jueves, 28 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena. Día 69.

"En las expediciones llevadas últimamente hasta las tolderías de los salvajes, se ha obtenido entre otros resultados, un número bastante crecido de indios de pelea y de chusma, pudiendo esperarse lógicamente, que este número tome grandes proporciones en el desenvolvimiento de las operaciones que se verifiquen hasta el establecimiento definitivo de la nueva línea de frontera a la margen norte del río Negro. Se hace, pues, necesario que este Ministerio, a cuyo cargo corre el deber de vigilar por el cuidado y conservación de estos indios, ponga en práctica el sistema más adecuado a este objetivo y menos gravoso al erario público. En tal caso, a juicio del infrascripto, lo más conveniente es distribuir estos indios prisioneros, respetando la integridad de sus familias, dentro de las poblaciones rurales, donde sometidos al trabajo que regenera y a la vida y ejemplos cotidianos de otras costumbres que modificarán insensiblemente las propias, despojándoles hasta del lenguaje natiuvo como instrumento inútil, se obtendrá su conformación rápida y perpetua en elementos civilizados y fuerza productiva. La provincia de Tucumán es una de las que ofrecen mayor seguridad y ventajas a ese objetivo, por su posición lejana a nuestra líneas de frontera. Antes de terminar, es esta oportunidad de hacer notar a V.E. que esa provincia ha buscado más de una vez en los matacos del Chaco, el desarrollo siempre creciente de su industria agrícola, y que obtendría ventajas positivas sustituyendo estos indios holgazanes y estúpidos con los pampas y ranqueles, que si bien están debajo del nivel moral y civilización relativa del gaucho, no le ceden en inteligencia y fortaleza" (Marcelo Valko, Pedagogía de la desmemoria, Buenos Aires, 2008, p. 260).

La carta, fechada el 25 de noviembre de 1878, fue enviada por el ministro de Guerra y Marina del presidente Nicolás Avellaneda, general Julio Roca, al gobernador de la provincia de Tucumán, Dr. Martínez Muñecas, evidencia que el futuro conquistador del Desierto, que aún no operaba en el terreno, conocía por sus lugartenientes allí destacados que el rally que habría de comenzar al año siguiente sería una faena sencilla.

Que traduciría muchas detenciones y que algo habría que hacer con esos prisioneros. El emprendimiento de nuestro conocido Clordomiro Hileret y otros emprendedores necesitaba brazos más aptos que el de los holgazanes y estúpidos matacos y allí fueron buena parte de los 10.539 prisioneros (hombres y mujeres) y los 2.320 guerreros, tomados por las fuerzas expedicionarias, cifras oficiales informadas por Roca (ya Presidente) en 1881 al Congreso.

Sarmiento compartía esos propósitos: "la escuela, los oficios, son imposibles en esa aglomeración de salvajes hostiles a la sociedad basada en el trabajo: la ración ha de continuar como carga sobre el gobierno; ración improductiva de todo resultado. Los indios son unos pensionistas holgazanes. Que no hayan raciones, ni aduares de indios. Que cada uno dependa de sí mismo trabajando [...]. La triste y costosa experiencia de tantos años ha debido aleccionar al gobierno. No más raciones a los indios y disolución de las diezmadas tribus, como se está haciendo, interminándolos y distribuyendo a mujeres y niños en las familias. Este sistema ha sido desde tiempo inmemorial seguido por los conquistadores y sus efectos son la población de nuestras ciudades y campos, cuyos habitantes conservan aún el color trigueño de la raza de su origen", escribía en El Nacional, del 30/11/1878. 

Volvamos a Tucumán. Sabía de lo que trataba el general ministro: la satisfacción que le expresa el gobernador Muñecas mediante una comunicación oficial publicada en el diario "El Siglo" del 3 de enero de 1879 lo prueba: "Los indios fueron inmediatamente colocados y me es grato poder decir a V.E. que todos los patrones están contentos, por haber encontrado en el indio la mayor disposición para el trabajo, pues se entregan a él sin violencia y sin esfuerzo. Por los documentos adjuntos verá V.E. que los indios han sido colocados bajo las mejores condiciones posibles, tanto por el salario, tratamiento, etc., como por la falta de recursos en que se les deja, para evitarles el enviciamiento. El pedido de familias indígenas aumenta y pronto lo haré en forma a V.E. puede decirse, que no hay industrial en Tucumán que no cea en el indio, el elemento necesario para el desarrollo de su industria, antes de hoy, por falta de brazos, estacionada" 


Más allá del cuidado del gobernador Muñecas en la redacción de una comunicación oficial que podría tomar estado público, deja entender que existiría alguna contraprestación por los industriales de la azúcar en los trabajos encomendados a los cautivos del sur del país, remitidos a ese territorio tan distinto del que les era propio, no obstante coincido con Valko, en punto a que la inexistencia de tales peculios o su insignificancia, se evidencian mediante la mención realizada por el gobernador relativa con el paradójico beneficio de "la falta de recursos en que se les deja", evitándoles "el enviciamiento".

