domingo, 13 de septiembre de 2020

Diario de la cuarentena. Día 177.

Querido diario: 

Mi torpeza natural, sumada a la visceral antipatía que desde siempre sentí por Arturo Frondizi, me hicieron cometer el gravísimo error de haber obviado una atenta lectura al trabajo repasado en tus páginas, sobre el cual vuelvo, a fin de atar ciertos cabos que, en mi opinión, quedaron sueltos.

Es, Petróleo y política, una obra esencial, indispensable para toda persona que quiera comprender qué pasó con el destino económico y político de nuestro país (y de la región) desde fines del siglo XIX a la fecha de su edición, dilucidando las razones que ando tratando de encontrar mediante estos extensos soliloquios (interrumpidos ocasionalmente por algún comentario escueto y amable) y, sobretodo, justificar a Yrigoyen como sujeto histórico argentino y latinoamericano.

¡Qué pena, Arturo! 

Que hayas sido (te tuteo, porque, en el momento que evoco, eras mi correligionario y de los mejores) un Presidente horroroso y que tu trayectoria política haya empeorado todavía más luego de tu derrocamiento. Cuando decidiste emprender esa caída libre que te arrojó a los brazos de Álvaro Alsogaray, Marcelo Levingston, Jesús Iglesias Rouco, Ramón Camps, Aldo Rico, Mohamed Seineldín y otros sujetos de tal jaez; para colmo, paniaguado por el reverendo Moon.

Si tu carrera hubiese terminado ahí, en ese tiempo de mediados de la década del '50 del siglo pasado, honraríamos tu memoria como lo hacemos con las de Lebensohn y Larralde. Para nuestro mal, tu trayectoria siguió un derrotero penoso, para terminar siendo lo que terminaste siendo.

¡Qué pena, Arturo!

Vamos a olvidarnos de lo que vendría, y seguiremos aprendiendo y entendiendo gracias a tu mejor legado. El trabajo más lúcido, más democrático y honesto de toda tu bibliografía: Petróleo y política.

Comienzo por destacar mi coincidencia con Frondizi, que remite a la opinión de Chávez, al rechazar la afirmación que Waldo Frank había realizado en 1932 en su trabajo América hispana, cuando describió el 6 de septiembre de 1930 de la siguiente manera: "las tropas desfilan. Los aviones giran sobre la ciudad; la prensa moviliza la crítica y los ricos terratenientes sacan de sus bodegas el champagne de las mejores vendimias para bebérselo con el menú de los petroleros americanos", por cuanto: "debe advertirse que no se trató el 6 de setiembre solamente de defender los intereses del petróleo, sino el concepto mismo de las inversiones extranjeras y de la acción imperialista general amenazada a través de la política del petróleo seguida por Yrigoyen; y que en realidad se incurre  en una simplificación cuando se lo reduce  a la influencia estadounidense, pues todavía no se ha aclarado bien la actitud de los intereses británicos y de otros factores económicos determinantes" [Petróleo y política, cit., p. 273].

Aunque no sea necesario parafrasear a quien para la época de le edición del libro reseñado presidía el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, los Estados Unidos y los intereses de la Standard Oil incidieron en la caída del gobierno de Yrigoyen, pero no fueron los lesionados intereses de esa firma la razón única (aunque tal vez, haya sido la principal) de la caída del gobierno, sino la política inflexible del Presidente en el tratamiento que le daría a las inversiones extranjeras en el país (en especial, a las petroleras), anteponiendo el interés del Estado argentino.

Le constaba al presidente Hoover, por haberlo escuchado de Yrigoyen en persona a fines de 1928 y telefónicamente a principios de 1930; cuestión anticipada al Departamento de Estado por el embajador en Buenos Aires, Wood Bliss.

Quien, en las vísperas de la elección de 1928, previendo el imparable y arrollador triunfo de Yrigoyen en su despacho 200 del 6 de marzo de ese año consignaba: "No intentaré trazar aquí un cuadro de cuáles serán las condiciones [a las inversiones norteamericanas] bajo un régimen yrigoyenista, porque  debería basarse en muchas y entradas opiniones, que me fueran expresadas en su totalidad por quienes se oponen a su retorno a la Presidencia. Pero parece casi seguro que presenciaremos un período de xenofobia, salvo que jueguen un papel totalmente diferente en una segunda presidencia y que la Argentina soportará seis años flacos, señalándose un serio retrocesos en el notable progreso y desarrollo, realizados desde la guerra" [en: Hebe Clementi, El Radicalismo, trayectoria política, Hyspamérica, Buenos Aires, 1983, p. 164].

