miércoles, 9 de septiembre de 2020

Diario de la cuarentena. Día 173.

"El actual Presidente inició su gestión en condiciones más favorables y cómodas que ningún otro para realizar sus planes de gobierno. ¡Qué campo de actividad para un verdadero estadista en una nación de legislación tan rudimentaria y de tan vastos recursos como la nuestra! Catorce meses después de iniciado el período presidencial comprobamos  que el poder Ejecutivo ha derrochado con insensatez ese capital magnífico. Mas a poco se comprobó que, no teniendo contra quién defenderse, su actitud exclusiva de oposición se hallaba sin empleo y necesitaba crear fantasmas para librar contra ellos batallas verbales que disimularan su esterilidad. El Poder Ejecutivo renunciaba a las tareas de gobierno, se desatendía de los problemas nacionales, abandonaba la administración, para consagrarse a lanzar reproches contra sus predecesores y a planear represalias contra los que no lo habían acompañado en los comicios. La situación ha venido agravándose día por día. Las condiciones de la economía nacional son cada vez menos favorables, frente al desamparo del gobierno." 

El texto compartido, querido diario, corresponde a la editorial del diario "La Nación" del 19 de diciembre de 1929 titulado: "Consecuencias del desorden voluntario".


El contraste con el editorial de "La Época" de finales de 1928 no podía ser mayor; distingo que no respondía solo a la cercanía de un medio al proyecto gobernante, como a la lejanía del otro.

El balance del primer año de gobierno de don Hipólito publicado en la tribuna de los Mitre describía el pantano económico, social y político en el que se hallaba atrapado país al final de ese año. Una semana después, como otro síntoma de la descomposición reinante, el presidente sufriría un atentado a pocas cuadras de su domicilio, como dejé asentado en tus páginas, querido diario.

Cuentan que los marineros le tienen terror al mar tranquilo. Le dicen "calma chicha", la que precede las grandes tempestades. Digamos, querido diario, que el mar de finales de 1928 era, un espejo manso. La tormenta se cocinaba ahicito nomás.

Volvamos a la economía de esos años, querido diario.

Junio de 1929. El precio del trigo (principal commodity agraria argentina) toca su mínimo histórico en 20 años: 8 pesos el precio de 100 kilos, contra 15 del mismo mes del año anterior.

A esa novedad funesta, decidida en otras latitudes, se le sumaban aquellas que esbocé en la entrada anterior: la asfixia económica de los productores, expoliados por el pool de exportadores y los ferrocarriles ingleses.

Yrigoyen la veía venir, y fiel a su estilo arbitró entre los sectores en pugna cuyos representantes había recibido, en la Casa de Gobierno, el 12 de marzo anterior. 

Gasió, en el trabajo que venimos comentando reseña que en esa oportunidad se hicieron presentes para someter el conflicto al presidente Yrigoyen: "Edelstein, Oster y Salslavsky, del Centro de Exportadores de Cereales, y delegados del Centro de Corredores y Comisionistas de Cereales, de Rosario, Estos presentaron un memnorial en el cual señalaban que el sistema de compraventa de granos a fijar precio, perjudicaba a los agricultores. De la reunión surgió la primesa de los difigentes de las principales firmas exportadoras de no imponer esa modalidad"

La crónica periodística se encargó de destacar que: "El señor Yrigoyen se congratuló de que ambas partes hubieran llegado a un acuerdo tan plausible de la importante cuestión. Prometió fijar normas permanentes para el futuro, teniendo en cuenta las razones de orden económico invocadas y la necesidad de proteger ampliamente la producción nacional".

Las medidas llevadas adelante por el gobierno para compensar la caída en el rendimiento de la cosecha ante el desplome del precio en los mercados internacionales, mereció (siempre de acuerdo con la excelente y documentada investigación de Guillermo Gasió) el beneplácito de exportadores y de los productores reunidos en la Federación Agraria; contento que contrastó con las quejas públicas de la Sociedad Rural Argentina (cuya comisión directiva la presidía Federico Martínez de Hoz, gobernador de la provincia de Buenos Aires por el conservadurismo, a la caída de Yrigoyen) que objetaban el "intervencionismo" del gobierno en la materia. 

El precio bajísimo del trigo no fue la única mala noticia llegada de los Estados Unidos por el gobierno argentino durante ese mes de junio de 1929 cuando: "trascendió una nota de The New York Times, en la que advertía que la oficina Sanitaria Panamericana, con sede en Washington, encargada de consultar periódicamente sobre indicios de pestes en territorios o cualquier circunstancia de peste local podría tener sospechas sobre la sanidad de los cereales argentinos, ante la falta de respuestas de las autoridades de Buenos Aires"

El rumor era una grosera fake new dirigida a herir de muerte al comercio de granos argentino: no había habido denuncia formal de ningún país extranjero ni había muerto ningún marinero, como se ponderaba en la nota del periódico neoyorquino y, fiel a su tradición de siempre, propalaría en idioma castellano y en el país objeto de esa maniobra artera, el diario "La Nación".

