viernes, 11 de septiembre de 2020

Diario de la cuarentena. Día 175.

"Salgo de mi rancho a la edad en que los hombres se jubilan, en que solo se tiene serenidad para esperar la llegada de la muerte y ello lo hago por la ley del petróleo, para salvar de garras ajenas y propias los tesoros que Dios desparramó bajo el suelo de esta tierra. Alguien deseoso de sorprender su pensamiento preguntó: '¿y la tierra, doctor?' Sonrió Yrigoyen con una paternal sonrisa y le dijo: 'Amigo mío, del subsuelo al suelo hay un poquito así'. Ese día palpé el fondo revolucionario de su estirpe".

Aníbal Ford, en la biografía de nuestro amado Homero Manzione publicada en 1971 (Centro Editor de América Latina), recordó la anécdota que el biografiado le confiara meses antes de fallecer, al evocar las visitas que él y otros jóvenes radicales hacían a la casa del Líder en la calle Brasil durante los meses de la campaña presidencial de 1928.

Introduzco, pues, un tema sobre el cual muchísimo se ha escrito: la cuestión petrolera como razón del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen en septiembre de 1930.

"Se ha dicho y repetido, desde que Waldo Frank se metió con el tema, que la revolución contra Yrigoyen tenía olor a petróleo, versión que comenzó en un rumor propagado días después de la caída del caudillo radical. Hemos estudiado prolijamente el tema e investigado hasta donde es posible; y nuestra conclusión coincide, en este punto, con el historiador yanqui Robert A. Potash: poco y nada tuvo que ver la Standard Oil con el estallido militar de setiembre y con el derrumbe irreparable de aquél. Las afirmaciones de José Benjamín Ábalos, Francisco Ratto y otros autores (de tendencia radical unos, marxistas otros), no explicitan pruebas ni aportan datos ciertos" [en: Fermín Chávez, Perón y el peronismo", cit., Tomo I, p. 90).

A despecho de lo que acostumbro, disiento con el maestro Chávez a quien, la adhesión que tributa a determinados sujetos históricos con cierto protagonismo en los acontecimientos repasados, le habría nublado la vista.


No le habrá sido sencillo admitir sin más que el papel jugado por Uriburu en ese entuerto deleznable que, en ruidosa boutade llama revolución (¡!), no fue otro que el deparado por los amantes cuidadosos a los condones. Traje a la medida de ese sujeto y de su corte de nacionalistas empachados de literatura imperial-francesa o imperial-alemana, enemiga, por tal, de todo nacionalismo posible en estas pampas feraces.

Nazionalistas, sí. Por piantavotos, por come-velas, por antisemitas. A todos ellos, al deleznable sujeto de apellido Uriburu a la cabeza flanqueado por el espantajo ése de Lugones Leopoldo, Bautista Molina, Alberto Viñas (y a la progenie que engendraron: los Lonardis, Onganías, Videlas y otras alhajas), les esperaría, a poco de haber realizado el trabajo sucio, el destino de los condones usados.

Nacionalista, sí, por honesto intelectualmente, era Fermín Chávez cuya cita continúa de la siguiente manera: "Comencemos por conceder que el doctor Horacio Beccar Varela, ministro de Agricultura del nuevo gobierno, estuvo ligado en un tiempo a la Compañía Ferrocarrilera de Petróleo, con explotaciones en Comodoro Rivadavia en la década de 1920, y que la firma Emilio Kinkelín, representante de la familia petrolera alemana Stinnes, operaba por esa misma época en la Patagonia y en Plaza Huincul. Cabe observar que, en todo caso, Beccar Varela habría representado los intereses de la Royal Dutch, y la familia Kinkelin a intereses europeos. La principal penetración de la Standard Oil se había producido en Salta, pero allí YPF no llegó a ser despojada de las áreas que conquistó Mosconi. Si bien es cierto que un interventor, el doctor Erasmo Martínez, intentó en noviembre de 1931 devolver a la Standard Oil las posiciones que le había quitad el gobernador Julio Cornejo el año anterior, es verdad también que un decreto del gobierno provisional de la Nación, de fecha 4 de diciembre, dejó sin efecto los actos del interventor Martínez" [ibíd.].

La opinión, paradójicamente o no, coincide con la del trabajo colectivo dirigido por Andrés Cisneros y Carlos Escudé que evocábamos ayer. 

