jueves, 7 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 48.

"Yrigoyen presidente,
la Argentina te reclama.
La voz del Pueblo te llama
y no te debes negar.
Él necesita tu amparo
criollo mojón de quebracho,
¡plantado siempre a lo macho
en el campo radical!

Desde el suburbio al asfalto
mil voces claman y lloran,
todas las almas te adoran 
y quieren verte feliz.
Viejo sencillo y valiente,
para los pobres guarida,
me juego entero la vida:
serás gloria del país.

Mañana cuando en las urnas
suenen las dianas triunfales
y los votos radicales,
las de más listas arrollen.
Bien al tope las banderas,
bien altos los estandartes.
Gritarán por todas partes:
¡Viva Hipólito Yrigoyen!

La letra es la del tango "Hipólito Yrigoyen" (claro queda), compuesto por Enrique Maroni en 1928. Para quien quiera escucharla, comparto la hermosa versión de Ignacio Corsini, acompañado por guitarras (Hipólito Yrigoyen. Tango por Corsini).

Maroni fue un prolífico autor de tangos y milongas, entre éstas Tortazos la cual no se puede cantar por su letra. Son tiempos en los que se ha creado por ley un Ministerio de la Nación que nos habrá de enseñar a hablar con la letra "e", por lo cual no es propício para andar escuchando machiruleadas. 

Aunque el tango más célebre de todos, en cuya letra habría intervenido Maroni, fue el que más sinsabores le trajo: La Cumparsita, que registraría con Pascual Contursi varios años después de haber sido compuesta por el oriental Gerardo Matos Rodríguez. La primera grabación del tema con arreglo de Roberto Firpo y por su orquesta, data de 1917 (aniversario secular que no pasó desapercibido en la capital uruguaya).

Lo cierto es que el amigo Maroni, embalado de fervor yrigoyenista en la Buenos Aires bullente de fervor yrigoyenista de 1928 compuso el tango que, con acompañamiento de guitarras, entona don Ignacio Corsini en el enlace compartido.

Todo muy lindo, Garcete, pero ayer anticipaste que nos seguirías dando la biaba con tu interpretación de Los Siete Locos. Muy bonito, muy interesante todo: Maroni, Yrigoyen, Corsini, Matos Rodríguez y Firpo. Y hubiera estado lindo si escribías que Gardel la había hecho suceso y que el miserable y alcahuete de Francisco Canaro le pasó el dato a Matos que estaba en la lona, para que les hiciera juicio a Maroni y a Contursi y bla, bla, bla.

No me gusta que te entrometas con lo que escribo, querido diario. Sos apenas un medio. No tengo que darte explicaciones a vos y a nadie. Y estoy escribiendo sobre Los Siete Locos y su autor, aunque no lo sepas todavía. No te apures, Carablanca.

Creo que más allá de seguir parafraseando la novela que repasaba, para comprender mejor su sentido va a ser más útil, y más interesante, además, echar un vistazo al lugar y al tiempo en la que fue escrita por Roberto Arlt, puesto que un análisis (aun a vuelo de pájaro) de las alternativas de aquella Buenos Aires, ayudará al objetivo final. 

Y si Los Siete Locos fue publicada en 1929, vuelvo sobre el año inmediatamente anterior que fue el año de Yrigoyen. De su reelección presidencial para el período 1928-1934, como auguraba Maroni en el tango cantado, con acompañamiento de guitarras, por don Ignacio Corsini.

No sólo Maroni anhelaba el triunfo de Yrigoyen: existía una especie de consenso generalizado alrededor de una candidatura que sería proclamada a sólo ochos días de los comicios del 2 de abril de ese año en el Teatro Ópera.

No obstante las resistencias del candidato a volver a competir por el cargo que había desempeñado entre 1916 y 1922, el clamor popular de sus partidarios y de un grupo nutrido y variopinto de integrantes de las fuerzas vivas  de entonces, pudo más que los resquemores del Hombre que asumiría la Presidencia con 76 años de edad.

El diario "Crítica" de Natalio Botana (enemigo enconado de Yrigoyen durante su primer mandato, ariete de la interrupción del que sobrevendría) editó una solicitada firmada por caballeros, cuyos apellidos, evidencian el lugar que ocupaban en la sociedad de entonces: Bullrich. Senillosa, Alchouron, Dillon, Moreno Hueyo, Bengolea, Diehl, Cavanagh, Robredo Albarracín Guillón, Grondona, Ramos Mejía y Furst Zapiola que invitaba a votar por la fórmula Yrigoyen-Beiró, dado que así: "las fuerzas vivas del país tendrán en el gobierno que se constituya, el concurso que els es indispensable para su mayor desenvolvimiento y prestigio mundial, ya que durante la presidencia anterior fue una de las mayores preocupaciones del Dr. Hipólito Yrigoyen, la de asegurar la fácil salida de nuestros productos y, en los posible, la de estabilizar los precios de venta en los mercados extranjeros", pedido que se hacía: "sin contemplar otra finalidad que servir de la manera más eficaz los bien entendidos intereses de la Nación, ya que en la actualidad del mundo no es posible prescindir del concurso que deben prestar los gobiernos para la defensa económica de las fuentes principales de producción".

El mismo diario, el 27 de diciembre del año anterior, siempre de acuerdo con la transcripción del muy interesante trabajo En Buenos Aires 1928, de Francis Korn y Martín Olivier (Sudamericana, 2017) se había informado que: "ha sido gratamente recibida en las filas yrigoyenistas la noticia de la constitución de un centro de escritores, poetas y cuentistas de la nueva generación, que en política actuarán en ese tendencia. En la asamblea efectuada en la secretaría provisoria, Avenida Quintana 222, se acordó designar esta entidad con el nombre de Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes".

