miércoles, 8 de abril de 2020

Diario de la cuarentena. Día 19.

No todos los días tengo algo para nutrirte, querido diario, pero deberé esmerarme en buscar temas, porque parece que esto sigue, sigue y sigue.

El teorema Lamolina, parece que es lo que manda.

Lo anticipó el presidente salva-vidas, acabo de leer que a partir del lunes 13 no habrá flexibilización de cuarentena: "no nos podemos relajar", dice envalentonado por el consejo de los que mandan; los epidemiólogos. Capi di tutti capi de los magos de la Tribu.


Dije que aceptaría, que me sofrenaría, que mediría las críticas, que no escribiría sobre la coyuntura. Pero la coherencia no es ni será nunca lo mío.

Aunque modero mi ánimo, al descubrir que mi mirada crítica hacia quienes nos han hecho salir callos en las manos de tanto aplaudirlos a las nueve la noche, me acercan a posiciones de personas que deploro: Bolsonaro, Johnson y Donaldo Trump.

Este último, si bien se desdijo, ayer en su hirviente cuenta de Twitter anticipó que los Estados Unidos dejarían de sostener económicamente a la OMS porque no había sabido prevenir esta emergencia.

Como en este momento mi raciocinio en crisis me empuja a empeorar aún más el estado de las palmas de mis manos en apoyo de esta iniciativa, pero no lo haré.

Ahora, sin cargar las tintas sobre estas nobles e indispensables almas, me permito anotar que andan un poco erráticos los muchachos.

Por ejemplo, no se ponen de acuerdo los muchachos con el uso de los barbijos.

Los especialistas de la salud, tan valorados por Donaldo, lo desaconsejan en aquellos que no tienen sintomatología; el portal del Hospital Italiano, otro tanto; pero el Komitern que asesora al presidente salva-vidas parece que nos manda a cubrirnos la boca con lo que sea si cometemos la osadía de salir a la calle. Así se habría publicado en la cuenta de Twitter oficial.

Se dijo que el virus no se reproducía en el aire sino en "microgotas" que podían expelerse al hablar, toser o estornudar. Ahora parece que sí.

Se dijo que el virus no se transmitía a los animales o que los animales no lo desarrollaban. Ahora parece que sí.

Se dijo que el virus se desarrollaba a determinada temperatura, por eso se temía que el pico de contagios iba a llegar en otoño. Ahora parece que se caga en la temperatura el COVID-19, porque en Guayaquil estarían cayendo como moscas las personas (quien haya estado allí sabe que con 30 grados  las personas sus habitantes salen a la calle con campera). Y ya que estamos, que en el hemisferio norte, donde los que saben dicen que está empezando la primavera, siguen proliferando los casos.

Decía y reitero: no es cuestión de cargar las tintas y dejar caer ironías mal redactadas desde la comodidad (relativa pero mucha en comparación con decenas de millones) de mi casa.

Pero como que sigue quedando en el aire la sensación de que más allá que prolongar el encierro, con el inmenso costo en todo sentido que eso supone y supondrá con el correr de los días, las semanas, los meses (y tal vez) los años, es la única respuesta (y quizpas no haya otra) que tienen los benefactores magos de la Tribu.


No hay comentarios:

Publicar un comentario