supo edificar en ese espacio la apuntada tolerancia sobre la base de la sorpresa que pudo ocasionar (infiero) su presidencia tibiecita.

Pero retomando el comentario acerca del editorial que comparto, encuentro en esa pieza notas relevantes del ideario de quienes dentro de poco gobernarán este país.

Dice Gonzalo Rojas, una vez que marca la diferencia entre un museo de los tradicionales y uno destinado a la memoria:

"desde una mirada presidencial, los objetos que muestran nuestro dolor, nuestros sufrimientos, nuestras derrotas, quedan incorporados. Lo importante para que figuren en las estanterías del museo no es fundamentalmente el período considerado (1973-1990), sino a quiénes se refieren esos objetos. A nosotros -afirmaría la Presidenta.

Y ustedes, ¿tendrían alguna muestra que postular para ser incluida en el museo? Sí. Los lanzacohetes encontrados a partir del 11 de septiembre del 73; las cartillas de instrucción para asaltar retenes, para asesinar carabineros, para fabricar bombas, para derribar torres; los fusiles de Carrizal Bajo; los autos destrozados de la comitiva de Pinochet, y...

No. Esos objetos no califican. Son de ustedes. Éste es un museo de nuestra memoria.

Paralelamente, el Estadio Nacional será intervenido con la misma lógica. Se dejarán unas cuantas gradas a la antigua, para recordar a los detenidos en ese recinto. Pero ninguna demarcación especial señalará el lugar en el que, apenas dos años antes y pocos metros más allá, el dictador Fidel Castro alentó la revolución violenta. El primero es un recuerdo nuestro: se conserva; el segundo es de ustedes: se desecha.

Como este mensaje ha sido claro desde el primer día que la Presidenta comunicó su iniciativa sobre la Memoria, al candidato Frei no le costó mucho sumarse, proponiendo una medida análoga: derogaremos la Ley de Amnistía.

Pero, con independencia de que se esté aplicando o no, alguien podría haberle recordado a Frei que ese decreto ley benefició también a cientos y miles de subversivos y terroristas por los actos cometidos antes de su dictación.

Señor candidato: ¿quedarán también ellos expuestos a ser investigados y penados? Nadie ha hecho esa pregunta, porque -legalismos más o menos- se sabe que en la mente de Frei el marco de referencia es obvio: los nuestros (sí, los terroristas y subversivos ahora son los nuestros) ya pagaron sus culpas o sus faltas ya están prescritas. Ustedes no, ustedes aún no pagan, y sus delitos nunca prescribirán.


Pero todo esto tiene al menos una dimensión positiva: que los jóvenes entiendan hoy, casi medio siglo después, cómo se polarizó Chile desde la dialéctica marxista del nosotros (explotados) y ustedes (explotadores). En ese sentido, la memoria será una lección de historia."


Así viene la cosa.

Véase: "Nosotros y ustedes" en: "El Mercurio" del 13/01/10.
http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id={9d61a3fe-87ea-4b05-9bc6-5fdb60b4961c}

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