lunes, 20 de abril de 2020

Diario de la cuarentena. Día 31.

Querido diario.

Qué ninguna gana de escribir. Qué fastidio todo.

Pero, como con mis clases de "cardio-gym" a cargo de Antonio Pimentel que tan bien me hacen, sin tener la menor garantía, prueba, indicio o sospecha, de que dejar sentadas sensaciones, compartir lecturas, escribiré una nueva entrada.

Anticipé que lo haría la Sáenz Quesada. 

Y aunque supo hacer justicia David Viñas con ella, con tanta crueldad en aquel programa de 1997, cuando desnudó su nimiedad, su torpeza, su imbecilidad, su fealdad y su deshonestidad intelectual, arremeto acá.


Es, Sáenz Quesada, como buena mitrista, una persona deshonesta. Escribe de manera deshonesta. Cita fuentes en sus libros con deshonestidad, arteramente.



Por ejemplo, al escribir la biografía consagrada a su pariente Roque Sáenz Peña en 2014 (cuando el centenario de la muerte de quien es presentado como el "forjador de la democracia moderna", por haber promulgado le ley 8.871 conocida, precisamente "Ley Sáenz Peña"), realizó un ejercicio de manipulación de las fuentes históricas que superó su reconocida destreza.

Al ocuparse de las ocupaciones de su biografiado a finales del siglo XIX, en el estudio de la calle Reconquista 144.que compartía con Federico Pinedo (tan luego) y con el ex presidente Carlos Pellegrini, en el acápite "Las inversiones británicas" del capitulo 14 "Socios y amigos" y merced a la compulsa de epistolaria de su biografiado, confiada por sus descendientes a la parienta lejana, y la resguardada en el Archivo General de la Nación, transcribió un telegrama enviado por Pellegrini a Sáenz Peña entre 1898. 

Anticipa la biógrafa que. "Carlos informa de una reunión en Londres con el Directorio del Tramway Anglo-Argentino". [...] quien nos va a comisionar para obtener permiso para cambiar a tracción eléctrica mediante una buena comisión [...]. Yo no sigo muy bien. Ahora resulto un neurasténico, con neuralgias en la cabeza y todo el cuerpo. Hace un tiempo detestable, lluvia y frío continuo, estamos a 1° de junio con doce grados. Estoy esperando que caliente un poco para ir a tomar campo, aires, sol y baños" (en. "Roque. Sáenz Peña: el presidente que forjó la democracia moderna", Sudamericana., Buenos Aires, 2014, pág. 232).
    
Vuelvo entonces, a lo que escribí y me pregunto: ¿qué cifras disimuló tras los corchetes con los puntos suspensivos la Sáenz Quesada?; ¿a quiénes habrá nombrado el Gringo, cuyas identidades fueron veladas por la Sáenz Quesada tras ese nuevo corchete?

Si bien queda claro que Pellegrini discurría sus días a lo largo de un año completo en Inglaterra tras la búsqueda de la cura a su neurastenia; no le hacía asco a escuchar la propuesta de una buena comisión para los socios del estudio/consultoría que el ex-presidente había conformado con un ex-canciller, hijo  a su vez, de quien lo había sucedido en la Presidencia (Luis Sáenz Peña) y, también, futuro presidente cuando "forjaría la democracia moderna".

El tenor de ese intercambio exigía a una historiadora honesta una indispensable ampliación del tema. Porque hace a la verdad histórica, porque tuvo el privilegio de acceder a papeles privados aunque el lapso de más de un siglo transcurrido desde que fueron escritos y habida cuenta la materia tratada y el papel que remitente y destinatario tuvieron en nuestro pasado, exigen una dispensa de una confidencialidad inútil. 

Sesgó aviesamente esa delicada y necesaria información, arteramente, reitero. Porque el bodoque de más de 600 páginas se extiende en la íntegra transcripción de cartas que hablan de las enfermedades de Roque, por ejemplo una de Miguel Cané en la que le aconseja que coma mucha papa para combatir dolores reumáticos y menudencias por el estilo.