No obstante, se destaca que durante la dictadura de Uriburu: "las firmas petroleras extranjeras expandieron sus operaciones rápidamente, casi duplicando el volumen de la producción anterior al golpe", se descarta la intervención de la compañía norteamericana "Standard Oil" en el derrocamiento de Yrigoyen, en tanto el ministro del área, Beccar Varela estaba ligado a empresas petroleras de capital británico, rival de la Standard Oil, el canciller Ernesto Bosch, a una subsidiaria de la "Anglo-Persian Oil" y Emilio Kimkelín (secretario de la presidencia) representante de capitales petroleros de origen alemán. Se anota, empero que quien había sido, junto con Rómulo Naón (designado por el presidente constitucional Agustín Justo al frente de la Intendencia de la Capital Federal en 1932) abogado de la compañía en el litigio entablado contra la provincia de Salta referido en la cita anterior era el designado ministro del Interior, Matías Sánchez Sorondo.

¿Entonces, querido diario? Tanto Chávez como Cisneros y Escudé, cuando procuran fundamentar en contra de la hipótesis que vincula a la Standard Oil con el golpe, al reseñar los nombres y los intereses de los integrantes de la dictadura nacionalista de Uriburu, no hacen más que darle pábulo.

En esto, coincidimos con el mejor Arturo Frondizi, quien en su clásico trabajo Petróleo y política que vamos a reseñar con cierta generosidad, aborda la temática con la precisión de quien conocía el tema. 

"Desde que se produjo el 6 de septiembre, fue caracterizado como un golpe petrolero, y aunque los acontecimientos históricos responden a causas complejas, es de toda evidencia que la política del petróleo, decidida por el radicalismo, fue uno de los factores predominantes. Esa caracterización se explica, porque el movimiento militar venía a impedir la realización de los grandes planes sobre el petróleo y, además, porque habían tenido participación en dicho movimiento y ocuparon altos cargos de gobierno, personajes vinculados a los intereses petroleros extranjeros" [Petróleo y política, Raigal, Buenos Aires, 1956, p. 268].

Claro que sí, doctor Frondizi. Continúe, echando luz sobre un tema tan bien conocido y mejor abordado por usted en ese imprescindible legado político-intelectual que, por un momento, me hace olvidar su lamentable, patético y solitario final.

"Para que la relación entre el 6 de septiembre y el problema del petróleo sea apreciada en toda su amplitud, debe tenerse en cuenta que la política adoptada por el radicalismo, implicaba una serie de consecuencias que en su momento no fueron advertidas en todo su significado. El principio de la nacionalización de los yacimientos y su explotación exclusiva por el Estado, que conducía a la desaparición de las empresas privadas y a cerrarle a los intereses extranjeros el acceso a las reservas argentinas de petróleo no podía ser abandonado nunca más, porque era la resultante de un largo proceso de maduración, no sólo del pensamiento radical, sino también de la conciencia del pueblo argentino. La emancipación argentina, que ya era un hecho extraordinariamente grave para los intereses ingleses, lo era en mayor grado para los norteamericanos que venían pugnando por asegurarse reservas de campos petrolíferos en todas las regiones del mundo y por controlar definitivamente a toda América. Esto era aún más amenazador por la actitud radical, anunciada en el Senado -12 de diciembre de 1929-,d e considerar como una solución la posibilidad de liberarse de la dependencia de los monopolios ingleses y norteamericanos, adquiriendo nafta rusa, a cambio de productos agropecuarios, por intermedio de la Iuyamtorg, con lo que se venía a introducir un factor de graves consecuencias para lo intereses extranjeros extranjeros dominantes en nuestra economía y en las economías latinoamericanas" (ibídem).

Nadie resumió mejor que Frondizi la compleja y decisiva cuestión tratada, que entiendo, querido diario, merece tratamiento.

Comencé esta entrada parafraseando a Yrigoyen quien a sus jóvenes acólitos que lo visitaban en su casa, les confió las razones de su intento por volver a la Presidencia: el dominio por parte del Estado de las fuentes de energía, el petróleo a la cabeza, por cierto.

La cita del notable trabajo Arturo Frondizi dibuja las líneas directrices por medio de las cuales procuraremos explicar el asunto no sin antes destacar que el tema formaba parte de la agenda política desde 1927 cuando la bancada de diputados que respondía a Yrigoyen presentó un proyecto de ley destinado a declarar el monopolio estatal en la materia.

