sábado, 16 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 57.

"El Pueblo olvida fácilmente, por un trago de vino, al patrón que lo veja y lo explota. Hoy más que nunca, en la baraúnda carnavalesca de las elecciones, olvida que tras los vahos del alcohol y las frases rimbombantes de los demagogos, se alza la cruz de los fariseos de siempre y los escribas lo crucificarán, disputándose cotidianamente el pan amargo con las promesas falsas que renuevan al repetirse, la farsa. ¿Cuándo este pueblo comprenderá que también el patrón electo por su 'voluntad' es igual a los otros?"   

El texto notable que acabo de transcribir corresponde a la pluma de uno los protagonistas del tiempo durante el cual Roberto Arlt escribió Los Siete Locos y Los Lanzallamas.

Escrito el 10 de abril de 1928, mientras se contaban los votos depositados en las urnas del plebiscito que ungiría a Yrigoyen de nuevo, Presidente de la República.

El autor de ese texto notablemente escrito, insisto, por lo que manifiesta y por lo que sugiere, fruto de una pluma corrosiva (tanto como los ácidos que disolvían los conductos para el estallido de la mezcla de gelinita y dinamita utilizada para atentado del Consulado de Italia en Buenos Aires de mayo de 1928), expresa lo evidente: un desprecio sin atenuantes al sistema democrático. Al sistema todo, en rigor, en especial a la parodia de los comicios.

Ejercicio tan perverso ése del electoralismo por el cual, tragos de vino mediante, se transfiguraba al Pueblo en pueblo: convertido en una recua embriagada, manipulable por políticos profesionales. Impedidos así, de ver lo que el autor del texto, vanguardista iluminado, sí podía.

Las alusiones a la simbología católica igualmente ácidas, evidenciaban que el autor de ese texto sabía dónde debía golpear, que tan claro dejaba el desprecio que le merecían los políticos de la democracia radical.

En especial, Yrigoyen, a quien detestaba con predilección. 

En diciembre de ese año, clausurado el periódico "Cúlmine" en el que había publicado las reflexiones del inicio, encontrándose prófugo por el atentado al Consulado de Italia en Buenos Aires que comentaba, hará llegar a un diario de los Estados Unidos, que le publicará su opinión sobre el presidente Yrigoyen: "el mito rueda bajo el peso de su propia mentira. Hipólito Yrigoyen, el aplaudido oráculo de la demagogia criolla se va liberando poco a poco de la máscara y descubre su sucio rostro. El hombre nefasto de la semana sangrienta de enero del 19, de la masacre de Santa Cruz y de Gualeguaychú, sueña con la repetición de esas carnicerías que satisfacen sus deseos de sádico viejo cadavérico. [Luego de aludir a un conflicto en Santa Fe, anota que] el buen padre Yrigoyen aplaudido hasta el fanatismo, siempre con el pueblo cuando necesita su voto, pero realmente siempre con los explotadores, sus segundones y sus punteros, cuando son atacados los privilegios de casta, ha respondido a esta revuelta legítima, a este conflicto entre trabajadores y patrones, mandando tropas del ejército al comando del general Marcilesi, con la orden expresa de recoger laureles sobre laureles como aquel granuja del coronel Héctor Varela, el carnicero de los territorios del sur. Las zarpas yrigoyenistas están prontas a herir. ¡Pero atención! ¡La historia no puede repetirse y esta vez puede golpear mucho más alto!

El biógrafo del autor de estos textos, Osvaldo Bayer, al final de esta cita escribe entre paréntesis: "estas palabras dejan adivinar algo: un año después se producía un atentado contra Yrigoyen".

De ese modo, Severino Di Giovanni (Nivangino Donisivere, Essedi, Mario Dionisi, Mario Vando, Folgorite, Bruno Miserafi, Pietro Esteve, Carlo Malato, Luigi Galean o Nido Marrucino) detalle realizado por Horacio Tarcus en su Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la 'nueva izquierda' (1870-1976), Emecé, Buenos Aires, 2007).

Nacido en marzo de 1901 en Chieti, región de los Abruzos, Italia; arribado al país en...

Che, Garcete, todo muy bonito, muy florido, (alguito) documentado, pero ¿estás seguro? Nos pusiste los huevos al suelo con Lugones, con Pancho Uriburu, con Gálvez, también. ¿Te vas a meter con los anarquistas? Y si te metés en ese berenjenal, no vas a poder gambetear las matanzas de enero del '19, el pogrom de la Liga Patrótica, los miles de muertos en Santa Cruz, la Forestal y etcétera, etcétera. Y después de eso, a hacer lugar en el culo, Garcete, para guardarte los mensajes metafísicos de Tata Yrigoyen, como le decís. Yo que vos nene, vuelvo a Viale y a Sofovich...

