jueves, 10 de septiembre de 2020

Diario de la cuarentena. Día 174

Querido diario:

En el trabajo colectivo titulado: Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas (1806-1989), bajo la dirección de Andrés Cisneros y de Carlos Escudé disponible acá, se aborda la cuestión relativa a las relaciones entre nuestro país y los Estados Unidos de América en el período que venimos analizando, comprensivo de la etapa que se extendió entre 1880 y la caída de Yrigoyen en 1930.

En lo que nos atañe, vamos a ocuparnos de las relaciones entre nuestro país y los Estados Unidos en lo relacionado con los dos períodos correspondientes a las Presidencias de don Hipólito desarrollo que entiendo, explica en buena medida el devenir de los acontecimientos que culminarán con su derrocamiento.

Cuestión íntimamente relacionada con la de la propiedad del petróleo, asunto que trataremos con extensión mañana, querido diario.

El trabajo consultado divide el período de las relaciones exteriores entre ambos Estados, dividido a su vez, en cuatro fases la primera (1880-1900), caracterizada por "los esfuerzos panamericanistas norteamericanos, tendencia que se reflejó en el ataque de la delegación argentina al proyecto del secretario de Estado norteamericana James Blaine de construir una zona de libre comercio hemisférica durante la Primera Conferencia Panamericana de Washington de 1889"; una segunda (1900-1914): "caracterizada por la adopción de parte del gobierno norteamericano de una 'diplomacia de control' en los países sudamericanos (entre ellos la Argentina), acorde con su creciente presencia económica en los mercados de estos países", la tercera (1914-1918), concordante con el desarrollo de la "Gran Guerra" cuando: "el gobierno y los actores económicos de Estados Unidos experimentaron un ascenso de su influencia sobre las autoridades argentinas tanto en términos de la 'diplomacia de control' como de la primacía como abastecedor de productos manufacturados en detrimento de los competidores británicos y alemanes" y la cuarta, extendida entre 1918 y 1930: "de apogeo de la primacía regional económica y política norteamericana".

Anticipo, entonces, querido diario, que uno de los desafíos que debía enfrentar Yrigoyen al asumir su segunda Presidencia era, precisamente, la compleja relación bilateral con los Estados Unidos.

Subrayada por dos particularidades ineludibles: ni don Hipólito era, precisamente, una personalidad política apreciada en Washington, ni el reelecto presidente radical era dócil a la hora de negociar cuestiones que relacionaba con la dignidad nacional (y latinoamericana) y tampoco proclive a olvidar viejas cuitas.

Ya hemos repasado en tus páginas, la decisión altiva de Yrigoyen de ordenar el retiro de la delegación argentina de las reuniones preliminares tendientes a establecer la Liga de las Naciones ante la decisión norteamericana de impedir el acceso de la Alemania derrotada en 1918; evento que había tenido un antecedente crucial acaecido cuando todavía se peleaba en Europa.

"A mediados de abril de 1917. el presidente Yrigoyen volvió a sacar a la luz su proyecto de realizar una conferencia de países latinoamericanos con el objeto de constituir una acción diplomática de naciones neutrales, pero, como varios de los países de la región habían roto sus relaciones con Alemania, el nombre de la reunión proyectada varió de 'Congreso de la Paz' a 'Congreso de las Nacionales de América'. en mayo del mismo año, el gobierno argentino cursó las primeras invitaciones a la proyectada reunión en Buenos Aires [...]. Pero el proyecto yrigoyenista de una asamblea de países latinoamericanos estaba condenado al fracaso desde el ingreso de Estados Unidos en la guerra. Sólo México envió sus delegados. Las intensas presiones diplomáticas del gobierno norteamericano, interesado en una activa política beligerante que reafirmara su liderazgo en el continente produjeron el fracaso de la convocatoria de Yrigoyen".  

En consecuencia. "el secretario de Estado Robert Lansing realizó todo tipo de maniobras y presiones tendientes a evitar que los países latinoamericanos participasen del proyecto de Yrigoyen, esfuerzos que se vieron coronados por el éxito, ya que las naciones que inicialmente apoyaron al gobierno argentino, posteriormente anunciaron que no asistirían al Congreso -salvo México-, con lo que el proyecto del líder radical se pospuso".

Escenario que presentaba otros escollos, a los que aludía al inicio, querido diario: el desplazamiento de Gran Bretaña como principal proveedor de manufacturas al país a manos del Tío Sam, con el consecuente desbalance de la cuenta comercial entre ambos países (agigantada por las normas arancelarias y excluyentes de productos nacionales) y, en especial, la política imperialista aplicada sin ambages en las naciones del Caribe.

