martes, 15 de septiembre de 2020

Diario de la cuarentena. Día 179.

"¿Qué mandato extraordinario es el de los radicales?, pregunta la gente. Frente al partido gobernante que, al margen de la Constitución, proclama su misión histórica y se cree poseedor de un mandato extraordinario, sólo el patriotismo de las minorías en la Cámara de Diputados y un mayor carácter en la mayoría del Senado podrían neutralizar los pensamientos insensatos que se gestan en las mentalidades demagógicas del partido gobernante. Y si esa actitud heroica de las minorías del Congreso precipita los acontecimientos, tanto mejor. De todos modos, ya estamos viviendo dominados por una dictadura vergonzante. Definida la dictadura, el pueblo sabría entonces, a qué atenerse".

Elocuente, la línea editorial (por así denominarla) del diario "Crítica", con la proa puesta en dirección al derrocamiento del gobierno de Hipólito Yrigoyen. La columna, reproducida por Guillermo Gasió en su minucioso estudio sobre la segunda Presidencia del caudillo radical, fue publicada el 4 de mayo de 1929. 

El 22 de abril anterior, se había publicado en ese medio (que por ese tiempo llegó a tirar medio millón de ejemplares diarios) un suelto, instando a los opositores parlamentarios al gobierno a unirse contra la dictadura de Yrigoyen: "Todos han hecho su composición de lugar y no cabe duda que esos sectores depondrán sus diferencias políticas y hasta sus antagonismos en homenaje a lo que se considera patrióticamente una cuestión nacional. En medio del achatamiento general que domina a muchos espíritus, el fantasma de la dictadura sólo podría ser neutralizado por el periodismo ejercido valientemente por la acción de contralor de las minorías parlamentarias afrontada sin vacilaciones" [El mandato extraordinario, cit. pp. 169/70].

La "mutua hostigación" al decir de Gasió, nacida a partir del arrollador triunfo electoral de Yrigoyen en abril de 1928 sería la constante de su segundo gobierno y, quienes estamos siguiendo estas reflexiones, querido diario, sabemos que las notas publicadas en el diario de Botana se habían redactado al calor del decidido avance de Yrigoyen a fin de limitar la posición, no ya dominante, sino de señorío, de ciertos intereses comerciales afincados en el país, la mayoría de ellos, de capitales norteamericanos, con su proyecto de ley de petróleo como ariete. 

Empresas de ese origen que desde finales de la Gran Guerra se habían consolidado en la Argentina, acaparaban buena parte del, por entonces, demandante mercado interno. Muchas de esas firmas eran artífices de la pauta publicitaria del diario "Crítica" que, ya en mayo de 1929 incitaba, sin ambages, al golpe militar que finalmente ocurriría en septiembre del año siguiente. 

Como dejé caer en tus páginas, querido diario, excepción hecha de "La Época", diario fundado por el dirigente yrigoyenista José Luis Cantilo, la línea editorial de todos los periódicos editados en Buenos Aires expresaban una oposición categórica e inconmovible a ese gobierno.

Precisamente, a "La Época" se lo motejó como "el diario de Yrigoyen", por aquella leyenda falaz que daba cuenta de que durante su segunda Presidencia se redactaba un ejemplar destinado a su lectura exclusiva plagado de buenas y falsas noticias, una de las tantas especies utilizadas para denigrar la inteligencia (sino intacta, seguramente incólume) del anciano presidente Yrigoyen.

Fue en la edición del 17 de agosto de 1929, que desde el editorial de "La Época" se dio respuesta a los denuestos de la "prensa libre". Bajo el título "Aullidos de la jauría" leemos: "toda esa gente -diarios corrompidos y venales, politicastros en bancarrota, gentes que se las daban de influyentes- se amalgaman en híbridos conglomerados para elevar las protestas, fundar reproches y vociferar ataques contra el gobierno, al cual sólo pueden acusar de tenerlos alejados, en razón de elementales razones de higiene moral" [en ibídem, p. 175].

El mes anterior, en otro editorial, el diario oficialista planteó una cuestión análoga, sólo que en esa oportunidad, el ataque fue dirigido a quienes se escudaban detrás de esos medios de comunicación: los políticos (en especial los máximos exponentes del período concluido en 1916).

Se destaca una cuestión que merecía, a tenor de esa defensa, un especial resaltado: la dispensa del yrigoyenismo al enjuiciamiento de esas dirigencias por los crímenes perpetrados durante su extensa primacía política, particularidad que indignaba al redactor de "La Época", dado que eran esos mismos dirigentes tácitamente indultados por el radicalismo en el poder, los primeros en acusar a Yrigoyen y sus seguidores por la comisión reiterada de delitos en ese ejercicio.