El objetivo, según explica con elocuencia Guillermo Gasió: "consistía, por un lado, en quitar a los gobiernos provinciales y sus aliados potenciales, las compañías petroleras privadas, la exploración y explotación de yacimientos para lo cual había que controlar la mayor cantidad posible de territorio petrolífero; por otra parte, se trataba de controlar el mercado interno de combustibles" [G. Gasió, El mandato extraordinario, cit., p. 109].

El problema se presentaba a partir de la concesión ordenada por ciertos gobiernos provinciales de extensiones a empresas petroleras extranjeras (de capital británico y, en especial, norteamericano) para la extracción del hidrocarburo, en algunos casos en abierta competencia con la empresa estatal Y.P.F., creada por Yrigoyen durante su primera presidencia.

Una de ellas, la "Standard Oil Company S.A.": "subsidiaria de la establecida en Nueva Jersey, Estados Unidos, prevalecía entre las empresas petrolíferas extranjeras que operaban en la Argentina [que para ese entonces se había retirado] de Jujuy por haber fracasado en la búsqueda de petróleo, consolida su situación política y económica en Salta, transformada en base de su acción on Y.P.F. La actitud asumida por el radicalismo en la Cámara de Diputados de la Nación (1927) sosteniendo la nacionalización de los yacimientos y el monopolio por el Estado en su explotación habían alarmado extraordinariamente a la Standard Oil, decidéndola a apoyar en los comicios presidenciales a la fórmula oficialista Melo-Gallo. En el Norte se produce un importante fenómeno político-económico, pues la oligarquía azucarera -Leach en Jujuy, Patrón Costas en Salta- llega a una alianza con el capital extranjero a través de los intereses de la Standard Oil que ayude financiera y políticamente a los candidatos contrarios al radicalismo" [Frondizi, cit., p. 236].

Ante los abusos de la empresa, el gobernador electo por el yrigoyenismo en 1928, Julio Cornejo decidió la nulidad de las decisiones administrativas de su antecesor a pedido del representante de Y.P.F.: "que permitían al grupo Standard Oil realizar trabajos en las zonas adyacentes a la mina República Argentina, a las cuales se consideraba con derecho la repartición oficial [...]. Además, durante el gobierno de Cornejo se dictan resoluciones contrarias a los intereses de la Standard Oil; se revocan permisos de cateos se archivan solicitudes; se mandan a anular registros y se les deniega el registro de supuestas manifestaciones de descubrimiento. Todas estas resoluciones fueron dejadas sin efecto definitivamente después del 6 de septiembre de 1930 por el gobernador Aráoz" [ibídem].

La llegada a la Presidencia de Yrigoyen, según Frondizi, decidió a la empresa norteamericana a presentar una demanda ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, solicitando: "la nulidad del decreto del gobernador Cornejo que afectaba seriamente sus intereses. La Standard Oil sostuvo ante la justicia que si el gobierno de Salta, bajo la administración de Corvalán le había concedido varias minas, sus derechos eran irrevocables y por lo tanto el decreto dictado por Cornejo en el año 1928 que dejaba sin efecto las concesiones era nulo por atentar contra el derecho de propiedad. Ante la simple pretensión de la demanda y sin otorgar vista a la provincia de Salta, la Corte Suprema ordenó a éste, que se abstuviera de innovar en la situación existente, es decir, suspendió la aplicación del decreto, asegurando así la continuidad de los trabajos que realiza la empresa mientras durara el juicio".

La sentencia llegaría en marzo de 1932 que: "resultó ampliamente favorable a la Standard Oil no solamente porque declara la nulidad del decreto provincial, sino porque sirvió de fundamento a las decisiones administrativas del nuevo gobierno que insertaba a ese consorcio petrolero. La Corte Suprema de Justicia que en la misma época no encontraba en la Constitución Nacional base jurídica para proteger las libertades esenciales de las personas, resolvió que el decreto que había sido dictado en defensa de los intereses públicos era atentatorio del derecho de propiedad de la Standard Oil y agregó que no ha "sido necesario entrar al análisis detallado de la prueba producida con tanta abundancia y, en ocasiones, con notoria impertinencia, como la encaminada a demostrar los antecedentes irregulares de la compañía actora [la Standard Oil], sus actuales propósitos inconfesables  y el espíritu corruptor que han sembrado en la provincia de Salta, así como la vinculación espiritual y comercial de aquéllas con grandes empresas extranjeras que pretenderían beneficiarse del petróleo nacional atentado contra la independencia y soberanía de la República" [ídem, pp. 237/8].