Más explicito, será Mr. Bliss en el despacho 404 del 5 de octubre siguiente al hacer saber su opinión sobre "el retorno del señor Yrigoyen a la presidencia de la Argentina es un acontecimiento cargado de muchas posibilidades. Las características personales que probablemente jugarán el más importante papel en la dirección de su gobierno son: su fuerte nacionalismo, su tendencia a actuar por propia iniciativa, su intolerancia a aceptar interferencias y su predilección por favorecer las clases laboriosas. Importante, por cierto, para nosotros es la actitud que el nuevo Presidente adoptará para con los Estados Unidos. Varias informaciones me han sido traídas en el sentido de que el nuevo mandatario es inamistoso hacia los Estados Unidos y que hará lo que esté a su alcance para deteriorar nuestra posición en el mundo y disminuir nuestra posición comercial en la Argentina. Aún no estoy en condiciones para afirmar cuanta verdad hay en estas opiniones pesimistas; pero debo admitir, francamente, que me siento preocupado por miedo que los intereses y prestigio norteamericanos enfrenten un mal momento". Sin guardarse nada, gracias a la notable investigación publicada por la profesora Clementi, leemos que informa que: "prevalece en toda la Argentina un cierto desagrado, para no decir desconfianza, hacia los Estados Unidos. Esye esyado de ánimo aumenta si se pasa de las clases inteligentes y bien informadas a los elemtnos que son el principalc sostén del señor Yrigoyen. Este demostró en su último período poco afecto para con los Estados Unidos, y si los diarios pueden ser interpretados como reflejo de sus sentimientos, no podremos esperar favores de su parte, y hasta podremos pensar en obstáculos en el camino de nuestros legítimos negocios en este país."

En una clara alusión al debate de la ley del Petróleo en la Cámara de Diputados, que repasamos en la última entrada, Bliss subraya que el temperamento de quien define como el "supuesto vocero" de Yrigoyen, Diego Luis Molinari "y la franca hostilidad  expresada por el diario yrigoyenista La Época en relación con los intereses de la Standar Oil Co. en la Argentina son claros indicativos de lo que puede esperarse en los próximos seis años [temor compartido por] quienes están al frente de importantes intereses británicos en este país, están muy preocupados por lo que pueda ocurrir en los próximos seis años con respecto a sus inversiones en la Argentina" [ídem].


Fina lectura de la política criolla, la de Mr. Bliss.

El Despacho N° 617 del 31 de julio de 1929 introduce una cuestión que anticipamos al pasar, abordada con claridad meridiana por Arturo Frondizi: la infiltración comunista (así leída por el embajador yanqui) en el gobierno de Yrigoyen.

"Una inquietud que penetra Buenos Aires y otras partes del país se refleja en la creencia que una revolución 'pacífica' se producirá. En verdad, el presidente de la Liga Patriótica  [Manuel Carlés] me mandó decir hace algunos días que finalmente habrá una revolución para derribar al Presidente, pero que deseaba tranquilizarme, ya que a pesar que habría mucho ruido, no se producirá derramamiento de sangre [digresión: esa Liga Patriotica era un guiso sancochado de nenes bien y políticos de todo pelaje que habían hecho su aparición triunfal en Buenos Aires, en enero de 1919 cuando participaron activamente en la represión de los trabajadores de los Talleres Vasena, como del pogrom a los barrios judíos producida durante ese ominoso mes de enero de la primera Presidencia de Yrigoyen. Defensores de la nacionalidad argentina ante el avance de ideas "maximalistas" que salieron a la "caza del ruso". Admiradores de la gesta de Benigno Varela en Santa Cruz en enero de 1922, su catálogo de actividades en defensa de los sagrados intereses de la Patria le exigía a su presidente la faena de alcahuete del embajador yanqui cuando el Congreso argentino discutía un proyecto de ley que afectaba -con el alcance ponderado por Mr. Bliss en el despacho que reproducimos- intereses de los Estados Unidos. Delicias del nazionalismo argentino. Fin de la digresión]. Se me ha traído muchos informes que hay más dinero comunista que nunca en este país, y que los huelguistas reciben de seis a siete pesos por día durante el desempleo. Se puede confiar que la Liga Patriótica tomará medidas drásticas contra cualquier subversión bolchevique, pero dudo que ocurra una revolución contra el Presidente aunque pueda intentarlo si ocurre una huelga general en Buenos Aires." [ibídem].

¿De qué hablaba Mr. Bliss, además de dejar en claro que los patriotas integrantes de la Liga de nenes bien eran empleados de la Embajada?