Debe señalarse que la distribución de indios en los ingenios azucareros contaba con un andamiaje institucional, aun precario, que había dispuesto el gobernador en el mes de diciembre de 1878.

El primero de esos decretos, de fecha 2 de ese mes nombraba una comisión para "reglamentar definitivamente las bases que deben servir de contrato entre el industrial y el obrero, con relación al salario, época del pago  alimentos, en atención a que el inicio no conoce el idioma, ni el valor real de la mercadería ni de la moneda", cuya integración fue decidida bajo la presidencia de Ataliva Posse, presidente del Ingenio "La Esperanza", integrada asimismo por José Padilla y Luis Pérez, empresarios del ramo.

Y prevé también la intervención de "los Defensores de Pobres y Menores como representantes de los indios, formarán parte de esa comisión".

Nuestro relato, entonces, se encuentra por primera vez ante una decisión gubernativa que procura abordar la problemática no sólo mediante el uso de los instrumentos de la guerra o desde el cientificismo criminologico alla Zeballos o Sarmiento, sino desde el derecho o mejor, desde una institución jurídica nacida del derecho: el defensor de pobres.

El 22 de agosto del año siguiente, el presidente Nicolás Avellaneda dicta un decreto que respondía a una problemática formalmente trabada por la principal autoridad eclesiástica de Buenos Aires, el arzobispo Aneiros: el destino de los niños aborígenes.

Alfred Ébelot, ingeniero francés contratado por el Estado argentino en tiempos de la Presidencia de Domingo Sarmiento y luego encargado de los estudios conducentes para la construcción de la "zanja" que el ministro Adolfo Alsina (antecesor de Roca en el ministerio de Guerra y Marina del presidente Avellaneda), integraría la primera comitiva expedicionaria que con mucha facilidad arrollaría a las fuerzas indígenas.

Sus Relatos de la frontera, constituyen un testimonio indispensable para conocer al detalle lo sucedido durante esas jornadas decisivas, además de detenerse en las consecuencias de ese paso arrollador de las fuerzas al mano de Roca por esas planicies.

Si es particularmente tocante su testimonio en lo relacionado con la recuperación de las mujeres cristianas que se encontraban desde hacía años bajo el yugo de los infieles, no es menor, el relato que realiza respecto del destino de "los niños de  poca edad cuyos padres desaparecen", con motivo de "una razzia como la nuestra", que "son donados a diestra y siniestra. Las familias distinguidas de Buenos Aires buscan diligentemente estos esclavos jóvenes llamemos a las cosas por su nombre. Los tienen como 'animales domésticos'" (cit., pp. 182/3).

Incluso el propio francés fue destinatario de la generosidad del ministro de Guerra y Marina quien le había concedido "dos indiecitos". Creyendo indispensable abundar, el ingeniero Ébelot, abunda acerca de ambas criaturas, pertenecientes a : "esta raza descaecida hasta la ineptitud para cualquier tarea útil. La niñita. De 8 años y nada tonta, entiende a la maravilla y chapurrea un poco de español y francés". respecto del niño, sentencia: "su fealdad es simpática, comprende a media palabra, tiene la vivacidad de un mono y los mimos de un perrito" (ídem, p. 267).

Por esos días, el 1° de julio de 1879, el diario porteño "El Tribuno", publica la crónica de un evento relacionado con lo que se viene relatando en el puerto de Buenos Aires, bajo el título: "Llegan los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto, no cesan. Se les quitan a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo, dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas".

Tengo buenas noticias, querido diario. No cuento con servicio de internet. Por lo que, mañana (si retorna el servicio de internet) concluiré con la temática.

Dos noticias buenas de un solo saque, Garcete, ¿no será mucho?

Cada vez menos tolerable ese sarcasmo, de vuelo bajo, querido diario.

Y antes de que preguntes por la caricatura del inicio, te cuento que fue publicada en la revista El Quijote, en 1891.

Es Julio Roca, claro. Iba a describirla, es una pequeña obra de arte. Repara en los detalles de la composición. Vale la pena.

  

2 comentarios:

  1. Muy valiosas estás crónicas Horacio. Abundar en los crimenes de la civilización y en el orgullo de quienes los perpetraban es fundamental para entender de dónde venimos.

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  2. Gran amigo. Agradezco y creo que de ese se trata. Y si me permite un juicio de un optimismo, quizás, pavote: nos invita a celebrar (o a experimentar algún alivio) por el presente que vivimos. Cruel, pero no tanto.

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