Opinás, querido diario, como si me interesase tu opinión. Sos apenas un medio, te contesto (y aludo a mis queridos lectores), con la letra de aquel payador que provocó a Moreira en un boliche y salvó su vida por un pelo: "Tal vez alguno de ustedes, se pregunte la razón, del tono de mi canción o el rumbo que va tomando. Mas no teman, que me canto va pa' donde quiero yo".

Antes del absurdo paréntesis, cuando comenzaba a delinear notas biográficas de Di Giovanni (un castigo innecesario para mi sacrificada columna, que se viene quejando mucho, quien tenga alguna inquietud puntual, apele a la democrática y, en este caso, fiel Wikipedia), había aludido a la referencia del libro de Bayer Severino Di Giovanni. El idealista de violencia, reeditado por Planeta en 1998, superadas las experiencias políticas que derivaron en la censura total sobre el ensayo, acerca de un atentado que sufriría Yrigoyen durante su segundo mandato. Y fue así, nomás, el 24 de diciembre de 1929, ya voy a ampliar.

Por ahora, sólo quiero dejar en claro lo que considero que he dejado en claro: tan o más encarnizada que la resistencia de los sectores reaccionarios a la vuelta de Yrigoyen al poder, era la de los anarquistas, en especial la de Di Giovanni, que sobreviviría unas pocas semanas a la caída del presidente que ocurriría en septiembre de 1930. También escribiré sobre ese final.

Quizás, también, me haga un rato para escribir sobre Radowitsky y el indulto firmado por Yrigoyen en abril de 1930 (piedra de toque fundamental del golpe de Estado de septiembre siguiente) evento al cual Bayer, en su ensayo de 455 páginas, le dedica, apenas, 8 renglones.

Por ahora, diré que Di Giovanni era un digno enemigo de Yrigoyen. Representaban intereses, ideales muy distintos. Ambos se reconocían mutuamente como asesinos.

"Si la Argentina es la tierra del caudillismo, Hipólito Yrigoyen es el prototipo del caudillo: una mezcla inconfesable de camorrista y de maffioso, caracterizado por la ausencia absoluta de ese coraje caballeresco que hace aparecer de algún modo simpático al antiguo dominador de la campaña argentina, el guacho. Yrigoyen, en sesenta años de vida política -con maniobras oscuras e intrigas disimuladas bajo al charlatanería del demagogo- logrará por dos veces la suprema magistratura de la República. Los sucesos más sangrientos y feroces fueron consumados bajo su primera presidencia en homenaje a su profundo amor de Padre de la Patria y de los pobres, título con que es disfrazado por la innoble cortesanía de sus escribas", escribió Di Giovanni en elogio del atentado de diciembre de 1929 y en honor de su autor, muerto a balazos por la policía en el acto, Gualterio Marinelli.

En cuanto a Yrigoyen, digamos que, aunque no dejara testimonio de la opinión que le merecía, a lo largo de los meses de su segunda Presidencia fue la persona más buscada por las fuerzas de la policía que dependían de sus órdenes.

Anticipé que tendremos oportunidad de repasar los eventos aludidos por Di Giovanni en sus invectivas contra Yrigoyen y que no tengo interés en detenerme en las notas biográficas de esta personalidad tan atractiva, por inquieta, por absoluta.

Sólo decir que, quienes han hecho un uso extenso de la violencia política a lo largo de sus trayectorias políticas, terminan enamorados de la violencia. Y de la muerte.

Di Giovanni no fue una excepción. Todo lo contrario.

Sesgo observado por sus compañeros de militancia a través de durísimas notas publicadas en los  diarios "La Protesta" y La Antorcha", transcriptas por Osvaldo Bayer en su notable ensayo. 

Uno de estos entredichos, que tendría una derivación particularmente lamentada por Bayer calificada por el ensayista como "el hecho más negro de la historia del anarquismo argentino", terminaría con la muerte del cronista del diario "La Protesta", Emilio López Arango.

Di Giovanni, disgustado por varias columnas de López Arango, particularmente agresivas, en compañía de Paulino Scarfó fue al domicilio del periodista en Remedios de Escalada, y lo liquidó de un balazo, luego de un intercambio de palabras.

El idealista de la violencia, resolvía sus asuntos como un matón vulgar y corriente.  

Con ello no doy pábulo a quienes han condenado sin más a Di Giovanni e incluso, celebrado su muerte arbitraria y cruel. Simplemente, haciéndome de los juicios del propio Bayer, poner las cosas en su lugar, enderezar una semblanza demasiado deformada. 

Como fuere, la estela que dejaría el anarquista en el recuerdo colectivo sería duradera: fue evocado por las reconocidas plumas de Ernesto Sabato y de Beatriz Guido en las novelas más recordadas de ambos; Leonardo Favio durante años meditó una posible película sobre la vida de Di Giovanni.

Tampoco le fue indiferente a Roberto Arlt, de hecho es Di Giovanni la única persona de existencia real que es nombrada en Los Lanzallamas.

Mención, de la que me ocuparé mañana, querido diario.



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