Esto último era vivido por el nuevo Presidente argentino como una afrenta propia: "intervención armada estadounidense en Nicaragua y, consiguientemente, la afirmación de las tesis sustentadas por la Argentina en la Conferencia Panamericana de La Habana [celebrada el año anterior, bajo la presidencia de Alvear]. La política intervencionista, además de violadora de principios de convivencia americana, era apreciada como una clara tentativa de hegemonía continental orientada desde la Casa Blanca" [en Gasió, Yrigoyen, el mandato extraordinario, cit., p. 93]. 

No dejaría pasar la oportunidad que se le presentaba en diciembre de 1928 cuando el presidente electo de los Estados Unidos, Herbert Hoover, visitase el país en el marco de una gira continental previa a la asunción presidencial (acá pueden consultarse imágenes documentales del paso de Hoover por Buenos Aires).

Mantendría dos reuniones privadas con Yrigoyen, quien no dejaría pasar la oportunidad de consultarle si continuaría con las políticas intervencionistas de su antecesor Coolidge, conversaciones que, deliberadamente, hizo públicas al pronunciar el discurso de bienvenida al presidente electo en ocasión del banquete ofrecido en la Casa Rosada.

Dijo entonces el líder argentino: "Habéis tenido a bien comprender a la República Argentina, entre los países de Sud América que os propusisteis visitar; y ésta, valorando debidamente vuestra cortesía, os ha tributado su más caluroso homenaje, al par que el gobierno, seguro intérprete de los sentimientos y aspiraciones nacionales, os brinda en este momento su efusivo saludo. Vinculados a los Estados Unidos de Norte América por lazos amistosos, que se remontan a los albores de nuestra vida independiente -pues en el ejemplo de los ilustres fundadores de vuestra República recogimos las primeras lecciones de democracia, y la sabiduría de vuestra ley constitucional fijó la arquitectura de nuestras instituciones federativas-, no dudamos de que vuestra espontánea visita ha de intensificar las relaciones establecidas de pueblo a pueblo y mantenidas armoniosamente por un espacio de tiempo ya secular".

Podemos imaginar, querido diario, al agasajado asintiendo con una leve y satisfecha sonrisa dibujada en sus labios finos ante la traducción de cada una de las palabras de su anfitrión que lo despedía, tributándole un homenaje sincero a los fundadores de la Unión que presidiría a partir de enero siguiente.

Endulzado el gringo, habría de escuchar lo que seguía, que la habrá complicado la digestión.

"La Argentina -¿por qué no decir la América y el mundo?- espera de vuestra Nación, ya en el cenit de su engrandecimiento, en la cumbre misma de su pujanza y de su expansión, irradie altos valores espirituales y pacifistas, como el que llevara a vuestro insigne Presidente, desaparecido, a convocar en Ginebra -después de la trágica hecatombe de la civilización contemporánea- a todos los pueblos, para que, como bajo el santuario de una solemne basílica, reafirmaran para las naciones el precepto eterno y luminoso que el Divino Maestro promulgó: 'Amaos los unos a los otros'. Tales son los anhelos de los pueblos sudamericanos, los cuales aspiran a avanzar siempre por el sendero de su perfeccionamiento hacia la misión que en la Historia le han deparado los designios de la Providencia; realizándose como entidades regidas por normas éticas tan elevadas, que su poderío no pueda ser un riesgo para la justicia, ni siquiera una sombra proyectada sobre la soberanía de los demás Estados" (en: Yrigoyen, Hipólito, Pueblo y Gobierno, Raigal, Buenos Aires, 1956, Tomo VII, pp. 111/2).

Yrigoyen en estado puro.

El diario oficialista "La Época" del 16 de diciembre de 1928 reveló el contenido de la entrevista reservada de ambos dirigentes oportunidad en la cual: "el doctor Yrigoyen expuso a su interlocutor que el gobierno argentino como todos los gobiernos del Sud América, se mantenía en observación de una política internacional cuyas consecuencias prácticas consistían en el desconocimiento de la soberanía de aquellos países dentro de los cuales los intereses de la Unión no fuesen, a juicio de los mismos interesados, suficientemente respetados o protegidos por las leyes o las autoridades locales. Expuso el doctor Yrigoyen a su interlocutor la gravedad evidente de una tesis internacional que tornaba tan peligrosa la incorporación del capital privado americano a la economía interna de otras naciones, recalcando, especialmente, la expectativa despertada en la opinión del continente respecto a su las teorías y procedimientos enunciados y aplicados por el gobierno de la Unión a ciertos países de América constituían o no principios y prácticas definitivamente incorporadas a su pensamiento diplomático como normas de sus relaciones internacionales" (ibíd.).