"Detrás de quienes atrévense a levantar la voz petulante contra la Unión Cívica Radical se dilata el panorama sombrío e interminable de todas las corrupciones, los crímenes y latrocinios del régimen. Son la prolongación del régimen sobre la vida política del presente y están vinculados a él por ilevantables culpas, por responsabilidades enormes que el país no ha hecho efectivas por su magnanimidad, pero que son siempre recordadas, sobre todo, ante las posturas insolentes que se pretende adoptar confiando, sin duda, en que la generalidad de la opinión pública haya tendido un manto piadoso sobre él. Y ello no es así. El pueblo no olvida que se trata de indultados que incurren en la audacia de olvidar su condición. Cuando el pueblo rescató sus libertades e hizo efectiva su soberanía, barrió de los escenarios públicos a quienes habían conculcado las libertades ciudadanas durante treinta años, apoderándose de las instituciones para hacerlas servir a sus conveniencias y sensualismos. Pudo castigar, porque tenía en sus manos la comprobación de gravísimos delitos e irreparables culpas. Mas la inclinación magnánima a sus sentimientos, prevaleció sobre la severidad de su justicia y decidió ponerse a la obra de reconstruir haciendo a un lado, por pura grandeza, el imperativo legal de aplicar sanciones punitorias a quienes habían incurrido en ellos. Reparar y no castigar, proclamó la Unión Cívica Radical. Han pasado pocos años, y ahí están los amnistiados de ayer, asumiendo actitudes redentoras y pretendiendo erigirse en jueces de quienes los han sustraídos de las cárceles por nobleza de espíritu y bondad de corazón. Al escuchar cómo hablan hay que recordar quiénes hablan. No son otros que los que precipitaron a la República a su ruina moral y material, violando brutalmente la Constitución e instaurando el reinado del fraude y la violencia en lo político, de la inmoralidad en lo administrativo, de la corrupcióne n todos los órdenes de la vida nacional" ["La voz de los indultados", en "La Época" del 23 de julio de 1929, en ibíd. pp. 174/5].

La queja por el rol de fiscales de la Patria de quienes debían haber sido castigados por los delitos cometidos durante la etapa anterior no puede haber sido expresada de un modo más vehemente. 

Volvamos a "Crítica", el diario sensacionalista que llamaba al golpe en la nota transcripta al inicio. 

Álvaro Abós publicó en 2013, la excelente biografía Ciudadano Botana [Vergara editores, Buenos Aires], dedicada a la vida de Natalio Félix, fundador y director de ese diario, nacido en 1888 en Durazno, República Oriental del Uruguay, una personalidad por tantas razones, excepcional. 


Cuya vida es digna del parangón realizado con la del personaje de ficción de la película dirigida y protagonizada por Orson Welles: Citizen Kane. 

En efecto, las vicisitudes del personaje central de "El Ciudadano", según el título que a la película le asignaron las empresas distribuidoras en la Argentina  estrenada en el país concomitantemente con la agonía de Botana (detalle que, naturalmente, Abós destaca), legitiman la comparación. Con un matiz importante: Botana, a diferencia de Kane, no concibió "Crítica" cómo plataforma que le permitiría disputar cargo público alguno, sino que desde sus páginas contribuyó a consolidar liderazgos y a forjar otros.

Evoca Manuel Gálvez: "entre nosotros, el periodismo ha sido considerado siempre como una especie de ministerio público. Los diarios han de proceder de acuerdo con ciertas normas éticas", tradición interrumpida  por "Crítica" "sensacionalista y popular de grandes tiradas", el cual: "por su mismo carácter llega más al bajo pueblo que los otros [...] con sus relatos de crímenes, con su prédica en favor del comunismo ruso, con sus ataques a los dictadores fascistas, con el sentimentalismo tanguero y arrabalero"

Aunque queriendo denostarlo, Gálvez destaca facetas de ese medio que no considero especialmente condenables, más adelante sintetiza el tratamiento que desde esas páginas se le había deparado a Hipólito Yrigoyen durante su primera presidencia y el temperamento adoptado ante las elecciones de 1928.