En su edición del 18 de junio, no sólo dio crédito a esa falsa versión sino que, va de suyo, aprovechó la oportunidad para caer sobre Yrigoyen y su canciller, Horacio Oyhanarte: "El silencio observado por la Argentina se produce simultáneamente con la llegada de noticias procedentes de Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, los países escandinavos y Rusia, dando cuenta de la presencia de ratas portadoras de la peste en cargamentos de granos argentinos, y de que se han descubierto dos casos de peste, por lo menos, entre los tripulantes de los barcos procedentes de la Argentina". El 20, seguirá ese diario con las misma cantinela: "La actitud del gobierno en este episodio implica la prolongación de una política exterior que por inconsistente y absurda parecería inspirada en el propósito de sacrificar los intereses del país sin otra mira que la de alimentar inescrutables caprichos. Si la política exterior del actual presidente -y omitimos a sabiendas al titular de la cartera [de Relaciones Exteriores]- se basara siquiera en una razón equivocada, la opinión pública podría levantarse contra ella y refutarla: Pero no se apoya en razón alguna. El mutismo presidencial hace de ella algo más grave que una política equivocada. Mezcla de apasionamiento y de cálculo, expresión de un temperamento antes que de una idea, en ella se confunden prurito de aislamiento vanidoso y una mal entendida cautela". 

O sea que de acuerdo con el diktat de la Tribuna de Doctrina, si Yrigoyen no reaccionaba (aunque lo hizo efectivamente, querido diario) ante una provocación semejante nacida de una falacia; era por indolencia o por "prurito de aislamiento", precisamente, el del presidente que auspiciaba la firma de un tratado comercial con el Reino Unido donde, de acuerdo con la vulgata desparramada por el "New York Times", se había recibido trigo apestado.

Si esa versión hubiese tenido asidero, no se comprenderían las razones por las cuales la misión comercial británica arribaría al país en agosto de ese año para concretar la firma (en Buenos Aires, detalle en lo absoluto baladí) de ese portentoso acuerdo comercial. ¿Habría de tener interés SMB en la firma de un convenio que obligaba a Londres a adquirir miles de toneladas de trigo argentino apestado?

Ese indicio por sí solo, desacreditaba por antojadiza la crítica mitrista a la vez que evidenciaba la abierta falsedad de la especia, no obstante (como para contrarrestar a los infundios periodísticos aludidos) el viejo líder demostró que los reflejos estaban intactos: "acompañado por el canciller Oyhanarte, recibió a funcionario de la Oficina Panamericana [a fin de que sea controlada la salubridad de las cargas de granos a exportar en el puerto de Buenos Aires]. Estos publicaron su informe luego de visitar el Departamento Nacional de Higiene, en compañía del ministro González"

Informe que, desde luego, descartaba esa sospecha, deliberadamente echada a rodar en Nueva York.

Habría otra noticia que llegaría desde la misma ciudad en octubre de 1929 que sería crucial para el destino del gobierno argentino: el denominado jueves negro de la Bolsa de Nueva York, el crack de Wall Street que daría inicio a la Gran Depresión norteamericana.


El derrumbe se hizo sentir en todo el mundo, en especial en la Argentina: la devaluación del peso fue automática de 240 pesos cada 100 dólares, a 249 en un solo día.  A partir de entonces comenzó un flujo incesante (y preocupante) del oro depositado en la Caja de Conversión que respaldaba el circulante.

Un esquema de convertibilidad que había sido abandonado en 1914 con motivo de la Primera Guerra Mundial y reinstaurado por Alvear en 1927: un presente griego perfecto. Dado que, si los años de bonanza económica que coincidieron con la gestión del segundo presidente radical había traducido un ingreso portentoso de ese metal al país, la caída libre del comercio internacional tradujo una contracción del saldo de intercambio que, conforme lo investigado por Roberto Etchepareborda fue en 1929 de 208 millones de pesos, contra 495 millones del año anterior [en: del autor citado, Yrigoyen-Alvear-Yrigoyen, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998.]

Consecuentemente: "en la primera semana de diciembre del 29, de la Caja de Conversión fue extraído $oro 2.317.620; un millón por parte del Banco Francés y Río de la Plata y otros 375 mil por el Banco Holandés [...]. El Banco Tornquist & Cía. embarcó hacia Europa más de 2 millones de pesos oro" [en: Gasió, cit, p. 67].