Aludía Yrigoyen a las intervenciones militares de ocupación que el presidente Coolidge había dispuesto sobre dos Estados centroamericanos: el de Haití y, muy especialmente, el de Nicaragua; resistido con heroico denuedo por las huestes de Augusto César Sandino, quien al ser intimado a la rendición por las tropas yanquis de ocupación: "al puñado de valientes comandados por Sandino, éste les ha contestado: 'No me rendiré y aquí los espero. Yo quiero patria libre o morir. Los 'civilizadores' aplican a los patriotas el 'cumbo' (degüello) y 'el corte de chaleco' (corte de los brazos hasta la raíz)", crímenes bien conocidos por la opinión pública internacional, merced a la prédica encendida de dirigentes de la talla de José Mariátegui, Haya de la Torre y Manuel Ugarte [ver: Norberto Galasso, Manuel Ugarte y la unidad latinoamericana, Colihue, Buenos Aires, 2012, p. 174].

El visitante le respondió a Yrigoyen, previo a explicar las razones de las intervenciones militares norteamericanas en el Caribe, justificadas en la necesidad de dar protección a "ciudadanos norteamericanos", desamparados por las leyes locales (cantilena conocida por su interlocutor, buen conocedor de la historia del Río de la Plata) no obstante: "después de un corto recogimiento interior, retomó la palabra con verdadero calor y expuso que podía afirmar que en el pueblo americano era impopular la política intervencionista, y que podía declarar, además enfáticamente, que esa política había cesado, y que jamás -lo repitió- jamás en lo futuro, el gobierno americano intervendría en la existencia interna de otros países por respeto hacia su soberanía y reconociendo su pleno derecho a manejar sus propios destinos. Con esa declaración, que el futuro mandatario de los Estados Unidos reiteró poco más tarde, a propósito de una referencia sola, un caso particular hecho por el doctor Yrigoyen, terminó este capítulo de su conversación, encaminado desde ese momento hacía otros tópicos, como también de capital interés para los dos países".

"Estamos seguros [concluye el editorial de "La Época"] de que la opinión pública argentina, como el juicio de todo el continente, recogerá con patriótica satisfacción las declaraciones de Mr. Hoover, que garantizan ante el mundo la extinción de una política intervencionista tan antipática como fértil en conflictos, recibiendo como primer fruto de sus cambios de ideas con el doctor Hipólito Yrigoyen" [Pueblo y Gobierno, cit., Ver en el mismo sentido, texto de Hoover publicado en la edición del 17/12/28 de "La Nación", en Gasió, cit. p. 96].

El 19 de enero de 1929, fecha de la asunción de Hoover, Yrigoyen lo saluda recordándole el diálogo mantenido el día de su despedida de Buenos Aires. Comenta el editorial de "La Época": "El Presidente Yrigoyen acaba de hacer lo que no se hizo en la Sexta Conferencia Panamericana que recientemente se celebró en La Habana. Hoover contestó a Yrigoyen -después de justificar débilmente al presidente a quien va a suceder en breve- que será desechada para siempre la política intervencionista porque el pueblo americano la repudia. No se puede pedir una declaración más explícita. esa era la declaración que se esperaba, y que no se obtuvo, como resultado de la Sexta Conferencia. ¡Con qué sorpresa leerán algunos países el gesto de Yrigoyen y la respuesta noble y magnífica de Hoover! ¡Honor al presidente Yrigoyen! Ya Sandino no está solo. ¡Y qué aliado!" [en Gasió, cit., p. 97].

Sandino lo sabía. Por ello, el 20 de marzo siguiente le dirigió una carta al Presidente argentino a quien le propuso: "la convocatoria a una conferencia en Buenos Aires con representantes de las 21 repúblicas latinoamericanas y los Estados Unidos. 'Esta conferencia tendrá por objeto la exposición del proyecto original de nuestro ejército que si se ve realizado afianzará la soberanía y la independencia de nuestras 21 repúblicas indohispanas y la amistad de nuestra América racial con Estados Unidos sobre bases de equidad. Ese proyecto presentará nuestro ejército y probará el derecho que tienen de extremar su opinión los pueblos indohispanos sobre la libertad y la independencia de las repúblicas latinoamericanas hoy intervenidas por los Estados Unidos así como sobre los bellos principios naturales que Dios ha dado a estos países y que son la causa por la cual se les pretende oprimir [...]. Me permito asegurarle asimismo que desde mi llegada a Tegucigalpa tendré el honor de ponerme bajo la bandera argentina y bajo su garantía continuaré hasta que se verifique la conferencia. Me es honroso suscribirme de Usted y el pueblo argentino, su afectísimo y seguro servidor" [Gasió, cit., p. 102].


