sábado, 9 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 50.

Llegamos a la cincuentena de la cuarentena, diario querido.

Subrayado, el día cincuenta, con una nueva performance pública de presi-salvavidas, flanqueado por el gobernador de "la Ciudad de Buenos Aires", a quien así presentó, mereciendo por respuesta un comentario entre dientes del aludido; y del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Dr. Horacio Rodríguez Larreta a quien colmó de halagos.


Merecidos halagos, escribo sin ironía. Por la osadía del Dr. Rodríguez Larreta, cuya presencia en esa nueva conferencia, lo hacía acreedor de tantos elogios de boca (perdón por el término) de presi salva-vidas.

Ayer, viéndolo ahí sonriendo con los comentarios (presuntamente) risueños de presi salva-vidas, un par de chistes sin mucho sentido que repitió tupido y que, al igual que su semblante ojeroso, sus músculos faciales caídos, sus furcios y hasta algún comentario insinuante a una cronista que le haría una pregunta vacía, síntomas todos de un estrés galopante, justificado luego de unas cuantas semanas de laburo 24 x 7.

Decía, que el Dr. Rodríguez Larreta, con su presencia en esa conferencia contrariaba el sentir común de su electorado y de ahí su osadía. Colectivo de gente harta de tanto encierro, residentes en esta Ciudad y, la gran mayoría, votantes suyos.

Y eso habla muy bien del Dr. Rodríguez Lareta, tan o más convencido que presi-salvavidas en la necesidad de perseverar el encierro que se dice que es preventivo de una eventual extensión incontrolada del putísimo, maldito virus.


Con el ánimo caprichoso de siempre, ese acompañamiento en la circunstancia riesgosa que atraviesa el país (y el mundo), me hizo evocar aquella, compartida en este bazar el Domingo de Pascuas último, cuando recordaba el balcón de la Casa Rosada compartido por Raúl Ricardo y Antonio Francisco.

Entonces, podría haber jugado al aprendiz de brujo, o haber desplegado alguna ambivalencia Cafiero, dejando solo en esa estacada tan jodida a su adversario Alfonsín, un presidente odiado (intensamente odiado por esos días) por la masa peronista. 

En cambio, decidió acompañarlo, no sólo institucionalmente, sino escénicamente, poniendo el cuerpo literalmente.

Y aquel dirigente, que acariciaba una Presidencia en ese 1989 al alcance de su mano, que le había sido esquiva al menos tres veces, la perdería a manos de un dirigente riojano que andaba jugando al aprendiz de brujo, a la ambivalencia, que gobernaría los destinos de este desgraciado país durante una interminable década y media, prodigio que nadie había conseguido hasta entonces y que no se repetiría.

No sugiero con esto que el Dr. Rodríguez Larreta haya sepultado, con su acompañamiento a presi-salvavidas, la posibilidad de la Presidencia de 2023, que anhela tanto como (dice gente mala que) anhela a la compañera sentimental de un dirigente político muy cercano a él; empresaria textil  y hermana de un talentoso actor argentino, madre a su vez, de una niña que se le parece asombrosamente al Jefe de Gobierno.

Por muchas razones. La primera son los 35 años que mediarán entre 1988 y 2023 y la nuestra consecuente madurez cívica o mejor, las nuevas pautas culturales que incidan en la decisión del electorado, muy distintas a las de fines de los años ochenta del siglo pasado. 

Esa presencia, ese acompañamiento, como escribía, fue celebrado, agradecido, dos o tres veces por presi-salvavidas, quien tres o cuatro veces se vio compelido a tocar el antebrazo del Dr. Rodríguez Larreta. hasta dejar una sensación (exagerada, injusta tal vez) de tener mucha más sintonía con el Jefe de Gobierno porteño que con el otro partícipe de esa conferencia, don Axel Kiciloff, siempre atribulado y eléctrico, anotando vaya a saber uno qué todo el tiempo.

Quienes sufren la lectura de estos disparates deducirán que la noticia de la extensión del encierro al menos hasta el 24 de mayo no alegró, ni mucho menos, mi noche de viernes. 

Sin embargo, malhumorado y reflexivo, comprendí a esas tres personas que comunicaban como podían y sabían una nueva restricción de derechos. Creen (como un cristiano cree en la Biblia) en la conveniencia de esa medida, que no hay otra salida que mantenerla, dosificándola en determinadas regiones.

Nunca van a contar con mi conformidad, pero sí con mi respeto: son hombres de Estado enfrentando una coyuntura internacional atroz. No quieren cargar sobre sus espaldas (o sobre sus conciencias) con miles de muertos que están convencidos que, evitan con más encierro.

Se ha escrito aquí mucho, y aunque sea obvio, repito que no sólo de Covid-19 se muere la gente. 

Que vivir no sólo es respirar, comer y cagar. 

Que vivir supone tantas otras cosas que no tener fiebre alta, tos, dificultad para respirar y dolores musculares. 

Que una vida vivible debe concomitantemente ser digna de ser vivida. 

Y que no viene siéndolo para millones, en especial para quienes no tienen para comer y acuden a la beneficencia de algún servidor público o privado que les tira dos o tres cucharones de guiso en una bandeja de plástico reutilizada unas 30 veces, algunos de ellos padres y madres de niños y niñas que los ven recibiendo esa limosna alimenticia.

Está claro que a esos tres hombres de Estado que ayer anunciaban la ampliación de la cuarentena ni Dios los mueve del catecismo que viene enseñándoles mi amado Dr. Gengis Kahn.  

Presente en ese acto, junto a una dama mayor igualmente experta, sentados detrás de los tres hombres de Estado. 

Incluso, pareció que en mi homenaje y para que todo me resultase más grato, presi salva-vidas repitió dos veces la frase canónica del Dr. Gengis Kahn, acuñada en la escuela del escribano José Narosky: "el virus no te va a buscar, vos vas a buscar al virus".

Pero si, como escribía, uno comprende la preocupación de los tres estadistas y entiende las razones por las que amplían el encierro o, lo que es lo mismo, las concomitancias de una apertura indiscriminada, yo procedo con la misma obstinación y, observando el menú medieval de medidas contra la pandemia.

Puteando en tus hojas, querido diario.



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