El ocultamiento responde a la lo que nosotros (nosotres) y la Sáenz Quesada sabemos: esa dirigencia política  era tan o más corrupta que la actual. 

Con una diferencia. Que esos prohombres que son homenajeados con tanta avenida, tanta estatua, tanto libro, se creían patricios.

Y eran burdos canallitas que iban detrás de una "buena comisión", para la atracción de "inversiones británicas".

No es original ni es un descubrimiento la catadura de estas gentes, pero queda en evidencia la inmoralidad de escritoras como la autora de la biografía comentada, cuya presentación estuvo a cargo del depositario de las últimas confidencias de Jorge Videla, 

Y es menester recordar estos procedimientos, porque son perseverantes, se enquistaron en la Academia de Historia que sigue contando nuestro pasado de ese modo tan deshonesto.

No sugiero con esto que haya que demonizar a Sáenz Peña o al mismo Pellegrini. Pero el ejercicio de deshonestidad intelectual es evidente.

Padecí uno peor durante estos días. El perpetrado por Enrique de Gandía en una pretensa biografía de Alem. Tan luego, ese dirigente que era la antítesis de esos socios canallitas cometeros del bufete de la calle Reconquista a fines del siglo XIX.

No habría forma más sutil de humillar a Alem, de escupir sobre su tumba, que ese ensayo de Gandía. Bastante mierda andamos tragando desde hace un mes interminable como para, encima, atragantarnos con detrito con pie de imprenta.

Quizás, el único modo de pasar revista a vidas tan miserables (con Roque se me va un poco la mano, tuvo arrestos de decoro en su vida. Pellegrini, no), que construían un estado sobre ruinas: de la caída de Rosas, a la destrucción del Paraguay; del aniquilamiento de los caudillos mediterráneos y litoraleños al exterminio de ranqueles, mapuches y tehuelches, barridos como la basura. Para timbearse las tierras que ocupaban esas tribus milenarias barridas como la basura.

Que dos décadas después seguían  anhelantes, yendo por las migas del banquete: las comisiones de los inversores británicos.

Y la puta que los parió.

Concluyo, con algo de alivio, porque, si hace un año podía indignarme aún más con el espectáculo de un presidente y un ministro de Economía hechos por la misma sustancia que los personajes evocados, hoy (encerrado y todo) respiro con cierto alivio.


Aunque debo decir que los Macri, los Caputo, los Dujovne, los Peña Braun, son infinitamente menos nocivos que aquellos que, perpetrando latrocinios similares, se creían hacedores de la Patria. Esos turritos del siglo XXI , más allá de sus insostenibles imposturas, se saben canallitas. No creo que sea un detalle menor. 

Y a propósito de los nuevos aires, me agradó mucho escuchar ayer, el reportaje que Martín Guzmán le concedió a Horacio Verbitsky. Con calma y enorme firmeza, respondió todas la preguntas (disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=eEgj-Lv02HI&feature=emb_title.)

No sólo me gustó que Guzmán dudase al contestar algunas (no tenía puesto un casete y meditaba las respuestas) y que se mostrase, aunque tenso, afable, firmey cordial; sino por el contenido de sus respuestas que (de algún modo) evocan la mejor tradición de los economistas políticos del siglo XX. La don Aldo Ferrer, por todos.

Es una tranquilidad, incluso una satisfacción, que sea Guzmán el portavoz del proyecto económico de presi salva-vidas.

Y este texto, que escribí con pocas ganas, lo hice de algún modo para que no cortase el hilo.

Para que dentro de poco tiempo (Dios y el Dr. Gengis Kahn así lo quieran) nuestra vida comience a parecerse en algo a la que teníamos hasta el 19 de marzo.

Y que entonces, en ese futuro que ojalá sea cercano, cuando lea la sucesión de torpezas que vengo escribiendo día a día, vuelva a confirmar aquello de que no todo tiempo pasado fue mejor.

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