Con una nueva profesión de fe del ejercicio al lacayismo vocacional y atávico del que siempre hizo culto la línea editorial del diario "La Nación", a esta propuesta se opuso en la edición del 6 de abril siguiente que: "El caso de Nicaragua expresa una circunstancia lamentable pero existente cual es la política de sistemático aislamiento que parece querer seguir el actual gobierno. Nicaragua es un asunto que está más o menos fuera de nuestra órbita por lo que creemos que la proposición de Sandino no puede hallar eco en la Casa Rosada" [en ibíd.]

En marzo de 1930 tendrían oportunidad de volver a dialogar Yrigoyen y Hoover. Fue en oportunidad de la inauguración del servicio radiotelefónico entre los dos países.

Comenzó Hoover recordando su visita de 1928: "los largos días de travesía que hice hacia el sur y el admirable viaje en ferrocarril sobre los Andes y por las famosas y fértiles llanuras de la Argentina, antes de que me fuera posible hablar con Ud. en otra ocasión". Si hubiese sido asesorado por Alfredo Le Pera, president Hoover, le habría regalado a Yrigoyen una estampa de su memoria del paisaje evocado del estilo: "si estos pastos conversaran, esta pampa le diría" y demás cabriolas del bajo vuelo del poeta brasileño.

Yrigoyen, en cambio, siempre a caballo de su verba inconfundible, no dejaría pasar la oportunidad. Máxime cuando su interlocutor no había honrado la palabra dicha en su despacho cuando aquella visita que, desde luego, el argentino recordaba. Y recordó en esa ocasión.

Le dijo que: "en ocasión de su inolvidable visita, durante la cual coincidimos en juicios acerca de la forma en que deben ser encarados y resueltos los problemas internacionales de acuerdo con los inmutables principios que son fundamentos éticos de la creación universal; y lleno de satisfacción por sus generosos recuerdos, asó como por las informaciones de míster Bliss, condigo con Ud. en que este nuevo medio de comunicación será un factor más de la expansibilidad comunicativa de nuestras naciones. Pero tengo que decirle, cada vez más acentuado mi convencimiento, que la uniformidad del pensar y sentir humanos, no ha de afirmarse tanto en los adelantos de las ciencias exactas y positivas, sino en los conceptos que como inspiraciones celestiales, deben constituir la realidad de la vida, puesto que, asegurada bajo sus propias garantías morales, fuimos sorprendidos por una hecatombe tal que nada no podría referirla en toda su magnitud. Ante semejante catástrofe era justamente imperativo creer que sobre ella recaería la más profunda condenación, señalando el renacimiento de una nueva vida espiritual y más sensitiva. Por lo que sintetizo, señor presidente, esta grata conversación reafirmando mis evangélicos credos de que los hombres deben ser sagrados para los hombres, y los pueblos para los pueblos, y en común concierto reconstruir la labor de los siglos sobre la base de una cultura y de una civilización más ideal, de la más sólida confraternidad y más en armonía con los mandatos de la Divina Providencia. Muy calurosos saludos, señor presidente".

No obtuvo respuesta, Yrigoyen. Del otro lado de la línea su interlocutor interrumpió abruptamente la comunicación.

Los diarios se hicieron eco del eventos, con opiniones conminatorias. "La Nación", por supuesto consignó que Yrigoyen había estado "fuera de tono, porque el motivo de la conferencia no autorizaba disertaciones filosóficas por sencillas que fueran éstas"; "La Prensa", censuró el desprecio de Yrigoyen al "perfeccionamiento de la ciencia y de la técnica , desde que son factores de la civilización y contribuyen por tanto al perfeccionamiento de la vida, no sólo en el orden material, sino en el aspecto ético, fundamento y fin de la civilización"

El estiercolero de papel dirigido por nuestro ya conocido Francisco Uriburu "La Fronda", reaccionó con virulencia contra el atrevimiento de Yrigoyen quien: "quiso abrumar a Mister Hoover con la profundidad de su pensamiento y se despachó a gusto [mediante] el desvarío final, la locura definitiva. El loco no excluye al compadre de Balvanera, que aparece de cuerpo entero en esta vergonzosa misiva internacional", comentario que se tituló: "Mensaje mulato sin idea".


La seguiremos, querido diario.


No hay comentarios:

Publicar un comentario