Cuéntenos, doctor Frondizi: "El gobierno radical, que reclamaba con energía la sanción de la legislación petrolífera y que, a través de Y.P.F. había tomado el control del mercado interno de la nafta rebajando su precio y uniformándolo en todo el país, conocía los riesgos y por eso, en defensa de los intereses nacionales, estudiaba la posibilidad de firmar un convenio con representantes comerciales de la U.R.S.S. en el que se estableciera el trueque de nafta rusa por productos agropecuarios e industriales argentinos. Los ofrecimientos de nafta de esa procedencia habían llegado al mercado argentino y la cuestión fue expuesta por un senador radical [Diego Molinari] en la sesión celebrada por el Senado el 12 de diciembre de 1929. Recordó que hacia 1924 la lucha en el mercado internacional se circunscribía a Gran Bretaña y Estados Unidos pero que, a partir de entonces, la aparición de Rusia como competidor favorecía al país. [...] La sociedad Iuyamtorg, representante comercial de la U.R.S.S. insistía en el ofrecimiento de un convenio. Inclusive, se redactó un borrador definitivo, que llevaba fecha del 8 de agosto de 1930" [Petróleo y política, cit., p. 250].

¿En qué consistía ese acuerdo?: "La propuesta de convenio para intercambiar nafta rusa por productos argentinos era bien concreta. Si bien el acuerdo se suscribía entre el Gobierno Argentino y la Sociedad Anónima Iuyamtorg, se trataba de un acuerdo de gobierno a gobierno. Estaba, en ese sentido, dentro del criterio aceptado ya en el convenio D'Abernon suscripto en 1929 por Argentina y Gran Bretaña. La Iuyamtorg se comprometía a entregar a Y.P.F. doscientos cincuenta mil toneladas de nafta a granel por año, pero el Poder Ejecutivo se reservaba la opción de aumentar o reducir esta cantidad en cien mil toneladas anuales; podría, además, rescindir el convenio con un año de preaviso, 'si la producción nacional fuera suficiente al abastecimiento total del consumo del país'. La nafta debía entregarse en el puerto que determinara la Dirección de Y.P.F.; y no podía ser de calidad inferior a la que elaboraba Y.P.F. para uso de los automóviles."

El precio de la nafta lo sería sobre la base del precio internacional del petróleo y sus derivados en los puertos norteamericanos del Golfo de México y "al comenzar el embarque, Y.P.F. debía abrir un crédito a favor de la Iuyamtorg en el Banco de la Nación Argentina, y el pago se haría efectivo en dólares o en pesos oro argentino", comprometiéndose la firma mientras estuviera en vigencia el convenio "a invertir el importe que percibiera por la venta de nafta en la adquisición de reproductores y productos argentinos derivados de la ganadería, agricultura e industria nacional y a contratar con anticipación los fletes necesarios para la importación de nafta y para la exportación de los productos argentinos".

Concluye Frondizi que: "un intercambio como el planteado, tenía una trascendencia inmediata y mediata extraordinaria sobre la política del petróleo, sobre el comercio exterior y sobre nuestra expansión agropecuaria. Pudo incluso atenuar las consecuencias de la crisis económica mundial sobre nuestro país" [Petróleo y política, cit., p. 252].

Isidoro Gilbert precisa: "a mediados de 1929 se produjo un encuentro entre Kraievski [presidente de la Iuyamtorg o Yuzhamtorg, como la menta el autor en su trabajo] y el asesor de Mosconi, Arturo Orzábal Quintana, que inauguró las negociaciones tendientes a formalizar un contrato por el cual la empresa rusa vendería a YPF 250.000 toneladas de nafta, que suplantaría la importada. Los 340 millones de litros que debieron importarse (ya fuera como petróleo o como nafta) habían costado 20 centavos por litro, es decir, 68 millones de pesos. La Yuzhamtorg ofreció, en cambio, nafta al precio FOB México, que, con fletes y otros gastos, podría llegar a los 11 centavos por litro, y aceptaba cobrar el combustible con productos nacionales como reproductores, derivados de la ganadería o manufacturas industriales. Esto equivalía un importante ahorro en oro. La nafta soviética suplantaría a la importada, sin dañar la producción de la empresa fiscal argentina.[...] El convenio iba a sacar del mercado a la Standard Oil y a la Shell: 'El mérito esencial le cabe al presidente Yrigoyen, que había entrevisto con sagacidad las perspectivas de estas relaciones con la URSS. Pero importa al mismo tiempo un paso revolucionarios que los sectores del privilegio no van a acatar pasivamente', dice Raúl Larra en su biografía sobre el general Mosconi" [del autor citado, El oro de Moscú, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2007, p. 109].
    