La sede de la avenida Quintana 222 era, asimismo, el del presidente de la Comisión Directiva, el escritor Jorge Luis Borges.

Filiación de la que renegaría luego, lo hemos escrito, pero entonces, atravesaba su hora más luminosa, más pura. La de sus primeros trabajos (que denostaría cuando se transformaría en escritor universal.

En este bazar se lo respeta mucho (muchísimo) a todos los Jorge Luis Borges, pero al que se quiere y mucho, es a aquel de 1928. Y el de 1929, también cuando publicaría su ulteriormente denostado Cuaderno San Martín, que despunta con "Fundación mítica de Buenos Aires".

Lo sé, querido diario, se ha divulgado demasiado el poema, pero a mí me encanta.

"¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.



Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda con}versaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
el corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
la juzgo tan eterna como el agua y el aire"

Valió la pena. Siempre valer la pena volver a leer a la fundación mítica borgeana. 

Y si el corralón opinaba por esos años YRIGOYEN, también los jóvenes intelectuales, que se constituyeron en comité por la reelección del líder en la casa de Borges, con Leopoldo Marechal de vicepresidente; Enrique González Tuñón, Nicolás Olivari, Ulyses Petit de Murat, Francisco López Merino, Macedonio Fernández, Carlos Mastronardi, Sixto Pondal Ríos, Francisco Luis Bernárdez, entre otros.

Roberto Arlt, entre ellos. Quien, fiel a su estilo, haría saber al día siguiente al diario "Crítica". "1° Que no siendo intelectual, no puede pertenecer a tan preciado comité. 2° Que no interesándole actuar en política, considera superfluo dicho nombramiento".

Fiel a su estilo, claro, no iba a sumarse a una ilusión que sabía inútil.

Como relató en la edición del diario "El Mundo", del 12 de septiembre de 1928 (a un mes exacto de la reasunción presidencial de Yrigoyen) el aguafuerte: "Cuando suba don Hipólito".

"Viaje usted en tren, en tranvía, ómnibus, aeroplano y escuchará esta comentario: -Cuando suba don Hipólito... Y su asombro crece al comprobar el infinito número de personas que tienen su confianza puesta en don Hipólito. No hay uno que diga: - Cuando suba don Hipólito, le regalaré esto o aquello. No. La auténtica, única expresión que sale de todos los labios es esta: -Es cuestión de días. En cuanto suba don Hipólito... Yo, sinceramente, compadezco al señor Hipólito Yrigoyen, lo compadezco colocándome en su lugar. Eso de ser presidente, merced a la esperanza de un infinito número de gente que necesita pedirle algo es de lo más desagradable que puede ocurrirle a uno. ¡Y hay que ver el número de individuos que a cada momento tiene en la boca la bendita expresión! - Cuando suba don Hipólito [...] Yo, que soy incapaz de adular al Diosa Padre, diré esto sin empachos: -Don Hipólito es esperado por todos los presupuestívoros del país o aspirantes a serlo, con más impaciencia que el Mesías. Y otra gente además. Lo espera todo el mundo. Lo espera el que necesita una ley de emergencia que le permita vender sus productos averiados; lo espera el encarcelado que se hace ilusiones respecto a un indulto; lo espera la viuda; lo esperan la huérfana y huérfano; lo espera el empleado exonerado 'injustamente'; y también lo esperan los quinieleros, los aspirantes a ministros; los vendedores de cocaína, los padres con familia y sin familia. ¿Quién no lo espera a don Hipólito? Y lo curioso de esto es lo siguiente: que todo el mundo confiesa sin empacho sus malas intenciones. No hay uno que diga: -Bueno, espero que suba don Hipólito para regenerarme. No, no hay ni uno solo".

Presupuestívoros y degenerados.

Sospecho que andamos entendiendo el porqué del volantazo a 1928. 

Quiero cerrar con Borges y con su Cuaderno San Martín, que redactaba al tiempo que Arlt vomitaba entre tanto degenerado presupuestívoro.

Empapado de fervor yrigoyeniano, Borges había salido con el poeta Osvaldo Dondo "a sentir Buenos Aires". "Íbamos por el costado de la Chacarita, pro Jorge Newbery bordeando al erizada pared. La pulsación de una guitarra que no veíamos nos fue llamando. La seguimos, nos llevó a un subcomité con luz densa de espaldas de mirones la puerta. Un '¿Gustan pasar, caballeros?' de cortesía suburbana o electores, nos convidó. Adentro, bajo la evidente efigie de El Hombre, buena parte del orillaje de San Bernardo estaba en posesión de la noche. De mano en mano iban la resabida guitarra y la caña dulce, en repartición de amistad. Le llegó la guitarra a un mozo enlutado, oscuro el achinado rostro sobre el pañuelo dominguero de seda, requintado con precisión el chambergo. Conversó o cantó la seria milonga de la que he asumido unos versos. Quiero recordar también estos dos, gnósticos o meramente suicidas: 'la vida no es otra cosa que muerte que anda luciendo'. Afuera, lo ayudaban el espacio y los estrafalarios mármoles en acecho atrás de la infinita pared y la suspensión rastrera del humo que produce la Quema y la acostada tierra y la noche. Oímos además, una milonga de seguridad partidaria y de vuelo aunque humildísimo, servicial: 

"'Radicales los que me oyen/del auditorio presente/ el futuro presidente/ será el doctor Yrigoyen'"  

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