Fue entonces cuando aquel presidente pintado en las páginas del diario "La Nación" como indolente y estático decidió el cierre de la Caja de Conversión, con la evidente finalidad de detener el drenaje de oro, suspendiendo la entrega de ese metal por billete suprimiendo la libre convertibilidad de la moneda, tal como lo justificaba en el decreto del 16 de diciembre: "Que el estado de inseguridad en la regularidad  y estabilidad de la moneda por que atraviesan los principales centros financieros del mundo, influye adversamente en el nuestro, motivando la salida de metálico sin causas verdaderamente justificadas", dado que "todo el oro que ingresó al país durante dos años" había salido en unas pocas semanas [en Gasió, cit., p. 67].

Opina el economista Pablo Gerchunoff: "La Gran Depresión no sólo prolongaría el cierre de la Caja de Conversión sino que llevaría también a una profunda reforma del esquema monetario del país. En los meses que siguieron a ese difícil diciembre la moneda local se depreció respecto a otras que permanecían convertibles con el oro, aunque esta depreciación (que acumulada al mes de agosto de 1930 fue de aproximadamente 15%) pudo juzgarse como moderada dada la magnitud del shock externo. Más tarde, en el marco de un deterioro generalizado de la economía y ya con Yrigoyen fuera de la Presidencia, la depreciación de la moneda continuaría y para agosto de 1931 iba a cumular un 30% adicional"  (del autor citado: El eslabón perdido. La economía política de los gobiernos radicales (1916-1930), Edhasa, Buenos Aires, 2017, p. 164].

Por supuesto, querido diario, que toda la prensa (excepción hecha del periódico oficialista "La Época") bramaron contra la medida, considerándola un atentado a la moneda nacional, evidenciando su ilicitud y otras delicias propias de la cachaza de siempre. Era comprensible, debe admitirse, la queja: la decisión de Yrigoyen abortó millonarias extracciones de oro de la Caja de Conversión a cambio de papelitos que seguramente, se proponían realizar los principales anunciantes de esos guardianes de la libertad de expresión.

Los políticos de la oposición, sin excepciones, también pusieron el grito en el cielo. Los más vehementes fueron los socialistas, tanto aquellos que se enrolaban en el partido dirigido por Nicolás Repetto (Juan B. Justo había fallecido en enero de 1928), como la escisión "Independiente", en la que abrevaban alhajas de la talla de Antonio de Tomasso y Federico Pinedo.

Éste último, que tantos y tantos servicios consagraría a la Patria en los años por venir.



Al hombre de Estado, al eminente economista, seguramente por faltarle la perspectiva que  los años le dieron a Etchepareborda, Gerchunoff, Gasió, Hebe Clementi, el Chueco García y a mi abuela para apreciar la magnitud de lo que se había iniciado con el jueves negro de octubre del '29 en Nueva York.

Ello, dado que, minimizó sus efectos para censurar el sinsentido de la ilegal medida decidida por el presidente senil: "lo más chocante es la oportunidad elegida por el Poder Ejecutuivio para convencert a la Nación de que se pasa por un momento de trastorno económico mundial, siendo que éste es un momento de facilidad económica visible. Toda la situación económica y monetaria del mundo tiene un carácter más fácil que el día anterior" (en Etchpareborda, cot., pp. 433/5).

La tenían fácil, Federico, es verdad. Y este tipo que se las vino a  complicar...

Se ha hecho larga la entrada, querido diario, vamos clausurándola, aunque la vamos a seguir.

Cerremos, precisamente, con el cierre de la editorial del diario "La Nación" con el que comencé esta entrada: "El Poder Ejecutivo no ve, no comprende, no oye. Víctima de una suerte de delirio de persecuciones cree que todas las críticas que se le dirigen en defensa de los intereses nacionales obedecen a una siniestra confabulación destinada a empañarle una gloria que no cuida. Su vanidad le impide asesorarse y rectificar los errores en que incurre. Pero los hechos tienen una fuerza superior a esos cálculos y el Poder Ejecutivo se encuentra hoy apremiado por los hechos. El intenso malestar que el país experimenta es, ante todo, un fenómeno de desconfianza. Desconfianza creada por el sistema de las persecuciones políticas, por los actos oficiales, por la falta de idoneidad en las altas funciones, por el desorden de los gastos, por la preponderancia excluyente de los afanes de comité sobre los anhelos del bien público".

Tal vez porque veía, oía y hacía demasiado y porque encarnaba los anhelos del bien público, a don Hipólito, se lo sacarán de encima en septiembre de 1930.   

  


2 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Es increíble como se repite en la historia argentina la mentira y la difamación como tactica efectiva para combatir a los que desde la política defienden el interés nacional.

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  2. Coincidimos, gran amigo. Gracias por el mensaje y el acompañamiento.

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