Algo de vergüenza les quedaba a los sujetos que integraban que integraban la Corte Suprema que había dictado esa sentencia horrenda, dado que decidieron dejar por escrito los abusos alegados por la provincia no obstante no le acordasen a las autoridades la potestad de limitar el accionar irrefrenable entonces de la Standard Oil.

Frondizi, pondera otra cuestión de capital importancia que no puedo obviar, en tanto consolida la hipótesis apresuradamente descartada por Chávez, Cisneros y Escudé respecto de la participación de esa empresa y del gobierno en el que se hallaba la casa matriz, en el golpe contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen: la cruenta y atroz guerra por el Chaco boreal entre bolivianos y paraguayos.

Reseña Frondizi que mientras tramitaba el expediente sentenciado en 1932, la empresa: "procuró obtener autorización del gobierno nacional para construir un oleoducto que, iniciándose en la frontera argentino-boliviana llegara hasta un puerto de nuestro litoral, con lo que vendría a valorizar sus enormes dominios petroleros de Bolivia. Desde el año 1920, la Standard Oil había adquirido, valiéndose de empresas de distinta denominación y de personeros particulares los mejores yacimientos de Bolivia, en una extensión total de 2.114.000 hectáreas en concesiones ubicadas totalmente en Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, departamentos que lindan con las provincias de Jujuy y Salta; además de un millón de hectáreas en sociedad con el Estado boliviano y cerca de 800.000 hectáreas en el Chaco Boreal. Este enorme territorio petrolífero no tenía  más que dos salidas naturales [...]. La primera, que era a la vez la más barata, la más asequible y la que podía financiarse  por sí misma en razón  de constituir un mercado en condiciones de absorber  petróleo era un oeloducto que, partiendo de los yacimientos de Comiri y Sanandita en Bolivia, atravesara la frontera con nuestro país, ligándose a las concesiones de la Standard Oil en Salta, y fuera a terminar en Buenos Aires o en algún otro puerto  de nuestro litoral. La segunda, que ya no tenía las mismas ventajas económicas, era el paso a través del Chaco hasta encontrar el río Paraguay y salir por él y por el río Paraná al océano Atlántico" [ibíd.].

Nótese que lo que pretendía la empresa era extraer el petróleo y sacarlo de Bolivia, previendo hacer lo propio con el que yacía bajo el suelo salteño. A la negativa del gobierno argentino a la requisitoria boliviana por el presidente del Y.P.F., general Enrique Mosconi, el presidente de ese país, Salamanca: "expresó, sin ambages, que Bolivia necesitaba romper las vallas que la rodeaban para conseguir salida al mar a su petróleo. Las reivindicaciones de los territorios chaqueños, que le siguieron, encendieron la guerra" [ídem]. 

Por supuesto, la dictadura nacionalista de Uriburu, autorizó la construcción del oleoducto, por decisión del ministro de Agricultura Arias, según lo consigna Frondizi en el trabajo que tanto hemos consultado.

Que presenta, asimismo, una tabla comparativa del porcentual de la producción petrolera a cargo de la Standard Oil y de Y.P.F. en la provincia de Salta entre 1926 y 1934: la correspondiente a la empresa estatal argentina experimentó un progreso sostenido a partir de 1928 cuando produjo el 7,8% del total hasta el 35,1 de 1930; cuando por obra de la claque nacionalista usurpadora del gobierno desde septiembre de ese año comenzó un descenso sostenido, hasta alcanzar un piso del 6,4% en 1934.

Se ha hecho larga la entrada, querido diario. me queda mucho por escribir, pero la espalda no da para más, por lo que la seguiremos mañana. 

2 comentarios:

  1. Que fértil en condones es está tierra... Si proviene de un centro de poder, "no hay poronga que no les venga bien"

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    1. Siempre agradecido por sus comentarios, querido amigo, me permito, a la vez que pulsar su misma cuerda, proponer que precisamente por provenir de los centros de poder recubrían gustosos y satisfechos esos miembros viriles...

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