"Este diario, después de haber dicho de Yrigoyen, en los días de la guerra europea, cuanto se le puede decir de ofensivo a un hombre, se convierte desde fines de 1927 en su más entusiasta propagandista. Sabe que el pueblo ama a Yrigoyen; y le da gusto al pueblo endiosando a Yrigoyen, con lo cual aumenta sus tiradas. ¡Que no se le corre para ensalzar al candidato! Desde la sistemática denigración del rival hasta el concurso de payadores, nada deja de hacer. Durante seis meses, le dedica una o dos páginas íntegras. Publica artículos ditirámbicos, hace reportajes a los admiradores del ídolo popular. Va creando su leyenda, engrandeciéndola, embelleciéndola. Yrigoyen no cree que a la propaganda de este diario deba su triunfo. le impide creerlo su incapacidad para ser impresionado por los hechos exteriores. Pero sus amigos inteligentes saben que es así. Y los que observan la realidad argentina sabe algo más: que este diario, con su aptitud para hacer célebre a cualquiera y para hundir a cualquiera, ejerce sobre Buenos Aires, desde que ha empezado su engrandecimiento, una especie de dictadura moral"  [Gálvez, cit., p. 318].

Coincide Sylvia Saítta, mediante una cita doctrinaria que espantaría a don Manuel: "Analizar las campañas políticas que Crítica realiza [...] ilumina, por un lado, el modo en que la alianza entre un partido político y un periódico comercial repercute en el grado de credibilidad del diario y en sus tomas de posición, desde su activa participación en la preparación y consumación del golpe de Estado del treinta o su clausura bajo el gobierno uriburista, hasta las estrategias políticas que avalan su reaparición en febrero de 1932; por otro, ilumina la posibilidad de acceder a un público ampliado: como señala Antonio Gramsci, en su gran masividad, los diarios sensacionalistas interpelan a la parte menos organizable de la opinión pública" [de la autora citada: Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Siglo Veintinuo Editores, Buenos Aires, 2013, p. 223].

El oportunismo de Botana que, como destacan Gálvez y Saítta le hizo virar en 180 grados "su histórico y furioso antiyrigoyenismo" en vísperas de las elecciones, fue tan descarado como funcional a los intereses del diario: ante un triunfo que sabía arrollador y a fin de retener a sus lectores, los lisonjeó indirectamente festejando el cantado plebiscito de 1928.

Un idilio fugaz, previsible no sólo por el personaje que animaba ese acercamiento hipócrita y calculado, sino además por el apoyo que había dado a las listas de candidatos a diputados nacionales de flamante "Partido Socialista Independiente", del cual algo vamos a escribir integrados por alhajas de la talla de nuestro conocido Federido Pinedo, Antonio De Tomasso, Nicolás González Iramain y Roberto Noble (sí, querido diario, el mismo), entre tanto patriota escindido del partido de Juan B. Justo el año anterior. 

Fueron los socialistas independientes [del interés nacional] la agrupación más activa de todas las que confluirán en la conspiración y posterior derrocamiento de Yrigoyen. 

Anticipo de tanto servicio a la Patria del socialismo independiente, cuyo mojón ineludible será la integración de varios de esos prohombres en la "Concordancia" que llevaría a Agustín P. Justo y a Julio A. Roca a la presidencia y vicepresidencia de la Nación en 1932.

Ya nos ocuparemos de ellos, querido diario.

Si el motor político fueron esos tilingos; el brazo ejecutor, los oficiales nazionalistas del Ejército (y los miembros de la logia dirigida por el general Agustín Justo); el alma del golpe fue "Crítica", querido diario, que ya lo anunciaba en abril de 1929 como hemos repasado.

Pocos años más tarde, superado el duro encarcelamiento que había padecido por orden de Uriburu (a quien le dirigió una misiva impecable con todos y cada uno de los insultos que pintaban de cuerpo entero al personaje), una estrecha colaboradora en la dirección de "Crítica", esposa y madre de los hijos de Botana fue a visitar a un anciano, que venía de pasar un encierro tanto más duro, tanto más cruel.

Pocas semanas antes del fallecimiento de Yrigoyen Salvadora Medina Onrubia fue a visitarlo en su última residencia, de la calle Sarmiento 844, donde agonizaba (su choza de la calle Brasil había sido saqueada y destruida en septiembre de 1930 por la turba uriburista).

Salvadora, fue a pedirle perdón.

Al amigo, que se había jugado, firmando el indulto a Simón Radowitsky por el que tanto había luchado ella, el Viernes Santo de abril de 1930, decisión que les costó (a quien la tomó y a quien la instó), la cárcel. 

Porque sabía, Salvadora, lo mucho que había sufrido su amigo en ese trance y, en especial, porque nada malo había hecho para que se le hubiera deparado ese trato cruel, inhumano y degradante.

Años después, evocará el encuentro que aludo: "me honro en decir que él fue mi amigo hasta el final, y que por sobre toda la ola de odios encontrados, que ni los suyos ni yo pudimos detener, siguió siendo siempre mi amigo. Vio mis lágrimas que nadie ha visto, y ese día tocó mi cabeza en gesto de perdón y de bendición. No valgo yo para poder escribir todo lo que querría decirle a su memoria" [en Abós, cit., p. 168].


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