El convenio no pudo ser firmado por Yrigoyen pero, teniendo en cuenta los beneficios que le reportaba al país, habrán sido los guardianes de la Patria que derrocaron su gobierno en 1930, quienes lo harían, perfeccionando incluso, ese acuerdo comercial.

"Después del 6 de setiembre, la Iuyamtorg insistió en la propuesta del convenio ante el gobierno provisional, pero ya no existía la posibilidad de llegar a un acuerdo porque se había reiniciado la política basada en la aceptación de la dependecia imperialista por un régimen en el que gravitaban decididamente abogados y direcores de las empresas que produicía e importaban petróleo" [Petróleo y política, cit., p. 252].

Las razones que invocó la dictadura de Uriburu habrían sido de carácter político para cancelar el acuerdo con la Rusia comunista, dado que, al fin de cuentas, el régimen político de Moscú, era el enemigo. 

Así habrían procedido los gobiernos de las naciones que abrigaban, al igual que la dictadura de Uriburu, sentimientos de defensa a la propiedad privada y a otros supremos valores. 

Nada de eso, querido diario.

"Todos los intereses afectados sostuvieron que no se debía comerciar con la U.R.S.S., pero procuraron disfrazar el sentido materialista de la oposición con argumentos de carácter moral. Se ocultaba que las mismas naciones que habían dirigido la acción contra los bolcheviques se apresuraronb a reiniciar el comercio con el soviet disputándose ese nuevo mercado. [...] Inglaterra, que forma sus primerios convenio coemrcuiales conb el Soviet en 1921, después de haber restablecido las relaciones las rompió espectacualrmente en 1927 decidido principalmente por la competencia que el petróleo del Cáucaso hacía a los intereses de la Royal Dutch. Pero Deterding que venía anunciando sin éxito la caída de los bolcheviques advirtió que mientras tanto, éstos seguían las negociaciones con la Standard Oil, por lo que se decidió a un acuerdo con el Soviet para la provisión de petróleo. Poco después, se reanudaron las relaciones diplomáticas como se ve, los problemas morales tenían mucha importancia, pero no tanta como los intereses del petróleo." [Ibídem, p. 254].

"En cuanto a los Estados Undios [sigue explicando Frondizi] no mantenía relaciones diplomáticas con la U.R.S.S., pero sí comerciales. Era inadmisible que Argentina comprara nafta soviética y le vendiera toros, cueros y otros productos de nuestros campos que en ese momento no tenían mucha salida [en especial, por las trabas y aranceles aduaneros norteamericanos], pero mientras el comercio exterior entre EE.UU. y Rusia entre 1923 y 1931 llegaba a 731 millones de dólares, con saldos ampliamente favorables para la primera de estas naciones,"

Cuanto menos, es dable suponer que el lobby ganadero, que había apoyado el golpe e integraba ese gobierno ilegal haya conseguido que, de algún modo, la Unión Soviética adquiriese los productos que se habían comprometido en el borrador del convenio fallido, consistente en: "un primer pedido de 5.000 toros de pedigree, elevado posteriormente a 10.000. Al no concretarse el convenio por la actitud del gobierno provisional, la U.R.S.S., a comienzos de 1932, compró 5.000 toros... en Estados Unidos" [ibidem, p. 257].

Delicias del nazionalismo argentino, al que le debemos gratitud, querido diario.

No sorprende, entonces, que el embajador Bliss en comunicación al Secretario del Departamento de Estado Joseph P. Cotton escribiera el 11 de septiembre de 1930: "me agradaría saber sobre la cuestión de la cooperación anglo-americana en cuanto al reconocimiento originado por los británicos. Me parece que Inglaterra como la tradicional amiga de la Argentina, gana manteniendo a los Estados Unidos fuera de conseguir una ventaja marcada al ser el primero en extender el reconocimiento, mientras con su propio no-reconocimiento no pierde nada en la medida que los Estados Unidos tampoco otorguen su reconocimiento. Por otra parte, con un reconocimiento simultáneo, los estados Unidos pierden una ventaja que llega finalmente a ser ganancia británica. Los Estados Unidos, como la más temida y envidiada nación, tiene una oportunidad de ayudar a la Argentina en un momento en que el apoyo moral sería particularmente apreciado, y sería institucionalmente beneficioso para nuestra posición aquí. Los intereses americanos desean el reconocimiento, a fin de acelerar la recuperación de los negocios" [en Clementi, cit., p. 167].

No hay comentarios:

Publicar un comentario